Lorenzo Gonzalo - Radio Miami.- Comparativamente debemos destacar, que cuando terminan los movimientos de independencia en el Nuevo Continente, todos los países estaban poblados, mientras Estados Unidos contaba con una escasa población.

En Suramérica no sólo vivían los españoles que conquistaron y explotaron esas tierras, sino también las poblaciones autónomas, las cuales ascendían a varias decenas de millones de seres. El proceso poblacional del Sur ocurrió previo a la independencia, en contraposición a Estados Unidos. La otra gran diferencia entre el Norte y el Sur fue que el primero heredó desde sus comienzos, la revolución productiva y económica que se desata progresivamente en Inglaterra desde el siglo XIV aproximadamente. Quienes ocuparon las tierras, de una manera virgen y sin imposiciones de coronas o reyes, implementaron los conocimientos que comenzaban a desarrollarse en Inglaterra y los países nórdicos y se organizaron socialmente de manera que todos pudieran acomodarse. Llevaron lo nuevo, dejando lo viejo atrás.


En el Siglo XIX, unos años después de la llamada Independencia de Norteamérica, se introdujeron los beneficios de la Revolución Industrial que en Europa se desarrollaba impetuosamente. Las características sociales elaboradas por los colonos, permitieron que los procesos productivos fueran menos inhumanos que en Europa. El tamaño del territorio y sus condiciones fluviales e inmensa costa, fueron un gran incentivo para las comunicaciones y la transportación. Las crisis sufridas por las aglomeraciones poblacionales en el continente europeo y el abandono de los campos incentivados por el proceso industrial incipiente, originó hambrunas que impulsaron, aun a los menos aventureros, hacia el Nuevo Mundo, especialmente el Norte, sobre el cual llegaban, desde hacía muchos años, buenas noticias y leyendas prometedoras.

La primera etapa de la inmigración estadounidense duró hasta aproximadamente el año 1920. En esta ocasión llegaron personas que, en su mayoría, provenían de las grandes ciudades europeas. La Revolución Industrial en Europa, congestionó las ciudades y cuando ocurrieron los primeros procesos cíclicos de la producción, comenzó un desplazamiento hacia otros territorios, principalmente hacia Estados Unidos.

A partir de los años veinte del siglo XX, con el establecimiento de Cuotas en Estados Unidos, la inmigración se limitó. Fue la primera vez que la inmigración constituyó una preocupación para los trabajadores estadounidenses.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, con la devastación europea, las personas con bajos niveles de preparación encontraron sobradas fuentes de trabajo en ese continente y los afanes migratorios se contuvieron. En cambio, muchos profesionales, técnicos de alta calificación y científicos, decidieron emigrar a Estados Unidos. Como resultado de la Guerra éste país se convirtió en el abastecedor de Europa. Los procedimientos cívicos establecidos, que no habían sido importados como ocurrió en el Sur, sino una consecuencia de las necesidades de convivencia de las colonias, favorecieron el trabajo y el desarrollo vertiginosos de la iniciativa personal. Aquellos territorios, a partir de sus primeros ocupantes, crecieron en ciudades y finalmente, terminada la Guerra de Independencia, se convirtieron en una coordinación de mini países atípicos, sin semejanza con los existentes en Europa y el resto del mundo.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, el auge de su industria y los procedimientos al uso, favorecieron que personas altamente calificadas de Europa, encontraran un ilimitado horizonte de crecimiento personal y un alivio a las inconveniencias creadas por la Guerra en sus países.

El auge industrial le robó gente al agro y el vecino próximo del Sur, México, favoreció la mano de obra necesaria. A los mexicanos no les era difícil emigrar a Estados Unidos, primero porque compartían la frontera y además, porque consideraban que los territorios situados más allá de su frontera norte y el oeste, les pertenecían.

La codicia de las compañías agrícolas que controlan los campos, esforzaba a sus dueños a pagar salarios que ningún estadounidense o residente establecido, estaba dispuesto a aceptar. En las factorías aledañas a las fronteras también ocurría otro tanto. Las autoridades miraban para otro lado y cada cual se llevaba un pedazo del pastel.

La inmigración incontrolada por la frontera, alentada por la actitud codiciosa, nada nacionalista y mucho menos patriótica, de los directores y dueños de compañías comenzó a crear problemas.. El primero de ellos es la competencia desleal con los nacionales, que si bien no aceptan trabajar por los salarios de miseria que se pagan en la agricultura y algunas factorías, estarían dispuestos a ejercerlos, si esos salarios se correspondieran con las normas nacionales; el segundo gran problema es que los trabajos actuales demandan mano de obra cada vez más calificada y eso trae como consecuencia la desocupación forzosa de muchos de los indocumentados y la formación de una población marginal, que es presa fácil del narcotráfico y otros delitos mayores y menores.

Los Estados Unidos de hoy no se parecen en nada al de los Siglos XIX y XX. Su inmigración entre otras cosas requiere de un reajuste revolucionario. Deberá cambiar radicalmente, al tiempo que tendrá que lidiar con la rémora que le deja un pasado en el cual los intereses particulares de las compañías, primaron por encima de los nacionales. Los diferentes gobiernos, creídos de estar dotados de superpoderes, que todo lo resuelven cuando se presenta las situaciones, no leyeron las señales. Hoy esas políticas han parido un atolladero que conspira contra el crecimiento del país y sobre todo, contra su seguridad.

La inmigración para Estados Unidos tiene dos etapas primarias que cumplir: la primera evitar que sigan ingresando personas por sus fronteras, regulando las entradas con un criterio bien balanceado, de acuerdo a sus necesidades económicas, sociales y familiares; el segundo aspecto es hacer justicia a quienes llegaron atraídos por el falso concepto de que llegaban a una tierra de inmigrantes. Fue la acción de sus empleadores viciosos y amorales, amparados por gobiernos que se eligen por dinero y clientelismo, quienes inventaron la consigna que hizo pensar a muchos, que Estados Unidos era el único país que creció por su inmigración. No existe una nación, que no esté inundada de inmigrantes. El volumen de inmigrantes que cada país recibe está dado por sus condiciones para abastecer, lo cual implica su tecnología, organización social y política, recursos naturales y la existencia de un fuerte mercado interno.

Washington sabe que deberá legalizar a los varios millones de indocumentados que llegaron persiguiendo un sueño inventado por la avaricia de una economía incontrolada. Después deberá abordar con seriedad su papel internacional, asumiendo la realidad de ser uno de los hermanos mayores, pero no el único y que consiguientemente, tiene sujeción a normas y está obligado a respetar a los demás.

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