Virginia Alberdi Benítez - Granma.- Todo se hallaba listo para que el maestro volviera a estar entre nosotros. La repentina muerte el pasado 11 de enero lo impidió. No obstante, su obra campea en un sitial de honor de la Décima Bienal de La Habana.
En la planta alta del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, a la vera de la Plaza de la Catedral, ocupa un espacio prominente. Nadie puede permanecer impasible ante la agudeza, la inteligencia y la precisa codificación de signos del japonés Shigeo Fukuda.
Desde el diseño gráfico, Fukuda creó imágenes cuestionadoras e incisivas, como las que se hallan desplegadas en la exposición Inquietud lúdica, una de las principales de la agenda de la Bienal habanera. Con un admirable poder de síntesis y un sexto sentido para la subversión formal —esa visión para saltar convenciones y darle un nuevo sentido a símbolos recurrentes— fue concibiendo un repertorio de propuestas que trascendieron tanto los reclamos publicitarios como las urgencias coyunturales.
Su juego constante entre luces y sombras, figuras y contrafiguras, lo hizo ser calificado como un maestro de la ilusión óptica. Sin embargo, su arte estuvo signado por una comprensión del espíritu humano y una disposición de servicio a nobles causas. Es decir, no se valió del ingenio para la satisfacción personal o el simple malabarismo intelectual.
La Habana se convirtió en la primera ciudad del mundo fuera de Japón en rendir homenaje póstumo a Shigeo Fukuda, quien compartió los ideales artísticos y sociales con sus colegas cubanos cuando nos visitó en ocasión del Congreso Internacional ICOGRADA.