Alina Martínez Castillo - AIN.- Conversación con el padre de René González, uno de los cinco prisioneros políticos cubanos encarcelados en EEUU, en la que se mezclan amor y homenaje, sentimiento y denuncia, recuerdo y familia, esperanza y cubanía..

Todavía brilla en sus ojos la imagen de la placentera tarde en que jugaba béisbol con sus hijos René y Roberto en el Parque Martí, de la capital cubana.


Pero como pelotero de corazón, que vio hacerse hombres a esos dos compañeros de afición, Cándido René González no se queda en el recuerdo. Está seguro de que los tres volverán a vivir una tarde parecida, y que él tendrá un buen desempeño, a pesar de sus años. El reencuentro se perfila con nitidez en la esperanza.

Es mucho más que aquel sueño que tejía en los años 50 cuando, pese a la difícil situación económica que padecía, dedicaba largas horas a ser segunda base -aunque anhelaba la tercera- o a la posición de campo corto en aquellos equipos de beisbol que hicieron historia en Cuba.

El padre de René, uno de los cinco prisioneros políticos cubanos arbitrariamente encarcelados en Estados Unidos, no lo piensa dos veces para afirmar que este domingo lo que más esperará es la temprana llamada de su hijo desde la cárcel de Loretto, en Pennsylvania.

"Conversar con él será un alegrón y seguro me llama temprano", me confiesa, pues no duda de que esa llamada, de ser posible, no fallará.

Como ese día le corresponde cumplir con su jornada de custodio - y no dejará de hacerlo-, sabe que los suyos irán a verlo allí y juntos celebrarán esa satisfacción de la mañana.

Su jovialidad se vincula al optimismo y al futuro: "Nosotros vamos a ganar, creo que al final la justicia tiene que prevalecer. Tiene que saberse la verdad.

Tiene que hacerse un proceso justo". Recientemente, él visitó al hijo junto a Irma Sehwerert, la mamá de René:

"Nos fuimos el 20 de abril, hacía más de 11 años que no lo veía, y 11 veces me reencontré con él. Eso fue mucho, usted no se imagina...Porque él me decía por teléfono: "Estoy bien, viejo, no hay problema" ; y yo pensaba: "Este puñetero me está haciendo trampa; pero lo ví bien, con un ánimo tremendo y muy fuerte.

"El y sus cuatro compañeros son los que les dan ánimo a uno. No te dan tiempo a hacer pucheros, como decimos los cubanos. "René hace mucho ejercicio, preguntó por todos, por cada miembro de la familia, los amigos, los vecinos, por el pueblo, y nos contó de la cantidad de correspondencia que recibe a diario. "No me da tiempo a contestarla toda", me dijo, porque ha recibido cartas de Alemania,Francia, Inglaterra, Argentina y de los propios Estados Unidos, gente solidaria y que quiere saber más de su caso. "René corre 10 kilómetros diarios, lee mucho y escribe mucho también. El me dijo en broma desde que llegué: "Papi, nos vamos a coger odio de tanto hablar y vernos"; pero ya el último día me dijo:

"Se nos quedó algo en el tintero".

"Así es él: jaranero y guarachero, aunque de mis dos hijos varones es el más serio. Los dos lo son en el trabajo y en la vida, y son más simpáticos que yo.

"Y déjeme decirle, es un magnífico padre. Todo el tiempo está preocupado por sus hijas. Es cariñoso y exigente, porque a Irmita la ayudaba en todo en la escuela".

En la conversación con Cándido René González, hablamos de su incesante búsqueda de trabajo en la Cuba de los años 50; de su llegada como pelotero profesional contratado a Estados Unidos, donde nunca llegó a efectuar su primer juego; de su relación con Irma Sehwerert y la estancia en Chicago; la larga experiencia obrera, la llegada de su primer hijo...

"Yo jugaba en La Habana, donde nací en un caserío llamado Cangrejera, entre Punta Brava y Santa Fe. Aunque nunca tuve ese gran interés en ser profesional, la vida era muy difícil y el trabajo también. Era peón de albañil, daba un pico y una pala espeso. Si me daban trabajo en el central no me iba, pero me dijeron que más adelante, y no podía esperar.

"Yo voy a Estados Unidos en 1953, primero al entrenamiento en Texas, junto a otros cubanos. Por cierto, los negros eran ubicados en México, lejos de los blancos; todos los días los tenían que llevar y traer. Fuimos a Illinois a jugar; pero tuve enseguida problemas con el jefe del equipo. Entonces me fui para Chicago y allí conocí a Irma. Nos enamoramos. Estuve dos años ilegal, trabajando en lo que encontraba.

Regresé a Cuba y, cuando después volví, nos casamos. "René nació en el 56. Imaginate, era la pelota de uno. Fue el primer hijo. Quería varón y lo tuve.

" Pasamos momentos difíciles, muy duros. Yo siempre fui un rebelde; en Cuba veía una situación terrible. Batista había dado el golpe, yo había vivido la politiquería, los abusos, el pandillerismo, pero aun no era un revolucionario. Allá seguíamos la situación de nuestro país.En el Barrio Latino conseguíamos la Bohemia, veíamos a gente que iba a Cuba y nos informaban, hasta que en el 57 se forma el Movimiento 26 de Julio en Chicago y nos incorporamos Irma y yo.

"Al triunfo de la Revolución vimos cómo ya se manipulaba en Estados Unidos la realidad de lo que pasaba en Cuba. Vinimos y comprobamos la verdad, cómo el pueblo se movilizaba, y aunque lo dudamos mucho, regresamos; pero ya en el 61cuando la invasión a Girón, no lo pensamos más. Vinimos los cuatro, pues ya mi segundo hijo Roberto tenía tres años.

"Estaba loco por venir y emprendimos años intensos: guardias, trabajo voluntario, movilizaciones, cortes de caña, incorporados a todo el quehacer del pueblo. "Los niños iban a todo con nosotros. Se educaron en ese ambienterevolucionario, el del Che, de Fidel y se impregnó en ellos ese espíritu.

Desde chiquito, René tenía obsesión con los aviones. Soñaba con ser piloto. Era lo que más le gustaba, y lo logró ya de joven al incorporarse a un curso, primero en la fumigación, y después en la aviación deportiva. Cándido René sonríe al revivir cada momento. Tal parece que viera al hijo mientras conversa animadamente. De pronto, su expresión cambia y cada fecha fluye como si hubiera ocurrido apenas ayer.

"Sí, me cayó un mundo arriba. El domingo nueve de diciembre de 1990 veo que viene a mi casa toda la tropa con Roberto, Irma, Olga, Irmita. ?Qué pasó?, pegunto. "No te asustes, no te disgustes", tratan de calmarme. Pero ?qué pasa?, insisto. "Rene se fue ilegal para Estados Unidos" , me informan. Quiero saber: ¿Llegó? ¿está bien?. "Sí, fue ayer sábado".

"Nunca pensé que alguno de mis hijos tuviera esa idea. Me cayó todo encima. Me dije que ya él era un hombre y tomó esa decisión. En todos esos años supe de él por la madre, pero nunca hablamos ni nos escribimos. A veces me imaginaba cosas, en lo más profundo tenía mis sospechas, porque mi hijo era íntegro, de convicciones. Pero aunque lo pensara o lo deseara, siempre pensando en él, eso permanecía dentro de mi, en silencio...

"A él lo prendieron también un sábado, el 12 de septiembre de 1998, y el lunes 14 supe toda la verdad. Aquello que yo tenía dentro salió. ¿Qué sentí? Un doble sentimiento: el de que estuviera encarcelado y el orgullo por la misión que cumplía, tan noble, tan hermosa, luchando contra el terrorismo allí mismo en Miami. Desde entonces el orgullo ha ido creciendo por día.

"Todo ese largo proceso fue terrible, hemos sufrido mucho, y ellos mucho más en esos 17 meses y 48 días en solitario en una celda de máximo castigo, sin haber hecho nada, sólo por ser cubanos de Cuba. Imagino que a todos los familiares de los cinco les pasa lo que a mí.

"!El desenvolvimiento que Rene ha tenido ha sido tan digno!.En su alegato él defiende a sus cuatro compañeros... "Yo le digo una cosa, en estos dos últimos años de lucha en defensa de nuestros hijos he aprendido más que en los casi 70 que tenía entonces.

Me siento ahora mucho más revolucionario". Las sombras se han desvanecido de su rostro, y desaparecen por completo cuando afirma que está ahora más cerca de René, que tiene confianza en que la justicia prevalezca, que el juego de pelota con sus hijos va de todas todas, que hubiera querido volver a mirar la casita de Chicago donde amó tanto a su familia, trabajó duro y nació su primer hijo, ese del cual espera, a primera hora de este Día de los Padres una llamada para escuchar sus bromas, su ánimo, su entereza. (ain)

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