La historiografía no escapa de una visión androcéntrica. El Primer Congreso Nacional de Mujeres, expresión de una de las primeras articulaciones feministas cubanas, también tuvo lugar en 1923 y recibe una atención menor
Anaclara León Pérez - Alma Mater.- 1923 fue un año efervescente en Cuba. Distintos sectores de la sociedad se cuestionaban el presente en un país donde había incertidumbre hacia el futuro. La tercera década del siglo XX comenzaba con la crisis de 1920–1921 donde el modelo económico neocolonial demostraba sus limitaciones. Ello se sumaba a la corrupción gubernamental y la subordinación a los intereses de Estados Unidos. Los jóvenes intelectuales, el sector estudiantil y las mujeres fueron protagonistas de importantes acontecimientos ocurridos en 1923.
La Protesta de Los Trece y El Primer Congreso Nacional Revolucionario de Estudiantes son quizás los hechos más conocidos y glorificados de este año, pues la historiografía no escapa de una visión androcéntrica. El Primer Congreso Nacional de Mujeres, expresión de una de las primeras articulaciones feministas cubanas, también tuvo lugar en 1923 y recibe una menor atención que los hechos mencionados anteriormente. Este acontecimiento del movimiento feminista, no solo fue precursor en Cuba, sino que fue el primero con carácter nacional celebrado en América Latina. Antes se efectuó el de Yucatán, en México, en 1916 (regional).
Las mujeres cubanas somos protagonistas de la historia del país, a pesar de que a veces pasamos a ser un breve acápite al final del epígrafe en un libro de Historia de la enseñanza general.
Resulta importante rescatar - a cien años del Congreso- , cuáles fueron las reivindicaciones de las cubanas, quienes querían alcanzar igualdad de derechos con sus pares masculinos. El naciente movimiento feminista cubano, fue heredero de las luchas feministas internacionales a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, donde el derecho al sufragio era la principal demanda.
Las sufragistas lideraron movilizaciones principalmente en Occidente, donde exigían el derecho de las mujeres a ejercer el voto. Tuvieron que sufrir violencia policial, detenciones y encarcelamiento por alterar el orden público. Precisamente eso querían las mujeres que luchaban por sus derechos: alterar el orden patriarcal que las confinaba al espacio del hogar y las hacia personas carentes de derechos.
Nueva Zelanda en 1893 se convirtió en el primer país en autorizar el voto femenino seguido por naciones como Australia (1902), Finlandia (1906), Noruega (1913) y Dinamarca (1915). Mientras las mujeres de Europa obtenían estos derechos, triunfaba en 1917 en Rusia La Revolución de Octubre. Bajo la tutela de la feminista marxista Aleksandra Kollantai — primera mujer en estar al frente de un ministerio a nivel global- se conquistaron derechos para las mujeres. El primer país socialista en su edificación por una sociedad nueva, materializó derechos como el aborto, el divorcio, el acceso a la educación y al trabajo igualmente remunerado.
Los ecos de las luchas sufragistas llegaron a Cuba encontrando sus mayores receptoras en a mujeres de la clase media con formación profesional. A finales de 1912 fueron creados el Partido Popular Feminista, Partido de Sufragistas Cubanas y Partido Nacional Feminista para luchar por otras conquistas para las mujeres además del derecho al voto. Luego surgió el Partido Nacional Sufragista como unión de estos movimientos, cuyos reclamos incidieron en la aprobación de la Ley de la Patria Potestad (1917) -la cual libraba a las mujeres de la tutela de padres y esposos para administrar bienes parafernales- y la Ley del Divorcio (1918) siendo las primeras de su tipo en la región.
El 3 de julio de 1918, en un acto en la Academia de Ciencias, se hizo pública la constitución del Club Femenino de Cuba. Esta agrupación desplegó una intensa labor social, cultural y educativa y allí se destacaron mujeres como Pilar Jorge de Tella, Hortensia Lamar, Rosario Guillaume y Dulce María Borrero. El Club propicia la creación en 1921 de la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas, quienes un año después lanzan la convocatoria al congreso nacional de mujeres. Su comité organizador estaba encabezado por la periodista Pilar Morlón de Menéndez.
El Primer Congreso Nacional de Mujeres se desarrolló en La Habana del primero al séptimo día del mes de abril de 1923. La Academia de Ciencias de Cuba fue el lugar escogido para albergar las sesiones de trabajo de las delegadas de todas las provincias del país. A pesar de existir amplia representación regional, una de las deficiencias fue la ausencia de mujeres negras, obreras y campesinas, deficiencia que fue superada en los posteriores eventos de esta índole.
Durante una semana las feministas cubanas debatieron un temario con 36 puntos. Algunos de estos eran acceso a ocupar cargos públicos; la maternidad (dedicándole un espacio a la igualdad de derechos de los llamados hijos legítimos e ilegítimos); la lucha contra la prostitución y la trata; mejoramiento de la vivienda obrera; reformas en la educación y enseñanza. Además de temas sociales, económicos, políticos y se discutió sobre cuestiones ambientales y de derechos para la niñez.
El tema central fue el derecho al sufragio femenino, Pilar Jorge de Tella expresó que la importancia de éste radicaba en que «el sufragio es la garantía reafirmadora de la personalidad del individuo». Las cubanas discutieron que no tenía derecho a participar de forma activa en la esfera pública y que no podían ejercer su ciudadanía de la forma que la ejercían los hombres. A su vez, para Hortensia Lamar que las mujeres pudieran votar permitiría «la igualdad política en la ciudadanía».
El Primer Congreso Nacional de Mujeres demostró que el feminismo cubano era capaz de articularse y reclamar por los derechos de las mujeres. Muchas de las mujeres que se destacaron en ese espacio luego tendrían una vinculación con el movimiento revolucionario. Ejemplo de esto fue la santiaguera Mariblanca Sabas Alomá quien fue una de las fundadoras del Grupo Minorista, no cesó su labor periodística y se opuso al gobierno batistiano de 1952, por lo que fue detenida en varias ocasiones.
También vale mencionar a Sarah Pascual, estudiante del Instituto de La Habana, fue una de las delegadas más jóvenes. Meses después estaría junto a Mella en el Congreso Nacional Revolucionario de Estudiantes y en la Universidad Popular. Formó parte del Partido Comunista hasta el fin de su vida. Ellas son algunas de las tantas mujeres que deberían aparecer en nuestros libros de historia, así las niñas sabrían que la génesis del movimiento feminista quería la construcción de una Cuba para todas.
Hace unos días leía un cartel de una marcha del 8 de marzo en América Latina, este enunciaba: ¿mujeres blancas, quienes son todas? La frase que evocaba el sesgo por el color de la piel que existe en el feminismo liberal me recuerda a este congreso y me surgen algunas interrogantes. Cuando ellas hablaban de todas, ¿realmente hablaban de todas? ¿Ese todas incluía a mujeres negras, obreras, campesinas e inmigrantes?
A pesar de que había sectores de cubanas que no estaban representadas en el congreso, este fue un logro indiscutible del movimiento feminista del país. Quienes intenten desmeritar sus logros manifestando que algunas de las participantes se encontraban en una situación privilegiada y por tanto sus planteamientos eran menos válidos, poseen una visión androcéntrica de nuestra historia. Quienes tienen privilegios tienen el deber de luchar porque sus privilegios se conviertan en derechos de quienes no los disfrutan. Los derechos de todas, debemos construirlos todas juntas.