Luis Toledo Sande - elblogdelapolillacubana.wordpress.com.- Ana Belén Montes merece que desde todos los países, señaladamente desde el seno mismo de los Estados Unidos, se reclame con energía su pronta excarcelación.


Para ello urge desplegar no menos que una campaña a la altura de la que hizo posible que los cinco luchadores antiterroristas cubanos regresaran libres a su patria.

Igualmente luchadora antiterrorista, ella se ubica por derecho propio en la estirpe de ciudadanos del mundo como esos cubanos. La presente nota no persigue exhaustividad ni extenderse –aunque serían pertinentes– en disquisiciones jurídicas para afirmar que esa mujer representa moralmente la mejor tradición de unidad antillana abonada por José Martí y Ramón Emeterio Betances y otros héroes. En especial se recuerda al primero por la convicción que ella ha demostrado abrazar y el segundo hizo asimismo suya en los hechos: los nexos entre patria de origen y humanidad.

En la deuda que el género humana tiene con ella –deuda fundada en su conducta– le corresponde un lugar relevante al pueblo de Cuba. Como los cinco luchadores mencionados, ella se propuso proteger a este pueblo contra el terrorismo que tiene campo para operar libremente, y financiamiento gubernamental, en los Estados Unidos.

Cabe suponer que, aunque sería ética y justa desde todo punto de vista, una acción oficial emprendida públicamente en su defensa por parte de Cuba resultaría contraproducente: serviría de pretexto al imperio para arreciar la saña que este ha puesto en acción contra la puertorriqueña nacida en Alemania y ciudadana estadounidense, dada la circunstancia colonial de Puerto Rico. Lo que, por consideraciones de ese corte, no pueda hacer el Estado cubano, le corresponde hacerlo a las hijas y los hijos de la patria de Martí, donde se vertió sangre boricua en la lucha por la independencia.

La liberación de cinco representantes de la dignidad cubana no ha de percibirse como el final de una tarea, ni propiciar un sosiego que sería culpable. Debe servir de estímulo para promover –con tanto ímpetu y tanto alcance internacional como lo hecho para sacarlos a ellos de las cárceles imperiales– una campaña que exija y logre la liberación de la mujer que con su entereza y su dignidad autoriza a hablar de una familia a la cual pertenecen cinco héroes y una heroína. También ella actuó y actúa guiada por su conciencia.

Así encaró su arresto el 21 de septiembre del 2001, y encara la condena de veinticinco años que se le ha impuesto en los Estados Unidos y se le hace pagar entre enfermas mentales, ya sea para desacreditarla o para quebrantarla sicológicamente, o con ambos fines. Con su firmeza la prisionera afirma y reafirma que el imperio se quedará con las ganas de doblegarla. Pero tenemos el deber de exigir su liberación.

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