Con el comandante en jefe de la Revolución cubana se fue un gigante de la política que, con su ejemplo e integridad, inspiró multitud de causas y luchas en todo el mundo. Ocurrió tal día como hoy en 2016, y GARA realizó un despliegue sin apenas precedentes para repasar su figura.


Ruben Pascual

GARA / Naiz

«Pocas veces la vida de un hombre habrá estado tan ligada a un proyecto político como la de Fidel Castro. Por ello, es muy difícil discernir una biografía personal de los acontecimientos históricos de Cuba desde mediados del siglo XX hasta hoy e, incluso, más allá. Fidel, además, resguardó con celo extremo todo lo referido a su vida privada y familiar porque era 'lo único que tengo'».

Esas palabras de Fermin Munarriz abrían el cuadernillo especial de 16 páginas que GARA publicó junto a su edición del 27 de noviembre –disponible para su descarga junto a estas líneas–, en la que se daba cuenta del fallecimiento del líder cubano Fidel Castro Ruz.

Aunque debido a la diferencia horaria la noticia llegó a Euskal Herria en las primeras horas del día 26, el óbito se produjo a las 22.29 horas del 25 de octubre y fue Raúl Castro, su hermano y sucesor, el encargado de comunicar al mundo, a través de un mensaje difundido por la televisión estatal, la muerte de Fidel a los 90 años: «Con profundo dolor comparezco para informarle a nuestro pueblo, a los amigos de nuestra América y del mundo que hoy, 25 de noviembre del 2016, a las 10.29 horas de la noche, falleció el comandante en jefe de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz».

Apartado, pero no ausente

Para entonces llevaba ya alrededor de una década retirado de la primera fila (su hermano le tomó el relevo en la Presidencia en febrero de 2008), pero a pesar de ello siguió estando muy presente en la sociedad cubana y en el imaginario emancipatorio universal, como recogió GARA en su editorial. Incluso sus adversarios admitieron de un modo u otro su grandeza, su influencia, y mostraron respeto a su figura.

Si resumir los acontecimientos más importantes de la vida de cualquier persona en unos pocos miles de caracteres es ya difícil, la misión se convierte en imposible cuando tratamos de trazar siquiera el esbozo de una trayectoria apasionante como la suya. Oficialmente, «solo» fue representante de una isla de apenas once millones de habitantes.

En el alegato de autodefensa del juicio al que fue sometido en 1953 por el fallido asalto a los cuarteles de Moncada y Carlos Manuel Céspedes, en las ciudades de Santiago y Bayamo, respectivamente, el joven Fidel proclamó: «La historia me absolverá». Así fue, pero no solo eso. Lo encumbró a la categoría de gigante.

Nacido el 13 de agosto de 1927 en Birán (antigua provincia de Oriente), el joven Castro mostró ya desde su época de estudiante inquietudes políticas que le acompañaron hasta el final de sus días.

Tras el golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952, fue uno de los primeros en denunciar abiertamente su carácter reaccionario y llamar a su derrocamiento. Es ahí, precisamente, donde se enmarcan los recién citados asaltos, por lo que fue condenado a 15 años de prisión. Amnistiado en 1955 por las presiones internacionales, se exilió a México, donde conoció al argentino Ernesto Guevara, con quien regresaría apenas un año después a bordo del 'Granma'.

Un grupo de guerrilleros acabó refugiado en Sierra Maestra, desde donde organizaron la resistencia guerrillera que en 1959 terminaría por liberar a Cuba del régimen de Batista, que huyó a República Dominicana. Las entradas triunfales en Santiago y La Habana dieron inicio a ese nuevo tiempo. A partir de ese momento, la biografía de Castro es prácticamente indisociable de los avatares de Cuba.

634 intentos de magnicidio

La ruptura de relaciones con EEUU y el consiguiente bloqueo, la invasión de Bahía de Cochinos, la «crisis de los misiles» o el Periodo Especial son algunos de los hitos que le tocaron gestionar. Eso no fue óbice para que Cuba llegara a convertirse en una referencia mundial en solidaridad internacionalista, sobre todo en materia de salud y educación, exportando médicos y maestros allá donde hacían falta. La isla fue igualmente tierra de asilo, también para vascos y vascas, como ya recogimos en Artefaktua.

Ser «el malo de la película» lo convirtió en el mandatario que, a buen seguro, más intentos de magnicidio sufrió:634 entre planes e intentonas fallidas, según las indagaciones realizadas por investigadores cubanos y documentos de la CIA desclasificados.

Ello contribuyó a agrandar la leyenda de un personaje a quien su pueblo despidió en masa durante los nueve intensos días que se prolongó el luto. Así lo atestiguó Mertxe Aizpurua, enviada especial a la isla, en las crónicas publicadas por GARA.

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