Omar Segura Montero - Trabajadores.- Recuperar la visión en Panamá será obra de otro milagro.


La noticia nos llegó el 2 de febrero pasado, y no pudimos menos que experimentar sorpresa: “Gobierno de Panamá pone fin, unilateralmente, a la Operación Milagro, que ha devuelto la vista a 1,8 millones de seres humanos de 35 países”.

Imagino que si para nosotros la noticia resultó increíble, con cuánta angustia y frustración la habrán recibido las decenas de miles de panameños, en especial indígenas y campesinos, en su mayoría personas vulnerables y de escasos recursos económicos, que ponían toda su fe en ese programa para recuperar total o parcialmente la visión.

Ni qué decir del sentimiento que ello generó en los médicos y paramédicos que durante tres años prestaron esos servicios alejados de sus familiares por muchos meses, y desplegando una alta dosis de humanismo, elevado rigor científico y plena consagración, devolvieron la visión a 49 mil 715 seres humanos. Ellos no fueron a hacer un negocio, sólo se llevan como única ganancia neta las muestras de cariño y gratitud del pueblo panameño.

En cuanto a Cuba, que suministró, además del personal médico y de oftalmología, el equipamiento de los quirófanos sin costo alguno para la hermana nación, la Operación Milagro sólo le reportó en el reconocimiento mundial hacia sus programas de salud y la profesionalidad y entrega de sus especialistas.

Cuántas de las personas de la nación istmeña que esperaban con ansiedad el momento de recibir los beneficios de la Operación Milagro vieron alejadas sus aspiraciones de contemplar plenamente el rostro de sus familiares, la belleza del paisaje, o tener acceso a la lectura, entre otros beneficios que ofrece tan vital sentido.

Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestran que, en Panamá, 69 mil 521 personas sufren de ceguera, de las cuales 32 mil 056 están relacionadas con los diferentes tipos de catarata, y de estas, 15 mil 351 han perdido completamente la visión de ambos ojos, algo que debe mover a la reflexión de quienes determinaron unilateralmente concluir este milagroso programa, amparado en un Convenio de Cooperación para la ejecución de programas en materia de salud, suscrito entre ambas naciones en marzo del 2006.

Parece que, como “paliativo” a la irreflexiva medida, el gobierno panameño se propone brindar un nuevo servicio a la población bajo la denominación de Programa “Visión 20-20”, en el que intervendrán centros de salud públicos y privados. Me pregunto si estos servicios se prestarán, como con la Operación Milagro, de forma totalmente gratuita y con el mismo nivel de consagración, entrega y universalidad. De lo contrario, el milagro, ahora, consistirá en que esas personas lleguen a recuperar la visión.

Ratificamos lo expuesto en las conclusiones de la nota de prensa emitida por la Embajada de Cuba en la nación centroamericana: "El tiempo dirá si los interesados en la abrupta conclusión de la cooperación médica oftalmológica cubana en Panamá, con el argumento de que ha dejado de ser necesaria porque será garantizada por los sectores público y privado de la salud en ese país, están o no en lo cierto".

No hay peor ciego… que el que no quiere que otros vean.

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