Ivette González Salanueva - Cubadebate - Foto: EFE / Tomada de Cubadebate.


Dentro de unos días, el Team Asere será tildado de héroe o decepción, dependiendo únicamente de sus resultados. Por eso, para no verme víctima del resultadismo, para que los números no empañen el juicio, creo que es hoy el momento de escribir estas líneas.

Desconozco cuántas veces, a lo largo de una vida de aficionada, he escuchado la frase: es solo un juego. No sufras tanto, no pierdas tu tiempo; es solo un juego. Desconozco si alguien pueda seguir pensando eso luego de este Clásico Mundial. Desconozco incluso si alguien podrá seguir pensando que el beisbol es solo eso, beisbol.

La pelota, algo que parece tan pequeño, tan insignificante, se ha convertido en estos días en el símbolo supremo de cubanía. La pelota ha demostrado que el cubano de verdad, donde quiera que esté, como quiera que piense, lleva en el pecho un trocito de malecón, y en un bolsillo algo de tierra del Turquino. La pelota ha dejado claro que la identidad no se reniega por la distancia, o por las dificultades. Que los que la pierden por esos motivos, sencillamente jamás la tuvieron.

El deporte ha logrado que aquellos que decidieron partir, que tienen su vida resuelta bien lejos de este pedacito de Isla, se sientan de nuevo como cuando pasaban las tardes montando carriola, comiendo churros o empinando papalote. Ha conseguido que los que seguimos aquí, peleando cada día por salir adelante, olvidemos por un segundo los problemas y nos concentremos en una sola cosa: ver a Cuba triunfar.

En estos días no se habla de las colas, no se habla del transporte, no se habla de apagones; se habla de pelota. Y es que los madrugones, los cuchicheos constantes sobre el resultado de un juego, lo cálculos desenfrenados para identificar rivales, y el eco que suena en cada esquina como un pregón cuando se logra un home run, poco tienen que ver con pelota y mucho que ver con la esperanza. En el fondo, más que un trofeo, buscamos todos una confirmación de que estamos vivos, de que Cuba es mucho más grande que sus kilómetros cuadrados, y que por más que algunos lo intenten borrar, hay mucho pero mucho orgullo en ser cubano.

En momentos tan difíciles, de tantas divisiones, de tantos esfuerzos, el Team Asere ha sido, como lo fueron las Olimpiadas en su momento, un bálsamo para el alma. Me perdonan los que siguen creyendo que es solo un deporte, pero eso de que se te pare el corazón cuando el bate conecta con la pelota, eso de que te tiemblen las piernas con un hit del rival, eso de casi invertir el horario pico a la madrugada, eso, para mí, no es cosa de juego. La magia de que a cada cubano se le hinche el pecho cuando un jugador acaricia las cuatro letras que forman el nombre de su país, aunque los separen kilómetros, convicciones y pantallas, eso, para mí, es el epítome más puro del patriotismo.

Así que no, no me interesa el resultado. Los números de la semifinal, o de la final, no serán lo que definan cómo me sentiré por este equipo, cómo recordaré estos días. Cuando me pregunten qué me ha dado el juego, de qué me ha servido ser aficionada, diré que todo valió la pena, porque en tiempos en que todos querían decir colega, dude, o mate; la pelota logró que Cuba recuperara el Asere.

(Tomado del perfil de Facebook de la autora)

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