Dimitri Prieto - havanatimes.org.- La Feria del Libro es un suceso interesante para cada vez más cubanos. Lo digo porque a menudo converso con la gente a la entrada de la Feria. A pesar de las críticas frecuentes porque no se ha podido encontrar lo que se estaba buscando,   la feria sigue moviendo a la gente.


Por estos tiempos, la Feria está próxima a su fin. Desde hace ya varios años, después de su inicio y los primeros días en la capitalina fortaleza de La Cabaña -famosa por ser el lugar del cañonazo de las 9 pero también por sus viejos fosos y paredones de fusilamiento (dato que solemos olvidar durante las fiestas del libro)- la Feria va a las provincias del país.

Esto hace que más personas puedan participar; pero creo que no me equivocaría que uno de los principales atractivos –los múltiples stands extranjeros- se mantiene exclusivo para los capitalinos.

Marco este aspecto porque al menos para mí (pero sospecho que también para muchos) la mayoría de los títulos cubanos que se venden en la Feria se pueden en principio conseguir a través de la red de las librerías (claro, después de cierto esfuerzo, y tengan en cuenta que en Cuba no existe el servicio de venta de libros vía correo postal ni de encargos por internet), pero los libros que de los stands extranjeros en la mayoría de los casos están disponibles sólo en el espacio ferial de La Habana.

En especial, hay varios stands que logran concentrar a personas con intereses muy especiales. Se conoce que a pesar de la controversial diversidad ideológica en los ámbitos de la izquierda que existió en Cuba cuando mis padres eran jóvenes, la producción “explícita” de ideas socio-políticas “entró en caja” durante los ´70 y la mayor parte de los ´80, cuando se impusieron los patrones del pensamiento “marxista-leninista” soviético en su variante desestalinizada “light”.

En esa época –que algunos científicos sociales llaman “década negra”, aunque duró algo más de 15 años- era muy “conflictivo” referirse a autores como, por ejemplo, Leon Trotski. Y, según me parece, las obras del segundo de Lenin en el movimiento hoy conocido como Revolución de Octubre, jamás se han editado en Cuba.

Pues uno de los atractivos (aunque –reconozco- no para los grandes públicos, pero sí para muchos jóvenes entre los 16 y los 76 años) de la Feria han sido los stands que presentan literatura político-social de tendencias trotskistas y afines.

Hay muchas personas que ya conocemos personalmente a algunos de los expositores, y para quienes la Feria es una oportunidad de charlar con camaradas y correligionarios. No es que exista un “underground” trotskista en La Habana, pues según mis fuentes no hay grupos organizados de tales tendencias (y el por qué no los hay es “otra historia”), pero sí existe un persistente interés por conocer las maneras alternativas de pensar el socialismo y la historia de los 100 años más recientes.

Así como en el evento sobre la globalización que por estos días se celebró en La Habana los economistas cubanos asistentes pudieron debatir en ambiente de pluralidad con colegas de otras tendencias ideológicas, en la Feria del Libro es posible conversar con representantes de pensamientos diferentes, con la característica de que el público es por supuesto mucho más amplio, pero al mismo tiempo la variedad de la oferta de algún modo se circunscribe más al trotskismo.

De las entidades internacionales representadas, en primer lugar se debe mencionar al grupo anglosajón Pathfinder, que vende no sólo buenas ediciones de Trotski y Rosa Luxemburg, sino también del Che Guevara y Malcolm X, lo que asegura la diversidad de su público.

Yo mismo tengo varios libros hechos en sus prensas, pero aunque no soy trotskista extraño esa edición facsimilar que a veces traen de los “Boletines de la Oposición”, compilación del periódico editado en el exilio por Trotski que en los ´30 circulaba clandestinamente en la URSS (y la pena por cuya posesión era el fusilamiento).

Me encantaría leerla, pero las veces que ha estado mis finanzas no daban para comprar ese libro. Es representativo que la Pathfinder, en cooperación con una editorial cubana, ha publicado en la isla un libro de discursos de Malcolm X, y algunos otros. Otra editorial presente (de otra tendencia internacional trotskista) es la española Fundación Federico Engels, que también vende los clásicos del “profeta proscrito” de la Revolución Rusa.

Ellos también reúnen a muchos interesados, e igualmente han co-editado al menos un título (no de Trotski) con el Instituto Cubano del Libro. Y está también la editora “Ciencia, Cultura, Política”, de tendencia trotskista-posadista, o sea, de una línea fundada por el argentino J.Posadas, autor de la mayoría de los títulos presentes en sus stands.

Lamentablemente, la mayor parte de los libros se venden en la moneda menos accesible para los cubanos de a pie (CUC) durante la mayor parte de los días de feria. La buena noticia es que el último día los trotskistas venden sus libros en MN (aunque no siempre a precios módicos), lo cual me posibilitó llevarme esta vez el último ejemplar de la Historia de la Revolución Rusa, el clásico de Trotski que sirvió de modelo al afrocaribeño C.L.R.James para escribir sus “Jacobinos Negros”, y que próximamente utilizaré en mis proyectos de investigación.

Por mis amigos trotskistas he conocido un chiste que circula entre ellos: “¿Qué hacen dos trotskistas en una isla deshabitada? ¡Pues fundan dos partidos trotskistas!” Sé que esa tendencia de pensamiento no es la que prevalece hoy entre la izquierda global.

He leído las múltiples críticas que se le hacen, y creo coincidir con la mayoría de ellas. Pero en mi criterio libros como “La revolución traicionada”, o los textos de la imprescindible Rosa Luxemburgo, incluyendo su magnífica crítica de la incipiente “burocracia roja” soviética o su emocionante alegato contra la pena de muerte, son clásicos del pensamiento político contemporáneo.

Y he tenido acceso a ellos gracias a los empeños de los trotskistas de la feria del libro. A ellos también otro agradecimiento: por enseñarnos a cada vez más cubanos el enorme valor de la diversidad en el pensamiento, de la pluralidad en la crítica social.

Un amigo editor me comentó una vez que se sentiría feliz el día en que se publicara el primer libro de Trotski en Cuba. Le dije que para yo sentirme feliz con Trotski sólo no es suficiente.
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