Cuba y su emigración (I)

Elier Ramírez

Cubaperiodistas

El pasado 19 de julio nuestro parlamento aprobó la nueva Ley de Migración, luego de un amplio debate previo de los diputados, la consulta a expertos y la recepción de cientos de opiniones de los cubanos dentro y fuera de la Isla. Esta Ley se complementó con otras dos normas que conforman una tríada imprescindible para nuestro ordenamiento jurídico, la Ley de Ciudadanía y la Ley de Extranjería; sin embargo, la primera de ellas fue la que más debate generó por su alcance y trascendencia.

La aprobación de estas leyes responde al amplio proceso legislativo dinamizado a partir de la aprobación de la norma suprema en el 2019, pero también se inscriben en un camino ascendente e irreversible de normalización de los vínculos de la nación con su emigración, proceso que tiene su origen en el diálogo con representativos de la comunidad cubana en el exterior que condujo magistralmente el Comandante en Jefe en 1978 y que constituyó un giro de 180 grados en la relación con la emigración cubana, reconociendo que esta no era un ente monolítico y que se trataba por encima de todo, de atender un problema nacional, secuestrado por el impacto de la política agresiva de Estados Unidos contra Cuba.

Contexto del diálogo del 78

La confrontación Cuba-Estados Unidos, el uso de la política migratoria hacia la Isla por parte de Washington como instrumento de agresión y subversión, habían generado durante la década del sesenta y buena parte de los años 70, un escenario convulso y de conflicto entre la nación cubana y su emigración. Pero al ocurrir el Diálogo del 78 entre el gobierno revolucionario y representativos de la comunidad cubana en el exterior, se dio un giro en sentido inverso a esa relación que marcaría los años y décadas posteriores.

Varios factores habían contribuido a crear un contexto propicio para un cambio de visión con relación a los emigrados cubanos y el diálogo histórico que se produjo: el reconocimiento por parte del gobierno cubano de una tendencia dentro de la Comunidad Cubana en Estados Unidos propensa al acercamiento pacífico y constructivo, así como los vínculos establecidos con elementos representativos de la misma; la propia consolidación de la Revolución Cubana; la política de la administración Carter hacia Cuba bajo el enfoque de mejorar las relaciones bilaterales; el impacto que produjo en la Isla la visita de la Brigada Antonio Maceo —integrada por jóvenes cubanos residentes en Estados Unidos que habían sido sacados de Cuba cuando aún eran niños o adolescentes—; las gestiones realizadas ante el gobierno cubano por Bernardo Benes y Carlos Dascal y otros miembros y grupos de la Comunidad Cubana en el exterior; fueron los elementos que, de conjunto, estimularon a que la máxima dirección de la Isla decidiera apostar por el Diálogo, con el objetivo de solucionar los problemas más acuciantes que afectaban tanto a la Comunidad Cubana en Estados Unidos como a la propia Cuba; entre ellos la liberación de prisioneros, la reunificación familiar y las visitas en ambas direcciones. Ello a sabiendas de que este Diálogo no iba a ser del todo comprendido a lo interno de la sociedad cubana:

Yo recuerdo incluso que la política del diálogo —señala el investigador Jesús Arboleya[i]— y la de los viajes fueron de las más cuestionadas en este país, hasta el punto de que Fidel Castro tuvo que reunir a todos los cuadros revolucionarios en el teatro Karl Marx, y dijo que los enemigos de esa política eran solo los conservadores de allá y de aquí, y que —nunca se me olvidará esa frase—“la ciencia de la Revolución era convertir a los enemigos en amigos, y que esta era esa política”.[ii]

Dentro de todos estos factores hay que resaltar el impacto que tuvo la visita a Cuba, a finales de 1977, de la Brigada Antonio Maceo. Como colofón de la misma, los jóvenes integrantes sostuvieron un encuentro con Fidel, el 13 de enero de 1978.

Yo creo que actualmente —les expresó Fidel—, sobre todo en Estados Unidos, hay un grupo que son unos cuantos cientos de los que integran estos elementos terroristas. Es un grupo frustrado, muchos de ellos fueron preparados para actividades terroristas en Estados Unidos, se acostumbraron a vivir de eso, y son los que constituyen hoy día una minoría. Tienen influencia porque, mediante el terror, tienen influencia; siembran el miedo, no solo en ciudadanos cubanos, sino en ciudadanos norteamericanos. Ellos han puesto bombas en empresas de aviación que han hablado de viajar a Cuba, de venir a Cuba; tienen una influencia mediante el terror allí. Pienso que no tienen perspectivas de ningún tipo. Una parte de ellos trabaja con el FBI, otra parte trabaja con la CIA, porque están penetrando.

Ustedes constituyen una cosa que es la antítesis de todo eso. Creo que ustedes hacen una tarea histórica importante, y la veo como una tarea revolucionaria, no la veo de otra forma. No los estoy mirando a ustedes como un grupo de jóvenes que simplemente ha venido a Cuba, sino como jóvenes que tienen sensibilidad política, que tienen ideas políticas, y que tienen una calidad especial.

[…]

Él —se refiere a las palabras de uno de los jóvenes de la Brigada— nos ha dado una lección también a nosotros muy importante, de la cual tal vez ni siquiera estábamos conscientes, porque pensando en todo el tiempo que han estado ustedes lejos de Cuba y nosotros sin ningún contacto con ustedes, y es la idea de que el sentimiento de la patria es bueno. Realmente eso es lo que está presente aquí en todo momento. Y déjenme decirles: no les quepa la menor duda de que nosotros los consideramos a ustedes parte de nuestra familia […].

Yo creo que ha crecido el país.[iii]

Sobre el impacto de la visita de la Brigada Antonio Maceo expresaría Fidel:

No te puedo decir cómo surgió eso, yo no recuerdo. Sé que un día algunos compañeros nos plantearon la posibilidad de que viniera una brigada de hijos de emigrados. Eso era una cosa rara, digamos. Incluso, bueno, ¿se entenderá esto?, fue lo primero que nos planteamos nosotros. Algunos compañeros eran partidarios: que sí vengan. Pero, ¿lo entenderá el pueblo? ¿Cómo recibirá el pueblo esto? Porque digo que había un clima de hostilidad y de lucha (…).

Bueno, pues fue una prueba. Digamos que fue una prueba. Entonces, por dondequiera, desde el primer momento, ellos se entrevistaron con todo el mundo aquí, en todas partes. Y con muchos dirigentes también. Yo me reuní con ellos también al final. Pero yo venía observando que todas las personas, los cuadros políticos, los dirigentes, todos los que se entrevistaban con ellos, recibían una gran impresión, y se emocionaban. Eran emocionantes las reuniones. Y a los pocos días en el tiempo en que estuvieron aquí, en el trabajo, trabajaron bien, el gesto de ayudar a construir una obra social determinada, eso fue creando un ambiente siempre muy favorable a ellos, muy favorable (…).

Bueno, al final se convirtió en un acontecimiento, y una de las cosas que más ha impresionado.[iv]

Una página en la historia

La propuesta cubana de conversar sobre estos temas se trasmitió el 6 de septiembre de 1978, cuando en conferencia de prensa con periodistas vinculados con la Comunidad Cubana en Estados Unidos —casi todos de origen cubano—, Fidel Castro invitó a representativos de dicha comunidad a participar en un diálogo directo. La única condición excluyente que fijó el líder revolucionario para la selección de los participantes de la comunidad fue que no podían asistir “cabecillas de la contrarrevolución”.[v] Cualquier otra persona representativa, independientemente de su orientación ideológica, si estaba dispuesta a trabajar con seriedad por la solución de los problemas que afectaban las relaciones entre el gobierno cubano y la Comunidad Cubana en los Estados Unidos, podía participar en las conversaciones.

En el encuentro, Fidel señaló que, aunque había grupos que llevaban años trabajando en esta dirección, y obviamente debían estar representados en las conversaciones, esta tenía que ser amplia, es decir, incluir un amplio espectro de la comunidad respecto a los límites de lo negociable. Además, Fidel expresó que las cuestiones de los presos políticos y la reunificación familiar eran discutibles, excepto en cuanto a la posibilidad de liberar, antes de cumplir sus sentencias, a los presos condenados por crímenes durante la tiranía de Batista y los que mantenían vínculos con grupos terroristas activos.

Específicamente en torno a Huber Matos manifestó que no estaba excluido de las negociaciones y de la posibilidad de ser excarcelado antes de cumplir el término de su sentencia en 1979. Por otro lado, el líder de la Revolución Cubana informó a los participantes que se había decidido liberar a 48 presos y que se habían entregado las listas a Estados Unidos, donde se estaban estudiando.

A su vez, el Comandante en Jefe hizo énfasis en que solo discutiría estas cuestiones con la comunidad emigrada, porque eran asuntos que le preocupaban a ambas partes, pero no con el gobierno de Estados Unidos, al que no le incumbían. Asimismo, recalcó que la materialización del diálogo era posible sin que ello representara una concesión de principios frente al gobierno de Washington.

Las primeras pláticas entre representativos de la comunidad y el gobierno cubano[vi] se celebraron en La Habana los días 20 y 21 de noviembre de 1978 y en ellas estuvieron presentes 75 miembros de la Comunidad Cubana en Estados Unidos. Unos días después, el 8 de diciembre, se celebró el segundo momento del diálogo, y en esta ocasión la cifra de integrantes de la Comunidad llegó a 140. Entre los participantes se encontraban 30 representantes de la izquierda; 34 intelectuales de diversas profesiones y tendencias ideológicas; 19 dirigentes de organizaciones coexistencialistas; 5 religiosos de varias congregaciones; exprisioneros del gobierno de Batista sobre los que no pesaban acusaciones de crímenes durante la dictadura, expresos contrarrevolucionarios, así como algunos que habían pertenecido a organizaciones contrarrevolucionarias o participado en la invasión por Playa Girón.

Desde el inicio del encuentro Fidel resaltó que no se trataba de una política oportunista, sino que la Revolución buscaba una política constructiva donde se tomaban en cuenta los intereses de la Comunidad:

Es cierto que esta nueva política —no les oculto— puede ser de resultados positivos para nuestro país, sencillamente porque se trata de una política constructiva; pero nosotros nunca hemos seguido una política constructiva para buscar determinados beneficios u objetivos, sino que todo lo que nosotros hacemos, o creemos que hemos hecho y creemos que hacemos y creemos que haremos será teniendo por objetivo una política constructiva. Es decir, la política constructiva no es un instrumento de la Revolución, es un objetivo de la Revolución. Y siempre que hay una política constructiva en cualquier sentido, es útil para el país, y así será útil para nosotros.

Pero tampoco les oculto que en nuestra actitud han estado presentes los intereses de la Comunidad Cubana en el exterior, por paradójico que parezca después de tantos años de hostilidad, de aparente hostilidad, porque había un error tal vez incluso de ambas partes, puesto que nosotros mirábamos como un todo a esa comunidad y no lo era; y además, podía haber tenido una actitud en un momento, otra actitud en otro; nosotros nos habíamos percatado de los cambios. Además, de una manera o de otra, por distintas vías, habíamos llegado ya a tomar conciencia de los problemas de la Comunidad Cubana en el exterior, de su deseo de mantener su identidad, de su deseo de preservar sus valores morales, sus valores culturales; en fin, un esfuerzo de identidad, problemas lógicos en una comunidad de latinos dentro de Estados Unidos, cualesquiera que hayan sido los éxitos de esa comunidad. Esos problemas los tienen casi todos los latinos en Estados Unidos, y nosotros en definitiva hemos estado preocupándonos por los latinos en Estados Unidos, como principio, con más razón teníamos que hacerlo, o teníamos el deber moral de hacerlo, de preocuparnos, de tomar conciencia de las cosas que pudieran interesarle a esa comunidad.[vii]

Aunque habían tres puntos fundamentales planteados como agenda del Diálogo, las propuestas realizadas por diversos representativos de la Comunidad fueron mucho más lejos, entre ellas: posibilidad de crear un organismo estatal o alguna institución en Cuba para atender los asuntos de la Comunidad; revisión del problema del artículo 32 de la Constitución [de 1976] sobre el no reconocimiento de la doble ciudanía; derecho a la repatriación; promoción de viajes a Cuba de jóvenes de la Comunidad para el intercambio educacional, cultural, deportivo y científico; posibilidad de participar en las elecciones y otros procesos políticos importantes del país; derecho al voto, elegir y ser elegido; derecho a participar de alguna manera en las organizaciones políticas y de masas; derecho a la posesión del carné de identidad; considerar la posibilidad de una publicación dirigida a la comunidad en el exterior; viabilizar contribución de técnicos, científicos, profesionales y obreros calificados residentes en el exterior al desarrollo económico de Cuba, así como de trabajadores intelectuales y culturales residentes en el exterior, al desarrollo cultural y educacional en Cuba; campamentos de verano, escuelas, becas de estudio en Cuba para hijos de cubanos residentes en el exterior; crear algún tipo de mecanismo para institucionalizar el diálogo; entre muchas otras propuestas audaces para aquel contexto histórico. Estas iniciativas fueron recibidas con interés por el gobierno cubano.[viii]

Con gran visión, Lourdes Casal hizo una de las intervenciones más brillantes del encuentro cuando solicitó que las organizaciones presentes en el Diálogo o sus integrantes individualmente se sumaran al Comité Pro Normalización de Relaciones entre Estados Unidos y Cuba:

¿Por qué planteo esto? Porque yo creo que la solución a largo plazo de los problemas planteados por el incremento de visitas, por la cuestión de los retiros, por la cuestión de los presos, por la cuestión de las visitas familiares, por la cuestión de envíos de paquetes, por la cuestión de envíos de dinero, hasta la cuestión de envíos de cadáveres, que a nosotros alguien nos ha planteado: yo quiero que me entierren en Cuba. Bueno, lo que sea, llevado hasta lo más extremo. Y no lo digo a manera de chiste, es verdad, eso se ha planteado. Si todos estos problemas van a tener alguna solución, realmente permanente, que no requiera medidas ad hoc cada vez que haya que resolver una de ellas, va a estar pendiente de que se resuelva el problema de las rela­ciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Yo sé que el gobierno cubano no quiere negociar estas cosas con Estados Unidos. No estoy planteando eso. Me estoy dirigiendo ahora aquí a la comunidad, aprovechando la oportunidad —creo, única en la historia— de que estamos todos aquí reunidos. Yo creo que es esencial que nosotros entendamos que la solución permanente de muchos de estos problemas depende de que se encuadren dentro de ese restablecimiento de relaciones. Y a esos fines insto a que la gente se integre a ese Comité Pro Normalización, que ya existe, ya digo, individualmente o incluso colectivamente en las asociaciones que están aquí presentes.[ix]

Hubo también no pocos pronunciamientos contra el bloqueo, pero se valoró que no era táctico incorporar ese tema dentro del acta de la reunión. Al respecto expresó Fidel:

Pedir que Estados Unidos suspenda el bloqueo. Esa es también una cosa de ustedes, pero yo sé que sobre eso hay criterios variados, y habría que analizar realmente cuál es el momento más táctico para hacer una petición de esa naturaleza. Puede haber, en cierto sentido, un propósito, un deseo. Hay que analizar si tácticamente conviene en este momento, cuando hay muchas gestiones por realizar, que ustedes se manifiesten colectivamente en contra del bloqueo y parezca que nos están haciendo concesiones a nosotros. Nosotros les agradecemos infinitamente la lucha contra el bloqueo, pero ni siquiera les hemos puesto nosotros a ustedes la condición de que para que lleguemos a determinados acuerdos tienen que hacer una campaña contra el bloqueo. Ayer hablé amplio de eso, y dije que ese problema se lo podíamos pedir nosotros a Estados Unidos, pero con Estados Unidos no estamos negociando, y no queremos ponerles condiciones a ustedes de esta índole; por lo tanto, ustedes mismos deben analizar qué deben hacer y cuándo es más conveniente hacerlo con relación al bloqueo, aunque es cierto —absolutamente cierto— que la existencia del bloqueo conspira contra los objetivos en el terreno práctico, en la realidad conspira contra los objetivos que estamos persiguiendo.[x]

Como resultado de las conversaciones, ambas partes acordaron la liberación de los 3.000 sancionados a prisión por delitos contra la seguridad del Estado cubano y 600 más que habían violado las leyes de emigración, a razón de 400 por mes; también la liberación, sin excepción, de todas las mujeres sancionadas. Asimismo, la parte cubana expresó que, continuando con su política de solucionar la situación personal, social y familiar de numerosas personas que fueron arrastradas a la contrarrevolución por las distintas administraciones estadounidenses, se autorizaría la salida del país junto a sus familiares más cercanos de los sancionados por delitos contra la seguridad del Estado que ya habían cumplido sus sanciones. Por su parte, los representativos de la Comunidad Cubana en el exterior se comprometieron a realizar las gestiones necesarias con las autoridades del gobierno de Estados Unidos para conseguir las visas de entrada a ese país para los exreclusos y sus familiares, así como para los actuales reclusos y familiares que desearan hacerlo.

Otro acuerdo rubricado, dirigido a contribuir a la reunificación familiar, planteaba que Cuba autorizaría la salida permanente hacia Estados Unidos u otras naciones, por razones humanitarias justificadas, de aquellas personas que tenían un vínculo familiar directo con ciudadanos o personas de origen cubano residentes en dichos países. Además, el gobierno de Cuba señaló que, a partir del mes de enero de 1979, permitiría las visitas a la isla de cubanos residentes en el exterior, aunque podían quedar excluidos de dichas prerrogativas determinadas personas por sus antecedentes y conducta.

Al concluir el encuentro del día 21 de noviembre Fidel expresó: “Siempre he partido del criterio de que estas banderas que estamos discutiendo aquí son banderas muy buenas y son banderas invencibles. (…) No hicimos esto para escribir una página en la historia, pero tal vez sin pensar la estamos escribiendo”.[xi]

Días después, al concluir la reunión del 8 de diciembre destacaría también el líder de la Revolución:

Yo creo, sinceramente, que esto que hemos hecho y que estamos haciendo es revolucionario. Si nos hubiésemos dejado llevar por la rutina, por las cosas más fáciles, entonces no habríamos emprendido esto que estamos haciendo. Creo firmemente que no lo haríamos si no fuéramos revolucionarios. Creo que lo hacemos porque somos revolucionarios.

No se desalienten por la mala fe de alguien. No se desalienten jamás por las campañas, las intrigas, las mentiras, los insultos. Sosténganse en la convicción de que han hecho algo absolutamente correcto, lo más correcto que puede hacerse. Y estoy seguro de que ningún resentimiento, ninguna mala fe, ninguna envidia podrá arrojar ninguna mancha sobre lo que ustedes han hecho. Y estoy seguro de que tanto ustedes, como nosotros, nos sentiremos siempre satisfechos de este esfuerzo que en común hemos realizado.[xii]

A partir de entonces, la polarización de la comunidad se hizo palmaria entre aquellos quienes se aferraban al statu quo, y aquellos que, aun no siendo simpatizantes del proceso revolucionario cubano se manifestaban a favor del diálogo con el gobierno cubano. En lo que respecta a los primeros, cada vez más aislados, tanto por el sentimiento generalizado de la comunidad como por la pérdida de apoyo del gobierno norteamericano, incrementaron sus actividades realizando amenazas y atentados contra la vida de los participantes en el diálogo.

Reacciones de la extrema derecha

En esos años que comprendieron el periodo de la administración Carter, el 68% de las acciones desarrolladas por los grupos terroristas anticubanos ocurrió en Estados Unidos, constituyendo según el FBI la red terrorista más peligrosa de las que actuaban en ese momento en territorio estadounidense.[xiii]

Este sector de extrema derecha hizo todo lo posible por torpedear cualquier posibilidad de avance de una mejor relación entre Estados Unidos y Cuba, y en alguna medida fue un escollo más en el proceso de normalización de las relaciones con Cuba. Sobre todo, cuando comenzó a establecer sus conexiones con la nueva derecha neoconservadora que con estridencia avanzaba en el Congreso, los medios académicos y en los medios de difusión masiva. Además, ejerció fuertes presiones sobre las principales figuras del ejecutivo estadounidense y sobre numerosos congresistas, manifestando su desacuerdo con la posibilidad de mejorar las relaciones con la Isla. El propio presidente Carter recibió disímiles cartas de estos grupos reaccionarios donde lo urgían a adoptar una política hostil hacia la Mayor de las Antillas.

Los defensores y participantes en el Diálogo con el gobierno cubano, sufrirían todo tipo de represalias. Al respecto señala Jesús Arboleya:

El periodista cubano Manuel de Dios Unanue, asesinado más tarde, fue cesanteado de El Diario La Prensa de Nueva York; al reverendo bautista José Reyes, designado por los asistentes como presidente del Comité de los 75, lo expulsaron de su iglesia. Igual suerte corrieron en la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos (Brigada 2506) su expresidente Salvador Madruga Otero, y los miembros José Napoleón Vilaboa, Miguel González Pando, José Roblejo Lorié y Francisco González Muñiz.[xiv]

En la tarde del 28 de abril de 1979, cuando se dirigía en un auto a casa de su madre, Carlos Muñiz Varela, miembro de la Brigada Venceremos y fundador de la agencia de viajes Varadero, en San Juan, Puerto Rico, recibió varios impactos de bala. Después de 36 horas de agonía, con apenas 25 años, fallecía como consecuencia de las heridas recibidas. La organización terrorista Comando Cero se adjudicó el crimen, pero las investigaciones más recientes indican que se trató de una bien urdida conspiración terrorista con ramificaciones en Puerto Rico y varias ciudades de Estados Unidos.[xv] Todavía hoy el gobierno de Estados Unidos obstaculiza el acceso a los documentos que pudieran develar completamente los nombres y apellidos de todos los asesinos. Meses después, el 25 de noviembre de 1979 sería asesinado en Union City, Nueva Jersey, José Eulalio Negrín Santos. Lo ultimaron a balazos en un restaurante a plena luz del día y en presencia de su hijo de 12 años. La organización terrorista Omega 7 se adjudicó la responsabilidad del hecho. Cumpliendo los deseos de Negrín, sus restos fueron trasladados a Cuba en 1983 y sepultados en su terruño matancero (Tomado de La Jiribiilla).

Imagen de portada: Histórico encuentro de Fidel, en 1978, con representantes de la emigración cubana. Foto: Tomada de Cubadebate.

Notas:

[i] Investigador cubano, especialista en relaciones Cuba-Estados Unidos. Doctor en Ciencias Históricas.

[ii] Antonio Aja, Jesús Arboleya, Andrés Gómez, Magali Martín, Rafael Hernández: El Mariel treinta años después, p.83.

[iii] Conversación del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz con la Brigada Antonio Maceo, Palacio de la Revolución, Archivos del Consejo de Estado, 13 de enero de 1978.

[iv] Citado por Jesús Arboleya Cervera, Raúl Álzaga Manresa y Ricardo Fraga del Valle, ob. Cit. Pp.154-156.

[v] “Entrevista a Fidel Castro Ruz por un grupo de periodistas cubanos, residentes en el exterior, y norteamericanos, 6 de septiembre de 1948” en Diálogo del gobierno cubano y personas representativas de la comunidad cubana en el exterior, 1978, Editora Política, La Habana, 1994, pp. 12.

[vi] Por el gobierno cubano participaron el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros; Juan Almeida Bosque, vicepresidente del Consejo de Estado; Sergio del Valle, ministro del Interior; Osmany Cienfuegos, secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros; José Machado Ventura, miembro del Consejo de Estado; Jaime Crombet, diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular; Ricardo Alarcón, viceministro de Relaciones Exteriores; Aleida March, diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular y René Rodríguez, presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos.

[vii] Fragmentos de la reunión presidida por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, con la participación de un grupo de personas representativas de la Comunidad Cubana en el Exterior. Palacio de la Revolución, 20 de noviembre de 1978. Versiones Taquigráficas del Consejo de Estado.

[viii] Ibídem.

[ix] Ibídem.

[x] Fragmentos de la reunión presidida por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, con la participación de un grupo de personas representativas de la Comunidad Cubana en el Exterior Palacio de la Revolución, 21 de noviembre de 1978. Versiones Taquigráficas del Consejo de Estado.

[xi] Ibídem.

[xii] “Palabras de Fidel Castro Ruz al finalizar la segunda reunión (8 de diciembre) con un grupo de personas representativas de la comunidad cubana en el exterior, 9 de diciembre de 1879”, en Diálogo del gobierno cubano y personas representativas de la comunidad cubana en el exterior, 1978, ob. Cit., pp. 120-123.

[xiii] Jesús Arboleya: La contrarrevolución cubana, p.167.

[xiv] Jesús Arboleya Cervera, Raúl Álzaga Manresa y Ricardo Fraga del Valle, ob.cit., p.162.

[xv] Ibídem, p.167.

Cuba y su emigración (II)

Impacto a lo interno de Cuba

A lo interno de Cuba no fue sencillo que se comprendiera la política de Diálogo con la Comunidad en algunos sectores revolucionarios, pues realmente la fuerte confrontación de los primeros años de la Revolución y la alta politización del tema migratorio, habían provocado reacciones de atrincheramiento y de ruptura total con todo aquel —incluso familiar— que hubiera decidido emigrar del país. Ante esta realidad y debido a incomprensiones de algunos militantes del Partido sobre las razones de la nueva política hacia la emigración cubana, Fidel ofreció una detallada información a los cuadros y militantes del Partido reunidos en el teatro Karl Marx el 8 de febrero de 1979.

Sobre los factores que habían impulsado a la dirección de la Revolución a adoptar una nueva política hacia la emigración, expresó el Comandante en Jefe:

Ahora, el hecho real es que en un momento dado hubo una gran masa y que hay en Estados Unidos cerca de un millón de cubanos. Ellos, sus parientes, sus hijos, se han multiplicado, y hay cerca de un millón (de personas) de origen cubano en Estados Unidos. Es decir que constituyen realmente ya una comunidad.

Pero nosotros en los últimos años veníamos obteniendo información sobre el terrorismo. Se iba produciendo una desmoralización progresiva en esa comunidad. Es casi seguro que en un momento dado las organizaciones contrarrevolucionarias y los grupos terroristas, todo eso, tenían una mayoría de esa comunidad; pero a medida que la Revolución avanzaba y la Revolución se consolidaba, se iba produciendo un proceso de desmoralización, de olvido, de pérdida ya de fe, de confianza, y ninguna posibilidad de destruir la Revolución Cubana.

Pero se estaban produciendo otros tipos de procesos. Por ejemplo, el relacionado con el auge de Cuba, el prestigio internacional de Cuba, la influencia de Cuba internacionalmente, empezando por las victorias deportivas de Cuba, en que muchas veces cuando competían los cubanos, cuando estaba Stevenson, cuando estaba el otro, la inmensa mayoría empezaba a estar a favor del atleta cubano. Era el prestigio de Cuba.

¿Qué era Cuba antes de la Revolución? La que ellos conocieron cuando se fueron. Cuando el prestigio internacional de Cuba aumenta, cuando se producen éxitos internacionales tan extraordinarios como la misión internacionalista de Cuba en Angola y la misión internacionalista de Cuba en Etiopía, ya mucha gente empezó a mirar a Cuba con otros ojos y con otra actitud, y entre los que, desde luego, querían la derrota de Cuba, y los que por razones de espíritu nacional no querían la derrota de Cuba. De modo que el cuadro fue cambiando.

En un momento dado Cuba logra arrancarle a Estados Unidos ciertas concesiones. Después que pasaron los gobiernos de Nixon, de Ford, etc., con el nuevo gobierno, y mediante un trabajo realizado por la Revolución, paciente, cuidadoso, de relaciones, de conversaciones, de visitas de muchas personalidades norteamericanas a Cuba, en el cambio de la situación, logramos algunos cambios en la política de Estados Unidos. Por ejemplo, cesó el gobierno de Estados Unidos de apoyar, con la nueva administración, las actividades subversivas y terroristas contra Cuba. Ese era un cambio, pero muy importante, que se produjo con esta administración. Y es que cesó el apoyo de Estados Unidos a las actividades contrarrevolucionarias, a las actividades subversivas y a las actividades terroristas contra Cuba.

Hubo algunos otros pasos. Cesaron los vuelos de los aviones U-2, llamados “los aviones espías”, que fue interrumpido con el vuelo este que hicieron a raíz de los MIG-23.

Se llegó a un cierto acuerdo pesquero, aunque no ha tenido virtualidad en la práctica. De hecho, nosotros no hemos podido pescar en esas aguas en que pescábamos históricamente.

Y una concesión que hicieron, no digamos a nosotros, a los ciudadanos norteamericanos: autorizaron a los ciudadanos norteamericanos o a los residentes en Estados Unidos a visitar a Cuba.

Es decir, se crean condiciones absolutamente nuevas. El prestigio de Cuba en un auge máximo, la desmoralización de todas las organizaciones contrarrevolucionarias, la derrota total de las organizaciones contrarrevolucionarias. No quedaban más que unos cientos de tipos terroristas, en organizaciones terroristas, unos cuantos cientos. Un cambio en la política de Estados Unidos: cese de apoyo a la subversión y a la contrarrevolución; autorización para visitar a Cuba. Se crearon condiciones en las que realmente se podía elaborar una nueva política.

Hay otros problemas reales. En Estados Unidos hay chicanos, ¡diez millones de chicanos! En Estados Unidos hay millones de puertorriqueños. Estados Unidos tiene el problema de su población negra, de 20 a 30 millones de negros discriminados. Tiene el problema de los indios, tiene el problema de los latinoamericanos allí discriminados. Y muchos de los cubanos que viven en Estados Unidos empiezan a sentir el peso, el conflicto, el choque con esa sociedad brutal, con ese monstruo de que habló Martí, y con el desprecio, la discriminación, el intento de absorber, de suprimir la cultura, el idioma, todos esos factores espirituales, sobre todo la cultura, la lengua, las costumbres de una gente que nació en un país y se ha trasladado a otro país. Empiezan a sentir todo eso, son factores nuevos. De manera que ya la Comunidad Cubana, aunque es cierto que tiene más recursos económicos que otras comunidades latinas y que la comunidad puertorriqueña, también empieza a reaccionar frente a todo eso.

Ahora, toda la política que nosotros seguíamos hasta aquí —y que no había otra en las condiciones aquellas— contribuía a lo contrario de estos objetivos. A darles una base a los grupos terroristas, a darles una base a los grupos contrarrevolucionarios, a hacerle un favor al imperialismo, puesto que aquella gente se veía en esas condiciones, sin que nosotros realmente hiciéramos nada constructivo, nada positivo ni nada revolucionario, en las nuevas condiciones.

Esa comunidad es numerosa, está metida por todas partes, en universidades, en oficinas, en empresas. Están metidos por todos los Estados Unidos. De modo que los que más preocupados andan ahora con esta política de Cuba… Bueno, voy a decir la verdad: en primer lugar, los yanquis son los que están más preocupados; y en segundo lugar, los extremistas de allá… No voy a decir los extremistas de aquí, para no confundir los confundidos con los extremistas (…).[1]

Más avanzada su intervención enfatizó en el hecho de que el verdadero enemigo eran el imperialismo, las organizaciones contrarrevolucionarias y terroristas, no la gran masa de la emigración cubana, con la cual había que trabajar y lograr su apoyo:

¿A quién nos interesa a nosotros combatir? ¿A la emigración de los cubanos? ¿A esa emigración? ¿Ese es el enemigo digno de nosotros? ¿Quién es nuestro enemigo? Nuestro enemigo es el sistema imperialista, el sistema capitalista. Nuestros enemigos son los contrarrevolucionarios, las organizaciones contrarrevolucionarias; nuestros enemigos son los terroristas, en primer lugar. Esos son los enemigos a los que nosotros tenemos que combatir, y a los enemigos que nosotros tenemos que derrotar.

(…)

Es indiscutible que los vínculos que unen a esa gente a nuestro país son fundamentalmente vínculos nacionalistas, de tipo nacional. A esa masa, que, desde luego, no toda es una masa burguesa; una gran parte tiene que trabajar y tiene que trabajar duro allí, en fábricas, en talleres, una gran parte. Pero digamos que el vínculo de esa comunidad, de la gran masa de esa comunidad con el país, es un vínculo de tipo nacional. Y yo diría que empezaríamos a emplear ese espíritu nacional, en este caso, con un sentido positivo y un sentido revolucionario, y que nosotros un día, Cuba, el país, va a contar con el apoyo —¡fíjense bien!— de la mayoría de esa emigración. O de lo contrario no somos lo que somos, nuestro país no es lo que es, y nuestra Revolución no vale lo que vale. Porque, realmente, yo tengo una confianza muy grande en lo que es nuestro país y una confianza muy grande y una convicción muy profunda de lo que es nuestra Revolución.

Asimismo, Fidel respondió con firmeza a quienes pensaban y sostenían que, con la nueva política hacia la emigración, la Revolución había hecho concesiones inaceptables. Sus argumentos constituyeron una clase magistral de lo que es el arte de hacer política, sin renunciar a los más sagrados principios:

Hay veces que hay políticas difíciles, la de paz no es fácil; una política de guerra siempre suscita más emociones, la guerra, lo heroico, la invocación al combate, a la muerte, siempre suscita entusiasmo, sobre todo en los temperamentos ardientes y apasionados; muchas veces una política de paz es más difícil de elaborar, de entender; política de negociaciones; la política de coexistencia pacífica. Si lo que deseamos con toda nuestra alma es que desaparezca el capitalismo y el imperialismo, y tenemos sin embargo que hacer política de coexistencia pacífica, porque es la única política que se puede hacer, negociar con el capitalista, reunirse con el capitalista, llegar a acuerdos con el capitalista, esa política es más difícil; sin embargo, el socialismo la tiene que hacer y la tiene que defender.

Ahora, la Revolución en este caso —y es lo curioso— no está haciendo absolutamente ninguna concesión, pero de ningún tipo, ni la más mínima, todo lo contrario: la Revolución en este caso está llevando una política, su política que tiene preocupado al enemigo, una política contra el imperialismo, así, contra el imperialismo, y a largo plazo, y cuando cumple 20 años, y cuando ha salido victoriosa, y cuando se ha consolidado y cuando todos la reconocen como tal; […] lleva una política, que es lo más importante, una política internacional, recibida con aplausos unánimes —lo digo—, quiero que se sepa que es recibida con aplausos unánimes por todos los amigos de Cuba, por todas las fuerzas progresistas, incluso por la opinión internacional; que han llegado a calificar la política que estamos siguiendo de una política sabia, genial, etc., etc., lo han llegado a decir los propios enemigos.

(…)

La Revolución no se vende ni por un plato de lentejas, realmente, ni por un puñado de dólares, porque la Revolución Cubana no puede ser comprada con todo el oro del mundo, todo el oro del mundo junto no puede comprar a la Revolución.

(…)

Y sobre la política de ganar adversarios; sobre la política de ganar adversarios la Revolución tiene una larga experiencia. ¿Cómo hicimos nosotros la guerra, fusilando soldados? No. Liberando prisioneros.

(…)

¿Qué sería de la Revolución si no hubiese ganado para su causa a los adversarios, cuando nosotros éramos unos pocos, y todo era este partido y el otro y el otro, de todas clases, y no teníamos nada, éramos un puñado? Se puede decir que todos eran adversarios nuestros.

De modo que hay una larga tradición de la Revolución en la lucha por captar a los adversarios. Sí, captarlos, captarlos para que de una forma o de otra sirvan a la Revolución. Es toda una tradición. No nos hemos transformado en otra cosa, no nos hemos convertido en unos miserables reformistas, no nos hemos convertido en unos viejos revolucionarios, cansados, como bueyes viejos ya que no quieren saber nada de Revolución. ¡No! Yo creo que nosotros somos iguales, igualitos. Y yo creo, sinceramente, honestamente, modestamente, ¡creo que todos nosotros somos más revolucionarios! Más puramente, más profundamente. Esa es la realidad. Yo creo que el que tiene el temperamento y la vida de revolucionario, la tiene hasta la tumba. Y la historia de la Revolución y la historia de estos 20 años… Y nadie sabe eso mejor que los imperialistas, ellos sí lo saben bien.

Casi al final de su intervención, el líder de la Revolución Cubana se refirió al posible temor que podía generarse ante un mayor intercambio y contacto con la Comunidad cubana en el exterior:

Desde luego, no cesa la batalla ideológica ni mucho menos, es más fuerte. Tiene lugar la batalla ideológica, ¡tiene lugar! No podemos hablar de batalla ideológica sin el contacto, sin el argumento, sin la defensa. ¿Quién es más fuerte moralmente, políticamente, ideológicamente? Pero si ese es nuestro orgullo. ¿Es que acaso podemos cambiar nuestra historia, podemos abochornarnos de nuestros méritos y de nuestro esfuerzo por la Revolución, de nuestro orgullo de ser revolucionarios?

Claro está, no podemos vivir en la asepsia pura. Asepsia es creo que estado puro, libre de bacterias, microbios, etcétera. Es el estado de esa pinza que usan para una operación: ¡pureza total! No concibo al revolucionario en estado de asepsia pura, ¡no lo concibo! Porque así se puede ser revolucionario, el hombre es puro porque no tiene ni la menor tentación, ni el menor riesgo, ni el menor contacto. Como si un revolucionario de verdad pudiera ser sobornado, corrompido con algo; como si un revolucionario verdadero pudiera temer el contacto ideológico, la confrontación y el contacto […] y creyéramos que nos vamos a enfangar todos por eso. Quizás brillemos más, quizás podamos decir más legítimamente que somos puros.

Nación y emigración

Lamentablemente la hostilidad contra Cuba sostenida por la administración de Ronald Reagan y su continuador George Bush (padre) —ambos gobiernos dieron absoluto apoyo a los sectores más reaccionarios de la Comunidad Cubana, incluyendo a los terroristas— obstaculizaron en ese momento la posibilidad de continuar avanzando en el camino emprendido hacia la normalización de los vínculos entre la nación cubana y su emigración. No obstante, en 1989 se puso en marcha un programa de “turismo de salud”, mediante el cual los emigrados podían recibir tratamiento médico en Cuba si se costeaban los gastos; y a partir de los años noventa, se lograría retomar con mayor fuerza la ruta trazada por el Diálogo del 78. En 1992 se eliminó la barrera que prohibía la entrada al país a los emigrados después de 1978, una medida concebida para los “marielitos” pero luego extendida a otros. Varias convocatorias a la continuidad del proceso de diálogo pudieron materializarse a través de las conferencias La Nación y la Emigración.

La primera de ellas tendría lugar en el Palacio de las Convenciones los días 22, 23 y 24 de abril de 1994, con la presencia de más de 200 cubanos residentes en 77 países.

Como resultado de esta reunión el gobierno cubano aprobó y puso en práctica las siguientes medidas:

—Creación de la Dirección de Atención a los Cubanos Residentes en el exterior adscrita el Ministerio de Relaciones Exteriores. Luego tomaría el nombre de Dirección de Asuntos Consulares y de Cubanos Residentes en el Exterior (DACCRE).

—Se elimina el requisito de esperar 5 años para poder visitar la Isla a cubanos que habían emigrado legalmente.

—Autorización a jóvenes cubanos que residen en el exterior a cursar estudios de posgrado en Cuba.

—Publicación de la revista Correo de Cuba dirigida a los cubanos residentes en el exterior.

—Se elimina la obligatoriedad de hospedarse en hoteles a los emigrados que visitaban familiares en Cuba.

Con posterioridad y en el propio año 1994, el gobierno cubano adopta otras medidas de flexibilización de su política migratoria:

—Disminución hasta 18 años la edad mínima para realizar viajes temporales al exterior por razones personales.

—Ampliación de 6 a 11 meses el tiempo de estancia para visitas temporales al exterior.

—Flexibilización de las causales para la repatriación o regreso definitivo al país a personas mayores de 60 años, así como menores de 16 años desvalidos o sin amparo filial.

—Eliminación del Permiso de Entrada para los poseedores de Permiso de Residencia en el Exterior (PRE). Esa categoría había sido establecida en 1984 para los cubanos que contraían matrimonio con ciudadanos extranjeros y fijaban residencia temporalmente en el país del cónyuge.

—Se adoptaron disposiciones también que ampliaban las causales por las cuales se permitía la residencia temporal en el exterior a los cubanos, tanto por razones personales como de trabajo.

En noviembre de 1995 se celebraría una Segunda Conferencia, con la presencia de 332 invitados de 34 países. En ese contexto se introdujo por las autoridades cubanas la llamada Vigencia de Viaje, la cual constituía un permiso de entrada múltiple que permitía a sus portadores entrar y salir del país sin necesidad de pedir un nuevo permiso en un año. Además, se autorizó la posibilidad de que jóvenes residentes en el exterior pudieran realizar estudios universitarios compensados en Cuba.

En ese propio año la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó la Ley de Inversiones Extranjeras, en la que se incluyó la posibilidad de que los cubanos residentes en el exterior invirtieran en Cuba, aunque en la práctica no fueron muchos los beneficiados con esta medida. Los residentes en Estados Unidos encontraron los más grandes obstáculos en ese país debido al entramado de leyes que conforman el bloqueo y que prohíben invertir en la Isla.

Asimismo, se adoptaron criterios más flexibles para intelectuales y artistas que cumplían contratos en el extranjero e incluso, se estableció una moratoria de cinco años para la entrada de aquellos cubanos que habían abandonado misiones oficiales y a los cuales, hasta entonces, no se les permitía regresar a Cuba.

En el mes de mayo de 2004 tendría lugar la Tercera Conferencia con la asistencia de 521 delegados de origen cubano, residentes en 49 países. En el cónclave se anunciaron varias medidas como: la entrada en vigor —había sido anunciada desde septiembre de 2003— de la eliminación del llamado Permiso de Entrada para ingresar al país, lo que permitiría a los emigrados cubanos ingresar a la Isla a partir del 1ro. de septiembre de 2004 con un pasaporte habilitado cuantas veces lo desearan, sin necesidad de ningún otro trámite, y permanecer en el mismo 30 días, prorrogables a otros 30; la creación de una nueva oficina, adscrita al MINREX, para atender a los cubanos residentes en el exterior, con funciones y atribuciones más amplias que las que tenía en ese momento la Dirección de Asuntos Consulares y de Cubanos Residentes en el Exterior; la decisión de otorgar becas universitarias para hijos de emigrantes cubanos; la creación de un programa de cursos de verano de idioma español, historia y cultura cubanas, especialmente diseñado para descendientes de cubanos residentes en el exterior y la adopción de nuevas medidas para hacer más expedito y seguro los procedimientos aduanales a los residentes cubanos en el exterior en el momento de entrar al país, incluyendo el sistema de valoración por peso del equipaje.

En el marco de esta conferencia tuvo lugar también el Acto de Restitución de la Ciudadanía Cubana a siete exintegrantes de la Brigada Invasora de Playa Girón, quienes posteriormente habían mantenido durante años una conducta dirigida a la defensa de la soberanía de Cuba y su integridad territorial y a favor de la normalización de las relaciones entre la nación y la emigración, así como de apego a su nacionalidad de origen.[2]

Etapa de consolidación (2012-2024)

Entre el 2012 y la actualidad se desarrolla la etapa de maduración y consolidación de un proceso cuya semilla está en el Diálogo de 1978. En este período el gobierno cubano adopta una serie de medidas que contribuyen a generar el mejor contexto de las relaciones de Cuba con sus connacionales en el exterior.

El 16 de octubre de 2012 fue emitido el Decreto-Ley No. 302, el cual modificó sustancialmente la Ley de Migración de 1976. “Las nuevas medidas migratorias anunciadas por decisión soberana del Estado cubano —explicaba la nota oficial del periódico Granma—, no constituyen un hecho aislado, sino que se inscriben dentro del proceso irreversible de normalización de las relaciones de la emigración con su Patria”.[3] Entre otros aspectos importantes la norma jurídica planteaba:

—Los cubanos pueden salir del país y permanecer por 24 meses en el extranjero sin perder su condición de residente en la Mayor de las Antillas. También pueden renovar su estancia en el exterior mediante el trámite correspondiente en los consulados cubanos y el pago de una tarifa mensual. Los que viajan bajo esta condición conservan todos sus derechos y propiedades en Cuba, incluido el puesto de trabajo durante el tiempo que estipula la ley o la pensión si fuese jubilado.

—Los titulares de pasaporte corriente no requieren permiso de salida del país ni carta de invitación por parte de las autoridades cubanas.

—Un grupo minoritario de personas quedó sujeto a regulaciones especiales para su salida del país, lo cual no implica una prohibición, sino que deben recibir la autorización correspondiente.

—Se aumentaron las causales de repatriación a las personas que salieron con menos de 16 años y los que hayan mantenido una posición consecuente de lucha contra el bloqueo y otras acciones a favor de la Patria. También se incluyen casos por razones humanitarias.

—Se extendió de 60 a 90 días el tiempo de permanencia temporal de los emigrados cubanos que visiten el país.

—Se permite la entrada al país para aquellos que salieron ilegalmente después de 1994, si llevan más de ocho años fuera, incluidos médicos y atletas que abandonaron sus misiones y equipos.

—Se derogó la Ley 989 que establecía el decomiso de los bienes de los que emigraban de manera definitiva, favoreciendo la fórmula ya establecida de permitir los traspasos de titularidad mediante venta-cesión.

Como destaca Jesús Arboleya:

(…) se trata de un cambio trascendental respecto a lo establecido en el pasado. En primer lugar, porque elimina el concepto de “emigración definitiva” para definir este estatus, lo que abre la posibilidad de su modificación al menos hipotéticamente y, en segundo lugar, porque a partir de ahora nadie abandona el país en calidad de “emigrado definitivo”, como ocurría anteriormente, sino que este estatus solo puede asumirse por decisión propia, cuando una persona decida no cumplir con las reglamentaciones establecidas.[4]

De esta manera la política migratoria cubana se acerca más a la llamada “emigración circular o de retorno”, la cual puede llegar a convertirse en un espaldarazo para el desarrollo económico, científico y cultural del país.

Posteriormente, cumpliendo con lo planteado en el anuncio de la nueva política migratoria y como parte de su actualización, el gobierno de Cuba anunció que, a partir del 26 de abril de 2016, los cubanos, con independencia de su condición migratoria, podrían enrolarse como pasajeros y tripulantes en buques mercantes y cruceros para entrar y salir del territorio nacional.

Asimismo, el 28 de octubre de 2017, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parilla, en el IV Encuentros de Cubanos Residentes en Estados Unidos celebrado en Washington, dio a conocer nuevas disposiciones:

—Eliminación del requisito de habilitación del pasaporte para los emigrados que viajen a Cuba.

—Autorización de la entrada y salida a la mayor de las Antillas de ciudadanos cubanos residentes en el extranjero en embarcaciones de recreo, a través de las marinas turísticas internacionales Hemingway, en La Habana, y Gaviota Varadero, lo que se ampliará a otros puertos cuando estén creadas las condiciones.

—Permiso de entrada a Cuba de ciudadanos cubanos que salieron ilegalmente del país, con la excepción de aquellos que lo hicieron a través del territorio ocupado ilegalmente por Estados Unidos en Guantánamo.

—Eliminación del requisito de avecindamiento para que los hijos de cubanos residentes en otros países y que hayan nacido en el extranjero, puedan obtener la ciudadanía cubana y su documento de identidad.

Como parte de la amplia consulta realizada para la redacción de la Nueva Carta Magna aprobada finalmente en referendo popular el 24 de febrero de 2019, los residentes cubanos en el exterior tuvieron la posibilidad de ofrecer sus opiniones a través de una plataforma web habilitada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba desde 130 países. Un hecho considerado inédito en la historia de la Revolución Cubana. Proceso que se repitió con la discusión del Código de las Familias.

Bajo el impacto de la pandemia de la COVID-19 en Cuba y el mundo, el gobierno cubano anunció en el 2020 la prórroga de la estancia ininterrumpida en el exterior, más allá de los 24 meses, automática y sin costo para los connacionales que se encontraban en el extranjero. Esa moratoria se fue extendiendo en el tiempo, desapareciendo en la práctica la categoría de emigrado definitivo para todos los que salieran del país, realidad que quedó recientemente recogida en la nueva Ley de Migración aprobada por el Parlamento Cubano, al confirmar jurídicamente la desaparición del plazo de los 24 meses de estancia en el exterior.

En medio de un contexto de reforzamiento inusitado del bloqueo contra Cuba y de los efectos más adversos de la pandemia, también el gobierno cubano adoptó, en mayo de 2023, para entrar en vigor el 1ro de julio del propio año, tres medidas de carácter migratorio-consular dirigidas a beneficiar a los cubanos residentes en Cuba y en el exterior, así como la relación familiar entre estos. Las medidas fueron las siguientes:

Extender la validez del pasaporte corriente de 6 a 10 años, para los ciudadanos cubanos con 16 o más años de edad, y fijarla en 5 años para los menores; eliminar el requisito de prorrogar cada dos años, y disminuir el costo de los trámites asociados a los pasaportes en los consulados.

Equiparar el tiempo de estancia en Cuba de los cubanos residentes en el exterior y sus familiares extranjeros (cónyuges e hijos), durante su estancia en el país.

Establecer, para las personas que emigraron antes del 1ro de enero de 1971, el requisito de presentar su pasaporte cubano para ingresar a Cuba; conforme a lo establecido en la Constitución de la República, aprobada en 2019 en referéndum popular.

La IV conferencia “La Nación y la Emigración” tuvo lugar en La Habana los días 18 y 19 de noviembre de 2023, con la participación de 371 ciudadanos cubanos residentes en 57 países, en un momento cumbre de las relaciones entre Cuba y sus nacionales en el exterior. El evento marcó la diferencia en tanto su atención principal no estuvo en el posible anuncio de nuevas medidas, pues la mayor parte de las más reclamadas ya habían sido tomadas con anterioridad. Alrededor de un 45% de los participantes tenían residencia en Cuba y también en el exterior, una diferencia sustantiva con la condición migratoria de los participantes en las conferencias anteriores. Además de la amplia información sobre la realidad del país, el evento se concentró en realizar un balance de los pasos dados y las proyecciones hacia el futuro, sobre todo, en cómo avanzar de forma más sostenida y segura hacia un contexto que facilite la contribución de los cubanos en el exterior al desarrollo del país.

En sus palabras de clausura del evento, el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, expresó:

Me atrevería a asegurar, sin temor a equivocarme, que todos los presentes en la sala compartimos la apreciación de que los vínculos entre Cuba y sus nacionales en el exterior están hoy en uno de los mejores momentos. El árbol plantado hace 45 años es fuerte, vigoroso y protector como una ceiba.

En los últimos años prácticamente todas las delegaciones de primer nivel que viajan al exterior, en especial el presidente de la República, sostienen encuentros con los cubanos residentes en los países visitados, lo que demuestra la voluntad política de la máxima dirección del país de continuar avanzando, de manera irreversible, fortaleciendo los vínculos con sus connacionales en el exterior. En la actualidad existen 138 asociaciones de cubanos en 57 países, que de diferentes maneras expresan y realizan acciones de solidaridad. La mayor parte de los cubanos en el exterior mantienen un vínculo estable y fluido con el país.

Como parte de la evolución de todo este proceso es que se inserta la nueva Ley de Migración, que nos coloca en un peldaño superior en las relaciones con los cubanos residentes en el exterior. Perfectible como cualquier obra humana, pero lo cierto es que tiene mucho mérito lo alcanzado, la valentía política y el enfoque proactivo que ha caracterizado nuestra política migratoria, en tanto nadie puede desconocer que el tema migratorio sigue siendo uno de los instrumentos predilectos de nuestros enemigos en su constante hostilidad contra la Revolución. Tampoco que el núcleo principal de los cubanos residentes en el exterior, se ha concentrado históricamente en el país —no cualquier país, sino el más poderoso de la faz de la tierra— que constituye la principal amenaza a la seguridad nacional del nuestro suelo patrio. Ha sido en medio de esa trinchera que se han construido esos puentes, que constituyen un acto de justicia y un problema nacional, más allá de la confrontación con Estados Unidos, y se han hecho con paciencia, sabiduría y determinación.

La nueva normativa responde a un mandato constitucional. No puede abarcar todos los asuntos relacionados con los cubanos en el exterior, pues su ámbito es estrictamente el migratorio, no obstante, en su articulado se refuerzan derechos, deberes y garantías consagrados en la norma suprema, además de los que se desprenden del artículo 52 de la Constitución, que estable que las personas tienen libertad de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio nacional, cambiar de domicilio y residencia, sin más limitaciones que las establecidas por la ley.

En la misma quedó refrendado también el artículo 58 de la Constitución, sobre el derecho de las personas al uso, disfrute y libre disposición de los bienes de su propiedad. Es decir, como se enfatizó en todo el proceso de consulta y debate del proyecto de ley, el hecho de salir del país no significa pérdida de propiedad.

Hay que destacar el amplio proceso de consulta y discusión que precedió la aprobación de la ley, desde la consulta a expertos e instituciones, la publicación en la página web de la Asamblea Nacional, sesiones de trabajo con los diputados los días 25 y 3 de julio, presentación y discusión en reunión del Consejo de Estado, entre otros espacios, que propiciaron modificaciones al texto y su enriquecimiento con el saber colectivo.

Esta norma, junto a la Ley de Ciudadanía y la Ley de Extranjería —imprescindibles para actualizar las anteriores existentes ya superadas por el tiempo y para el desarrollo de preceptos constitucionales—, colocan al país en una mejor situación desde el punto de visto jurídico para el abordaje del tema migratorio y el vínculo de la nación con sus connacionales en el exterior. No es para nada despreciable el hecho de que la Ley de Migración, al refrendar la desaparición de los 24 meses como límite de estancia en el exterior, estimule la desaparición paulatina de la condición migratoria de “emigrado” y, al propio tiempo, establece la posibilidad de que los que actualmente poseen esta condición puedan solicitar el cambio a la categoría de “residentes en el exterior”, otro salto importante hacia la circularidad en el proceso migratorio cubano y las garantías a los derechos de todos los cubanos, dentro y fuera de la Isla. Una ley que contribuye a la unidad en la diversidad del pueblo cubano, a la defensa de su identidad y desarrollo.

En el debate del proyecto de Ley de Ciudadanía, el poeta y etnólogo Miguel Barnet expresó unas palabras que también podían haberse producido en el contexto de la Ley Migratoria:

Vivamos el tiempo de los afectos y el diálogo permanente. Apoyemos esta ley que nos une en un sólido abrazo planetario. Cubano es aquel que ame su tierra, que no la mancille, que le dignifique con sus abrazos cálidos o nostálgicos, esté donde esté, viva donde viva. Cubano es el que lleva tatuado en su corazón la estrella solitaria.

Ese será el que asuma los deberes y respete las garantías de la Constitución de la República. El que disfruta a plenitud la condición ciudadana que ampara esta ley y nos hace mejores, más justos y más contemporáneos.

¡Que viva la hermandad entre todos los cubanos!

Todo lo antes señalado demuestra que el esfuerzo realizado, los riesgos corridos y la sangre derramada, como la de Muñiz y Negrín, y de otros que como Lourdes Casals consagraron su vida por una relación orgánica, natural y virtuosa entre la nación y todos sus hijos, dentro y fuera del país, no fueron en vano. La patria sigue creciendo.

Notas:

[1] Discurso del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, Reunión de Información a cuadros y militantes del Partido, Teatro Karl Marx, 8 de febrero de 1979. Versiones Taquigráficas del Consejo de Estado.

[2] Le fue restituida la condición de ciudadanos cubanos a: Luis Norberto Tornés García, Alfredo Joaquín González Durán, Mario Lonel Cabello González Ramos, Antonio Rafael Zamora Munné, José Luis Hernández Vázquez, Luis Alberto Bandrich Lara y Roberto Lázaro Melquíades Carballo Díaz.

[3] Citado por Jesús Arboleya en: Cuba y los cubanoamericanos. El fenómeno migratorio cubano, p.259.

[4] Ibídem, pp.261-262.

(Tomado de La Jiribilla)

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