Fernando Ravsberg – BBC.- La lucha por los US$20 millones se desató otra vez en Estados Unidos. Los fondos reservados por Washington para financiar a la disidencia cubana vuelven a estar en disputa y el enfrentamiento tiende a ser más virulento que en otras ocasiones.


El Senador Kerry cometió el pecado de pedir cuentas claras y la indignación cundió entre algunos grupos anticastristas, que fungen como intermediarios para canalizar el dinero hacia los opositores en el interior de la isla.

Una de esas organizaciones llegó incluso a rechazar su cuota aduciendo que por razones de seguridad no pueden revelar las vías de entrada de la ayuda ni los beneficiarios. Temen que la USAID esté infiltrada por la inteligencia cubana.

Sin embargo, la fiscalización parece imprescindible cuando directivos de grupos del exilio ya fueron atrapados malversando fondos, uno de ellos confesó haber robado medio millón de dólares, destinados a la disidencia.

La última investigación de la Oficina de Fiscalización del Congreso (GAO) descubrió que los exiliados gastaron parte del dinero en juegos Playstation, abrigos de piel, sierras eléctricas, carne de cangrejo y chocolates Godiva.

Una de estas organizaciones confiesa que les costó US$4 millones enviar ayuda por valor de US$900 mil. Otro grupo de exiliados pagó US$1.6 millones en "mensajes democráticos" dirigidos a los teléfonos móviles en la isla.

Así, más allá de sus discursos, algunas organizaciones del exilio se han convertido en aliadas del gobierno cubano porque cada dólar que desvían es un dólar menos que entra a la isla para financiar la disidencia interna.

Un líder opositor me explicó cómo funciona el sistema de ayuda: "cuando vienen se gastan US$5.000 en el pasaje de avión, 15 días en hotel y alquiler de un automóvil, para dejarnos un par de libros y unos cientos de dólares".

A pesar de todo esto los exiliados aspiran a que les entreguen los millones y que además no les pregunten cómo lo gastan. Salvo la USAID, ninguna agencia para el desarrollo del mundo hubiera aceptado semejantes condiciones.

Pero los escándalos fueron de tal magnitud que su vicedirector, Mark López, prometió "trasparencia y la rendición de cuentas en todos nuestros programas" y aseguró que aplicarán las mismas reglas a todos por igual.

Yo en lugar de los contribuyentes estadounidenses no me haría muchas ilusiones. Pocos se atreven a enfrentar las iras de los políticos cubano-americanos. Si no que lo diga Jhonatan Farrar, el actual jefe diplomático de EE.UU. en La Habana.

Los senadores Bob Menéndez (demócrata) y Marco Rubio (republicano) pusieron en cuestionamiento la capacidad de Farrar para ser embajador en Nicaragua debido a que consideran que ha sido demasiado blando con el gobierno de Raúl Castro.

El "fatal error" del diplomático fue enviar cables al Departamento de Estado afirmando que los disidentes no tienen apoyo social, que son muy personalistas y están demasiado pendientes del dinero que viene de EE.UU.

Su afirmación sobre el aislamiento social de la oposición se basa en una encuesta hecha por la propia sede diplomática de EE.UU. en La Habana, en la que Luis Posada Carriles resultó ser el opositor más conocido por los cubanos residentes en la isla.

Se trata de una consulta realizada entre 236 solicitantes de visas. Mientras Posada era reconocido por el 67%, Marta Beatriz Roque fue identificada por el 43% y Osvaldo Payá por apenas el 29% de los encuestados.

Solo un 16% conocían a Laura Pollán, dirigente de las Damas de Blanco, y la bloguera Yoani Sánchez -considerada por la revista Times como una de las 100 personalidades más influyentes del mundo- solo fue reconocida por un 2% de sus compatriotas.

Los diplomáticos culpan al monopolio informativo del gobierno, pero eso no explica casos como el de Oscar Espinosa (18%) quien, durante 5 años, tuvo un programa en Radio Martí, emisora que asegura tener gran audiencia en Cuba.

Hasta ahora las decenas de millones que gasta EE.UU. en apoyo a la disidencia y en trasmisiones de radio y TV hacia Cuba no han resultado muy efectivos para derrocar al gobierno cubano y promover la transición hacia un régimen "amigo".

Se podría decir incluso que han producido el resultado opuesto, propagando la corrupción en el exilio de Miami y creando una excesiva preocupación por el dinero entre los disidentes de Cuba, según admiten los diplomáticos estadounidenses.

Pero el mayor daño reside en que tal ayuda descalifica a los opositores ante gran parte de los cubanos. Si la disidencia aspira a convertirse en una fuerza política real lo que necesita no son millones de dólares sino millones de seguidores.

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