Beatriz Yero Wilson - Revista Muchacha.- La vida de Juana* cambió drásticamente. Ella no encontró alternativas para enfrentar el nuevo y temible escenario. En las madrugadas, entre pañales y pomos de leche, sobre pensaba y seguía analizando cada paso dado por su hija Laura*.


De niña, Laura, que residía en Santiago de Cuba, era alegre y muy sociable, le gustaba escuchar música y bailaba mientras lo hacía. La familia, contó la madre, estaba muy unida. Años después, Juana se casó con Ernesto* y decidieron mudarse para La Habana, específicamente, para el municipio San Miguel del Padrón. Pese al nuevo contexto, la actitud y disposición de Laura continuaban siendo buenas.

Sus calificaciones eran las mejores, su desarrollo óptimo; sin embargo, Juana señaló que presentaba un carácter dócil, le preocupaba que «cualquiera podría manipular».

«Todo fue distinto al entrar a la Secundaria Básica. A los 13 años, empezó a escaparse de la casa y de la escuela. Tenía que salir a buscarla y vigilarla, aún así lograba escabullirse. Poseía nuevas amistades que no eran de mi agrado, la sacaron completamente de su mundo. Estaba rodeada de todo tipo de sustancias tóxicas, consumía drogas y fumaba», narró Juana.

Un año después, cuando tenía 14 años, Laura tuvo su primer embarazo, el cual decidió interrumpir. La familia, en aras de ayudar a la adolescente, optaron por buscar ayuda profesional, pero no encontraron respuestas ni Laura se sentía mejor.

Justo al cumplir los 15 años, la adolescente fue trasladada a la Escuela de Formación Integral «José Martí» (EFI). «No sé si fue mejor o peor. Al salir de pase, Laura se escapaba del hogar familiar para no tener que volver a la institución», aseguró su madre.

Al poco tiempo de terminar, en ese centro, sus estudios, Laura fue detenida por corrupción de menores(1). Sin embargo, seis meses después, las autoridades consideraron, debido a su corta edad, que podía cumplir la sanción sin internamiento . Las indisciplinas reiteradas hicieron que se le revocara la excepción tenida con ella y regresó a cumplir sanción en la prisión.

«Cuando regresó fue que descubrió que estaba embarazada y las cuentas que sacaba se enredaron, nunca supo quién era el padre. Pasó nueve meses en la cárcel, hasta que dio a luz a su niño y la autorizaron, una vez más, a cumplir condena en libertad», afirmó su mamá.

Juana la ayudaba en todo, ejercía el rol de madre tanto de Laura como de su nieto. La joven nunca deseó ni pudo ocuparse de su hijo, después de todo, era una adolescente.

La Licenciada en Psicología, Ailen Vera Delgado, especialista en el Instituto de Comunicación Social aseveró, en entrevista, que en la adolescencia las muchachas no están preparadas ni física ni psicológicamente para asumir la responsabilidad que amerita un embarazo y, por tanto, puede ser una de las causas de abandono.

«A veces no reciben orientación para prevenir embarazos en edades tempranas ni conocen las consecuencias de los mismos. Tampoco presentan las condiciones mínimas indispensables para llevar a cabo esta etapa que cambia su vida por completo. Otros factores que pueden llevar al abandono son la falta de orientación por parte de la familia, problemas de autoestima, inmadurez, miedo a no poder asumirlo y las críticas sociales».

Finalmente, transcurrieron los cuatro años imputados por la justicia a Laura. «Yo no le perdía la pista y cada vez que ella, luego de estar varios fuera, regresaba a casa, le hacía chequeos médicos, es así como me llega la peor noticia de mi vida: los resultados de VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana) salen positivos. Laura no le dio importancia a esto», explicó Juana.

Pese a conocer su infección de transmisión sexual, la joven decidió tener, una vez embarazada de un muchacho con el que salía, a su hija. En esta ocasión, abandonó a su pequeña a los seis meses de nacida.

Juana es quien nos abre las puertas de su casa y de su corazón para contarnos esta historia debido a que su hija, por lo general, no está y el niño y la niña que Laura dejó son el reflejo de todo lo que puede significar el abandono materno.

Respecto a esto la especialista Vera Delgado nos comentó que un bebé necesita la presencia de su madre para favorecer su desarrollo tanto físico como psicológico. «La ausencia de la figura materna influye en su estado emocional, crece con carencias afectivas, miedos, con el tiempo y el desarrollo de la conciencia puede llegar a sentirse culpable del abandono de su madre».

Juana concluyó narrando que «actualmente, el niño mayor tiene siete años y la niña solo uno. Laura sigue sin ponerle cuidado a su condición médica. Está libre, ahora vive con su nueva pareja que es una muchacha joven también, pero los niños están conmigo. Sinceramente, me alegro de que me haya dejado a los niños, no sé que habría sido de ellos si se los hubiese llevado».

*Los nombres de las personas entrevistadas han sido cambiados para proteger su imagen.

(1) En el capítulo III «Delitos contra el desarrollo integral de las personas menores de edad», artículo 402.1 del Código Penal cubano, se especifica: «Quien utilice a una persona menor de 18 años en el ejercicio de la prostitución o en la práctica de actos de corrupción, pornográficos u otros, previstos como delito en este Código, incurre en sanción de privación de libertad de siete a quince años».

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