Una de las características de este proceso, que me ha llamado la atención, es la participación de jóvenes dispuestas a asumir responsabilidades en la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y a defender las conquistas de la Revolución.
Y no podía ser de otra manera, pues la mujer cubana se ha dignificado después del triunfo de la Revolución, el primero de enero de 1959.
Antes de esa fecha, el nivel educacional de la masa femenina en Cuba era de poco más de segundo grado, y aunque no hay estadísticas confiables de esa época, se sabe que el empleo femenino se limitaba a algunos miles de maestras, muchas de las cuales no tenían trabajo, unas pocas enfermeras y la mayoría de las empleadas lo hacían como domésticas, con míseros salarios y condiciones degradantes.
Esa realidad, que hoy persiste en numerosos países, en Cuba ha cambiado radicalmente. Y cuando se acaban de cumplir 55 años de gobierno revolucionario, la mujer cubana puede exhibir logros que siguen siendo un sueño para millones.
En el orden educacional y laboral, las cubanas representan el 65,6 por ciento de la fuerza profesional y técnica del país y el 62,8 por ciento de todos los graduados universitarios. Esos dos datos, que parecen dos números fríos, muestran con elocuencia los niveles de empoderamiento de la mujer en Cuba.
El país fue uno de los primeros en firmar y ratificar la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw), lo que no han hecho numerosos países que se dicen defensores de los derechos humanos y tratan de dar lecciones al mundo.
La abogada argelina Meriem Belmihoub-Zerdani, integrante del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, declaró recientemente en Ginebra que Cuba es un ejemplo para el mundo en la lucha por la igualdad de género, y elogió el protagonismo alcanzado por las cubanas en todas las esferas de la vida.
Hoy las mujeres cubanas son mayoría en las esferas de la Educación y la Salud y se abren paso de forma destacada en las ciencias. Además, se les puede ver ocupando puestos de trabajo que antes eran sólo para los hombres.
También tienen responsabilidades de dirección en diversas ramas, pues lo mismo las encontramos dirigiendo una escuela, un hospital, una empresa, una universidad, o en un ministerio, como ministras y viceministras.
Otro dato interesante es que la esperanza de vida de las mujeres cubanas es mayor que la de los hombres, pues cuentan con programas de salud específicamente para ellas como el materno infantil, la detección precoz del cáncer cérvico-uterino y de mamas, entre otros.
Con 48,36 por ciento de escaños en el Parlamento, las mujeres cubanas ocupan el tercer lugar en el mundo en ese indicador y además tienen garantizados sus derechos reproductivos y sexuales, el acceso a la salud y educación, la seguridad social, el empleo, con igual remuneración que los hombres y la capacidad de elegir y ser elegidas.
En resumen, hace mucho tiempo que las mujeres cubanas alcanzaron las metas del milenio y hoy trabajan con entusiasmo en la organización de su congreso, seguras de que sus logros serán siempre respetados.
