José Lezama Lima - La Jiribilla.- Comienza ahora la etapa poética cubana, cenital, creadora inmensamente afirmativa. Nuestra tierra fue besada por Martí, eso quiere decir, que nuestra tierra tiene el aliento, le ha sido insuflado un soplo, tiene aire transfigurativo. Cantar como el gallo, el señor alboso, el que anuncia.


Aquella tierra transfigurada entra ahora en el misterio de su porvenir. Qué gracia, qué fuerza en Maceo, el remplazo de Dios mediante por Dios delante. Tener la imagen, la tierra insuflada o creadora, la anunciación del porvenir americano, obligan a hablar a Dios. Volvemos a los períodos mitológicos, Dios delante del hombre, en sus cosechas y en sus hijos, en su conversación y en la mesa de todos los días.

De cierta manera, el positivismo y el cientismo, habían traído ese pesimismo causalista, donde la historia carecía de símbolos y del tuétano de sus ensalmos. Pero ahora, por ese retomar de nuestra era mitológica, sabemos que hay un Martí que hizo en vida y el mismo que engendró después de muerto, “Tengo miedo de morirme, sin haber sufrido bastante”, nos dice. Sufrió mucho Martí, ascendió purificado por la escala del dolor, dice Rubén Darío. Después de muerto, tiene que haber sufrido aún más. Germinativo en la tierra que transfiguró, ahora es una imagen fecundante, como el Hércules preñador de su vejez.

Comenzaban así a hervir los prodigios, desde la suerte del Almirante misterioso, que sorprende en las cabelleras de las indias, como una seda de caballo. Aquí lo sutil se hace fuerte, lo ahilado viste como una resistencia acerada, refugiándose en la convocatoria para lo secular eterno. Sorprende después, un perro grande, pero sin habla, que lleva en su boca una madera, donde el Almirante jura que ve letras. La imantación de lo desconocido es, por el costado americano, más inmediata y deseosa. Lo desconocido es casi nuestra única tradición. Apenas una situación o palabras se nos convierten en desconocidas, nos punzan y arrebatan. La atracción de vencer las columnas de la limitación o las leyes del contorno, está en nuestros orígenes, parece como si el misterioso Almirante, siguiese desde el puente nocturno, el traspaso entre la sexta y la séptima morada, donde ya no hay puertas, según la mística teresiana, y ganase como la regalía de la aventura en el misterio. Sorprende además, la diferencia extrema entre el pequeño círculo mágico. Un árbol que tiene ramas como cañas y otra rama que tiene lentiscos. Los peces tienen forma callos azules, amarillos, colorados. Toda esa riqueza de formas produce espera y descanso. En medio de esa diversidad, el hombre se nutre como de una espera, que tiene algo del arco y de la flecha.

Con esos hechizos acumulados en su centro, la Revolución Cubana ha vuelto sobre el poder de irradiación que hay en la pobreza. El siglo XIX nuestro, fue creador desde su pobreza. Desde los espejuelos modestos de Varela hasta la levita franciscana de las oraciones solemnes de Martí, todos nuestros hombres esenciales fueron maestros pobres. Después, el mono de Hollywood, con sueldazo de quinientos pesos semanales, fue el final apetecido de los cubanos negativos, no creadores. Claro que hubo hombres ricos en el siglo XIX, que participaron de la integración nacional. Pero comenzaron por quemar su riqueza, por morirse en el destierro, por dar en toda la extensión de sus campiñas una campanada que volvía a la pobreza más esencial, a perderse en el bosque, a lo errante, a la lejanía, a comenzar de nuevo en una forma primigénea y desnuda. Sentirse más pobre es penetrar en lo desconocido, donde la certeza consejera se extinguió, donde el hallazgo de una luz o de una fulmínea intuición, se paga con la muerte y la desolación primera. Ser más pobre es estar más rodeado por el milagro, es precisar el animismo de cada forma, es la espera, hasta que se hace creadora por la ley del árbol, es sorprendida por el estilo de la pobreza en una fulguración, donde la realidad y la imagen están perennemente a la altura de la mirada del hombre pobre. La suerte que se echa sobre los pobres, visto por quien más tenía que ver, gana de antemano el número sagrado y las batallas con la tumultuosa prole plutónica.

La vigilia y la agudeza del pobre lo llevan a una posibilidad infinita. Como tantas veces, esta frase mía me vuelve a rondar: lo imposible al actuar sobre lo posible, engendra un potens, que es lo posible moviéndose en la infinitud. Ahora se ha adquirido ese potens, esa posibilidad por el cubano. Toda imagen tiene ahora el altitudo y la fuerza de su posibilidad. Todos los posibles atraviesan la puerta de los hechizos. Todos los hechizos ovillan esa posibilidad, como una energía que en un instante es un germen. La tierra transfigurada recibe ese germen y lo hincha al extremo de sus posibilidades. Son así ahora alegres nuestros campesinos, al sentirse muy adentro en la melodía de nuestro destino.

La Revolución Cubana significa que todos los conjuros negativos han sido decapitados. El anillo caído en el estanque, como en las antiguas mitologías, ha sido reencontrado. El héroe entró en la ciudad. Comenzamos a vivir nuestros hechizos y el reinado de la imagen se entreabre en un tiempo absoluto. Cuando el pueblo está habitado por una imagen viviente, el estado alcanza su figura, pues la plenitud de un estado es la coincidencia de imagen y figura. El hombre que muere en la imagen, gana la sobreabundancia de la resurrección. Martí, como el hechizado Hernando de Soto, ha sido enterrado y desenterrado, hasta que ha ganado su paz. El estilo de la pobreza, las inauditas posibilidades de la pobreza, han vuelto entre nosotros a alcanzar su plenitud eficiente. La Revolución Cubana no es otra cosa que la creación del verídico estado cubano. Albricias, aquí revolución es creación. No revolución dentro de un estado anterior, que nunca existió, sino creación de un nuevo ordenamiento estatal, justo y sobreabundante. 
 

(Este texto fue hallado entre los papeles del escritor depositados en la Biblioteca Nacional José Martí. Su autor nunca lo publicó íntegramente en vida. Algunos de sus párrafos los integró en su ensayo “A partir de la poesía”, incluido en el volumen La cantidad hechizada en 1970 y ciertas frases vuelven a aparecer dispersas en cartas y entrevistas. La Revista de la Biblioteca Nacional José Martí lo dio a la luz en su número de mayo-agosto de 1988,con el título "Triunfo de la Revolución Cubana" y Librínsula, el boletín electrónico de la misma institución lo reprodujo este año por su actualidad dos décadas después).
 
 

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