Viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Embajador Carlos Fernández de Cossío. Foto: Christopher Goodney/Bloomberg/Archivo.
Intervención Especial del viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Embajador Carlos Fernández de Cossío.
Embajador Rogelio Sierra, rector del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”.
Embajador Dr. José Ramón Cabañas, director del Centro de Investigaciones de Política Internacional.
Gracias por invitarnos nuevamente a este evento. En el Ministerio de Relaciones Exteriores y en particular en la Dirección General de Estados Unidos, lo identificamos como una oportunidad en la que siempre aprendemos y en el que siempre tenemos el privilegio de escuchar a personas que han dedicado años al estudio de esta materia. Felicito el esfuerzo por tratar de rejuvenecer el evento.
Miembros del cuerpo diplomático, amigos, académicos, especialistas, compañeros y compañeras.
El año que está a punto de concluir ha sido bastante representativo de los fuertes vínculos de Cuba a nivel internacional, del activismo de nuestro país y de nuestra política exterior, y del grado de simpatía y de reconocimiento que disfruta nuestro país.
Dentro de pocas semanas, Cuba va a concluir su mandato como presidente del Grupo de los 77 y China, responsabilidad que asumimos como resultado de una solicitud de los países subdesarrollados, que representan a la mayoría de los países del mundo y a cerca de 80% de la población mundial, y que asumimos con mucha seriedad.
Nos ha brindado la capacidad de influir como Grupo en importantes procesos negociadores. Tuvimos la oportunidad de celebrar en Cuba una Cumbre exitosa de los países en desarrollo, que ayudó a promover la agenda que interesa a estos países. Fue además una ocasión de experimentar muchas expresiones, a nivel de jefes de Estado y de Gobierno, de simpatía y de solidaridad con Cuba.
Y ha conllevado también un gran esfuerzo al participar a máximo nivel de nuestro gobierno en múltiples eventos internacionales, entre ellos la Conferencia de París sobre la Estructura Monetaria y Financiera Internacional, una Cumbre de los BRICS, más otros eventos como la COP referida al cambio climático.
En este año, Cuba fue electa nuevamente al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas con la votación más alta entre los países latinoamericanos y una de las votaciones más altas que se ha alcanzado, a pesar del esfuerzo que sabemos que existió de parte del Gobierno de Estados Unidos por impedir la elección de Cuba.
Hemos continuado participando en el proceso de paz de Colombia entre el gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional. La Habana fue nuevamente sede de una ronda de los Diálogos de Paz, en la que se adoptaron incluso dos acuerdos importantes: el primer acuerdo que ha habido sobre uno de los puntos de la agenda y un acuerdo de cese al fuego que resultó muy importante para ese proceso.
Ha habido un crecimiento -diríamos nosotros- de los vínculos con América Latina y el Caribe, tanto bilateralmente con países, como a nivel subregional, con una dinámica de mayor activismo e interacción que se ha promovido dentro de la región.
Hemos fortalecido los lazos con los pueblos y gobiernos de África, región a la que nos atan lazos históricos que consideramos fraternales. Hemos ampliado los encuentros de alto nivel con países asiáticos y del Medio Oriente. Hemos ampliado los vínculos con la Unión Europea y con la Unión Económica Euroasiática, y también hemos fortalecido los vínculos con un grupo de países, entre ellos Rusia, Turquiye, Serbia y otros. Nuestro presidente está concluyendo una visita exitosa por el Medio Oriente, además de haber asistido a la COP 28 de cambio climático.
No hay duda de que es una hoja de éxitos bastante importante para un país de las dimensiones de Cuba, con una economía de las dimensiones de la nuestra y una población de las dimensiones de la nuestra. Y es reflejo de que Cuba goza de reconocimiento y prestigio por nuestra trayectoria, nuestra conducta limpia, constructiva, promotora de la paz y favorable al diálogo -en cualquier circunstancia- para las relaciones entre los países y para la solución de los conflictos.
Esto, por supuesto, tiene una excepción que es Estados Unidos.
Hay a veces episodios que ilustran cómo es esa relación. Estaba previsto que en el mes de febrero una destacada artista, cantante y compositora llamada Norah Jones, bien conocida en los Estados Unidos y bien conocida por el público cubano, actuara en nuestro país, para disfrute y beneficio del pueblo cubano. Y este espectáculo, previsto para el mes de febrero y promocionado, ha debido cancelarse como resultado del hostigamiento, del acoso de que ha sido objeto la cantante por parte de los elementos -yo diría- más rabiosos de los sectores anticubanos en los Estados Unidos.
Esto no es nuevo. Los amantes del béisbol que siguieron el Campeonato del Clásico de Béisbol, vieron el espectáculo bochornoso en el estadio de Miami cuando jugaba el equipo cubano frente al de Estados Unidos, un equipo que había demostrado a lo largo del campeonato que tenía superioridad técnica frente al cubano, y no era una sorpresa que ganara el juego. Pero fue un juego que se deslució, puesto que el equipo cubano tuvo que competir en duras condiciones de desventaja resultantes del acoso.
El acoso que existió ahí y el que sucedió con Norah Jones, son fruto de una actitud permisiva de las autoridades gubernamentales en los Estados Unidos, que además favorecen este tipo de comportamiento, por la conducta que tienen con respecto a nuestro país. Y lo menciono porque a veces son ejemplos marginales, pero bochornosos, de la manera en que se desarrollan las relaciones entre nuestros dos países.
La actuación de Norah, por supuesto, iba a ser con una licencia y con un permiso, porque todo vínculo de un estadounidense con Cuba está, por norma, prohibido. Todo está prohibido para tener un vínculo con Cuba. Para viajar a nuestro país, para participar en un evento como este, se requiere un permiso -sea una licencia, que puede ser general o ser explícita y específica.
El gobierno de los Estados Unidos tiene esa capacidad fiscalizadora sobre el ciudadano estadounidense, o sobre quien viva bajo la jurisdicción de los Estados Unidos, dentro de ese territorio. Para poder interactuar con Cuba, se requiere un permiso, para participar en un evento, para viajar como funcionario de gobierno, para entablar una conversación de negocios, para ver dónde se va a alojar una persona. El Gobierno es capaz de decirle a uno dónde puede y dónde no puede alojarse para dormir. En tribunales de Estados Unidos uno puede ser acusado si se toma un mojito y no estaba explícitamente establecido en la licencia. Se requiere un permiso para jugar béisbol, para pescar, para jugar golf, para casarse, para enamorarse -y supongo que para todo lo que hace gente que está enamorada. Esa es la realidad que viven nuestros dos países.
Lo cierto es que, al cabo de tres años del actual Gobierno de los Estados Unidos, no ha habido cambios sustanciales, ni hay perspectivas de que vaya a haber cambios sustanciales. Nosotros sabemos que el Gobierno cuenta con latitud suficiente para cambiar la situación actual, si tuviera la voluntad de hacerlo.
La política Trump-Biden, o Biden-Trump si usamos el orden alfabético, se caracteriza por más de 240 medidas hostiles que fueron establecidas con dos propósitos: uno, hacerle la vida lo más dura posible al ciudadano cubano -a los 11 millones de cubanos-, y segundo propósito, desmantelar el progreso que había existido en 2015 y 2016 bajo el gobierno Obama-Biden.
Estas medidas (243) tienen diversas características. Una parte importante -no todas- están asociadas a tratar de reforzar el bloqueo económico. Voy a referirme a aquellas que más impacto tienen sobre nuestra población, sobre nuestra economía. Algunos las conocerán bien, pero me voy a tomar el trabajo de señalarlas, puesto que ayudan a despejar la duda a aquellos que todavía consideren que los problemas económicos que tiene nuestro país no son fruto, en una medida muy considerable, de la política hostil de los Estados Unidos y aquellos que alegan que los problemas económicos que tiene Cuba son fundamentalmente fruto de problemas de administración, de gestión, de modelo o de política económica.
Entre esas medidas, una de las más dañinas es, por supuesto, la presencia de Cuba en la lista del Departamento de Estado, que califica a países que supuestamente patrocinan el terrorismo. Nosotros sabemos que es una lista arbitraria, unilateral, que no tiene reconocimiento de ninguna entidad a nivel global, y que es una lista que, en términos prácticos, por el uso que tiene, más bien lo que hace es demeritar o desacreditar la voluntad del gobierno de los Estados Unidos o la actitud del gobierno de Estados Unidos frente a algo tan serio y grave como es el terrorismo.
Usar la lista con fines de oportunismo desacredita la posición de Estados Unidos frente al terrorismo, pero el impacto más grave no es la calumnia. El impacto más grave es el efecto que tiene sobre la economía cubana, puesto que a nivel global y fuera de la jurisdicción de los Estados Unidos, muchas instituciones bancarias y financieras rehúsan -o se cuidan- de tener relaciones con un país que esté calificado en esa lista por temor a represalias del gobierno de los Estados Unidos. Y esto implica un perjuicio inmenso para cualquier país en la conducción de su economía.
Entidades, por ejemplo, comerciales, con tradición en exportarle a Cuba insumos para la industria farmacéutica han rehusado hacerlo -o han encontrado dificultades para hacerlo- porque los bancos que utilizan para su actividad comercial tienen vínculos en Estados Unidos, y esos bancos o esas instituciones financieras se niegan a continuar con las transacciones con Cuba. Eso tiene un impacto directo en la producción de medicamentos en nuestro país.
Pero, además, países, organizaciones, compañías con las que había una tradición comercial encuentran dificultades para cobrar los pagos de Cuba, o Cuba tiene dificultades para pagar por una gestión comercial normal o Cuba tiene dificultades para cobrar por exportaciones -sea de mercancías o de servicios. Y esto provoca un incremento sustancial en la factura de comercio exterior de nuestro país, tanto por lo que perdemos al exportar como lo que nos cuesta al tener que importar. E implica también que se nos hace cada vez más difícil encontrar suministradores para áreas sensibles de nuestra economía.
Se agrava el tema por el impacto extraterritorial que tiene, puesto que se sabe que una de las fuentes fundamentales de ingreso de Cuba es el turismo. Y, en virtud de una legislación estadounidense, los ciudadanos de aquellos países que gozan una dispensa del sistema migratorio estadounidense, según los cuales no tienen que solicitar visa para viajar a Estados Unidos, pierden ese privilegio si viajan a Cuba. Esto abarca la mayoría de los países de la Unión Europea, que es un mercado muy importante para el turismo cubano, afecta a algunos países latinoamericanos.
Afecta a ciudadanos cubanos que tienen ciudadanía en un país europeo o latinoamericano y que tienen familiares en los Estados Unidos y que ahora, por viajar a Cuba a ver a parte de su familia, pierden ese privilegio de poder viajar a los Estados Unidos, puesto que tienen que solicitar de la visa y corren el peligro de que se les niegue, como hay ejemplos de ya haber sucedido.
Esto quiere decir que, al poner a Cuba en esta lista, no solo Estados Unidos está estableciendo una prohibición al ciudadano estadounidense o al ciudadano que vive bajo la jurisdicción de Estados Unidos, sino al ciudadano de un tercer país, pasándole por encima a la jurisdicción -o la voluntad o la autoridad gubernamental- de otros países, porque está penalizando o amenazando al ciudadano de un tercer país si ese ciudadano hace uso de lo que él consideraría que es su derecho, que es viajar a Cuba, puesto que está ofendiendo una regulación establecida por el gobierno de los Estados Unidos. Naturalmente, eso tiene un impacto en una de las fuentes fundamentales de ingresos de nuestra economía, que es el turismo.
Ahora, sobre este tema es importante detenerme un poco. Se sabe que el argumento fundamental que se usó para ubicar a Cuba en esta lista fue la presencia en Cuba de una delegación del Ejército de Liberación Nacional de Colombia, que estaba aquí por solicitud expresa, escrita, del presidente de Colombia para conducir el diálogo de paz, como resultado de acuerdos firmados por el gobierno de Colombia y por ELN, y que comprometían a Cuba y a Noruega como garantes, además de que comprometían a un conjunto de países acompañantes de ese proceso.
Se pretendía que Cuba faltara a su palabra y violara un compromiso firmado y escrito. Lo más simpático es que la semana pasada -el día jueves, creo que fue el 30 de noviembre- el Departamento de Estado publica un informe sobre la situación del terrorismo a nivel global en que vuelve a decir que Cuba es un país patrocinador de terrorismo. No es el que califica a Cuba, pero supuestamente nos califica.
Es el informe que se corresponde al escenario existente en el año 2022 y es desafortunado que nadie haya alertado al Departamento de Estado que en el año 2022, en el mes de agosto, viajó a Cuba el canciller de Colombia y públicamente denunció que Cuba estuviera en esa lista. Públicamente pidió que el Gobierno de Estados Unidos sacara a Cuba de esa lista. Reconoció el importante papel desempeñado por Cuba, reconoció el importantísimo apego de Cuba al compromiso que asumió con los diálogos de paz, gracias a los cuales podrían reiniciarse.
Pero lo mismo hizo el presidente de Colombia en televisión, parado al lado del Secretario de Estado de los Estados Unidos. Reconoció el importantísimo papel de Cuba, denunció la presencia de Cuba en esta lista y reclamó que fuera retirado de esta lista. Lo hizo el Gobierno del país que supuestamente sirvió de pretexto para imponer a Cuba esta calificación. Además, levantó las órdenes de captura, renunció a la cooperación que le había pedido a Interpol para las órdenes de captura de estas personas con posterioridad a eso.
Gracias a la actitud asumida por Cuba, se han podido reiniciar los diálogos de paz. Se celebró, como dije, una sesión en Cuba y ahora estaba teniendo lugar en México una sesión de diálogo de paz en la que dos de los participantes son justamente las personas que se estaban reclamando y que sirvieron y que se usaron como pretexto para poner a Cuba en esta lista.
Es evidente que el terrorismo no tiene ninguna relación con el impacto económico que resulta de ubicar el nombre de Cuba en esta lista. Se trata claramente de una acción punitiva. Y el pretexto del terrorismo no puedo usarse. Incluso, uno trata de leer el informe y puede suponer el esfuerzo que realizan los que tienen que redactarlo para tratar de justificar que Cuba siga calificada de esa manera.
Pero esa es una de las medidas de reforzamiento del bloqueo a la que quería referirme. Otra es haber permitido que se tome acción en tribunales de los Estados Unidos por demandas que se presenten en virtud del Título III de la Ley Helms-Burton, algo que todos los presidentes -incluido Donald Trump en sus primeros dos años- había suspendido, algo que tiene un inmenso impacto extraterritorial.
Se sabe por quienes estudian economía y los problemas del desarrollo que existe un concepto bastante establecido de que ningún país en desarrollo podrá impulsar el desarrollo si no cuenta con financiamiento externo, sea inversión extranjera directa o inversión indirecta. Y, por tanto, para Cuba también es una prioridad atraer inversión extranjera, sea directa o indirecta.
La aplicación de este título va justamente a impedir eso. No estamos hablando de inversión directa de los Estados Unidos, es inversión directa de las empresas de cualquier país, con independencia de la relación que tengan con Cuba, con independencia de donde estén constituidas, de dónde paguen impuestos, de dónde sean los trabajadores y de qué tipo de producto producen. Es una acción extraterritorial dirigida a impedirle a Cuba contar con el capital que requiere inevitablemente para el desarrollo.
No sé cómo alguien puede decir que los problemas o las limitaciones que tiene Cuba para su desarrollo son única y exclusivamente responsabilidad del gobierno cubano, y no hay una inmensa responsabilidad del gobierno de los Estados Unidos, si conoce de la existencia de este título y de su aplicación.
Pero hay una tercera medida, que son las sanciones o amenazas de sanciones contra las empresas navieras, transportistas, aseguradoras o reaseguradoras involucradas en el suministro de combustible para Cuba. Este es un país cuya economía, cuya vida -las luces, el aire acondicionado, el movimiento de las personas, el transporte, todos los servicios- depende de la importación de combustible, porque no lo tenemos.
Esta es una medida que usualmente se adopta en tiempo de guerra. El pretexto que se utilizó fue una supuesta inmensa presencia de decenas de miles de militares cubanos en Venezuela, que nadie nunca ha visto. No han visto una compañía, pero es el pretexto que se utilizó. No se ha vuelto a repetir, pero la medida sigue en pie y tiene un impacto grandísimo en la factura que tiene que pagar Cuba para el suministro de combustible.
Otra medida es el ataque a la cooperación médica internacional que presta nuestro país y por la cual ha recibido reconocimiento de varios secretarios generales de Naciones Unidas, de varios gobiernos, de algunos gobernantes y políticos de Estados Unidos, y que ha tenido un impacto históricamente, y aún tiene hoy, en la vida de millones de personas, para las cuales los servicios de salud que los profesionales de Cuba prestan son la única fuente de servicio de salud que reciben. Casi siempre, casi todas las veces, es en países en desarrollo, en las comunidades más deprimidas, más apartadas y con menos posibilidades.
El ataque se produce, entre otros motivos, tanto para desacreditar a Cuba y a esta cooperación que tan celebrada es, como para dañar nuestras fuentes de ingresos, porque se sabe que es una importante fuente de ingreso para el sistema de salud pública cubano y para que Cuba pueda seguir prestando este servicio a los países a los que se le presta de manera gratuita.
Y para eso se busca desvirtuar esta cooperación por el hecho de que Cuba reciba compensación. Es una exportación de servicios, como la tiene otro país. Muchos pueden gozar de recursos naturales que les dio la naturaleza. En el caso nuestro son recursos humanos, que fueron formados por nosotros y es el esfuerzo de nuestros profesionales; pero además como si fuera una práctica inventada por Cuba o inventada por el socialismo. Es común en los propios Estados Unidos, en organizaciones privadas, organizaciones gubernamentales, universidades, prestar servicios con sus profesionales, pero la institución retiene una parte, muchas veces considerable, de los ingresos que se reciben por los ser vicios que prestan esos profesionales en otros países. Entonces, ¿por qué se ataca Cuba cuando es una práctica universal?
Pero, además, es una práctica reconocida por diversas resoluciones de las Naciones Unidas sobre lo que es la cooperación Sur-Sur o la cooperación entre países en desarrollo. A lo que va dirigida esta medida es a afectar los ingresos que recibe nuestro país y que se destinan desde hace muchos años al sistema de salud pública de nuestro país.
Está, además, la lista de entidades restringidas, una lista, según nos cuentan, elaborada caprichosamente en una cafetería en Miami con una computadora a partir de una búsqueda en Google de las entidades turísticas que existen en Cuba. Y empiezan a montar una lista que después se fue expandiendo por ese motivo. Sin legitimidad ninguna, sin justificación ninguna. Pero se le prohíbe al estadounidense relacionarse con entidades que están en esa lista, que incluye restaurantes, organizaciones comerciales, hoteles, tanto del Estado como privados.
Finalmente, debo referirme a una medida adoptada en el 2019, que fue establecer nuevamente que está prohibido exportar a Cuba cualquier producto producido en cualquier país -con independencia de la relación de ese país con Cuba, con independencia de quién sea el dueño de la compañía, quiénes sean los trabajadores, qué nacionalidad tengan, dónde paguen impuestos- si ese producto tiene 10% o más de componente estadounidense. Y componente es materia prima, tecnología, partes y piezas, software, propioedad intelectual, lo que fuera.
Entonces, en una economía globalizada como la actual, si uno se toma el trabajo de desagregar los componentes de algún producto, ¿cuánta garantía hay de que no se encuentra que equipos de transporte, equipos de construcción, equipos de servicios médicos, equipos de laboratorio, plantas generadoras de electricidad, plantas de bombeo, de maquinaria diverso tipo no tengan al menos 10% de componente estadounidense?
Después dicen que el bloqueo no es universal, que no es extraterritorial y que Cuba puede comerciar con cualquier país. Sí, podemos comerciar con cualquier país, pero muchas empresas, sin tomarse el trabajo de verificar la composición desagregada del producto, sencillamente sospechan que pueda haber un componente estadounidense y deciden no comerciar con nuestro país. Porque, además, conocen que determinar si hay 10% o más -o no- le puede corresponder a un tribunal de los Estados Unidos,conociendo la influencia política que existe en el sistema judicial de los Estados Unidos.
Entonces, es muy difícil para alguien argumentar -conociendo esto y conociendo solo estos elementos, que son pocos de las medidas de reforzamiento del bloqueo- que no hay un impacto en la economía cubana y que no es un impacto demoledor para una economía de las dimensiones de la cubana.
Imagínese que solo esto, sin contar el resto del bloqueo, se le aplique a otro país latinoamericano, ¿cuál sería el impacto o a un país desarrollado, o un país europeo? ¿Cuál será el impacto si la mitad de estas medidas se le aplica? ¿Qué capacidad tendrían de manejar su economía? ¿Qué capacidad tendrían de manejar los servicios a la población, de asegurar un grado de equidad, de asegurar un grado mínimo de abastecimiento para toda la población -no para un segmento reducido, no para un porcentaje- si se le aplican estas medidas?
Y reitero: aquí me estoy refiriendo sólo a lo que en Cuba llamamos el reforzamiento o el recrudecimiento del bloqueo, o lo que Trump llamó las medidas de máxima presión. No me estoy refiriendo al bloqueo económico conforme existía antes de 2017, es solo al reforzamiento.
Uno a veces se pregunta cómo alguien que esté informado puede tener la capacidad de, honestamente, decir que el bloqueo no tiene un impacto real en la economía cubana y no es un factor fundamental para explicar los problemas que tiene hoy la economía cubana, las carencias que tiene nuestra población, las carencias que tienen nuestros servicios, el transporte, la educación, la salud, el comercio y el abastecimiento para nuestro país.
Ahora, la esencia de todo esto es la falta de voluntad que ha existido históricamente -que continúa existiendo hoy- para gobernantes en los Estados Unidos -no diría que todos, pero sí una cuota importante- y políticos de los Estados Unidos, de aceptar el derecho de Cuba a la libre determinación.
Y esa es la esencia del problema: una incapacidad para aceptar que este país este territorio y esta población -vecino, por cierto, de los Estados Unidos- tiene el derecho a la libre determinación, y la pretensión de tratar a Cuba como si fuera un territorio colonial o un territorio y una población bajo un grado de tutela neocolonial, o de algún tipo.
Todo es muy coherente con la Doctrina Monroe, que por cierto hace pocos días cumplió 200 años de existencia y aplicación.
Y esta situación, por supuesto, como no se dice abiertamente, explica los diversos pretextos que se utilizan para justificar la política actual. Hemos conocido muchos: nuestros vínculos con la desaparecida Unión Soviética, la presencia de tropas cubanas en África, supuestos ataques acústicos que nadie es capaz ni siquiera de explicar con el rigor de la ciencia, la presencia de decenas de miles de militares cubanos en Venezuela a los que nadie ha visto, la supuesta presencia de bases militares chinas que nadie ha visto.
En Cuba hay una presencia permanente de prensa extranjera, que supongo que ha hecho un esfuerzo por encontrar las bases chinas y no las ha encontrado -hasta restaurantes chinos es difícil encontrar en nuestro país, desafortunadamente no tenemos muchos. Lo hemos negado públicamente, el Gobierno cubano y el Gobierno de la República Popular China, pero es una leyenda que se sigue repitiendo y reciclando de vez en cuando.
Y también está el pretexto supuesto de los Derechos Humanos que, según se alega, informa, educa y orienta la política exterior de los Estados Unidos. Pero, haciendo referencia a lo que explicaba el director del CIPI Cabañas, viendo la participación y complicidad del Gobierno de los Estados Unidos con las atrocidades que se están cometiendo hoy en Gaza, uno supone que muchos deben estarse imaginando el conflicto moral en la conciencia de los funcionarios del gobierno de Estados Unidos y de los políticos que aleguen que los Derechos Humanos son la prioridad en la política exterior de los Estados Unidos.
Esta, la que tienen con Cuba, es una relación basada no en la justicia, no en el derecho y ni siquiera en el sentido común. Está basada en el ejercicio de la fuerza por parte del más poderoso -que es Estados Unidos- y es una posición de fuerza que descansa en el poderío militar, económico y tecnológico de los Estados Unidos. Se basa en el indiscutible poderío comunicacional, que es capaz de convertir la mentira en verdad, lo falso en cierto, capaz de manipular a diversos sectores de la población en los Estados Unidos, incluyendo los de origen cubano y movilizar algunos de ellos en contra de su país.
Descansa en dogmas ideológicos, blanco y negro, bueno y malo, en el hábito de confundir el socialismo y el comunismo con el demonio, de confundir al Partido Demócrata en los Estados Unidos con el socialismo, de confundir democracia con capitalismo -y no es lo mismo. Descansa en la carencia generalizada de información y de interés con respecto a Cuba en los Estados Unidos, y en el creciente miedo e inseguridad en ese país, fruto de la creciente desigualdad económica, la polarización, la enajenación de sectores de la población.
Y eso se explota fácilmente para tratar de pintar a Cuba como un demonio peligroso y una supuesta amenaza a los Estados Unidos.
Es tan duro y simple como eso: no existe voluntad para mejorar las relaciones y el estado actual se basa en el ejercicio de la fuerza por parte del más poderoso
Esto plantea una contradicción difícil de resolver, si continúa y se mantiene en esos términos, ya que no es posible, como no es justo y no es racional, ni es realista esperar que los cubanos renunciemos al derecho de la libre determinación. Quien conoce nuestra historia y en especial la historia de las últimas décadas, últimos decenios, con la Revolución, sabrá que es imposible reclamarle eso a Cuba y esperar eso de nuestro país.
Por otro lado, Cuba no tiene manera de obligar a los gobernantes de Estados Unidos a cambiar su posición. No tenemos esa capacidad, como parece que tampoco lo tiene la comunidad internacional.
Se conocen las expresiones diversas a nivel global en contra del bloqueo, prácticamente unánime año tras año en la Asamblea General de las Naciones Unidas en la votación que allí se realiza. En los discurso de más de 30 jefes de delegaciones en el segmento de alto nivel de la Asamblea General explícitamente pidieron el levantamiento el bloqueo y más de 20 -creo que de 24- pidieron explícitamente que se sacara a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo.
Y algo sucedió otra vez en el mes de noviembre: lo han solicitado unánimemente todos los países América Latina y el Caribe, la Unión Africana, la Unión Europea, la mayoría de los países asiáticos. Se le dijo al presidente de los Estados Unidos en la Cumbre hemisférica que tuvo lugar en California el año pasado, por lo que digo que la comunidad internacional parece que tampoco tiene esa capacidad.
En ausencia de otro factor influyente, es evidente que la solución está dentro de los Estados Unidos, es en Estados Unidos donde se puede cambiar esa ecuación
Nuestra posición, la de Cuba, es conocida, la hemos dicho públicamente y la hemos reiterado durante años. Es en esencia nuestra disposición a dialogar sobre cualquier tema en condiciones de igualdad, respeto y con el ánimo de buscar soluciones integrales o con una visión integral a los problemas que tenemos entre los dos países y la disposición sobre esa base a desarrollar una relación respetuosa y civilizada.
Pero esta posición no solo la hemos declarado públicamente en múltiples ocasiones. Se conoce que nosotros a lo largo de los años, en momentos diversos, hemos tenido la posibilidad de dialogar directamente con el Gobierno de los Estados Unidos y con miembros del Congreso de los Estados Unidos.
Hoy eso es una realidad y no se puede encontrar en ninguna de esas oportunidades y en ninguna de esas conversaciones que haya habido de parte de Cuba algún planteamiento que pueda interpretarse como lesivo a los intereses de la seguridad nacional de los Estados Unidos. Ni ha habido ninguna propuesta que pueda considerarse que pone en peligro la estabilidad política o económica de ese país o el bienestar de sus ciudadanos o el nivel de vida del ciudadano estadounidense
Tampoco hemos solicitado en ningún momento un trato privilegiado, un trato preferencial. Ni siquiera hemos solicitado nunca que nos regalen algo en ninguna conversación.
Lo que sí hemos reclamado es que se nos deje en paz, que se respete nuestros derechos soberanos, que se nos permita desarrollarnos conforme queremos los cubanos, sin interferencia.
Se sabe que tenemos diferencias políticas con Estados Unidos, como la podemos tener con otros países, y las planteamos francamente como nos las plantean -debo decir- francamente a nosotros. Pero eso es parte de cómo se desarrollan los vínculos entre muchos países. Y el Gobierno de Estados Unidos, por supuesto, conoce también nuestra posición de que tenemos derecho a defendernos. Eso es una realidad.
Ahora, cuando hablamos de la posición pública de Cuba y que estamos dispuestos a dialogar y a tener una relación, no es solo que lo decimos públicamente, no es solo la naturaleza de nuestros intercambios con el Gobierno Estados Unidos, sino que lo reflejamos en la práctica, a pesar de la hostilidad del gobierno de Estados Unidos, a pesar del reforzamiento del bloqueo que describí hace unos minutos, a pesar de haberse incumplido los compromisos que ambos países asumimos bilateralmente entre el 2015 y el 2016.
Nuestro país, a pesar de que continúa la política de subversión política contra Cuba financiada con decenas de millones de dólares que aprueba el Congreso de los Estados Unidos, a pesar de las campañas de descrédito contra Cuba, a pesar de todo eso, ha estado dispuesto, por ejemplo, a que haya nuevamente una expansión de la embajada de los Estados Unidos en Cuba y expandir nuestra embajada en los Estados Unidos. Pudiera suponerse que Cuba no estaría dispuesta a eso en virtud de la hostilidad manifiesta.
A pesar de que Estados Unidos incumplió unilateralmente los acuerdos migratorios, Cuba ha continuado cumpliendo, y hemos estado dispuestos a celebrar diálogos en materia migratoria. Hemos celebrado cuatro en los últimos dos años, a pesar -reitero- de la hostilidad manifiesta.
Pero además de eso, hemos estado dispuestos a desarrollar diálogos bilaterales en diversas áreas. Curiosamente, diálogos sobre terrorismo; celebramos uno y podemos celebrar más sobre fraude migratorio, protección marítima, geología, agricultura, salud, ciencia y tecnología, medio ambiente, educación, educación superior y a intercambiar con la sociedad estadounidense en sentido amplio, pero también con el gobierno de los Estados Unidos.
Si lo deseara, el gobierno de los Estados Unidos pudiera asumir estas acciones como actos de buena voluntad de parte de Cuba, a pesar de la hostilidad manifiesta del gobierno de los Estados Unidos.
Y cualquiera pudiera preguntarse por qué lo hacemos, o sea, cualquiera puede decir ¿por qué a pesar de esta hostilidad Cuba mantiene esta disposición y tiene diálogo y permite que se amplíe la embajada en Cuba y continúa discutiendo incluso sobre terrorismo?
Y es una pregunta legítima, que puede hacerse cualquiera, muy legítima diría yo, puesto que la historia muestra cómo cuando países tienen conflictos, realmente se reúsan a interactuar. Y no ha sido la conducta de Cuba.
Lo que puedo decir es que esa es la manera en que nos comportamos en la política exterior en general con cualquier país, aun cuando tenemos diferencias políticas. Puedo decir también que es como creemos que deben desarrollarse las relaciones entre dos países. Y eso nos motiva a actuar de este modo. Consideramos además que es beneficioso para nuestro país, como consideramos que es beneficioso para Estados Unidos. Pero realmente es ya una consideración de Estados Unidos.
Pero muy importante, lo hacemos porque estamos convencidos de que tenemos la razón en este conflicto, y más importante aún, lo hacemos porque tenemos el privilegio y la virtud de disfrutar de soberanía plena y verdadera. Somos dueños de nuestro destino ejercitamos de verdad la libre determinación. Y tenemos la capacidad, aún bajo esas condiciones de hostilidad, de interactuar de esa manera con los Estados Unidos.
Les deseo éxitos en este evento en que siempre tenemos como práctica aprender mucho.
Muchas gracias.