Miguel Cruz Suárez - Granma.- En los países de América Latina (por no mencionar otras regiones del planeta) se viven momentos de una derecha eufórica que gana terreno con una descomunal contraofensiva que pretende barrer el legado de los gobiernos progresistas que hace solo una década reconfiguraron el mapa político de la región.
Un plan bien organizado y estructurado desde los centros de inteligencia imperialista ha comenzado a dar los frutos esperados, a pesar de la resistencia tenaz de sectores populares (lamentablemente no mayoritarios en las urnas), lo que ha permitido el regreso a las políticas del más rancio neoliberalismo, con tenebrosos matices de un retorno fascista al estilo de las dictaduras que años atrás orquestaron la tristemente célebre Operación Cóndor.
En naciones de innegable peso en la economía y la política regionales hay giros estrepitosos a la derecha y se pacta con el Gobierno de Estados Unidos, abriendo las puertas a la presencia militar y a todos los demás intereses hegemónicos del vecino del Norte.
Entender la compleja paradoja electoral de la región, en la que grandes masas favorecidas por gobiernos de izquierda dejan de respaldarlos en las urnas, amerita análisis muy profundos que, en mi opinión, tendrían que partir siempre del papel determinante de los medios de comunicación en poder de las oligarquías regionales.
A esto se suman los errores en materia de unidad de las fuerzas de izquierda, que dificultan los pactos de intereses comunes, algo inteligentemente aprovechado por la derecha, que ha venido utilizando la estrategia de un supuesto respeto (en sus discursos de campaña) a las políticas y logros sociales de los gobiernos progresistas, combinado con ofrecimientos de mejoras económicas y una «supuesta» lucha contra fenómenos de corrupción en los cuales –la mayoría de las veces sin fundamentos sólidos– implican a los líderes populares de mayor arraigo que no llegan a contar en su defensa con el apoyo de aquellos a quienes más beneficiaron en su mandato.
Es evidente que nada queda al azar, y que la bien engrasada maquinaria de los poderosos aprovecha los errores y carencias de los partidos de izquierda. Es urgente la unidad y una más efectiva labor ideológica que no solo permita reclutar y sumar; sino que las grandes masas permanezcan fieles a quienes en verdad representan sus intereses de clase.