Claudia María Delgado Torres - Revista Mujeres / Foto: Tomada de Cubadebate.- Cuba enfrenta hoy un proceso de transición demográfica hacia niveles avanzados de envejecimiento, 24.4 por ciento de la población total, en tanto la niñez, la adolescencia y las juventudes decrecen, y esto incide en la fuerza laboral dado que hay pocos bisoños insertados en el trabajo formal y quienes lo hacen, están avanzando en edad.
Según cifras del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de Cuba, existen 1.7 millones de jubilados y 49 mil 993 de estos reincorporados al empleo, de ellos 33% del sexo femenino.
Es por tal motivo que la contribución de las personas adultas mayores que siguen incorporadas a puestos laborales, ya sea por recontratación o por decisión voluntaria de no jubilarse a pesar de tener la edad requerida, resulta decisiva en un país con una fuerte disminución de la fecundidad y con altos niveles de emigración.
La inclusión de ese grupo etario a la vida laboral se asocia a diferentes factores como el económico, lo sociocultural y lo individual, pues los bajos montos de las pensiones, el alto nivel de instrucción, la experiencia profesional y la satisfacción personal son algunas condiciones que pueden mantener por más tiempo a esta fuerza en el mercado, expresó Teresa Orosa Fraíz, presidenta de la Cátedra del Adulto Mayor de la Universidad de La Habana.
Desde la visión de la también psicóloga, en el caso de la mujer adulta mayor, que representa el segmento predominante dentro de los mayores de 60 años (53.4 %), rompe estereotipos de género al estar incorporada al trabajo estatal, no estatal o emprendimientos, además de los estigmas sociales de “la abuelita”, dedicada al cuidado de los nietos, de otros ancianos en la familia y hacer los mandados, sin pensar que son personas que han llegado a una etapa de la vida en la que todavía pueden ser socialmente útiles.
En el contexto cubano la jubilación no es obligatoria y en la Ley de Seguridad Social vigente aparece la posibilidad de volver a contratarse sin perder la pensión por los años laborales acumulados y tener varias fuentes de ingreso, por eso este fenómeno va en aumento y se convierte en un reto importante para ser analizado desde la investigación y las políticas sociales, dijo la propia fuente.
A menudo se asocia la vejez con la inactividad, la enfermedad, pensando en los adultos mayores como personas frágiles que representan una carga y dependen de cuidados y no siempre es así, hay quienes todavía se sienten activos y trabajan por una motivación espiritual de seguir realizándose como profesionales y aportar económicamente al hogar, profundizó la entrevistada.
En su análisis, Orosa Fraíz plantea que los referidos estigmas tienen en su base estereotipos que poco o nada representan a esta población actual, pues ha habido cambios generacionales y hoy marchan a la par del desarrollo social al lado de la infancia, adolescencia y juventudes como guía y sostén.
La incorporación de la mujer adulta mayor al trabajo constituye un tema novedoso y no tratado en Cuba, por eso valoró como desafío indagar en ello desde la Psicología del Desarrollo, Psicología Laboral y Organizacional para examinar motivaciones, comportamientos, en qué sectores hay mayor presencia y cuáles son las nuevas necesidades.
Dentro de las instituciones se debe abogar por una visión inclusiva, a causa de que pueden existir casos de discriminación por edad para ocupar determinados puestos, reconocer la utilidad de las adultas mayores, así como adecuar las cargas laborales para que contribuyan al desarrollo económico y social sin perjudicar su propia salud, acotó la presidenta de la Cátedra del Adulto Mayor.
Es un tema que desde esta institución se defiende por incluir en el Programa para el Adelanto de las Mujeres (PAM), apuntó Teresa, pues en la atención a la adulta mayor persiste la tendencia hacia el análisis desde el sistema de cuidado integral y esto no representa a mujeres mayores de edad laboralmente activas.
Teresa Orosa Fraíz señaló también que generalmente este sector poblacional es el que lleva las faenas domésticas y la función de cuidadora en el núcleo familiar (el 68% de ellas), muchas veces de padres vivos, de cónyuges o nietos, personas discapacitadas.
Estas labores, reconocidas como no remuneradas, en paralelo con las funciones de su puesto laboral, lleva a defender ajustes en las actividades desempeñadas y apostar por el empleo a distancia, el teletrabajo, para no vulnerar los derechos y aprovechar esta fortaleza de experticia en los empleos.
Abogó por la necesidad de seguir desmontando prejuicios en la continuidad de la mujer adulta mayor en el mundo laboral y desde el Código de Trabajo incorporar miradas gerontológicas para proteger a este sector.
Tal situación implica cambiar la forma en la que pensamos, sentimos y actuamos hacia la edad y el envejecimiento y ello supone reconocer la vida productiva y activa de los adultos mayores, porque como concluyó la entrevistada: “Envejecer con dignidad es un logro y el país necesita esa fuerza y experiencia”.
La implementación de la Política para la Atención a la Dinámica Demográfica se dirige a fomentar la participación de las personas mayores en las tareas económicas y sociales y a la vez estimular el acceso al empleo de las que se sientan aptas para trabajar.