Prensa Latina.- Las venezolanas luchan hoy por ocupar su espacio en la sociedad después de siglos bajo el sistema patriarcal, pero para hacerlo, deben impulsar una revolución dentro de la Revolución iniciada por el presidente Hugo Chávez.

María León, presidenta del Instituto Nacional de la Mujer (Inamujer), refiere que el trabajo es difícil, pese a la voluntad del gobierno de humanizar la vida de las féminas y equipararlas a los hombres tanto fuera como dentro de la casa.


En entrevista con Prensa Latina, León manifestó que en ocasiones resulta más fácil revolucionar a un país que cambiar el pensamiento de las personas, máxime cuando las fuerzas con las cuales cuentan también tienen arraigados conceptos machistas y conformistas.

Aunque el movimiento feminista tuvo sus inicios en el país en la década de 1960 -señala León-, millones de venezolanas aceptan como normal la cultura que les impone la supremacía del varón y las relega a un segundo lugar.

La conformación de Inamujer bajo el gobierno del presidente Chávez -precisa- significó un gran paso hacia la emancipación femenina, máxime cuando encontró respaldo en un acápite referente a la igualdad de género, incluido en la constitución de 1999.

-En este contexto, ¿cómo puede Inamujer ayudar a cambiar entonces la mentalidad de los venezolanos?

Esta es una labor titánica, pues un cambio cultural requiere de la participación de todos los entes del Estado, aún en los dirigidos por mujeres, porque muchas de ellas alcanzan altos cargos sin tener conciencia de lo que ha sido la lucha feminista.

Piensan que llegaron a su puesto por su capacidad, inteligencia y esfuerzo, y en parte es verdad, pero a principios del siglo XX podían tener todos esos atributos y no llegaban a ningún lugar en la vida política, administrativa o económica de una nación.

Entonces, debemos trabajar para la conciencia de género, desde las altas esferas hasta las clases populares, tanto hombres como mujeres, porque son ellas las transmisoras de los valores machistas, dado que se les deja la formación de los hijos.

Fíjate qué difícil es toda esa transformación, no creo sea una tarea rápida, sino requiere de mucho tiempo o, por lo menos, un período prudencial para establecer en lo profundo de la sociedad estos cambios culturales.

Para ello necesitamos una estructura que nos permita actuar desde el nivel central, y desarrollar nuestra lucha en el municipio y hasta en la parroquia, pero en la actualidad sólo tenemos representatividad en 12 de 24 estados y 60 de 335 municipios.

-En términos concretos, ¿cómo se ven los beneficios del trabajo de Inamujer?

La manifestación más evidente se da en la presencia de las mujeres en altas esferas de gobierno. En nuestro país existen cinco poderes constituidos, y cuatro de ellos están de dirigidos por féminas, tanto el judicial, como el electoral, ciudadano y legislativo.

Además, y es esto lo que consideramos más importante por su impacto en el trabajo social, representamos el 90 por ciento de las fuerzas integradas a los consejos comunales y el 70 por ciento en las misiones educativas.

Todavía debemos bregar con múltiples trabas, los vicios heredados del pasado, como por ejemplo, que un número considerable de hombres venezolanos abandonaban a sus hijos y los dejaban en manos de las mujeres sin volver a saber de ellos.

La violencia de género, en todas sus manifestaciones, es otro problema, pero con el papel preponderante de la mujer en la revolución bolivariana podremos erradicarla, sino completa, por lo menos en parte.

Claro, será una lucha difícil pero queríamos superar el analfabetismo y lo hicimos, nos propusimos reducir los índices de pobreza y pobreza extrema, y los indicadores demuestran que los logramos.

-Usted comentó sobre las madres solteras. ¿Cuál es la postura de Inamujer y de la mujer venezolana con respecto al aborto? ¿Existen diferencias entre una posición y otra?

Sobre ese tema existe división de criterios, este es un país muy cristiano y como tal sigue las indicaciones de la Iglesia, que desde tiempos bíblicos satanizó a la mujer, la acusó de cometer el primer pecado y de desencadenar con ello los males de este mundo.

La jerarquía eclesiástica venezolana declaró recientemente que quienes defiendan la interrupción del embarazo son genocidas; entonces imagínate, con una expresión semejante cualquier religiosa se aterra y piensa cómo podría quemarse en el infierno de hacer algo así.

En lo personal, primero, pienso que es un derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, y segundo, así lo recoge la constitución de 1999 cuando otorga a la pareja el derecho a elegir el número de hijos.

Si tienes derecho de decisión, pues es completo, máxime cuando ese acápite plantea que el Estado debe brindar condiciones seguras para la planificación familiar, o sea, poner a disposición de las mujeres pastillas, dispositivos intrauterinos o la esterilización.

La Carta Magna otorga facultad a la mujer para apelar al aborto, y al hacerlo, las leyes que entren en contradicción con ello quedan derogadas, pero por otro lado el Código Penal sanciona esa práctica.

Sin embargo, eso sólo solucionaría algunos problemas de las mujeres, lo ideal sería una norma de salud sexual y reproductiva, para instruir a los jóvenes en las escuelas con todo lo relativo a la prevención.

Es decir, que las adolescentes reciban información y así, cuando decidan tener relaciones sexuales, estén preparadas para hacerlo y no perjudiquen su salud, su desarrollo y el de sus futuras criaturas.

También tenemos el aspecto social del fenómeno, pues las madres jóvenes deben abandonar sus estudios o trabajo, sin tener un sostén económico y entonces aumenta el número de amas de casas dependientes del esposo.

Una investigación de la socióloga Alicia Castillo demuestra cómo el embarazo adolescente contribuye a que la mujer se mantenga en los círculos de pobreza, sin estudio, trabajo y muchas veces sin pareja, porque estas se desentienden de los hijos.

Esto no debería suceder, pero para lograrlo debemos trabajar como sociedad con los padres e hijos, por eso queremos desarrollar con la misión de salud Barrio Adentro, un programa de atención a madres adolescentes y de educación sexual.

-¿En cuanto a la violencia de género, que iniciativas implementa el instituto?

Primero, conquistamos una ley que establece el derecho de la mujer a una vida libre de violencia, la cual promulga 19 tipos de agresiones, desde la intrafamiliar hasta la institucional, desde la física hasta la psicológica.

Sin embrago, de todas éstas la mas traumática es la intrafamiliar, porque involucra a las demás personas que viven en el hogar y puede terminar en muerte, incluso, a veces el hombre se suicida después de asesinar a la mujer y los hijos.

Ese es uno de los males más terribles que enfrentamos y por eso dedicamos un tercio del presupuesto de Inamujer a la prevención de la violencia, en la defensoría y protección de las víctimas mediante casas de abrigo.

Dichos centros reciben a mujeres amenazadas de muerte, las albergan y protegen durante tres meses y al final las ayudan a reinsertarse en la sociedad. Unas veces vuelven con sus agresores, pero en la mayoría de las ocasiones deciden hacer una nueva vida y es nuestra tarea apoyarlas.

Por otra parte, la prevención se hace a través de campañas, charlas, talleres promovidos de manera interinstitucional para permear en las estructuras sociales y generen conciencia de que se pueden resolver los problemas con la palabra y no con el golpe.

León refiere que las políticas hacia la mujer deberían estar unidas en un solo ministerio, sin embargo, esa no es la visión a nivel de gobierno, y se desarrollan iniciativas aisladas susceptibles de perder efectividad.

Sin embargo, existen otros desaciertos sobre los que sí podemos trabajar -comenta- como aumentar la presencia de jóvenes en nuestras filas, garantizar el relevo generacional y facilitar la formación de una sociedad más crítica y, por ende, más justa.

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