Josu Montalban.- La liberación de Ingrid Betancourt, que ha permanecido secuestrada en poder de las FARC colombianas durante seis años, debía haber provocado alegría y esperanza. Poco más. Sin embargo, ha dado lugar a múltiples comentarios y algunas dudas. Ingrid se ha desenvuelto como una gran líder, recogida en un misticismo patente en sus gestos y sus palabras. Su semblante profundo, sus ojos suavemente abiertos e interrogativos, su boca breve y dispuesta a dejar salir solamente palabras bellas y mesuradas, y sus manos expresivas del agradecimiento a sus liberadores, han puesto ternura, tolerancia y condescendencia donde bien hubiera podido brotar el odio y el resentimiento.


Ha narrado su vida en cautiverio aprovechando las ruedas de prensa ofrecidas en Colombia y también en Francia. Ha aprovechado para hacer algunas aportaciones de corte político relativas al futuro de Colombia, de las FARC y del Presidente Uribe. Frases redondas han salido de su boca: “La muerte es la compañera más fiel del secuestrado”, tanto refiriéndose a las tentaciones de matar a su secuestrador como a los deseos de morir del secuestrado. También se ha permitido expresar las enseñanzas que ha sacado del secuestro: “En un secuestro uno deja muchas plumas; como la soberbia, la terquedad; llegué al cautiverio con un montón de necedades, pero termina uno zafándose de todo, liberándose; soy una soñadora, eso no se me quitó”. Y por fin, no se sabe bien con qué intenciones, ha hecho una llamada a los políticos de los países vecinos: “Nos deben ayudar a la liberación de los secuestrados, no a fortalecer la guerra”, e instó a Chávez y a Correa a ayudar a restablecer los vínculos de amistad y colaboración con Uribe porque “los colombianos eligieron a Uribe, no a las FARC”.

Ingrid ha acertado: la Democracia exige gobiernos fuertes y capaces de conseguir la paz, pero las tragedias humanas exigen, a veces, actuaciones generosas que resuelvan los dramas y eviten sufrimientos. No debiera echar en saco roto los intentos de mediación de los presidentes de Venezuela y Ecuador, que también sufren la presencia de las FARC; ni siquiera los de Sarkozy ahora o los de Villepin hace algún tiempo, dispuestos a facilitar su liberación, probablemente por ser ella quien es, no solo una ciudadana sino una dirigente política que quería colaborar en la dirección de las vidas de los colombianos antes de ser secuestrada. Da la impresión de que ha olvidado, -quizás de forma intencionada-, que viajó a Colombia (desde Francia) en 1990 para luchar contra la corrupción que atosigaba al país. Y que solo cuatro años después llegó al Congreso Colombiano tras una campaña electoral en la que afirmaba que “deseaba frenar el Sida de la corrupción”, para lo cual repartía condones por las calles de Bogotá. Sería bueno que comprobara si aún persiste aquella corrupción, y si Uribe ha hecho grandes esfuerzos para erradicarla. Porque la corrupción no estaba en las FARC sino en la calle llena de capos, cárteles y sicarios. Las FARC son otra cosa, abominable también por la degradación acontecida en su seno con el paso del tiempo, y acrecentada por la pérdida de principios y la miserable evolución de sus objetivos.

Ingrid va a intentar ser la próxima Presidente de Colombia. Ojalá lo consiga para que aporte al empeño toda la ilusión que puso en sus comienzos. Cuando lo consiga no sólo se resentirá la perversa corrupción que provoca una excesiva cantidad de muertos en las calles colombianas, sino que la Política recobrará el protagonismo que perdió cuando los dos partidos que pugnaban por el espacio de la derecha (conservadores y liberales) acordaron como estrategia inevitable y prioritaria cerrar el paso a cualquier opción progresista (campesinos, socialistas o comunistas) por el método que fuera preciso.

Quienes han tenido secuestrada a Ingrid (las FARC) no surgieron para sembrar el terror sino para proteger a los campesinos colombianos de los abusos del gobierno formado por liberales y conservadores, que propugnaron a mediados del siglo XX la aniquilación de los campesinos insurgentes. El General Matallana, participante en aquellas aniquilaciones, admite como lógica la constitución del movimiento agrario de autodefensa que dio origen a las FARC, como una respuesta idónea ante los ataques gubernamentales. Las FARC, incluso, respondieron a la virulencia de aquellos ataques a las comunidades rurales, organizándolas como comunas que prestaban servicios y gobernaban en pueblos y regiones alejadas a las que no llegaba la acción del Gobierno oficial. Y bien, el impulso noble que empujó al líder campesino Marulanda y a otros líderes comunistas a crear las FARC, se ha visto manchado por evoluciones posteriores que les han llevado a perpetrar secuestros, a generalizar el cultivo de la coca para su financiación y a entablar dudosas relaciones, no ya con grupos guerrilleros de otras partes del Mundo, sino con grupos tachados de terroristas. Quizás por eso hay 31 países del Mundo que les consideran un grupo terrorista. Demasiado pocos.

Ingrid ha generado un importante misterio. Si liberación aún provoca dos o tres páginas en los diarios más influyentes del mundo, aunque ya haya pasado más de una semana cuando escribo estas líneas. Hay varias dudas en el ambiente. ¿Se ha pagado algún tipo de dinero para facilitar el rescate? ¿Ha intervenido EEUU en la operación? ¿A quién hay que reforzar su liderazgo haciéndole protagonista de este éxito (a Sarkozy o Uribe), y a quién hay que ningunear o perjudicar (A Chávez o Correa)? Dicen que no se ha abonado rescate, a pesar de las noticias difundidas por un periodista suizo. Dicen que no ha participado el ejército de EEUU en la operación, aunque la operación JAQUE dispusiera más de 30 aeronaves para garantizar el éxito, cantidad demasiado alta para un dispositivo ideado en un país como Colombia. Y sobre los beneficiados y perjudicados han cabido todas las interpretaciones. Segolene Royal ha afirmado que Sarkozy no ha hecho nada. Petro, el más firme opositor a Uribe en Colombia, ha instado al Presidente a abandonar ahora que está en la gloria para que la Historia le agradezca “haber acabado con las FARC”.

Es curioso que muy pocos comentaristas hayan alabado las palabras de Chávez o Correa pidiendo a las FARC el cese de las acciones armadas, en el mismo sentido que lo ha hecho Fidel Castro. Lo cierto es que la liberación Ingrid Betancourt ha abierto desmesuradamente el libro de las incertidumbres cuando debiera haber sido sobre todo un motivo de júbilo. Ha podido la estrategia de revitalización de liderazgo de Uribe en América del Sur, quizás para evitar un cambio en el Gobierno de Colombia, oscurecido y devaluado por su vinculación con los paramilitares que son, además, el principal nexo entre los cárteles de la droga y las FARC.

Le queda a Ingrid la bella tarea de regenerar Colombia consiguiendo que las FARC comprendan que surgieron en unas circunstancias que no deben volver a producirse. Si Colombia recupera la democracia real, la selva y las tierras de los campesinos que agradecen hoy a las FARC la protección que dieron a sus antepasados, deben integrarse en país sin reservas ni excepciones. Ingrid Betancourt es la persona indicada para conseguirlo. No así Uribe.

 

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Foto: Panchito / Prensa Latina - Videos: Canal Caribe / TV Cubana y Prensa Latina TV....
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