Antonio Aja - la Jiribilla.- Gracias por la invitación a compartir con este grupo de colegas y ante este público. Quiero iniciar leyendo a El Profeta, cuando nos dice: “El pensamiento es un pájaro del espacio que, en una jaula de palabras, puede realmente desplegar sus alas pero no volar”. No pretendo volar, solo desplegar las alas en torno al tema de la cultura y la migración.


A lo largo de la historia, los movimientos de población han ido a la par del desarrollo de contactos y flujos entre diferentes sociedades y culturas. La migración internacional es un proceso de profundas raíces históricas y parte consustancial de la evolución de la humanidad. En el pasado, en respuesta a transformaciones de los escenarios económicos, sociales y políticos, la migración complementó la expansión del comercio y la economía, contribuyó a crear naciones y territorios, nutrió la urbanización, abrió nuevos escenarios a la producción y aportó sustancialmente a los procesos de cambios sociales y culturales.1 

Entre la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, los grandes desplazamientos humanos jugaron un papel fundamental en el desarrollo del capitalismo. Las ciudades fueron la cuna de este sistema en el Occidente y la migración hacia ellas alimentó su crecimiento y el desarrollo económico y político. La humanidad conoció una migración fundamentalmente compuesta por dos corrientes contrapuestas: la del libre traslado de europeos, que cumplió un papel clave en la convergencia económica del “Viejo y Nuevo Mundo”, y la que incluyó a trabajadores de diversos orígenes, principalmente asiáticos, hacia otras regiones, desplazamiento que en muchos casos fue forzado, recordando a la migración de negros africanos en otros momentos de la historia.

En el siglo XX, algunos estados restringieron la salida de sus nacionales como parte de sus políticas, mientras que otros promovieron migraciones temporales frente a la demanda laboral insatisfecha, o bien aplicaron políticas restrictivas de entrada al territorio nacional. Estas acciones tuvieron fundamentos ideológicos y se constituyeron a través de procesos políticos particulares. Conforme el capitalismo se expandió y tomó posesión del mundo, también reestructuró las formas urbanas y organizó las nuevas y numerosas olas de migración hacia ellas, activando permanentemente corrientes diversificadas de migración.

Las tendencias actuales de la migración internacional se configuran en particular después de la Segunda Guerra Mundial, donde la urgencia de la reanimación de Europa, atrae capitales y desplazamientos humanos. La migración a escala mundial deja de comportarse desde el centro a las periferias del desarrollo mundial, para dirigirse desde estas a los centros de poder económico y político. Los países desarrollados se convierten a la vez en principales receptores de inmigración, solo que es una migración selectiva, y enfocada en lo fundamental a los requerimientos económicos y sociales de esas naciones que, como resultado, fortalecen y potencian su dominio.

Especialmente, desde los años 70, aumentaron los movimientos internacionales de población en todas las regiones geográficas. Las personas pueden desplazarse a un país vecino, o viajar hasta el otro extremo del planeta, pueden ser trabajadores y profesionales migrantes o refugiados. Es el contexto internacional donde en los 80 se instaló definitivamente la selectividad. La década de los 90 marcó el incremento de la perspectiva de selectividad ante el arribo de los inmigrantes, su vinculación con la seguridad nacional de los estados, y la necesidad de protección ante tres flagelos: el narcotráfico, el terrorismo internacional y el relativamente nuevo sistema del tráfico ilegal de personas organizado internacionalmente.

A fines del siglo XX se podían encontrar gran número de migrantes en países tan distintos como Argentina, México, Alemania, India y EE.UU. El contexto se modificó de forma drástica, los cambios tecnológicos y en las comunicaciones no solo facilitan los desplazamientos sino que, además, permiten a los migrantes mantener contactos regulares con sus lugares de origen, al tiempo que posibilitan al futuro actor del proceso migratorio un acceso sin precedentes a la información sobre otros países. En el mundo globalizado las personas se pueden relacionar independientemente de su ubicación longitudinal y latitudinal en el planeta, como si estuvieran colocadas en un plano supra territorial.

El fin de la Guerra Fría redujo en apariencia los obstáculos ideológicos de cara a la migración internacional, pero hizo aflorar tensiones nacionalistas subyacentes, que han dado lugar a limpiezas étnicas y a otras clases de movimientos forzados. El impacto de la internacionalización del capital que hemos presenciado en los últimos 25 años, ha contribuido a configurar una articulación distinta de la movilidad de las personas en canales migratorios regionales, nacionales y transnacionales. Las migraciones en el plano local, nacional, internacional y transnacional, se encuentran influidas por la globalización como proceso socioeconómico. Globalización que aunque no es un proceso inédito para la humanidad, asume comportamientos y particularidades no conocidas.

El siglo XXI se inició matizado por la tendencia de los vínculos globales a abarcar todas las áreas geográficas y todos los grupos humanos, y a establecer diferencias entre estos grupos. Como parte de las tendencias mundiales de los flujos migratorios, la migración se ha convertido en una avenida hacia la movilidad social y económica. Existe una alta disposición hacia la migración y se espera el momento adecuado para emprenderla. En la dinámica de este fenómeno, cada vez más se interrelacionan el elemento internacional, el nacional y las necesidades personales del migrante.

Los cambios globales han afectado el orden económico, la división del trabajo y los controles legislativos, induciendo a los obreros a emigrar. La mayoría de los países industrializados abogan por un mercado global de trabajadores solo cuando se trata de trabajadores calificados. Los obstáculos con los que se encuentran los inmigrantes en los países receptores de mano de obra, son, en parte, contradictorios con los cánones del mercado libre y la economía capitalista a escala global.

Entre las naciones emisoras y las receptoras existen conflictos sobre los costos y beneficios del movimiento de personas. En términos de la nación emisora el problema se plantea en función de obligaciones, responsabilidades, expectativas y poca condición negociadora. Para las receptoras la cuestión se enfoca mediante sus leyes de migración y las formas de recepción de los inmigrantes. Sin embargo, las migraciones internacionales afectan a los países involucrados independientemente del nivel económico, e incluso de paradigmas ideológicos y culturales. Hoy, los migrantes van desde y hacia casi todas las naciones del mundo, con lo cual la tradicional diferenciación entre países de origen, tránsito y destino pierde relativamente su validez, pues muchos estados pertenecen a las tres categorías simultáneamente.

El análisis de las migraciones internacionales indica que los factores que explican e intervienen en el inicio del proceso migratorio, por una parte, son resultado de las tensiones que se producen en las sociedades entre las expectativas de los actores y el estatus, y por otra, generan al mismo tiempo nuevas tensiones que pueden llegar a reorientar el régimen de estratificación de las zonas de origen. Cuando la sociedad pierde —por disímiles causas— su estabilidad, las tensiones se expresan, entre otras formas, como expectativas de sobrevivencia económica y de movilidad social de los actores. La migración en este contexto aparece como una opción en función de satisfacer tales expectativas, no satisfechas en los lugares de origen, intentando restablecer el equilibrio social. En este escenario, los elementos que impulsan la migración son de tipo personal e institucional, aunque inciden otros como el tiempo y el espacio social en que se produce el acto de emigrar.

Uno de los aspectos a los que se presta mayor atención es la argumentación económica de la migración. Ante las nuevas realidades de las zonas geográficas que intervienen en los procesos migratorios, conserva vigencia el análisis de las diferencias salariales y el mercado de trabajo, en tanto las diferencias salariales pueden ser causa de movimientos migratorios de trabajadores que van desde países con bajos salarios a otros con alta remuneración. Lo referente al mercado de trabajo también debe ser examinado, ya que la migración puede ser causada por diferencias geográficas en la oferta y demanda laboral. Las corrientes migratorias siguen predominantemente los polos de atracción de la migración laboral.

Estudios recientes demuestran que los migrantes internacionales no provienen principalmente de lugares pobres y aislados, desconectados de los mercados mundiales. Vienen de regiones y naciones que están transitando por un proceso de cambios acelerados, de mayor o menor desarrollo, como resultado de su incorporación al sistema de comercio en el mundo. La globalización, comprendida solo en términos de economía, incide directamente en el aumento del intercambio comercial y del flujo de capitales, de acuerdo con el modelo de desarrollo promovido por los organismos internacionales y los centros de poder hegemónico. De esta forma pareciera que las fronteras nacionales se tornan cada vez menos relevantes.

Es interesante apreciar cómo la dirección de la movilidad poblacional tiene una contrapartida en términos de capitales. Así, mientras las multinacionales se dirigen a países más pobres en búsqueda de mano de obra barata, los trabajadores de estos países van en el sentido contrario, en busca de mejores salarios y condiciones de vida.

Al margen de otras importantes aristas del tema de la globalización, en términos políticos, culturales y sociales en general, la presente perspectiva en el plano migratorio y económico, podría condenar a determinados países a ser productores permanentes de mano de obra migrante, sin ninguna posibilidad de contar con una actividad industrial y productiva propia, entre otras múltiples consecuencias.

La recesión económica, el desempleo y la pobreza son condiciones que favorecen o promueven la migración. Sin embargo, la manifestación efectiva de estos elementos está en dependencia del momento y el modo en que las economías de los países expulsores se subordinan a la economía mundial. Los países receptores desarrollan condiciones para integrar laboralmente a la población inmigrante dentro de los segmentos atrasados, de baja calificación y menos ingresos de su mercado laboral. De esta manera, nuevas formas de segmentación del mercado de trabajo, sobre la base de ser inmigrante o no, se unen a las tradicionales definidas por la edad, sexo, raza y etnia, entre otras. Entre las dimensiones de mayor relevancia en este tema se encuentran las vinculadas al tipo de desarrollo que se genera en las condiciones del capitalismo globalizado, una de cuyas manifestaciones principales es la transnacionalización de los mercados laborales. La interrogante clave en los próximos años radica en si se puede hallar un equilibrio adecuado entre la oferta y la demanda de trabajadores migrantes.

Desde otro ángulo de este problema, la captación de recursos altamente calificados es parte consustancial de las políticas de los países de inmigración. EE.UU., Canadá, Australia y Japón orientan sus políticas inmigratorias con un carácter marcadamente selectivo, con relación a los perfiles educativos y profesionales de los migrantes a los que se les otorga permiso de residencia. Aunque Europa cierra sus puertas a la inmigración, mantiene la flexibilidad cuando se trata de personas con capacidades especiales o sobresalientes en su formación profesional.

La discusión sobre el drenaje de cerebros (brain drain) es paulatinamente sustituida por las propuestas de estimular la circulación y el intercambio de cerebros (brain circulation y brain exchange), que intentan superar o compensar las pérdidas debidas a la emigración, haciendo énfasis en la movilidad y en los intercambios de los recursos altamente calificados entre los países de origen y destino. Se pretende convertir a los migrantes en nexos entre las redes locales y las redes globales de desarrollo científico y tecnológico.

Una de las tendencias actuales de la migración internacional es la selectividad, dada en gran medida por la demanda de los países receptores. Cuando ello ocurre, no emigran los desocupados o el excedente de trabajadores, sino sobre todo aquellos que tienen mejores calificaciones para competir en el lugar de destino. De ahí la preocupación mundial por la pérdida de recursos calificados, llevada a discusiones en los foros internacionales más renombrados, que incluyen esfuerzos por contabilizar el capital humano involucrado en el éxodo intelectual, así como propuestas de establecer sistemas impositivos tendientes a recompensar las pérdidas ocasionadas por la migración calificada.

Otras aproximaciones conceptuales pasan de una visión negativa, a la que tiende a reivindicar los aspectos positivos de la movilidad, en especial de personas calificadas, en la medida en que las migraciones circulares o pendulares, con retornos transitorios de los migrantes, puedan contribuir a la consolidación de los mercados de trabajo locales y a su desarrollo.

En resumen, la migración internacional se presenta en nuestros días como una fuerza relevante para la transformación social, debido a dramáticas consecuencias económicas y sociales. Ello no tiene que implicar necesariamente la desaparición de los Estados–Nación, aunque sí nuevas formas de interdependencia, donde la sociedad transnacional y la cooperación regional y bilateral transforman la vida de millones de personas.

El número de migrantes internacionales a largo plazo aumentó a un ritmo constante. Según la División de Población de Naciones Unidas, en 1990 había aproximadamente unos 120 millones; en el 2000, 175 millones, hasta arribar a 191 millones de migrantes en el 2005, de los cuales el 70 porciento vive en países desarrollados. La cifra en el 2011 sobrepasó los 200 millones, representando el 3 porciento de la población mundial. Una de las tendencias más significativas ha sido la feminización de las corrientes migratorias internacionales. Prácticamente, la mitad de los migrantes internacionales son mujeres (48,8 porciento) y aproximadamente 51 porciento de estas viven en países desarrollados. La migración está más ampliamente distribuida a lo largo y ancho de más países. Hoy, los diez principales países de destino reciben un porcentaje menor del total de los migrantes en comparación al 2000.

Según el Informe sobre las Migraciones en el Mundo (2010) si la migración continúa aumentando al ritmo que lo hizo durante las últimas dos décadas, los migrantes internacionales pueden llegar a 405 millones en el 2050. Una de las causas de este aumento será la disminución de la población en los países industrializados, que registrara una baja de cerca del 25 porciento. De tal suerte, se incrementará la demanda de trabajadores migrantes, cuando la fuerza laboral de los países en desarrollo llegará a más de 3.600 millones.

Las remesas constituyen uno de los temas de mayor novedad y complejidad para su determinación en términos numéricos e impacto cualitativo en las sociedades donde se reciben, y en general para la evaluación de las relaciones económicas y políticas internacionales en el escenario del capitalismo contemporáneo. Su análisis desborda las consideraciones sobre la acción (individual–familiar) del envío y recepción de divisas, así como las interrelaciones y beneficios que ello supone. Se presenta en el contexto de la evaluación internacional de los nefastos resultados de las políticas neoliberales y de los intentos de modelos de dependencia económica y política en medio de la globalización. Está presente en el escenario de la relación migración-desarrollo desde la óptica de los países de emigración, por lo que reviste un sentido estratégico en el estudio de las consecuencias de las migraciones a escala universal.

Este proceso de envío de dinero por los inmigrantes a sus lugares de origen, con destino esencialmente familiar, ha aumentado exponencialmente. De 132.000 millones en el 2000, alcanzó unos 414.000 millones de dólares EE.UU en el 2009, no obstante los impactos de la crisis económica aun vigente. El 76 porciento del total de las remesas enviadas en el 2009 tuvieron como destino países en desarrollo. Se estima que las remesas enviadas por vías oficiales, o no, a estos países puede equivaler a tres veces la cifra de la ayuda oficial al desarrollo por los organismos internacionales que la ejecutan.

El debate, entre otros puntos, radica en que, siendo las remesas capitales privados, los estados no deben apropiarse de ellas, mientras que las instituciones financieras deben facilitar y abaratar el envío de dinero y alentar así a los migrantes a girarlo mediante sistemas de transferencias estructurados. Los efectos de las remesas varían de acuerdo con la magnitud y tamaño de la economía, de ahí la diferencia de sus impactos en economías pequeñas, medianas o grandes.

Lo interesante es que, en cualquier caso, la magnitud actual de las remesas revela tanto lo pequeño de las cuotas de asistencia que los países desarrollados brindan a los países en desarrollo, como que las iniciativas individuales de los migrantes las superan, pero no las sustituyen. El problema continúa abierto al debate en el contexto de las migraciones internacionales y el desarrollo en un mundo de globalización.

La crisis de los últimos dos años ha marcado la aparición de algo que podría ser una nueva manifestación en el caso de las remesas: el envío de dinero por los familiares y otras redes sociales de los inmigrantes desde sus países de origen, con el propósito de paliar los efectos de la crisis en los países europeos donde se asientan los migrantes, intentando salvar las redes establecidas y capear el temporal. Son las remesas a la inversa, unida al aumento de la circularidad, temporalidad y el retorno de parte de la migración hacia sus países de origen. Procesos en plena realización que merecen ser estudiados.

El fenómeno de la transnacionalidad. Pareciera que los procesos de migración a escala universal ya no pueden explicarse desde la perspectiva exclusiva de los análisis de “la región de origen” y de la “región de destino”, sino a partir de la evaluación de la realidad de los espacios sociales transnacionales que, de manera cada vez más intensa, se desarrollan entre estas, incluso por encima de las citadas regiones. Se refiere a la configuración de un complejo sistema de redes de intercambio y circulación de personas, dinero, bienes e información. Es el proceso en virtud del cual los inmigrantes crean y mantienen relaciones sociales, de múltiples aristas, que vinculan las sociedades de origen y asentamiento, procesos que traspasan fronteras geográficas, culturales y políticas. La importancia de este fenómeno ya es evidente en los pequeños países exportadores de fuerza laboral; ese es el caso de la cuenca del Caribe, donde la economía tiende a remodelarse por el proceso paralelo de la globalización del capital y la transnacionalización de los inmigrantes. Sin embargo, se precisa definir las consecuencias de tal fenómeno a largo plazo, lo que indica una amplia esfera de interés no solo investigativo.

A causa de la revolución tecnológica en el pasado siglo XX, la población que migra puede vivir con mucha más facilidad en dos sociedades al mismo tiempo. La imagen del migrante con una sola residencia, sin una sistemática comunicación con las comunidades en el país de origen y entre las familias de ambas partes del flujo migratorio, se ha visto modificada en la actualidad con el aumento de la migración circular. Es un fenómeno que se refleja en las tendencias migratorias de México, Centroamérica y el Caribe a EE.UU.; de China hacia Norteamérica y Australia; y del norte de África y Turquía hacia Europa, entre otras regiones del planeta.

Este nuevo espacio transnacional, del cual las ciudades globales ―aquellas que pertenecen al mundo desarrollado— son nódulos, es creado por flujos sostenidos de capital, tecnología, información y personas. Los mismos avances tecnológicos que permiten transacciones financieras instantáneas, la difusión global de información y el fácil transporte internacional, han alcanzado a individuos y familias de todo el mundo. Solo que no necesariamente para significar un proceso de globalización del desarrollo y la gestación de riqueza, sino en más de una ocasión para perpetuar la dependencia y mitigar la pobreza dentro de un sistema de estratificación social genuinamente capitalista.

La migración internacional siempre contribuyó a los intercambios culturales, e independientemente de los retos que supone la convivencia de individuos, grupos y comunidades de diferentes culturas, etnias y religiones, es de esperar que continúe creando espacios multiculturales y difundiendo ideas y valores. En el mundo de fines del siglo XX e inicios del XXI surge un nuevo tipo de adaptación de los inmigrantes, que a diferencia de la inserción tradicional, hacen uso de sus redes sociales y de las innovaciones tecnológicas en transporte y comunicación electrónica, y organizan su trabajo y sus vidas en las áreas metropolitanas del mundo desarrollado, sin abandonar totalmente los países de origen. Comunidades transnacionales es el término con el que la academia ha denominado estos campos emergentes creados por los más diversos tipos de actividades: la empresa económica, las movilizaciones políticas que cruzan fronteras y la actividad cultural.

Este enfoque de la migración transnacional plantea relevantes desafíos teóricos para estudiarla y comprender las formas de organización y acción social, cultural, jurídica y política de los seres humanos que migran en los actuales contextos de la globalización, para desentrañar las consecuencias actuales y futuras de este proceso para ciudades como Nueva York, Los Ángeles y Montreal, y para otras pequeñas y casi desconocidas en la India, El Salvador, China, Vietnam o Cuba.

Con esta marco referencial, las cuestiones relativas a la relación entre migraciones y cultura provocan interrogantes tales como, ¿qué significación tienen los procesos de globalización, en cuanto a la desterritorialización y reterritorialización culturales?, ¿cómo evaluar los cambios culturales en las sociedades periféricas por la trasmisión simbólica de la industria cultural internacionalizada?

El tema de la reterritorialización, en referencia a la necesidad de la población que migra, de reapropiarse de un imaginario local y/o nacional, y a la vez precisa restablecer un contacto con su tierra para mantener sus raíces, sentir que sigue perteneciendo a su comunidad a pesar de su lejanía física y poder enfrentarse al nuevo escenario espacial regularmente hostil. ¿Qué significado tiene el proceso por el cual los inmigrantes tienden a reproducir aspectos de su cultura de origen para no perder su identidad en la relación con otros que suelen discriminarlos? ¿Hasta qué punto al hacerlo, en contextos socioculturales distintos, en realidad lo que sucede es que están reinventando su identidad y con ello ampliando mucho más sus culturas de origen? ¿Cómo la población que migra puede convivir en un mundo multicultural, globalizado, altamente diferenciado y desigual, llevando sobre sus espaldas su identidad cultural, a la vez que desea y necesita integrarse a la nueva sociedad, a la que, además, enfrenta a partir de sus diferencias culturales? ¿De qué forma ubicar en este contexto, el tema de la ciudadanía para determinar niveles de equidad y de igualdad?2

Para Cuba, el tema de la migración impone remontar la mirada hacia orígenes relativamente lejanos, intentar desmitificarlo, y valorarlo como un fenómeno en consonancia con la naturaleza humana.

Al triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959, se cumplían 139 años de la presencia de grupos de cubanos asentados en tierras foráneas, con particular significación en el caso de EE.UU. Las últimas siete décadas evidencian la presencia de saldos migratorios externos negativos, configurando a la Isla como país de emigración, donde los “destierros con móviles políticos”, solo son un capítulo de una historia mucho más compleja y rica. Lo que inicialmente y durante gran parte del siglo XIX sería un ascendente flujo de población cubana a territorio norteño, como principal destino, se convertiría en tendencia migratoria con posterioridad a 1930, marcando a la Mayor de las Antillas como lugar de emigrantes, aunque sin tener gran significación en el orden numérico. La emigración representa un proceso de trascendencia histórica, con matices políticos, cuando repasamos, por ejemplo, la presencia de los emigrados cubanos en los avatares independentistas del siglo XIX y en la figura cimera de José Martí.3

Desde entonces, se establecieron cadenas migratorias y redes sociales, donde elementos económicos y de tipo social estaban presentes en una historia marcada por las crisis de las relaciones económicas y políticas, lo despiadado y retrógrado de un sistema colonial esclavista, el advenimiento y desarrollo de la República mediatizada, y en general, la ingobernabilidad y las profundas grietas de la sociedad cubana del siglo XIX y de los primeros 50 años del XX.

La fundamentación del carácter de Cuba como país de emigración conduce inevitablemente a su ubicación en el contexto de los flujos migratorios internacionales. Supone el reconocimiento de la migración política, el exilio, la emigración económica, laboral en particular, como elementos no excluyentes y menos aún descalificatorios de una bien marcada tendencia migratoria. Si nos situamos en la perspectiva de la migración internacional, y en especial en el entorno de la Isla, el del Caribe y Latinoamérica, apreciamos la concordancia de procesos y tendencias, que se diseñan específicamente a partir de los años 50 del pasado siglo.

Si bien se puede afirmar que históricamente la emigración cubana ha evidenciado un carácter multicausal, integrado por lo económico, político y la reunificación familiar, son los últimos 50 años los que de manera apremiante en el orden tanto científico como de la praxis social, requieren de una acuciosa determinación del peso de cada uno de esos rasgos y su presencia en la historia más actual de este movimiento de migración al exterior. Es un proceso marcado por un profundo contenido social, donde las raíces sociodemográficas, económicas y estructurales tienen definida presencia en sus dos polos: la sociedad emisora y el principal país receptor.

El triunfo de la Revolución cubana significó una ruptura de los componentes migratorios tradicionales, cobrando un protagonismo central los elementos políticos y económicos motivados por la propia evolución del proceso revolucionario, y por la contradicción entre EE.UU. y Cuba, atizada por el hegemonismo y la intolerancia norteamericana. Tales rasgos se reflejan en la historia migratoria a partir de enero de 1959, caracterizada por el contenido preponderantemente político, económico o la conjunción de ambos, determinado por el carácter de las tensiones políticas. Este proceso transcurre desde la primera oleada migratoria al triunfo de la Revolución, integrada por aquellos cubanos vinculados directamente en el plano político, militar y también económico a la dictadura batistiana.

Los elementos que explican la modificación sustantiva del patrón migratorio tradicional de Cuba pueden resumirse en los siguientes:

  • Nuevos actores sociales protagonizaron los principales flujos de migración internacional desde Cuba hasta principios de la década del 70. Eran las clases desplazadas del poder político y económico de la sociedad cubana por la triunfante Revolución. Sectores pertenecientes a la burguesía cubana, su clientela, de la clase media y aquellos vinculados directamente al régimen batistiano. El profundo cambio político, económico y social iniciado con la Revolución cubana propició que los protagonistas de la migración internacional fueran aquellos que regularmente no se convierten en emigrantes en el escenario de los flujos de migración mundial y menos aún en el contexto del inicio de los años 60. Eran, además, alentados, bien recibidos e incluso utilizados por el principal país receptor con fines políticos en función de atacar, subvertir y destruir el proceso social que comenzó en Cuba en 1959.
  • La magnitud total de la migración al exterior, comparándola con etapas anteriores de la historia migratoria de la Isla. Entre 1960 y 1969 fueron registrados como inmigrantes, solo en EE.UU., 377 562 personas de origen cubano, cifra que duplica el monto total de la inmigración de igual origen registrada en ese país entre 1900 y 1958, incluyendo la etapa en que aparecieron saldos migratorios negativos y la Mayor de las Antillas se convirtió en un país de tendencia hacia la emigración. En resumen, desde 1960 hasta el 2005 fueron censados en EE.UU. 946 716 inmigrantes nacidos en Cuba. Las cifras pudieran aumentar si se toman en consideración los registros de la presencia de inmigrantes cubanos en otros países, tales como Venezuela, México y España. Aún resta por realizar un estudio detallado en los registros de cubanos emigrantes y el cotejo de estos con los reportados en los principales lugares de asentamiento durante los años 60, 70 y 80.
  • Presencia de oleadas o flujos por los cuales se realiza la migración del país, caracterizados por etapas de alta y de baja, pero que en su conjunto mantienen la tendencia a saldos negativos y, por ende, la preeminencia de la emigración en el contexto sociodemográfico de Cuba.
  • La manifestación de dos vías principales para emigrar, la legal y la ilegal o indocumentada, presentes en todas las etapas de la migración a partir de 1959, aunque con un peso diferente en cada una.
  • Aun cuando se reafirma el principal lugar de destino y receptor de la emigración cubana, se produce un proceso de diversificación de los destinos.

En lo referido a la Política migratoria de Cuba, ha transitado por diversos momentos que van desde 1959, cuando no existían restricciones para viajar, hasta cada una de las etapas del proceso migratorio cubano, tomando en consideración la influencia del diferendo y la agresión permanente de EE.UU., así como situaciones internas, llegando a la modificación en el 2012 de la ley migratoria con el Decreto Ley que introduce sustanciales modificaciones a la política migratoria de la Isla. Entre los temas menos estudiados del proceso migratorio cubano se encuentran el de la política migratoria, sus perspectivas y bases de su evolución, a partir del componente defensivo que la caracteriza, acorde con el nivel de enfrentamiento con el principal receptor de su emigración.

Uno de los mitos que con más fuerza se ha mantenido, es el que intenta presentar a todos los que han emigrado de Cuba como un grupo homogéneo, en gran medida a partir de que una parte se autodefine como exilio. Las diferencias clasistas y otras que se derivan de las propias características sociodemográficas que han marcado cada oleada migratoria, parecen así perder significación. Se proyecta una imagen distorsionada de los reales procesos de diferenciación y estratificación que se han ido operando en el seno de este asentamiento con posterioridad a 1959.

Existe un basamento objetivo si se toma como punto de referencia el contexto social, económico y político que presentaba la sociedad emisora durante los años 60 y 70. Incluso, si se analizan los rasgos que caracterizaban las dos primeras oleadas de emigrantes cubanos en términos de capital humano, se puede coincidir en que una parte de ellos constituían la genuina oposición al proceso revolucionario triunfante en enero de 1959, por lo que pueden ser portadores de hechos y sentimientos que los califican dentro de la categoría del exilio. Sin embargo, el proceso de emigración desde Cuba y en particular hacia EE.UU. continuó con nuevos protagonistas, bien diferentes a los iniciales de la década de los 60, por lo que se ubican en el contexto de los flujos migratorios desde el área hacia ese país. El elemento político no deja de existir, pero la categorización de los que migran se modifica en tanto sus motivaciones, pertenencias sociales, expectativas de vida y vínculos con el sistema social cubano.

Los procesos que acontecen en el mundo y en Cuba, durante las últimas dos décadas, repercuten en las tendencias de Cuba como país de emigración, acercándola cada vez más al comportamiento del resto de los países que aportan emigrantes al flujo internacional, en especial en el área de América Latina y el Caribe. Otros colegas abordarán esta problemática y en particular la referida al ámbito que nos convoca, cultura y migración.

No obstante, y como cierre de mi presentación, he traído: Cuba. Cultura e Identidad Nacional. Memorias del encuentro, publicada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Universidad de La Habana, en 1995.

Más de 80 escritores, profesores, e investigadores, de ambos lados de la orilla, informa la nota del editor “abordaron el tema de la identidad cubana desde una amplia pluralidad de posiciones: tanto desde el punto de vista de la creación artística y literaria como del que otorgan diversas disciplinas de las ciencias sociales. El anhelo común de contribuir a la definición de una nacionalidad defendida en tan complejas circunstancias históricas, otorgo a los debates una tensión y una riqueza peculiares. Al final, si bien los contornos de la identidad cubana conservaron su misterio, si se abrieron mejores canales de comunicación y se demostró en la practica la posibilidad de un espacio polémico y fecundante: este balance bastaría para considerar el encuentro como un importante aporte, que trasciende los marcos académicos para inscribirse en esa búsqueda de nosotros mismos en que nos hemos empeñado los cubanos desde los mismos albores de la nación”4.

Ese fue un momento particular que respondía entre otras razones, a modificaciones de la política de Cuba hacia la emigración. Transcurrió en medio de la profunda crisis económica y serias implicaciones sociales, que significó, lo que los cubanos bien conocemos, el periodo especial.

Era un escenario diferente al que describe Graziella Pogolotti al intervenir en dicho encuentro, “… muchos en mi experiencia personal fueron los que se marcharon sin despedirse, sin dejar huella, ni decir adiós. La ruptura se produjo en silencio, como un mundo que se apartaba, mientras en el otro, en el que permanecía, los días transcurrían intensos, en la acción y las contradicciones, y los empeños de una etapa compleja de cambios. En ese contexto, el teatro y las artes plásticas asumieron los temas del momento. La renovación del lenguaje, la revelación de corrientes subyacentes en la cultura nacional, mantenían en esencia la continuidad respecto a la tónica asumida por la vanguardia desde la segunda década del siglo pasado. El proceso de autoreconocimiento que entonces se verificaba no dejaba muchos espacios para considerar la imagen de la emigración”.5

Entonces Ambrosio Fornet, quien nos acompaña en esta mesa, afirmaba, “el tema de la emigración o del exilio en el arte y la literatura cubanos, hasta donde alcanzo a saber, no ha sido estudiado todavía en su conjunto. Estamos hablando de la emigración y el exilio posteriores al 59 y, por ahora, del tratamiento que han recibido en las obras literarias y artísticas producidas dentro de la isla”6.

La discusión conceptual de lo cubano en Cuba y en el exterior, la historia como identidad, el tema de la emigración en las ciencias sociales, el arte y la literatura en Cuba y en el exterior, cine e identidad nacional, entre otros, fueron los hilos conductores de aquel, me arriesgo a calificarlo de trascendental, debate de mediados de los 90.

Emilio Cueto entonces afirmó: “una gran parte de los que emigramos hacia el norte y que nos hemos preocupado por la identidad nacional, por lo que es ser cubano y por la cultura cubana, a su vez hemos hecho aportes a esa cultura y me gustaría pensar que la hemos enriquecido, al menos algunos de nosotros”.7

Tenemos la publicación, casi desaparecida pero está, de las memorias de aquel acontecimiento, el debate producido, los puntos de contactos y las necesarias contradicciones. Pero también contamos con la ausencia de una continuidad, de lo que ahí se inició. Hoy, debemos y podemos retomar este y otros caminos que nos conduzcan al análisis, el diálogo, la confrontación de ideas en torno a esta medular relación entre cultura y migración.

Muchas gracias.

Este texto fue escrito a propósito del panel “Cultura y emigración”, convocado como parte de los Ciclos de debates de la Revista de cultura cubana La Jiribilla. Casa del ALBA cultural, La Habana 6 de febrero de 2013.

Notas: 1. Este y los próximos párrafos pertenecen a la obra del autor: AL CRUZAR LAS FRONTERAS. CEDEM. UNFPA. 2009. ISBN 978-959-7005-55-1. Premio Academia de Ciencias de Cuba. 2010. 2. Ver. Del autor: La migración internacional: contra viento y marea. Revista La Siempreviva. 2010. 3. Este y los próximos párrafos pertenecen a la obra del autor: AL CRUZAR LAS FRONTERAS. CEDEM. UNFPA. 2009. ISBN 978-959-7005-55-1. Premio Academia de Ciencias de Cuba. 2010. 4. Cuba. Cultura e Identidad Nacional. Memorias del encuentro, publicada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Universidad de La Habana. Ediciones Unión. 1995. Pg. 7 5. Cuba. Cultura e Identidad Nacional. Memorias del encuentro, publicada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Universidad de La Habana. Ediciones Unión. 1995. Pg. 138. 6. Cuba. Cultura e Identidad Nacional. Memorias del encuentro, publicada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Universidad de La Habana. Ediciones Unión. 1995. Pg. 124 7. Cuba. Cultura e Identidad Nacional. Memorias del encuentro, publicada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Universidad de La Habana. Ediciones Unión. 1995. Pg. 37

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