Un grupo de personas hace cola para usar un taxi en La Habana (Cuba). El precio del combustible ha subido un 400%. Foto: RTVE.


Según Naciones Unidas, en 2018, las seis décadas de embargo financiero y comercial de Estados Unidos a Cuba habían costado a la economía de la isla 130.000 millones de dólares.

Rodrigo Acuña (Truthout) 1/05/2024

Tomado de CTXT

Este artículo se publicó originalmente el 20 de abril en Truthout.

La traducción es de Paloma Farré.

La isla de Cuba atraviesa su peor crisis económica desde la caída de la Unión Soviética en 1991. Hace unas semanas, el Gobierno de La Habana solicitó oficialmente al Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas leche en polvo para niños menores de 7 años. A mediados de marzo, como señaló CBS News, “pequeños grupos de manifestantes salieron a las calles en la ciudad oriental de Santiago” para criticar los “cortes de luz de hasta ocho horas”, así como la escasez de alimentos en todo el país. A finales de marzo, al puerto de Matanzas llegó un cargamento de emergencia con 715.000 barriles de crudo procedente de Rusia –el primer envío de petróleo de este país a Cuba en un año–, mientras que, recientemente, China ha accedido a entregar 70 toneladas de arroz, el primero de seis envíos por un total de 400 toneladas.

En Nueva York, en un acto de solidaridad, The People's Forum (una ONG local) ha iniciado una campaña llamada “Let Cuba Live: Bread for Our Neighbors” (‘Dejen a Cuba vivir: pan para nuestros vecinos’) con el objetivo de enviar “800 toneladas de harina de trigo a Cuba como ayuda humanitaria legal”.

Zuldaimis Biart, una contable de 35 años que vive en La Habana, declaró a Truthout que la crisis actual “está afectando directamente a las personas con ingresos bajos, a los trabajadores, a las madres con hijos y a los ancianos”. En su caso particular, su salario “no cubría las necesidades mínimas como alimentos, medicinas, higiene personal, ropa y calzado básico”.

No todo el mundo tiene acceso a la moneda digital convertible, ya que no todo el mundo recibe remesas de familiares en el extranjero

Biart señaló que no todo el mundo tiene acceso a la moneda digital convertible conocida como MLC (moneda libre convertible) que se introdujo hace tres años, ya que no todo el mundo recibe remesas de familiares en el extranjero. Biart opina que la situación de la educación y del sistema de salud pública se está deteriorando porque “todas las instituciones del Estado están siendo víctimas de la emigración masiva y la falta de recursos”.

Asiel Álvarez, un habanero de 34 años trabajador de la construcción, comentó a Truthout que también está estresado debido a los recientes cambios del sistema monetario cubano y explicó que su “salario carece de valor para comprar ningún producto”. Según Álvarez, ahora los cortes de luz son constantes.

En un comentario publicado en el Boston Globe sobre su reciente viaje a Cuba, Micho Spring –estratega de comunicación de la empresa de marketing Weber Shandwick– señalaba que se ve mucha basura por La Habana, mientras que el transporte público ha disminuido considerablemente sus operaciones. “Fuera de La Habana”, escribió Spring, “me sorprendió lo delgada que está la gente”.

Hace tres años, cuando estallaron las protestas en ciudades de toda Cuba contra los continuos cortes de luz y el empeoramiento general de la situación económica del país, el presidente Miguel Díaz-Canel salió rápidamente a las calles de La Habana donde se originaron las manifestaciones. En unas acaloradas conversaciones con vecinos de la zona, que fueron grabadas por la televisión estatal cubana, Díaz-Canel expuso el punto de vista del gobierno acerca de la crisis. “¡Querida, hemos tenido que cortar la luz porque no tenemos suficiente combustible!”, le dijo a una anciana visiblemente angustiada. En una región donde los presidentes rara vez dan la cara durante una crisis, y mucho menos se reúnen con los manifestantes, la decisión de Díaz demostró valentía política. Hoy, sin embargo, la crisis continúa.

En Venezuela, la producción de petróleo está en su nivel más bajo en décadas debido a las duras sanciones económicas de Estados Unidos y a la incautación de la petrolera CITGO por parte de Washington. Cuba, que depende en gran medida de las importaciones de petróleo venezolano, lleva varios años afectada por esta situación, que la ha sumido en una crisis energética. A estos problemas hay que añadirle que la isla aún no se ha recuperado de la pandemia de la covid que la obligó a cerrar su industria turística (el sector más importante de su economía) y a aislarse del mundo exterior.

En enero de 2021, en un intento de estabilizar la economía, el Gobierno puso fin a más de 25 años de doble circulación monetaria

En enero de 2021, en un intento de estabilizar la economía, el Gobierno puso fin a más de 25 años de doble circulación monetaria y volvió a utilizar el peso cubano (CUP), que en aquel momento tenía un tipo de cambio de 24 pesos por dólar estadounidense. Para complicar aún más las cosas, con la abolición del peso cubano convertible (CUC), el gobierno introdujo una nueva moneda digital conocida como MLC. Con un aumento de la inflación del 70% solo a finales de 2021, la medida del gobierno resultó muy impopular entre los cubanos de a pie y, a principios de febrero de 2024, el ministro de Economía, Alejandro Gil, fue destituido. Ahora, según una declaración del gobierno cubano, el ministro está siendo investigado ya que “la dirección de nuestro Partido y gobierno nunca ha permitido, ni permitirá, la proliferación de la corrupción, la simulación y la insensibilidad”.

Sin embargo, el mayor culpable de las dificultades económicas de Cuba es el Gobierno de Estados Unidos, que lleva imponiendo un duro bloqueo económico a la isla desde hace más de 62 años. En abril de 1960, en un memorando del subsecretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos Lester D. Mallory, el funcionario estadounidense señaló que la mayoría de los cubanos apoyaban al joven líder revolucionario Fidel Castro, cuyo Movimiento 26 de Julio había derrocado al brutal dictador Fulgencio Batista, apoyado por Washington, en enero de 1959. Basándose en su análisis, Mallory escribió:

“Deben emprenderse con prontitud todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba. Si se adopta dicha política, debe ser el resultado de una decisión positiva que exija una línea de actuación que, siendo lo más hábil y discreta posible, avance al máximo para negar dinero y suministros a Cuba, reducir los salarios monetarios y reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”.

Durante la Guerra Fría, Cuba consiguió reducir el impacto del bloqueo económico estadounidense comerciando con países del bloque socialista. Como la Unión Soviética compraba azúcar, minerales de níquel, ron y tabaco cubanos a precios ventajosos, entre 1960 y 1985, según un experto, “el importe total de las subvenciones soviéticas al azúcar superó los 22.000 millones de dólares”. En 1992, un año después de que la caída de la Unión Soviética sumiera a la economía cubana en una grave crisis conocida como “período especial”, el cineasta estadounidense Jon Alpert le pidió a Fidel Castro que hablara sobre la economía. La respuesta de Castro fue sencilla: “Nuestro problema es el bloqueo y el fin del Bloque Socialista”, dijo, “el 85% de nuestro comercio era con los países socialistas”.

En 1996, con la introducción de la Ley de Democracia Cubana y la Ley Helms-Burton, la soga económica en torno a Cuba se tensó

En 1996, con la introducción de la Ley de Democracia Cubana y la Ley Helms-Burton, la soga económica en torno a Cuba se tensó. Aprobadas por el Congreso y promulgadas por el presidente Bill Clinton, dichas leyes establecían que cualquier empresa no estadounidense que tratara con Cuba podía ser objeto de acciones legales. En un informe para la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, al comentar la Ley Helms-Burton, el político español Fernando González Laxe señaló que la “dimensión extraterritorial de la legislación se manifiesta en el hecho de que las empresas de terceros países pueden ser demandadas ante los tribunales estadounidenses, y a sus ejecutivos, junto con sus familias, se les prohíba entrar en Estados Unidos”. Para González Laxe, “las empresas y ciudadanos canadienses, europeos y latinoamericanos serían los más afectados”.

Cuando el presidente Barack Obama visitó Cuba en 2016 y suavizó el bloqueo, un comentarista señaló que “el régimen de sanciones más antiguo de la historia no se desmanteló por completo, pero el progreso fue inmenso, con beneficios percibidos casi de inmediato por los trabajadores cubanos”. El respiro para los cubanos, sin embargo, duraría poco.

Salim Lamrani, autor de numerosos libros sobre Cuba y profesor de la Universidad de La Reunión, manifestó a Truthout que con Donald Trump, “Washington volvió a la política de confrontación e impuso 243 nuevas sanciones en cuatro años, más de una sanción por semana, dirigidas a sectores vitales de la economía cubana, como la exportación de servicios médicos, el turismo y las remesas”. Entre esas sanciones, señaló Lamrani, “cincuenta fueron impuestas en medio de la pandemia de la covid, lo cual privó a la isla de equipos vitales como respiradores y afectó gravemente al sistema de salud”.

Peor aún, en 2021, el gobierno de Trump volvió a incluir a Cuba en la lista de Estados a los que Estados Unidos acusa de promover el terrorismo. Antoni Kapcia, profesor emérito de la Universidad de Nottingham, declaró a Truthout que aunque esta medida “no recibe el apoyo de la Unión Europea, Canadá o el Reino Unido”, ha “afectado a las operaciones europeas en Cuba, ya que los bancos y aseguradoras europeas se niegan a procesar pagos a entidades cubanas o a dar cobertura de seguro para estancias en Cuba”. Según Kapcia, la inclusión de Cuba en la lista de Estados que promueven el terrorismo “hizo aún más difícil de lo que ya era antes de 2017 para Cuba comprar y pagar las importaciones (en particular petróleo, medicamentos y productos alimenticios), lo que contribuyó sustancialmente al profundo empeoramiento de la situación económica”.

Cuando se le pidió que explicara por qué la Administración de Biden no retomó la política anterior de Obama hacia Cuba, Helen Yaffe, autora del libro We Are Cuba! How a Revolutionary People Have Survived in a Post-Soviet World, declaró a Truthout que, si bien “inicialmente Biden no hizo cambios significativos en la política del país hacia Cuba” después de las protestas del 11 de julio de 2021, “Biden estaba claramente advertido de que el Estado revolucionario era vulnerable y estaba a punto de derrumbarse, y no tendría que hacer mucho para atribuirse el mérito de ser el presidente de EE.UU. que finalmente monitoreó el hundimiento del socialismo cubano”. Aunque, según Yaffe, la idea de que el Estado estaba a punto de hundirse es inexacta, la Administración de Biden ha redoblado la apuesta añadiendo algunas sanciones propias.

Ahora que más de 400.000 cubanos han abandonado la isla entre 2022 y finales de 2023 y con Estados Unidos en pleno año electoral, Yaffe señala que Biden ha tomado algunas medidas para “reducir la inmigración cubana a Estados Unidos”; sin embargo, no ha eliminado las “causas que impulsan esa migración, es decir, la escasez y las penurias causadas en gran medida por el bloqueo estadounidense”. Según Naciones Unidas, en 2018, las seis décadas de embargo financiero y comercial de Estados Unidos a Cuba habían costado a la economía de la isla 130.000 millones de dólares.

La desesperación y la rabia de los ciudadanos cubanos con los que habló Truthout es palpable.

“No veo futuro para la población”, dijo Asiel Álvarez, trabajador de la construcción de La Habana. “Y en mi caso, no veo futuro”.

Yolanda Sánchez, exmaestra de 61 años, prefirió hablar con Truthout bajo seudónimo, ya que depende del Gobierno cubano para renovar su licencia para regentar un pequeño establecimiento de alojamiento y desayuno en La Habana Vieja.

Sánchez reconoció que “durante la presidencia de Barack Obama hubo un florecimiento en la economía cubana y más oportunidades para iniciar negocios en el sector privado, así como la adquisición de productos de primera necesidad para el pueblo”. En opinión de Sánchez, la pandemia de la covid fue desastrosa, al igual que el momento elegido por el Gobierno poco después para llevar a cabo los cambios monetarios que introdujo.

Afirma que “todo el sistema se derrumbó” mientras aumentaba el coste de todo: “alimentos, medicinas, vivienda, higiene ambiental”. Desde la perspectiva de Sánchez, la inflación no se ha detenido mientras que el “propio Estado ha aumentado el precio de los productos de primera necesidad”.

Carlos Rivera es un trabajador sanitario de 40 años de un hospital público de La Habana, que también pidió utilizar un seudónimo. Para Rivera:

“Hoy la crisis no tiene fin, no sabemos dónde va a terminar todo esto. Vemos que se silencian los hospitales, cuando los servicios de salud son una fuente  importante de divisas para el país y ni siquiera son capaces de mejorar al menos las condiciones laborales de quienes trabajan en ese sector. Por otra parte, la crisis del  petróleo nos está golpeando duramente. El problema del transporte es muy grave”.

Según Rivera, en La Habana, la gente puede pasar hasta tres horas esperando el transporte público, un tiempo que desearían poder utilizar para otros fines.

En comunicación con Truthout, Iramís Rosique Cárdenas –periodista cubana del colectivo de medios de comunicación La Tizza, con sede en Cuba– dijo que “en estos momentos también hay un enorme problema de abastecimiento de la cesta básica regulada (una bolsa de alimentos subvencionada), por ejemplo, no ha llegado el arroz de abril, un alimento básico”. A su juicio, “el futuro de nuestro mundo es incierto” ya que “cualquier oportunidad de futuro para nosotros depende de que Cuba pueda completar su inserción en el mercado mundial (con todo lo que ello implica para bien y para mal), algo que impide la guerra económica a la que estamos sometidos”.

Para Fulton Armstrong, investigador principal del programa latinoamericano de la American University de Washington y antiguo miembro del Consejo Nacional de Inteligencia (NIC, por sus siglas en inglés) que dependía de la CIA, a pesar de factores como la pandemia de la covid, la crisis económica de Venezuela y los propios errores económicos y la falta de reformas del Gobierno cubano, el principal factor de los actuales males de la isla sigue siendo el bloqueo económico estadounidense. En declaraciones recientes a la emisora pública alemana DW, Armstrong señaló que mientras algunas protestas contra el Gobierno cubano han sido expresiones espontáneas de las frustraciones de la gente, otras han sido cuidadosamente planificadas y apoyadas por actores externos mediante el uso de medios sociales y cuentas bot. Según Armstrong, National Endowment for Democracy (la Fundación Nacional para la Democracia) es uno de esos actores interesados en el derrocamiento del gobierno cubano y ha gastado 600 millones de dólares a lo largo de los años en “promover la democracia” (es decir, intentar derrocar el actual sistema político cubano) en la isla.

Durante la Guerra Fría, Estados Unidos promovió campañas similares contra la revolución cubana. Tras la fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961, Washington ignoró los flagrantes actos de terrorismo cometidos por elementos de la comunidad de exiliados cubanos de la extrema derecha en Miami, Florida, hasta los atentados de 1997 contra hoteles en Cuba (los últimos actos de terrorismo contra la isla). En 1971, la CIA y un grupo anticastrista fueron acusados de haber introducido en la isla el virus de la peste porcina africana, lo que provocó el sacrificio forzoso de 500.000 cerdos para evitar una epidemia animal a gran escala.

En 2017, el Gobierno cubano denunció “un saldo de 3.478 muertos y 2.099 discapacitados” debido a actos de terrorismo contra Cuba “por defender su independencia, soberanía y dignidad”.

Según Fabián Escalante Font, fundador de los servicios de inteligencia cubanos y exjefe del Departamento de Seguridad del Estado de Cuba desde principios de la década de 1960 hasta el año 2000, las autoridades cubanas también contabilizaron 637 planes de asesinato contra Fidel Castro.

Parece que alguna de las crisis sociales que Estados Unidos ha intentado fomentar durante décadas corren el riesgo de afianzarse

Aun así, durante toda esta campaña de violencia contra la isla, las brutales sanciones económicas han continuado constituyendo el núcleo de la política estadounidense hacia Cuba. Ahora, 62 años después de que Estados Unidos impusiera por primera vez el bloqueo, parece que alguna de las crisis sociales más generalizadas que Estados Unidos ha intentado fomentar durante décadas corren el riesgo de afianzarse.

Para quienes conocen los logros de la revolución cubana y las pésimas condiciones económicas de la mayoría de los pueblos del Caribe y América Latina, el derrumbe de la sociedad cubana sería muy lamentable. Para el cubano medio, sería catastrófico.

En 2022, Newsweek señaló que el cubano medio seguía viviendo tres años más que el ciudadano medio de Estados Unidos, cuya esperanza de vida al nacer era de 76,1 años. En 2016, cuando Fidel Castro murió a los 90 años, otro artículo de prensa destacó los logros de Cuba en el campo de la medicina, que incluían ser el primer país en eliminar la transmisión del VIH de madre a hijo, reducir las tasas de mortalidad infantil y desarrollar una vacuna contra el cáncer de pulmón.

En 2000, la educadora cubana Leonela Relys Díaz desarrolló el programa de alfabetización Yo, sí puedo, que en 2014 había ayudado a seis millones de personas a aprender a leer y escribir en 28 países diferentes, incluidas las comunidades aborígenes de Australia.

Las corporaciones globales y los grupos de presión de la extrema derecha cubanoamericana en Miami, Florida, están ansiosos por reafirmar su dominio en la isla. Si la Revolución Cubana se derrumbara, sería difícil que dichos logros perduraran.

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