“La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”. John Donne

Douglas Calvo Gaínza, Ex Coordinador Comité Cubano pro Trato Más Humano para Ana Belén Montes; activista en la campaña por la libertad de Ana.- Cada 24 de febrero se cumple un aniversario más del “Grito de Baire”, del alzamiento de los cubanos contra el poder colonial español. Cuatro días más tarde, cumple años en su indefinido aislamiento, Ana Belén Montes.


El 24 hay mucho que conmemorar. Quizás, todos los cubanos (sin distinción ideológica), recordamos ese aniversario, a la vez heroico y triste. Las guerras no son hermosas, y tras ese día la “Diosa-Muerte” se llevó consigo a personas imprescindibles (José Martí, Antonio Maceo); se instalaron los campos de concentración donde pereció gran parte de nuestra población; la juventud de Cuba y España se desangró en las maniguas (los unos por defender la independencia política de su terruño natal; los otros - casi todos gente pobre y forzada a una atroz pelea de la cual casi nada entendían - por defender los intereses de una indolente Corona a la que poco le interesaba la caída de miles de aldeanos o proletarios). Así son todas las guerras imperiales, ya sea en Nicaragua cuando Sandino, o en Vietnam cuando el Tío Ho. La muerte de todos los reclutas que perecieron inútilmente para engrosar cuentas de banco en Madrid o New York, es doblemente triste y lamentable, pues ellos murieron por una causa injusta. La caída de cada uno de los miles de hombres y mujeres que sucumbieron para ver a sus Patrias libres del dominio extranjero, es igualmente triste y lamentable, pero al menos cuenta con la absolución de la “Jueza-Historia”, pues su causa era justa.

Cada 24 de febrero se hace luto en Miami por los cuatro caídos en los aviones de Hermanos al Rescate. Su muerte también me disminuye y el dolor de sus familias es igualmente mío. Espero que algo semejante también sientan los enemigos de la Revolución en la Florida, ante nuestros alfabetizadores ahorcados en plena adolescencia y los obreros quemados en La Coubre; o ante la joven embarazada hecha pedazos en aquel avión civil estallado en pleno vuelo, y nuestros niños ametrallados en Matanzas; y ante tantos miles cuyas familias también lloran. Desde Coconut Grave hasta Cape Biscayne, dondequiera que haya inmigrantes nuestros, éstos también deben sentirse disminuidos por esas víctimas, y si se va a hablar de conmemoraciones, por esos compatriotas asesinados deberán resonar igualmente las campanas luctuosas en Hialeah.

A la larga, veo aquí las consecuencias para toda suerte de cubanos (de “izquierdas” o “derechas”) de la feroz política auspiciada por Washington. Sea al no detener tras las advertencias de una nación soberana, los vuelos provocadores que los Estados Unidos jamás admitirían impunemente sobre su territorio; sea al promover el terrorismo ultraderechista contra su vecino; sea al premiar la emigración ilegal de isleños por peligrosos corredores terrestres o marinos, en donde perecen nuestros niños, como quiera la Casa Blanca lleva más de medio siglo trayendo a la par el sufrimiento y el luto a familias “anti-castristas” y “revolucionarias”. No se puede evitar el asentir ante esta frase de Ana Montes: “Hoy vemos más claro que nunca que la intolerancia y el odio – por individuos o gobiernos - lo único que disemina es dolor y sufrimiento”.

En efecto, la muerte de quienes en actitud provocativa violaban el espacio aéreo de La Isla, interceptaban frecuencias militares, hostigaban a nuestros barcos, y sobrevolaban La Habana (capital de todos los cubanos, sin distinción ideológica), es doblemente triste y lamentable; pues esos cuatro seres humanos sólo perecieron para ayudar a la reconquista neo-colonial de Cuba por su antiguo Amo de Washington y para enriquecer a unos pocos [“La disidencia y la contrarrevolución cubana es un negocio lucrativo y muy fácil de llevar, sobre todo si estás en Miami. Así que me parece muy bien que esos fondos procedentes de la generosidad del contribuyente americano se desvíen hacia programas más productivos.” Norberto Fuentes, contrarrevolucionario[i]].  En cambio, los 101 niños aniquilados por la epidemia de dengue introducida desde algún laboratorio en nuestra Patria[ii], jamás supieron por qué la “Diosa-Muerte” los arrebataba del amor de sus familias a tan temprana edad. Era por el mero hecho de vivir en esta Isla que, tal cual dijo Ana, “como cualquier otra nación, quiere ser tratada con dignidad y no con desprecio

Eso es algo muy difícil para un pequeño país subdesarrollado, situado a sólo 90 millas de aquellos que declaran por boca de Charles Krauthammer, en el Washington Post: “Tenemos un aplastante poder global. Somos los custodios del sistema internacional, designados por la historia. Cuando cayó la Unión Soviética, nació algo nuevo, algo absolutamente nuevo: un mundo unipolar dominado por una sola superpotencia indetenible por ningún rival y con un alcance firme en cada esquina del globo. Éste es un sorprendente nuevo desarrollo en la historia, no visto desde la caída de Roma. Ni siquiera Roma fue un modelo de lo que es América hoy.[iii]

La Historia de Cuba, nacida como colonia de ínfima categoría que ha debido batallar más que nadie por volverse nación, ha sido siempre oscurecida por las alas de esa águila rapaz. Quizás hacia 1826 hubiéramos podido ser libres, y evitarnos los miles de mártires que nos acarrearon las guerras coloniales. Eso anhelaba Bolívar, pero como bien señalara el héroe bolivariano José Antonio Páez, ya en esa época “El Gobierno de los Estados Unidos, y lo digo con dolor, impidió así la independencia de Cuba[iv]. Ya desde entonces empezó nuestro interminable desfile de asesinados gracias a las políticas de Washington. Seguiría su apoyo decidido a España contra nuestros independentistas; su intervención oportunista en 1898; la nueva conquista de nuestra tierra; sus imposiciones, invasiones, órdenes, corrupciones a una caricatura de país… Bien dijo Ana Montes: “el principio de amar al prójimo tanto como se ama a uno mismo, resulta una guía esencial para las relaciones armoniosas entre todos nuestros países vecinos (…) Él establece que nosotros tratemos a otras naciones en la forma en que deseamos ser tratados- con respeto y consideración. Es un principio que, desgraciadamente, yo considero nunca hemos aplicado a Cuba.” Y así ha sido siempre, desde que el Presidente John Quincy Adams resumiera sobre nuestra Isla, que “tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana”.[v]

Pero simultáneamente, siempre ha existido otra Norteamérica, una que junto con Ana, ha soñado que Estados Unidos desarrolle una política con Cuba fundamentada en el amor al vecino. Así, como mismo contemplé el avión de Hermanos al Rescate sobrevolando provocativamente la Habana durante la crisis del niño Elián González, secuestrado en USA, o incluso conocí al agente enemigo que introdujo artificialmente en Cuba la terrible plaga de la broca del café, asimismo tuve el privilegio de estrechar la mano de Lucius Walker o de abrazar a los “Pastores por la Paz”, aquellos quienes desafiaron mil barreras hostiles para cumplir el anhelo de nuestra compañera presa sobre su gobierno, de ponerlo una vez más en armonía (…) con la compasión y generosidad del pueblo norteamericano.

Por otra parte, hacia el año 2000 participé en una investigación sobre los voluntarios estadounidenses que vinieron a pelear junto a los independentistas cubanos, nuestros “mambises”, y quedé estupefacto. Junto al famoso general Henry Reeve, héroe entre héroes (quien debía combatir amarrado a su montura debido a la invalidez provocada por un balazo a quemarropa), descubrí a más de 250 bravos norteños que actuaron de prácticos navales, artilleros, agentes martianos, soldados de filas, zapadores, escoltas del liderazgo insurrecto, exploradores… Cuando hace muy poco contemplé dicho estudio en su estado actual (ya de próxima publicación), los “mambises gringos” sobrepasaban ya la suma de 335. Y hay muchos, muchísimos cuyos nombres nunca conoceremos. Decenas de ellos murieron fusilados, macheteados por contraguerrillas traidoras, víctimas de enfermedades, o en combate. Pero todos amaron a esta sufrida Isla, pese a que los politiqueros de su Patria perseguían a nuestros separatistas. Y si en 1898 el senador Morgan le dijo altaneramente a los humillados rebeldes recién llegados a la capital del ocupante, a Washington: “Cuando declaramos la guerra a España la declaramos contra todo hombre, mujer y niño en Cuba, haciendo por ley, de cada uno de los hombres que constituían la titulada república de Cuba, un enemigo nacional de los Estados Unidos[vi], también hubo una muchedumbre de idealistas norteamericanos quienes podían declarar orgullosamente respecto a su adhesión a la Revolución de Céspedes y Martí: “hice lo que yo consideré correcto para contrarrestar una grave injusticia” y “obedecí mi conciencia más que obedecer la Ley”, tal como diría otra mujer estadounidense, Ana Montes, al ser juzgada y relegada a un manicomio indefinido, por proteger a esta tierra que se bebió la sangre de tantísimos generosos compatriotas suyos.

¿Fue ella una luchadora por la Independencia de Cuba? Sin dudas. Léanse estas declaraciones del agente que la detectó, Scott Carmichael, prestando especial atención a nuestros subrayados y signos de exclamación entre corchetes:

  • Que AFGANISTÁN sería atacado era una conclusión conocida de antemano. CUBA aún permanecía en la lista del Departamento de Estado de países que apoyaban el terrorismo internacional, y algunos pensaron que EEUU podría finalmente resolver el asunto cubano por la fuerza. ANA necesariamente tenía que hacer llegar esto a La Habana.”
  • “En situaciones de crisis, donde se contemplara una respuesta militar estadounidense contra CUBA, ANA MONTES  era una de las primeras funcionarias citadas al Pentágono, para aconsejar y apoyar a los altos jefes. Ella era la espía perfecta, ubicada dentro del Pentágono, observando todas nuestras acciones.
  • La labor de Ana ayudaría a los cubanos a “conocer si las fuerzas militares de EEUU planeaban atacar CUBA y, en tal caso, cuándo, dónde y cómo.
  • “Si EEUU hubiera decidido responder militarmente, ella estaba también en una perfecta posición para advertir a CUBA  por adelantado y dar los detalles del plan. Si los hombres y mujeres de nuestras fuerzas armadas hubieran participado directamente en tal ataque [¡!], sus vidas ciertamente hubieran sido puestas en un gran peligro, dado que los cubanos se hubieran preparado para su llegada.” [vii]

No entremos a precisar el detalle (para un nacionalista yanqui, insignificante), de que junto con los cientos de “bravos legionarios” cuyas vidas peligrarían en tal “ataque” (palabras de Carmichael), habrían perecido también miles de isleños inocentes: ancianos, mujeres, niños y lactantes, como siempre pasa. A fin de cuentas, las muertes de ciudadanos cubanos (incluso, las de diplomáticos secuestrados y torturados hasta la muerte) son siempre meras nimiedades que pueden emprenderse a la ligera, y además cualquier auto-defensa por parte de Cuba es a la larga un ataque asesino y feroz, por atreverse a resistir contra el Sagrado y Divino Señorío norteño. Ya la Montes lo dijo: “Nosotros hemos hecho gala de intolerancia y desprecio hacia Cuba” y el señor Scott no puede ser una excepción a esa regla.

Lo más importante ahora es esto: incluso él reconoce que Ana obró para ayudar a la Perla de las Antillas a protegerse de ataques militares imperiales. Ella fue una internacionalista-pacifista que, al sentirse “moralmente obligada de ayudar a la Isla a defenderse”, dio “a la Isla información clasificada para ayudarla a defenderse a sí misma”, y no para destruir a los Estados Unidos.

¿Tiene Cuba derecho a existir como nación soberana y libre de agresiones? Sí, lo tiene.

Por entender esa verdad nos ayudó esa norteamericana valerosa, al igual que aquel magno guerrero Reeve, el “joven extranjero de espíritu elevado, que a Cuba en la gran lucha el brazo le ofreció” (Ramón Roa). Aquél quien se entregó hasta la inmolación en la gran batalla de La Isla caribeña, “sin más títulos que su ardoroso entusiasmo y su firmísima resolución de luchar por la independencia de Cuba, a la que desde entonces adoptó y amó como su patria” (Carta a la madre de Reeve)[viii]. Ana Montes fue nuestra última “mambisa norteamericana”. Y cada 24 de febrero, la existencia de una Cuba no ocupada por botas extranjeras, constituirá un homenaje a su obrar insurrecto contra la política que ella consideró cruel e injusta, profundamente inamistosa, del colosal Imperio hacia su pequeño vecino caribeño.

Pero ella iba aún más allá en sus miras. Scott Carmichael comenta: “ANA era también puertorriqueña y fue criada en una familia que defendía el logro de la independencia política de PUERTO RICO de EEUU por vías pacíficas. La independencia de PUERTO RICO es un asunto emocional para muchos puertorriqueños. FIDEL CASTRO ha tratado de utilizar los sentimientos de aquellos que favorecen la independencia política de PUERTO RICO, encabezando la causa de la independencia puertorriqueña contra el opresor colonizador yanqui del norte, presentado como un enemigo mutuo.”

Le aclaramos primero a ese buen señor que no sólo Fidel Castro, sino también todo el movimiento revolucionario cubano del siglo XIX, aspiraba a ayudar a los puertorriqueños a no volverse colonia de los yanquis. Que lea, por ejemplo, la carta de Máximo Gómez a Eugenio María de Hostos, quien trataba de “Salvar la angustiosa situación de Puerto Rico que, por artes diplomáticas, pasará de colonia española a tierra conquistada por los norteamericanos” Y a quien el Generalísimo le expresa: “Cuenten Ustedes con mi espada, puesta al servicio del derecho y de las causas justas y santas[ix]. En segundo lugar, le reafirmamos que Ana abrigó los mismos sentimientos de Martí, Maceo y otros grandes jefes cubanos, respecto a nuestra Isla hermana conquistada por Washington, precisamente por ser una buena “mambisa”, y no sólo norteamericana sino también boricua. Por ser alguien universal, como ella misma lo reconoce: “Existe un proverbio italiano que quizás sea el que describe de la mejor forma en lo que yo creo: Todo el Mundo es un solo país.” Pocos agentes del FBI o la DIA pueden entender esto.

Concluyendo: desde el 24 de febrero de 1895, generación tras generación de hombres y mujeres con decoro, ha venido batallando para que La Isla de Cuba tenga eso que Ana soñaba: “el derecho (…) a definir su propio destino, sus propios ideales de igualdad y justicia.” A “seleccionar sus líderes, quiénes no deben ser sus dirigentes y qué leyes son las más adecuadas para dicha nación.” A “decidir la forma en que desean conducir sus asuntos internos, como Estados Unidos ha estado haciendo durante más de dos siglos”. En una palabra: la Independencia.

La sangre de los justos no se ha derramado en vano. La abnegación de muchos como ella, ha permitido que se renuncie a aplastarnos por la fuerza, y se negocie. Así, abandonando lentamente las maquinaciones bélicas, hoy Estados Unidos y Cuba parecen moverse día por día en la dirección que Ana soñara: “Mi mayor deseo sería ver que surja una relación amistosa entre Estados Unidos y Cuba.” Que “nuestro gobierno (…) abandone su hostilidad en relación con Cuba y trabaje conjuntamente con La Habana, imbuido de un espíritu de tolerancia, respeto mutuo y entendimiento”. Que puedan “cubanos y norteamericanos aprender unos de otros y compartir entre sí”.

Ojalá eso suceda. Que cesen los ataques, las provocaciones, y las muertes de parte y parte. Que prevalezca la cordura, y ello permita a Cuba, como quiso la Montes, el deponer medidas defensivas y experimentar más fácilmente con los cambios. Que al fin cesen las leyes migratorias injustas que conllevan al fallecimiento de nuestros menores, y los “Embargos/Bloqueos” obsoletos. Que los cubanos de ambas orillas puedan bajar finalmente las armas y abrazarse, mientras el pueblo anglosajón fundado por los Peregrinos y los Padres Fundadores, estrecha la diestra cordial del actual linaje de Félix Varela y José María Heredia.

Pero si algún día ello ocurriera, eso se habrá debido en gran medida a alguien que lo sacrificó todo por la paz, y lleva demasiados años en un infernal aislamiento digno de Hannibal Lecter, pero no de una mujer que sólo aspiraba (mucho antes que los Kerry o los Obama), a que pudieran “los dos vecinos trabajar juntos, y con otras naciones, para promover la tolerancia y la cooperación en nuestro único ‘país-mundial’, en nuestra única ‘patria-global’.” Mientras nuestra última insurgente estadounidense siga en prisión, cualquier proceso “normalizador” Cuba-EEUU será como mínimo incompleto, y como máximo injusto, hipócrita y falsario.

Por eso, pensando en el 24 de febrero y en el aniversario del alzamiento de los cubanos contra el poder colonialista, en cada conmemoración patriótica del “Grito de Baire” no sólo honraremos a cada defensor de la soberanía de Cuba nacido en esta Isla, desde Carlos Manuel de Céspedes hasta Calixto García, sino que también recordaremos a los miles de internacionalistas del orbe que nos ayudaron a crear una República emancipada y digna, en vez de una sucia colonia. Y evocando al Apóstol que dijo: “Ha llegado para la América Española la hora de declarar su Segunda Independencia[x], no sólo homenajearemos a aquél magno Henry Reeve quien cabalgaba al frente de sus jinetes camagüeyanos, sino igualmente a aquella, su compatriota insurrecta, la cual cada 28 de febrero cumple años en una celda solitaria, sin rendirse ante el enemigo. A Ana Belén Montes, nuestra última “mambisa” norteamericana, boricua y universal.

Feliz Cumpleaños por siempre, compañera. Las campanas del gozo por una Cuba independiente, también redoblan en homenaje a ti.

20/1/2016

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