Sara van Gelder.- Viven más que cualquiera en Latinoamérica; son muy pocos los niños que mueren; casi todo el mundo está vacunado por lo que las lacras de la pobreza como los parásitos, la tuberculosis, la malaria e incluso el Sida son poco frecuentes o han sido erradicados. Todo el mundo puede visitar al médico en su propio barrio.
El sistema sanitario de Cuba ha conseguido una población tan sana como la de los países más ricos del mundo con un coste mucho menor. Y ahora Cuba ha empezado a exportar su sistema a comunidades abandonadas por los servicios médicos en todo el mundo, incluido Estados Unidos.
La historia de los éxitos cubanos en materia de asistencia médica se ha ocultado durante mucho tiempo al pueblo estadounidense, cuyos políticos, incluso tras el fin de la Guerra Fría, mantienen una total censura informativa. Sin embargo, es una historia cada vez se conoce mejor entre las comunidades más pobres de Latinoamérica, del Caribe y de algunas zonas de África donde los cubanos y sus médicos están presentes.
Según el Dr. Paul Farmer, Cuba está demostrando que " se puede introducir la idea del derecho a la asistencia sanitaria y erradicar las enfermedades asociadas a la pobreza."
Asistencia sanitaria para todos lo cubanos
Muchos de los elementos del sistema de asistencia sanitaria que Cuba está exportando a todo el mundo son prácticas de sentido común. Todo el mundo tiene acceso a médicos, enfermeras, especialistas y medicamentos. En cada barrio hay un equipo compuesto por un médico y una enfermera, si bien ahora son algo más escasos debido a que 29.000 profesionales de la medicina están prestando servicios fuera del país, lo que está originando algunas quejas. Si a alguien no le gusta el médico de su barrio, puede elegir otro.
Las visitas domiciliarias son normales, en parte porque el equipo médico es responsable de conocerte y conocer tu estado de salud en el entorno familiar, en la vivienda y en el barrio. Esto es algo clave para el sistema: Al detectar enfermedades y riegos de enfermedad antes de que sean más graves, el sistema cubano de asistencia médica gasta dinero en la prevención en lugar de gastar mucho más después para curar las enfermedades, atajar epidemias o tener que afrontar discapacidades de larga duración. Cuando se identifica un riesgo sanitario, por ejemplo, la fiebre del dengue o la malaria, se lleva a cabo una campaña coordinada a escala nacional para erradicarlo. Los cubanos han erradicado la difteria, la rubeola, la polio o el sarampión, y tienen el índice más bajo de SIDA de todo América, así como los índices mejores en el tratamiento y control de la hipertensión.
Para las enfermedades que sobrepasan la capacidad del médico de barrio, las policlínicas ofrecen especialistas, pequeñas operaciones, terapias físicas, rehabilitación y laboratorios clínicos. Quienes precisan de tratamiento urgente pueden ir a los hospitales y al terminar su estancia, el equipo médico del barrio se ocupa del seguimiento en casa. Todos los médicos están formados para aplicar acupuntura, tratamientos con hierbas medicinales y otras prácticas complementarias cuya efectividad han investigado los laboratorios cubanos. Por su parte, los investigadores cubanos han desarrollado sus propias vacunas y tratamientos cuando los medicamentos no son asequibles debido al bloqueo o no existían con anterioridad.
La exportación de la asistencia sanitaria
Durante décadas, Cuba ha enviado médicos y formado a estudiantes de otros países en sus Facultades de Medicina, pero los acontecimientos se precipitaron en 1998 cuando los huracanes George y Mitch asolaron Centroamérica y el Caribe. Tal como habían hecho en otras ocasiones, los médicos cubanos corrieron a la zona del desastre para ayudar a quienes habían sufrido sus consecuencias pero, llegado el momento de volver a su país, los equipos médicos cubanos tenían claro que las necesidades médicas sobrepasaban a la simple ayuda de emergencia. De manera que Cuba se comprometió a enviar médicos a varios de los países afectados y a formar médicamente a personal local para que pudiera sustituirles cuando los médicos cubanos se fueran. Se creó en La Habana la ELAM, Escuela Latinoamericana de Medicina, y se ofrecieron 10.000 becas para estudiar medicina gratuitamente.
En la actualidad, el programa ha crecido hasta acoger a 22.000 estudiantes procedentes de Latinoamérica, Caribe, África, Asia y Estados Unidos que ingresan en la ELAM y en las otras 28 facultades de medicina de todo Cuba. Los estudiantes representan a decenas de grupos étnicos, el 51 por ciento de ellos mujeres, y proceden de más de 30 países. Todos ellos tienen en común el hecho de que de otra manera no hubieran podido acceder a una formación médica. Cuando un habitante de las chabolas de Puerto Príncipe, un joven indígena de Bolivia, el hijo o la hija de un campesino de Honduras, o un vendedor callejero de Gambia quieren ser médicos, se dirigen a Cuba. El algunos casos, como Venezuela, pagan los gastos pero en la mayoría Cuba se hace cargo de las matrículas, de la manutención, de los libros y de la asistencia sanitaria. En compensación, los estudiantes, una vez terminados sus estudios, se comprometen a volver a sus comunidades tan infradotadas de servicios para practicar la medicina.
El currículo de la ELAM se inicia, para la mayoría de los estudiantes, con un periodo de hasta un año de cursos "puente" que les permiten ponerse al corriente en matemáticas básicas, ciencias y conocimiento del español. A los estudiantes se les tratan las enfermedades que muchos de ellos traen de sus países.
Al terminar su formación, que puede prolongarse hasta ocho años, la mayoría de los estudiantes vuelven a sus países para establecerse allí. Aunque todos ellos se comprometen verbalmente a ponerse al servicio de la gente pobre, unos pocos admiten en privado que no consideran que sea un compromiso para toda la vida.
Uno de los desafíos del planteamiento cubano es el de asegurarse que su inversión en la formación de médicos beneficie a quienes más lo necesitan. Los médicos de las regiones más pobres, habitualmente, se trasladan hacia otras más ricas en el propio país o en cualquier otro lugar del mundo. Por ello, Cuba forma a los médicos en la ética del servicio a los desheredados. Los estudiantes aprenden a considerar la asistencia médica como un derecho y no como un artículo de consumo, y a verse a sí mismos como quienes prestan un servicio. Los ejemplos de médicos cubanos que ejercen en el extranjero indican que las lecciones recibidas han quedado grabadas: son conocidos por dar su propio dinero para comprar medicinas a enfermos que no tienen medios para comprar los medicamentos prescritos y por animar e incluso abrazar a los enfermos.
Según el Dr. Juan Ceballos, consejero del viceministro de Salud Pública, Cuba, con la ayuda del Venezuela, tiene planes para ampliar a gran escala su formación de médicos y alcanzar en los próximos quince años los 100.000 licenciados en medicina. Para conseguirlo, ha construido nuevas Facultades de Medicina en todo el país y en el extranjero.
Pero el enorme esfuerzo para afrontar las necesidades actuales y futuras de médicos ha hecho preciso romper los esquemas tradicionales y el nuevo planteamiento es crear nuevas escuelas sin necesidad de edificios propios. Los estudiantes se encuentran con sus profesores en los hospitales y clínicas, en Cuba y en el extranjero, y practican al lado de sus maestros. Gracias a las video conferencias y a los programas informáticos, los estudiantes pueden estudiar en cualquier lugar donde haya médicos cubanos. Los bajos costes de esta formación hacen posible la educación médica a gran escala que podría acabar con la escasez de médicos.
Estudiantes estadounidenses en Cuba
Recientemente, Cuba ha extendido su oferta de formación médica gratis a estudiantes procedentes de Estados Unidos. Todo empezó cuando el congresista Bennie Thompson, de Mississippi, sintió curiosidad tras haberse encontrado repetidamente, él y otros miembros del Comité Dirigente de Congresistas negros, con médicos cubanos o formados en Cuba en comunidades muy pobres de todo el mundo.
Visitaron Cuba en mayo de 2000, y durante una conversación con Fidel Castro, Thompson sacó a relucir la carencia de asistencia sanitaria de sus electores más pobres en la zona rural. " Él [Castro] conocía los índices de paro, las condiciones sanitarias y los índices de mortalidad infantil de mi distrito, y eso me sorprendió", declaró. Castro les ofreció becas para estadounidenses con bajos ingresos en las mismas condiciones que las del resto de los estudiantes extranjeros: tenían que comprometerse a volver y prestar servicios en sus lugares de origen.
En la actualidad, unos 90 jóvenes de las zonas más pobres de Estados Unidos se han unido a las filas de estudiantes de todo el mundo que estudian medicina en Cuba.
El ofrecimiento de formación médica es precisamente una de las maneras que tiene Cuba de tender la mano a Estados Unidos: inmediatamente tras el paso de los huracanes Katrina y Rita, 1.500 médicos cubanos se ofrecieron como voluntarios para ir a la costa del Golfo y esperaron con las maletas hechas, material sanitario y un barco listo para prestarles apoyo, pero la autorización del gobierno estadounidense nunca llegó.
"Nuestro gobierno hace política con las vidas de la gente cuando necesitan la máxima ayuda", declaró Thompson, " y eso es miserable".
Cuando muy poco después, un terremoto azotó Pakistán, por el contrario, el gobierno del país acogió calurosamente a los profesionales médicos cubanos. Llegaron 2.300, con 32 hospitales de campaña a las remotas y heladas regiones del Himalaya. Allí, redujeron fracturas óseas, trataron diversas enfermedades y atendieron a 1.700.000 pacientes.
La ayuda de emergencia forma parte de las misiones asistenciales sanitarias de Cuba, llevadas a cabo desde Perú hasta Indonesia, e incluso con el tratamiento de 17.000 niños afectados por el accidente en la planta nuclear de Chernobil en Ucrania.
Pero los equipos sanitarios cubanos no trabajan exclusivamente en situaciones de emergencias, sino que en la actualidad hay 29.000 profesionales sanitarios desarrollando su trabajo en 69 países, la mayoría de ellos de Latinoamérica, el Caribe y África. En Venezuela, unos 20.000 han hecho posible que el presidente Hugo Chávez cumpliera su promesa de proporcionar asistencia sanitaria a la gente más pobre. En los barrios de chabolas que rodean Caracas y a orillas del Amazonas, todos aquellos que son capaces de organizarse y encontrar un local para que un médico viva y ejerza allí su actividad pueden pedir que vaya un médico cubano.
De la misma manera que en Cuba, los médicos y enfermeras viven en el lugar donde desarrollan su trabajo y se integran en la comunidad a la que sirven. Así están disponibles para las urgencias y llevan a cabo campañas sanitarias de prevención.
Algunos se sienten tentados para aprovechar el tiempo que están en el extranjero como una ocasión para escapar de Cuba. En agosto, el Departamento de Seguridad Interior hizo pública una nueva política que facilitaba a los profesionales médicos cubanos ir a Estados Unidos, pero la inmensa mayoría de ellos siguió en sus puestos de trabajo y prácticamente volvieron a Cuba.
Invertir en la paz
¿Cómo se siente el pueblo cubano ante el uso de los recursos de su país en misiones médicas internacionales? Aquellos con los que he hablado me han contestado con frases parecidas a estas: los cubanos tenemos un corazón muy grande. Estamos orgullosos de compartir lo que tenemos con los pobres del resto de mundo.
Casi todo el mundo en Cuba conoce a alguien que ha realizado una misión médica. Esos médicos se han encontrado con enfermedades ya erradicadas de Cuba, y divulgan sus conocimientos médicos y del sufrimiento asociado a la pobreza y a la falta de medios, y vuelven a casa con el orgullo de sentirse diferentes.
Este orgullo es un potente antídoto contra la insatisfacción que podría derivarse de las duras condiciones económicas que han acompañado a la revolución cubana durante 50 años.
Desde la perspectiva del Gobierno, su inversión en misiones médicas internacionales está cubierta, en parte, por el ALBA, el nuevo acuerdo de comercio firmado por Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba. El ALBA, como alternativa a la Zona de Libre Comercio de las Américas, sitúa las necesidades de la gente por encima del crecimiento económico, por lo que no resulta sorprendente que la oferta de asistencia sanitaria de Cuba se encuentre en el marco del tratado, de la misma manera que el petróleo venezolano, el gas natural de Bolivia, etc. Pero Cuba ofrece ayuda también a países que no forman parte del ALBA.
"Lo único que pedimos a cambio es solidaridad", dice el Dr. Ceballos.
La palabra "solidaridad" tiene auténticas implicaciones: antes de que Cuba enviara médicos a Pakistán, las relaciones entre los dos países no eran buenas, según Ceballos, pero ahora son "espléndidas". Lo mismo puede decirse con Guatemala y El Salvador: "Aunque se trata de gobiernos conservadores, han flexibilizado sus relaciones con Cuba".
Estas inversiones en misiones de asistencia médica "son recursos que previenen los enfrentamientos con otros países", explica Ceballos. "La solidaridad con Cuba ha evitado agresiones de todo tipo". Y en una declaración que reconoce las vulnerabilidades de Cuba a escala mundial, Ceballos afirmó lo siguiente: "Es infinitamente mejor invertir en la paz que hacerlo en la guerra".
Imaginemos que esta idea se impusiera. La idea de que la inversión en salud, o en agua potable, alimentos sanos y vivienda puede ser más poderosa, y más efectiva para conseguir la seguridad que los bombarderos y los portaviones, es incluso todavía más revolucionaria que el derecho a la asistencia sanitaria universal.