Periodistas palestinos trabajando durante las secuelas del ataque aéreo israelí en Gaza, Palestina, el 15 de octubre de 2023. Foto: Momen Faiz/Getty Images.


Palestina, levantemos la palabra para detener el crimen: declaración de la Unión de Periodistas de Cuba

UPEC

La guerra y su escalada en Gaza van acompañadas de la narrativa mediática en línea con los intereses geopolíticos del imperialismo y sus aliados, que implican la expansión colonialista de Israel a costa de los derechos del pueblo palestino, reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas.

Los periodistas palestinos tienen sentimientos patrióticos como todo buen ciudadano de cualquier nación. De ese orgullo no pueden desprenderse, bajo una supuesta imparcialidad, a la hora de reportar los acontecimientos en su país, porque también comparten el mismo destino e idénticos sufrimientos, dificultades y amenazas que los 2,2 millones de habitantes de Gaza, entre los cuales se reportan ya 3 800 víctimas mortales.

No pocos de nuestros colegas palestinos han sido asesinados o heridos, mientras otros enfrentan la indignación y el espanto que a diario constatan, narran, filman o fotografían, incluso en casos en que reconocen entre los cadáveres a cuerpos de niños, a sus propios familiares, compañeros de trabajo, vecinos o amigos.

Se les ve reportando entre los escombros y los incendios; en hospitales abarrotados de muertos o lesionados, en los sepelios; en las protestas de la población, y llegan hasta ser censurados, silenciados o cesados en su labor cuando las empresas  en el exterior a las cuales tributan respaldan la política criminal de Israel.

La ONG ActionAid Ramala informó que al menos 18 periodistas palestinos cayeron asesinados en la Franja de Gaza desde el 7 de octubre, más de uno por día, en una grave violación del derecho internacional, según el cual a los trabajadores de la prensa se les protege, como a los civiles, de ataques deliberados y directos.

La víctima más reciente fue Rushdi Sarraj, fotoperiodista que pereció al ser bombardeada su casa.

Por su parte, el Sindicato de Periodistas Palestinos detalló que entre los fallecidos están Ahmed Shehab, programador de Voice of Prisoners Radio, los fotorreporteros Mohamed Al-Salhi y Mohamed Fayez Abu Matar, e Hisham Al-Nawajah, fotógrafo de la agencia Khabar.

La lista incluye a Muhammad Abu Rizq, de la Fundación Ain Media; Ibrahim Lafi, editor de una agencia de noticias, y los comunicadores Asaad Shamlikh, Salam Mayma y Hossam Mubarak.

También fueron atacadas medio centenar de sedes de instituciones del sector, incluidas las oficinas de la televisora qatarí Al Jazeera, de Palestina TV, de las agencias de noticias Maan y Khabar, así como de los periódicos Al Quds y Al Ayyam.

A modo de tributo póstumo, junto a los cuerpos sin vida de al menos tres periodistas fueron colocados sus chalecos azules de identificación ensangrentados, sus cascos y cámaras.

El propio Sindicato denunció que la conocida zona de prensa de la Franja de Gaza fue un objetivo de la aviación israelí, lo que provocó la destrucción parcial o completa de las redacciones del diario Al-Ayyam, la fundación Fadl Shanaa, la agencia Shehab, la radio Gaza FM y Ma’an Agency.

Por otra parte, el fotógrafo palestino Hossam Salem, fotoperiodista freelance que daba cobertura de la Franja de Gaza para el New York Times desde 2018 ha explicado que “tras años de cobertura en la Franja de Gaza, fue informado abruptamente mediante una llamada de teléfono desde EE.UU. que ese medio no contaría más con él”.

Ello revela también, denunció, “un esfuerzo continuo y sistemático por distorsionar la imagen de los periodistas palestinos como personas incapaces de ser dignos de confianza e integridad, simplemente porque cubrimos las violaciones de derechos humanos que el pueblo palestino sufre a diario a manos del ejército israelí”.

Muchos de esos colegas hermanos de profesión no olvidan, que en la ofensiva israelí de 2014 contra la Franja de Gaza, 2 270 palestinos murieron, entre ellos 17 profesionales de la prensa.

En la historia de la Unión de Periodistas de Cuba, cientos de sus afiliados han cumplido misiones como corresponsales de guerra o ejercido el periodismo en las montañas o en la clandestinidad, con un haber meritorio en misiones riesgosas durante la lucha contra los regímenes tiránicos de Gerardo Machado y Fulgencio Batista.

Y poco después del triunfo de la Revolución, un centenar y medio de reporteros, camarógrafos y fotógrafos del cine, la televisión, la radio y la prensa de papel se desempeñaron como corresponsales de guerra en distintos escenarios de África, Asia, América Latina e, incluso, el propio Oriente Medio.

Con ese valioso aval, también ahora levantemos la palabra, junto a la de Pablo de la Torriente Brau el valiente periodista cubano caído en Majadahonda, España, en 1936, corresponsal de varias publicaciones de América, para exigir que se detenga el crimen, se imponga la cordura y se asegure para siempre el derecho del pueblo palestino a vivir en paz.

 

Occidente: Matar las palabras

Editorial de La Jornada

Familia refugiada en un hospital de Gaza. Foto: Tomada de NYT.

La organización Save the Children denunció que cada 15 minutos un menor de edad muere en Gaza por culpa de los bombardeos indiscriminados que lleva a cabo Israel, por lo que los niños representan un tercio del total de muertes en el enclave palestino. Al mismo tiempo, el ejército israelí advierte públicamente que no tiene ninguna intención de respetar los hospitales y amenaza con destruir el de Al Quds, como ya hizo, de acuerdo con varias versiones de los hechos, con el nosocomio cristiano de Al-Ahli, donde fueron masacradas más de 500 personas. Pese a esto y muchas otras señales incontestables de que a estas alturas las operaciones bélicas de Tel Aviv no tienen nada que ver con su derecho a la autodefensa ni con el combate a grupos extremistas, sino con una limpieza étnica y un genocidio contra el pueblo palestino, gobiernos y corporaciones de Occidente censuran cualquier crítica a la política del premier Benjamin Netanyahu, así como todo llamado a la solidaridad con las víctimas.

Desde el comienzo de las represalias israelíes en respuesta al ataque llevado a cabo por la facción fundamentalista Hamas el 7 de octubre, los grandes medios de comunicación occidentales han reforzado la narrativa que desvía cualquier culpa de Israel y hace pasar como verdugos a los millones de palestinos que subsisten apiñados en campos de refugiados o encerrados en la Franja de Gaza, y que en Cisjordania cada día se encuentran sometidos a controles draconianos, además de sufrir el riesgo constante de ser expulsados de sus hogares por la construcción de nuevos asentamientos ilegales para colonos israelíes ultranacionalistas.

En la prensa escrita o digital, así como en las plataformas de redes sociales basadas en Estados Unidos o sus aliados, se oculta de manera sistemática que la situación actual es producto, en gran medida, de la histórica violación por parte de Tel Aviv de todas las resoluciones de la ONU que lo conminan a permitir la existencia de los palestinos, de su política de exterminio y del obtuso cierre de cualquier salida negociada a los diferendos en torno a las tierras donde en 1948 se impuso el Estado de Israel.

La mordaza va más allá de los medios: en estas semanas, toda figura pública que expresa algún asomo de crítica hacia la matanza que tiene lugar en Gaza ha sido castigada con el rompimiento de vínculos laborales o contractuales por parte de empleadores, socios o patrocinadores, lo que ha impuesto una censura que poco se diferencia de las que caracterizan a los regímenes totalitarios.

La asfixia económica y el ostracismo alcanzan a deportistas, miembros del mundo del espectáculo e incluso a la comunidad cultural, presunto baluarte de las libertades de las que presume Occidente; por ejemplo, la Feria Internacional del Libro de Fráncfort suspendió la entrega del Premio LiBeraturpreis a la escritora palestina Adania Shibli en plena solidaridad con Israel, una atrocidad que fue criticada por 600 autores y editores. Berlín, Londres y París han prohibido por completo las manifestaciones de apoyo a Palestina, mientras Washington ha detenido a centenares de personas por participar en protestas contra lo que algunos integrantes de la propia comunidad judía no titubean en calificar de genocidio.

En suma, el conflicto en Medio Oriente ha vuelto a desnudar la hipocresía de las grandes potencias occidentales, cuyos gobernantes y magnates se arrogan la facultad de dictar al resto del planeta cómo conducir sus asuntos internos, así como de extender o retirar certificaciones en materia de respeto a los derechos humanos, mientras asesinan a la libertad de expresión para proteger los intereses de sus cómplices.

Hoy queda más claro que nunca: cuando se habla del conflicto palestino-israelí, se requiere un enorme valor y un inquebrantable compromiso ético para decir la verdad.

(Tomado de La Jornada)

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