La rectora de la Universidad de La Habana Miriam Nicado entrega el Honoris Causa a Silvio Rodríguez. Foto: Estudios Revolución. Video: Canal Caribe / TV Cubana.
Cubadebate
La Universidad de La Habana otorga el Doctor Honoris Causa en Ciencias Sociales y Humanidades al cantautor y poeta Silvio Rodríguez Domínguez, en un acto presidido por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, primer secretario del Comité Central del Partido y presidente de la República.
De manos de la rectora de la institución, Miriam Nicado, el trovador cubano recibió el galardón más importante que confiere la casa de altos estudios capitalina.
Nicado rememoró la obra del fundador del Movimiento de la Nueva Trova y el profesor Manuel Calviño pronunció las palabras de elogio al trovador, en un acto donde participaron varios artistas e intelectuales cubanos.
De igual modo, Silvio recibió una carpeta con carteles creados por estudiantes de Diseño, que aluden a sus canciones emblemáticas.
Su investidura es considerada la última acción del programa profesional de la Convención Científica Internacional de la Universidad de La Habana, Saber UH, inaugurada el pasado lunes en la céntrica sala cinematográfica Yara.
Llevaré el estímulo en nombre de la trova cubana, dijo Silvio
Bárbara Vasallo - Fotos: Omara García Mederos
La Habana, 2 jun (ACN) En mi corazón llevaré el estímulo en nombre de la trova cubana de todos tiempos, dijo hoy Silvio Rodríguez, destacado trovador, al recibir el Título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Sociales y Humanidades, otorgado por la Universidad de La Habana (UH).
Ante la presencia de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, en el Aula Magna de la UH, el reconocido artista expresó los lazos que le unen a la institución y los vínculos históricos con la Facultad que le entrega el alto galardón.
Es indescriptible ser reconocido por esta institución por la que pasaron e hicieron historia tantas personalidades, y muy especialmente si esto ocurre en el país en que nacimos, decir gracias es poco para un gesto tan generoso, expresó el autor de Ojala, y evocó momentos importantes que lo unen a la Casa de altos estudios.
Silvio recordó el seminario de trovadoras y trovadores de varias generaciones que expusieron razones y sueños, y el valioso aporte teórico de musicólogos importantes, y dijo que en Ojala, el proyecto cultural donde trabaja, está pendiente la publicación de aquellas conferencias que esperan concretar en coordinación con la Universidad.
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Díaz-Canel en homenaje a Silvio en Universidad de La Habana (+Fotos)
El doctor Manuel Calviño tuvo a su cargo las palabras de elogio y destacó al Silvio trovador, compositor, ser humano; la doctora Miriam Nicado, Rectora de la UH, entregó el Título de Doctor Honoris Causa, y los estudiantes de la Facultad de Diseño regalaron una carpeta contentiva de carteles que incluyen icónicas canciones del artista, mientras que el Coro Nacional de Cuba, conducido por Digna Guerra, interpretó obras como El Necio, Locuras y El Escaramujo, entre otras.
Silvio Rodríguez Domínguez (San Antonio de los Baños, 1946) posee una amplia obra que trasciende las fronteras de la Isla, es fundador del Movimiento de la Nueva Trova, del Grupo de Experimentación Sonora del Icaic; junto a otros destacados músicos, constituye un símbolo de la resistencia y sus canciones son coreadas por miles de personas en el mundo.
Entrega en Cuba condición de doctor honoris causa a Silvio Rodríguez
La Habana, 2 jun (Prensa Latina) El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, encabezó hoy la entrega de la condición académica de Doctor Honoris Causa en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de la Habana al trovador Silvio Rodríguez.
De manos de la rectora de la institución, Miriam Nicado, el trovador cubano recibió el galardón más importante que confiere la casa de altos estudios capitalina, informó en Twitter la Presidencia de la República.Nicado rememoró la obra del fundador del movimiento de la Nueva Trova en la nación caribeña y el profesor Manuel Calviño pronunció las palabras de elogio al artista, en un acto donde participaron varios artistas e intelectuales cubanos.
Calviño subrayó que el trovador ha sido un indagador insomne de la sociedad cubana, y ha luchado por hacerla mejor. “La Revolución es de quien la siente y la abraza, y él inequívocamente la abrazó”, expresó.
De igual modo, Silvio recibió una carpeta con carteles creados por estudiantes de diseño, que aluden a sus canciones emblemáticas.
Su investidura es considerada la última acción del programa profesional de la Convención Científica Internacional de la Universidad de La Habana, Saber UH, inaugurada el pasado lunes en la céntrica sala cinematográfica Yara.
Rodríguez es uno de los compositores cubanos contemporáneos con más reconocimientos nacionales e internacionales, y esta condición reconoce el alcance de su obra, que incluye la composición musical y letra de cientos de canciones.
Nacido el 29 de noviembre de 1946 en San Antonio de los Baños, actual provincia de Artemisa, fue también uno de los fundadores del Grupo de Experimentación Sonora, del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos.
En 2009, la Universidad Nacional de Córdoba, distinguió al artista con el título Doctor Honoris Causa.
Honoris Causa para un necio cantautor
Silvio Rodríguez Domínguez, músico cubano, desde sus primeras canciones nos ha demostrado que, justamente, nada humano le es ajeno
Guille Vilar
Granma
La fecha de ayer cobró trascendencia para la cultura de nuestro país con el otorgamiento, al trovador Silvio Rodríguez Domínguez, de la investidura de Doctor Honoris Causa en Ciencias Sociales y Humanidades por la Universidad de La Habana.
Con la presencia de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, y de la doctora en Ciencias Miriam Nicado García, rectora de la casa de altos estudios, y del propio Silvio, el Aula Magna vibró de pura emoción por el júbilo desbordado entre personalidades del Estado, académicos, músicos, familiares y amigos del trovador, allí reunidos. Fue precisamente el conocido profesor Manuel Calviño –compañero de Silvio en batallas trovadorescas desde hace 50 años– quien marcó el tono definitivamente humano en las palabras de elogio al homenajeado.
Desde la experiencia propia de un avezado sicólogo, y con la ternura imprescindible del trovador que pervive en él, Calviño nos confirmó lo que ya sabíamos: en tan alta condición académica otorgada a Silvio, nos encontramos con el músico cubano que desde sus primeras canciones, nos ha demostrado que, justamente, nada humano le es ajeno, pero a la vez, en ese homenaje hecho historia, estamos implicados todos nosotros, todos los que en estos largos años hemos compartido orgullosamente su obra como parte consustancial de nuestra existencia.
Somos privilegiados testigos del nivel de influencia de las canciones del trovador mayor sobre sus conciudadanos, en plena consonancia con los postulados de la épica revolucionaria.
Silvio, por su parte, dijo sentirse abrumado por la generosidad de semejante gesto, y expuso, emocionado, aquellos momentos de su vida en que se ha sentido vinculado al recinto universitario, para concluir en que acepta el homenaje en nombre de los trovadores cubanos de todos los tiempos.
La magistral interpretación de clásicos como Unicornio y El necio, a cargo del Coro Nacional de Cuba, dirigido por la maestra Digna Guerra, nos hizo agradecer a Silvio por saberlo en nuestra trinchera, una voz que, desde sus canciones, ha demostrado el valor de las ideas.
Palabras de gratitud
Silvio Rodríguez
Cubadebate
Dedico estas palabras a una amiga inclaudicable de Cuba, mi hermana española Violeta Fernández Plaza, desde hoy temprano en la eternidad.
Presidente, Rectora, decanos, profesores, alumnos, amigos, familiares; seres que se ven y seres que no se ven ahora mismo en este recinto universitario:
Es indescriptible ser reconocido por la institución educacional por la que han pasado y han hecho historia tantas personalidades. Muy especialmente si esto ocurre en el país en que nacimos. Decir gracias es poco para un abrazo tan generoso que abruma. Gracias también a nuestro querido Manolo Calviño, por su elogio.
Resulta que tengo vínculos históricos con esta facultad, muy particularmente con Artes y Letras. Muchos viejos y queridos amigos pasaron por aquí; algunos fueron profesores. Yo estuve a punto de entrar una vez, en Historia, pero las consecuencias de mi ejercicio de guitárrica –como diría Retamar– no me dejaron.
Hoy, en las palabras que me corresponden, muy brevemente, deseo evocar ante ustedes cuatro instantes de mi vida que tienen que ver con esta honorable institución y que recuerdo especialmente. No son los únicos recuerdos, por supuesto, pero no quiero extenderme.
La primera y más antigua memoria que tengo de la Universidad de La Habana es de una tarde, a mediados de los años 50s del siglo pasado, en que mi padre Dagoberto, mi tío Angelito y yo veníamos subiendo por San Lázaro y tuvimos que doblar de prisa por la calle N, porque colina abajo avanzaba una manifestación de jóvenes entonando el himno nacional y portando la bandera.
Mi padre estacionó en la esquina de N y Jovellar, y me dejó allí mientras él y mi tío, por curiosidad, volvían a pie hasta San Lázaro. Pero no más llegaron a la esquina aparecieron varias perseguidoras llenas de policías y tuvieron que dar media vuelta y correr de regreso. Cuando mi padre, nervioso, encendía el motor, empezaron a sonar los tiros. Y yo, todavía arrodillado en el asiento, mirando por la ventanilla trasera, vi como algunos policías apuntaban y disparaban hacia la colina.
El segundo recuerdo es de la década siguiente, en 1962. Era 13 de marzo y supe que habría un acto en la escalinata. Ya yo era un adolescente y recordaba lo que acabo de contarles de unos años atrás. Con todo aquello dándome vueltas vine para la Universidad y fui uno más en aquella multitud que escuchaba cuando leyeron un texto de José Antonio y omitieron la parte en que hablaba de Dios.
Después Fidel hizo un discurso esencialmente anti-dogmático, que dedicó a los jóvenes, y mencionó a los que él llamó “mancos mentales”. Incluso criticó algunas consignas extremistas de entonces, apelando a un verdadero pensamiento marxista, científico; a una seriedad intelectual. Todo esto revelaba contradicciones que después comprendí que, más que nuestras, eran humanas, porque en los 76 años que he vivido he visto obcecación y fanatismo en muchas formas de pensar. Significativo ver como tan temprano Fidel, dirigiéndose a la juventud, hacía una crítica profunda a la simplificación de lo ideológico. Lo que quiere decir que no deseaba, para nuestro futuro, el predominio del pensamiento dogmático; ejemplo que deberíamos tener siempre presente, más que por los prejuicios superados por los que no nos dejan ser mejores.
El tercer recuerdo es, posiblemente, de 1970, de cuando Chomi Miyar me invitó a ir con mi guitarra a la televisión universitaria. Aquel gesto tenía un especial significado porque era una etapa en que los trovadores de mi generación estábamos marginados de la televisión y de la radio. Fue otra prueba alentadora, además de las de Haydee Santamaría y Alfredo Guevara, de que, en aquella revolución de mi país, que yo apoyaba, era posible una diversidad de pensamiento.
El último recuerdo que voy a mencionar es de 2002, cuando estaba de rector Juan Vela, quien con sincero entusiasmo nos abrió las puertas de esta casa de estudios para que hiciéramos un seminario sobre la trova cubana.
En aquella semana inolvidable trovadoras y trovadores de todas las generaciones coexistentes expusieron sus razones y sus sueños. Y hubo valiosos aportes teóricos de grandes musicólogos como María Teresa Linares, Danilo Orozco, Lino Betancourt, Radamés Giro, María Elena Vinueza, Clara Díaz.
Ni antes ni después de entonces hubo actividades universitarias de perfil académico dedicadas a la trova. Por eso sé que nadie se va a poner bravo si ahora digo que, en mi corazón, llevaré este estímulo en nombre de la trova cubana de todos los tiempos.
En Ojalá, el proyecto cultural en que trabajo, tenemos pendiente la publicación de aquellas conferencias, que ya trascribimos al papel. Y por supuesto que esa edición esperamos hacerla coordinada con esta Universidad.
Por último:
Nunca me creí importante
y menos imprescindible.
Me parecía increíble
poder salir adelante.
Me sentía un habitante
sin comienzo ni final,
un impreciso animal
de lo oscuro, una cigarra,
hasta que una guitarra
me sumergió en su espiral.
Y en ella me vi buscando
la melodía que faltaba,
versos que nunca encontraba
y allí estaban, esperando.
Y lo que hallé fui soltando
como mi respiración,
fuera impulso o reflexión,
fuera sueño o pesadilla,
y hasta mirando una silla
apareció una canción.
Siempre cantando de frente
nombré lo que distinguía
(si podía o no podía
me lo contaba la gente).
Siempre creí en la corriente
matinal de lo sincero
y cuando me dieron cuero
por cantar lo que pensaba,
cantando más me aliviaba
pues cantando me supero.
Sólo existir era un reto
en un mundo hecho por hombres.
Ya todo tenía su nombre
bien acuñado y con peto.
Y sin faltar al respeto
de lo que lo merecía,
ofrecí lo que creía
en mis compases y versos:
pedacito de universo
hecho de noche y de día.
Silvio es también nuestro
Manuel Calviño
Cubadebate
PALABRAS DE ELOGIO DEL PROFESOR MANUEL CALVIÑO, EN EL ACTO DE ENTREGA DEL TÍTULO DE DOCTOR HONORIS CAUSA EN CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES A SILVIO RODRÍGUEZ DOMÍNGUEZ.
Para Silvio,
a quien las ciencias sociales y las humanidades cubanas
le agradecen ser parte consustancial de ellas
Cuando supe la decisión de la Dirección universitaria de entregar el Título de Doctor Honoris causa en Ciencias sociales y humanidades a Silvio Rodríguez Domínguez – el hijo de Dagoberto y Argelia, criado con música y poesía, con espíritu libertario y sensible, en el Barrio de la Loma, San Antonio de los Baños… “donde hay un rio” – pensé que se había tomado una justa y acertada decisión que me hizo sentir una profunda alegría actual con una larga historia.
Como de vez en cuando (solo de vez en cuando, más bien casi nunca, “que no es lo mismo pero es igual”) “me acecha el fantasma” (“cara pálida”, por cierto) del cientificismo (ese que por momentos parece que “conquista nueva fama”… “iSolavaya!, aves de malagüero”), me lancé a hacer más válida mi apreciación y durante varios días pregunté a decenas de personas (buena parte profesores y estudiantes de nuestro alto centro de estudios) qué pensaban de la decisión. La respuesta unánime fue: Más que merecido… y claro no faltaron los que agregaron, con un cierto matiz de inconformidad constructiva crítica, “hace rato se lo podían haber dado”. Bueno, si no se agrega un pero, no se es cubano. Además, como nuestro nuevo Doctor Honoris causa ha sentenciado: “La crítica y la autocrítica son herramientas indispensables. La inconformidad es legítima, y es progreso” Al final, estamos ante una decisión “cum laude”.
Cuando supe, al mismo tiempo, que también la Dirección universitaria me invitaba a hacer las palabras, llamadas de elogio, en el Acto de otorgamiento (lo que agradezco enormemente), entonces ya llegué al borde del paroxismo, eso sí acompañado de inquietud y, lo digo sinceramente, un poco de miedo. “Quizás lo mejor es ni averiguar…Da miedo temer”
Por suerte, una idea de Mandela me resultó terapéutica: “…la valentía no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre el miedo. El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo “. Entonces me entregué a la tarea. Lo hice recordando que el destinatario de las palabras que voy a conjugar, durante algún tiempo vivió “convencido de que era la encarnación del capitán Ahab” (capitán del barco ballenero Pequod), y persecutor obsesionado por la venganza contra Moby Dick, lo que me dio por pensar que yo podría acompañarlo siendo Starbuck (sin “s” al final), el primer oficial al mando en la novela de Herman Melville- la voz de la razón-, quien estaba convencido que “el valor más seguro y más útil es el que surge de una justa estimación del peligro que se afronta” y más aún: “un hombre que ignora el miedo es compañero mucho más riesgoso que un cobarde”
Hasta aquí, creí lograda mi tranquilidad reflexiva, propia de un psicólogo profesional. Pero, lo fundamental estaba por verse: la intranquilidad metodológica, la del cómo hacerlo.
Así, luego de hacerme “un café romántico, barroco” y recorrer “mi cabeza en agua fría”, empezaron a dar vueltas por mi mente (por mi psique, mi subjetividad- elijan ustedes la expresión adecuada) imágenes cargadas de color, con muy buena onda, con un “flow” riquísimo (ahora va emergiendo mi yo-musicante). Las evocaciones no se hacen esperar. Recuerdo la segunda mitad de los sesenta, un viaje a Matanzas. Silvio con su guitarra – “pecosa y discreta…tímida… recluta también” la que ya desde entonces reconocía, y hasta hoy, como su mejor fusil. Yo iba como miembro de un grupo de Rock, jóvenes recién egresados de la UM-2350 de Managua, “Los Dada”. Y entonces, empezó la canción… “Quédate. Quédate. Para poder vivir sin llanto”. No necesito la grabación para escucharlo y escucharme haciéndole la segunda. “Que maneras más curiosas de recordar tiene uno”.
Salta caprichosa la memoria y me lleva a Manzanillo, hace algo más de cincuenta años. Acto fundacional de lo que quedó en llamarse el Movimiento de la Nueva Trova. Y después del jolgorio, junto a Pablo Milanés, Noel Nicola, Vicente Feliu, Enriquito Núñez, Augusto Blanca, Carlos Alfonso, Amaury Pérez, Frank Fernández y otros, emprender la caminata que nos llevaría de Playa las Coloradas (no precisamente por la playa, sino por el tupido mangle) hasta Alegría de Pio. 30 kilómetros cargados de historia y compromiso.
Pero incluso antes que yo subiera la escalinata para no bajarla nunca más, Silvio ya acompañaba el espíritu universitario. Se le escuchaba en el Parque de los Cabezones, en la casa de K 507, donde quiera que el pensamiento revolucionario y evolucionario, revolucionador, hacía lo que correspondía: hacer “invocando a Peralejo, que nos viene mejor”. Silvio ha estado siempre intramuro: en la asimilación de sus textos, en las polémicas que generaba, en la evidencia personal de que decía lo que muchos y muchas queríamos decir y no sabíamos cómo, pero además él lo hacía con un verso cortante, intransigente, desafiante, enamorado.
Ya en la época era un diseminador de ideas, un escudriñador de los reglones torcidos hasta de la virtud, un dialogante referencial entre los jóvenes (y los no tan jóvenes), un desnaturalizador de lo obvio (algo cuyo valor encontramos también en Freire). En fin, alguien que proveía y promovía “ideas, información y conceptos para ayudarnos a entender el mundo en el que vivimos, quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos… [alguien que] ayuda a pensar los problemas colectivos que enfrentamos y a imaginar maneras más justas de organizar la vida social” Por cierto, esto que acabo de leer es una suerte de definición de Ezequiel Adamovsky sobre que es un científico social. A buen entendedor pocas palabras.
Silvio era también nuestro. Es también nuestro. De los que poblamos esta Colina de lucha intelectual, revolucionaria, mambisa.
En esta Universidad, de 295 años de juventud acumulada, hemos cantado con Silvio, porque “el canto de la Patria es nuestro canto”, hemos amado con Silvio, con ese “amor que canta y te eterniza, que te hace trascender”, hemos combatido con Silvio “fusil contra fusil”, hemos pensado con Silvio, porque en sus canciones “la Cuba actual… inspira preocupación y ocupación, o sea respeto y esperanza” (Silvio Rodríguez: “Soñar con imposibles es posible; ignoro si aferrarse tenga sentido” Cubadebate. 2 de marzo, 2014. Disponible en:http://www.cubadebate.cu/noticias/2014/03/02/silvio-rodriguez-sonar-con-imposibles-es-posible-ignoro-si-aferrarse-tenga-sentido/) El reclamo de la patria es siempre prioridad y “hay que acudir corriendo pues se cae el porvenir”.
Claro que hubo tiempos difíciles (si alguien sabe cuáles son los fáciles que me lo diga) en que algunos burócratas confundían compromiso con irreverencia, pensamiento propio con desviación ideológica, crítica con acción enemiga; tiempos en que no faltaron los trasnochados que se creían dueños de la revolución y sentenciaban lo que era revolucionario y lo que no lo era como erupción infundada de su mediocridad. Pero Silvio siempre supo que “la Revolución era de quien la sintiera y la abrazara” Y él, indudablemente, la abrazó, inequívocamente creyó siempre en Fidel (como ha confirmado innumerables veces) y sabía, aristotélicamente, que “solo una mente educada puede entender un pensamiento diferente al suyo sin necesidad de aceptarlo”
Fue en esa época, según su propio relato, que acabó “visitando a un amigo psiquiatra, con quien trataba de encontrar respuestas a lo que [le]me había sucedido… el médico, que tenía fama de excelencia, [le]me dijo que [se]me olvidara de la política y [se]me salvara”. Paciente indisciplinado, indócil diría yo, para ser más exacto- “en aquel momento decidió no regresar a la maravillosa consulta y curarse solo, o acabarse de enfermar, asumiendo su país con las contradicciones que tuviera”. (Silvio Rodríguez. “Mi truene del ICR”. En su blog Segunda Cita. Lunes, 23 de octubre de 2017. Disponible en: https://segundacita.blogspot.com /2017/10/mi-truene-del-icr.html) Por lo demás, “que levante la mano la guitarra”.
Como yo “no quisiera un fracaso en el sabio delito que es recordar”, no voy a caer en la tentación de recontar historias conocidas y admiradas, que perfilan una vida profundamente comprometida con la patria, la libertad, la justicia, el arte, la construcción social y obviamente con el amor – el que “despeña su suerte por un tiempo mejor”.
Esas historias están allí, pero no solo como lo sucedido, sino integradas orgánicamente en una obra única, indivisible, inclaudicable. La historia del alfabetizador de 14 años que por primera vez se integraba a una labor social, en su “primera tarea”; la del navegante de 23 años, “incomprendido y calumniado” que durante cuatro meses y dos días trabajó y vivió junto a “los hombres del Playa Girón” y concibió 62 canciones cargadas de profundos pensamientos que acumulan ya algo más de sincuenta años… sincuenta, con s, porque siguen siendo de hoy; la historia del “Papá de un pionero de guerra” que en carta a Alfredo Guevara, fechada el 15 de diciembre de 1975, le decía “…quiero que me des la oportunidad de irme a Angola. La argumentación creo que es obvia, la que podrá ofrecer cualquier revolucionario. Por otra parte, en mí, una gente que se formó en los años de la epopeya de Che y que más tarde, buena parte de su trabajo lo ha inspirado el internacionalismo, se hace necesidad casi angustiosa esta experiencia” (Perrerac. Enciclopedia del cantar popular. Silvio en Angola,1976.https://perrerac.org/album/ silvio-rodriguez-silvio-en-angola-1976/13640/ )Y es que le urgía la “canción que nació una vez que se navegaba el mundo, cuando elegimos el rumbo bajo la estrella del Che”
Y no hablo festinadamente de una obra única, indivisible, inclaudicable. Es que en la espiral del desarrollo – del hombre, del músico, del poeta, del revolucionario – se renuevan las epopeyas (esas que como bien el mismo ha dicho son las que necesitan los jóvenes, “porque todos los jóvenes, de todas las épocas, si tú les pones una epopeya delante, se la comen” (Silvio Rodriguez. Mi primera tarea. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=XnCmeuMtmvY)Y a Silvio no le cuadra mucho esperar a que vengan. Invariablemente, ha salido a buscarlas, ha ido al encuentro con la gente en los escenarios de las luchas por el bienestar y la felicidad de los cubanos y las cubanas. Y prosigue con su compromiso, lleva “a bordo de esta expedición…un loco, un albañil, un nigromante, un ruiseñor y un beso espadachín” Llega a los barrios, incluso a los barrios de reclusos (a las prisiones). Funda espacios para la emancipación cultural, la promoción de los excluidos del universo comercial de las grabaciones y ediciones, hace aparecer Ojalá, Abdala; se abre en el ciberespacio con su “Segunda cita” para la construcción y el debate. Todo puesto a extender, a multiplicar, a servir, porque, como su amigo azul, “saber compartir es siempre su vocación”
Sencillamente, despliega sus alas de colibrí “liviana y pura”, con todos y para el bien de todos, como sentenció aquel hombre a quien conoció su abuelo Felix, cuando “estando en una bodega de Tampa …un señor le había preguntado qué hacía por aquellas tierras y que él le había respondido que su padre trabajaba en cierta tabaquería. El señor había sonreído y le había dicho que era una casualidad, porque dentro de pocos días él iba a visitar el lugar donde trabajaba su papá, para hablar con los trabajadores. Y aquel hombre amable era José Martí” (Council of Hemispheric Affairs Entrevista con el mítico trovador cubano Silvio Rodríguez: “Cierro filas con mi pueblo que sufre una tortura calculada de seis décadas. Por Arturo López Levy. Disponible en:https://www.coha.org/entrevista-con-el-mitico-trovador-cubano-silvio-rodriguez-cierro-filas-con-mi-pueblo-que-sufre-una-tortura-calculada-de-seis-decadas/)
Atesoro, en mi sanctasanctórum doméstico, un CD (el Volumen 2 de la Trilogía Silvio, Rodríguez, Domínguez, de 1994) en cuyo booklet hay una dedicatoria que escribió sentado junto a la escafandra que encontró “al pie del mar de los delirios” y que comienza diciendo: “Para Manolo, a quien llora la música…” Hoy casi treinta años después, puedo devolverle el gesto con estas palabras que no pretenden mucho más que decir: “Para Silvio, a quien las ciencias sociales y las humanidades cubanas le agradecen ser parte consustancial de ellas”
Porque aquel que es “de la aventura de existir… y el otro poco.. de la ilusión” ha sido, como la pupila de Rubén (Martínez Villena), un indagador insomne de la sociedad cubana. La ha indagado, cuestionado, la ha expresado y ha luchado por hacerla “un tilín mejor”. Y eso es ser un científico social.
Porque quien nos ha invitado a “llenar de optimismo ese buen corazón... y hacer cita con el porvenir” ha sido un miembro por derecho propio de la Universidad que, al decir de Mella, “debe influir de manera directa en la vida social, debe señalar las rutas del progreso, debe ocasionar por medio de la acción ese progreso entre los individuos, debe… arrancar los misterios de la ciencia y exponerlos al conocimiento de los humanos”. Esto es ser un profesor universitario.
Los que creemos en “la utilidad de la virtud” y en “la virtud de la utilidad”, miramos no solo a la racionalidad de la Ciencia, sino también a su lírica. Lírica comprometida que en la Universidad de La Habana ha tenido a excelsos cultores, desde Varela, Céspedes, Agramonte, Martí, Heredia, en un largo camino que llega a Villena, Mella, Fidel, y por supuesto Vicentina, Eusebio, Retamar (por solo nombrar algunos). La lírica que es la condición universitaria de sentipensantes (Galeano). La expresión auténtica de los sentimientos, de las emociones que hacen y son hechas por los compromisos. No se puede parametrizar el amor y sin amor no hay ciencia posible, bien que “Solo el amor alumbra lo que perdura. Solo el amor convierte en milagro el barro… Solo el amor engendra la maravilla”
Termino recordando un axioma del apóstol: Honor a quien honor merece. Eso afirmamos hoy, aquí. Por causa de honor estamos agradeciendo y reconociendo a este “reparador de sueños”, que no dudó nunca, y que “tenía claro a los veinte años que [su]mi país era mucho más importante que yo”.
Gracias Silvio, por aceptar este Título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Sociales y Humanidades de nuestra Universidad, por permitirnos esta veneración que “noblemente nos sube a tu estatura”.
Las y los profesores y estudiantes de la Universidad de la Habana tenemos en ti, Silvio Rodríguez Domínguez, un hermano “que arde, un hermano de suerte, de vida, de historia, de sueños”, un hermano con quien ratificamos los compromisos de hoy: “En todos los segundos, en todas las visiones” somos y seremos los que “podemos sonreír en plena luz”, los que repetimos desde la profundidad de nuestra alma cubana, de nuestra vocación universitaria, revolucionaria “Yo me muero como viví”.