Gloria Analco - Cubainformación.- Apenas tres semanas después del triunfo revolucionario, Fidel Castro empezó a perfilar a su hermano Raúl como el hombre que ocuparía su lugar, en caso de que se produjera su desaparición física.


Eso ocurrió durante la denominada “Operación Verdad”, el 21 de enero de 1959, acto donde Fidel pronunció un discurso en el que, tras afirmar que él desafiaría todos los peligros porque detrás de él “vienen otros más”, anunció que propondría a Raúl como segundo jefe del Movimiento 26 de Julio, lo cual significaba su asunción como el segundo hombre al mando.
Fidel expresó que proponía a Raúl no porque fuera su hermano, “todo mundo sabe cuánto odiamos el nepotismo”, sino porque había demostrado cualidades suficientes y era un hombre de firmes convicciones revolucionarias, que además había ofrecido relevantes pruebas de capacidad como organizador y militar, y que ojalá que un hombre de tales características no hubiera sido su hermano para no despertar la menor sospecha.
Más tarde, al saber que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) tenía planes para asesinarlo, Fidel llegó a la conclusión de que debía explicar al pueblo que su eliminación física no iba a liquidar a la Revolución, pues inmediatamente después habría otro jefe revolucionario.
Al pensar en quién podría sucederlo, Fidel consideró nuevamente –según reveló al periodista italiano Gianni Miná- que “el compañero que estaba más preparado de todos, al que conocía muy bien para realizar esa tarea, era el compañero Raúl”, a quien calificó como un hombre “capaz, responsable y brillante”.
Desde entonces –dijo a Gianni Miná- se estableció ese precedente y se creó incluso el cargo de Segundo Secretario del Partido Comunista Cubano, mencionando también que la CIA convirtió en método tratar de desaparecerlo, ya que “intentó hacerlo durante mucho tiempo”. Fue así como el destino de Raúl Castro quedaría sellado desde la etapa inicial de la Revolución.
Raúl Castro no defraudaría la confianza que su hermano depositó en él, y mostró una gran capacidad para conformar a unas poderosas fuerzas armadas y preparar las fuerzas de defensa del país.
Hacia finales de los setenta, el ejército cubano estaba equipado y entrenado al máximo, lo cual se puso a prueba cuando los angolanos pidieron ayuda para responder a la agresión sudafricana. El Ejército cubano ganaría la guerra.
Raúl había conseguido su Pase a la Posteridad cuando dirigió, en 1958, el Segundo Frente “Frank País”, a la edad de 27 años.
En plena guerra, conforme avanzaba su columna, Raúl fue levantando escuelas y hospitales; construyendo caminos y pistas de aterrizaje, y estableciendo redes de comunicación telefónica, estaciones de radio y prensa revolucionaria.
No contento con eso, organizó congresos de obreros y campesinos; creó la Escuela de Instructores Políticos, y fundo otra escuela política para la ciudadanía. En total, puso en funcionamiento 400 escuelas y levantó 20 hospitales, y todo esto lo organizó en tan sólo nueve meses.
Estos episodios cobran relevancia en la actualidad porque muestran que por definición éste es un Estado manejado por antiguos guerrilleros; evidencia las difíciles condiciones en que la dirigencia cubana ha tenido que operar, y explica las razones de la existencia de unas aguerridas y adoctrinadas fuerzas armadas, organizadas en tres poderosos ejércitos.
La generación de los iniciadores tiene, por tanto, un papel político preponderante desde los tiempos de la Sierra Maestra, lo cual se explica en que de una guerra contra Batista tuvieron que entrar inmediatamente a otra con Estados Unidos, que, por más de medio siglo, ha probado de todo para liquidar a la Revolución Cubana.
Sobre esta base hay que señalar que en Cuba existe un poder real y un poder formal, y en caso de que en el Partido Comunista de Cuba se produjera una grave fisura en lo relativo al poder, habría que distinguir entre los militantes que tienen bajo su mando las tropas y las armas, de quienes no los tienen.
Históricamente, los hombres del poder real  han sido el propio Fidel, su hermano Raúl, los llamados sustitutos de Raúl, entre los que se encuentran el jefe del Estado Mayor, los jefes del Ejército y Tipo de Armas, el ministro del Interior, Colomé Ibarra, el cual es el general de más alta graduación después de Raúl, los simbólicos comandantes de la Revolución, Ramiro Valdés y Juan Almeida Bosque, otros comandantes y oficiales históricos de la Sierra Maestra, así como otros de más reciente trayectoria, también muy  influyentes y que constituyen, en definitiva, el relevo generacional del poder real.
Los hombres del poder formal son personas como Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y José Luis Rodríguez, entre otros, que ostentaban cargos ejecutivos de muy alto nivel, fueron designados por el poder real, y, asimismo, podían ser relevados en cualquier momento.
En ese sentido, la remoción de sus cargos de Lage y Pérez Roque se convierte en irrelevante porque no puede considerarse como una grave fisura en lo relativo al poder, por tratarse de personajes que no contaban con tropa, habían sido designados por el poder real, y, sin duda, los militares jamás hubieran obedecido sus órdenes. Se trataba, en resumidas cuentas, de un poder relativo el que ellos ostentaban.
Lo mismo les sucedió a Carlos Aldana y a Roberto Robaina, quienes subieron a muy altos niveles, pero precisamente sus contradicciones con el poder real los llevaron a la tumba política.
El conocimiento de estas sutilezas nos permite acercarnos al funcionamiento de los verdaderos mecanismos de poder en Cuba y de la sobrevivencia de la Revolución Cubana.
Decir, por ejemplo, que la destitución de Lage y Pérez Roque fue al “más puro estilo stalinista”, como muchos han afirmado, es producto del desconocimiento sobre cómo opera el poder en Cuba, por no decir que obedece a la mala fe.
Tanto Lage como Pérez Roque pertenecían al grupo selecto dentro del Consejo de Estado, donde se elaboran las principales decisiones, lo cual no significaba que tuvieran alguna oportunidad para alcanzar la más alta cima.
El nombre de Carlos Lage, la figura más sobresaliente del poder formal, se manejó mucho en ese sentido, quien en la década de los noventa se le empezó a ver como el hombre más cercano a Fidel Castro. Algunos decían que era el Che de los tiempos modernos, y a diferencia de otros dirigentes que integran el poder formal, gozaba de la confianza de Fidel y de Raúl Castro, lo cual, se pensaba, incrementaba sus posibilidades.
Siempre hubo la creencia en la sociedad cubana de que había “hombres de Fidel” y “hombres de Raúl”, incluso ésta fue una de las posibles fisuras que la CIA trataba de ubicar para sacar provecho de ello, aunque sin éxito.
Más claras que las palabras de Fidel, en sus Reflexiones del 3 de marzo, ni el agua. Uno de los valores más apreciados por la dirigencia cubana ha sido el de “las firmes convicciones revolucionarias”, condición sine qua non para sobrevivir al asedio estadounidense.
De las palabras de Fidel se desprende que Lage y Pérez Roque se convirtieron en personajes transitorios al proyectarse como personas ambiciosas y con ansia de poder.
Los casos de Lage y Pérez Roque se parecen mucho a los de Aldana y Robaina. ¿Por qué será?
En todos los tiempos de la Revolución, la CIA ha intentado crear un aparato de poder alterno dentro de la propia dirigencia cubana, y ha involucrado a cubanos en los numerosos complots que ha organizado, pero nunca consiguió captar a una figura de primer nivel del poder real, que pudiera hacer las veces de Havel, Sajarov o Walesa, para que en torno a esa figura pudiera fraguarse el desmantelamiento del sistema socialista cubano.
La agencia estadounidense ha tenido entonces que recurrir a figuras sobresalientes del aparato político cubano, en la falsa creencia de que por ese camino podía penetrar a su enemigo. Al mismo tiempo, ha desconocido que los cubanos poseen uno de los mejores aparatos de inteligencia en el mundo, el cual es manejado por el poder real, para mala fortuna de los que han caído en desgracia.
Hay algunos antecedentes que pudieran explicar las posibles causas que motivaron la eliminación de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, y se ubican en lo sucedido a Carlos Aldana y a Roberto Robaina.
Aldana, por ejemplo, ofreció muestras claras de su deslumbramiento por el poder y llegó a ocupar virtualmente la tercera posición en Cuba, por encima de líderes históricos.
Él cayó en desgracia después de que circularon rumores de que intentó dar un golpe de Estado cuando Fidel Castro se encontraba en España para asistir a la II Cumbre Iberoamericana, en 1992.
En esa oportunidad, coincidentemente una emisora de Miami informó de un aparente golpe de Estado en Cuba, donde circulaban tanques de guerra y había movilización de tropas, lo cual fue retomado por agencias de noticias internacionales.
Lo que aumentó las dudas acerca de que al menos algo hubo fue que a raíz de esa falsa noticia Carlos Aldana dejó de aparecer en público
Roberto Robaina quedó marginado de la política del país cuando se supo que mantenía reuniones reservadas con políticos y periodistas extranjeros que no comunicó. Tenía una estrecha relación con el ex gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva, actualmente preso por narcotráfico, de quien aceptó dádivas, y vinculó estas relaciones con su futuro político.
El entonces canciller español Abel Matutes llegó a decirle: “Tú eres mi candidato”, cosa que había complacido enormemente a Robaina, que como tantos otros había perdido el piso y desconocido cuál era realmente su papel. Al parecer, a diferencia de los “históricos”, ellos sí se dejaron tentar.

 

 

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