Enrique Valdés - Revista Mujeres.- Silvia Castro Losada, con sus 77 años a cuesta, está estrechamente vinculada a la fundación del trabajo social de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).  En su bloque 56 del Consejo Popular Carmelo, o el Fanguito como suele conocerse, aprendió que el dolor y la desesperanza tienen muchos rostros, y que las personas olvidadas por familiares y amigos, o simplemente sin parientes cercanos, necesitan sentirse útiles, saberse importantes para alguien. Y ahí entra a desempeñar su rol esa trabajadora social, quien, de manera voluntaria, lleva un poco de esperanza a las puertas que toca.


La génesis del trabajo social en Cuba data de aquellos primeros días de enero cuando, en consonancia con las transformaciones sociales que propugnaba, la joven Revolución atacó las causas generadoras de los llamados niños de la calle, desvalidos y huérfanos sin amparo.

Era usual, en la era posrevolucionaria, ver a niños hurgando en latones de basura en puja por su sustento, enfermos sin las más mínimas posibilidades de atención, mientras en las noches algunas mujeres se veían obligadas a vender su cuerpo a falta de opciones.

Quizás por eso, entre las primeras acciones de la recién fundada organización femenina por Vilma Espín, fue la de destacar en cada delegación de base una persona con el fin de ayudar a revertir conductas, y encontrarles opciones viables a los males heredados.

Ahora, con la inclusión de la nueva figura del trabajador social, calificada por el máximo líder de la Revolución Fidel Castro Ruz, como médicos del alma, aumenta la fuerza de quienes tienen la difícil misión de prevenir las deformaciones y evitar que parte de la juventud se pierda en la marginalidad.

“Cuando supe de la existencia del ejército de trabajadores sociales recién formado, sentí un sentimiento de alegría, porque sabía que ayudarían a mejorar la calidad de vida de la población, y eso era bueno. Hoy trabajamos mancomunados, nuestra sociedad necesita del concurso de cuantos estén dispuestos a sumarse en el afán de mejorarla”, opinó Castro Losada.

 “Trabajamos mucho con la familia, dice la trabajadora social, estamos atentos ante quienes abandonan los estudios, faltan sistemáticamente a clases, y las proclives a la prostitución. En ocasiones, los conflictos logran solucionarse sin mayores consecuencias.”  

VIVIANA, LA CONTINUIDAD

Cuando Silvia desandaba las calles de su barriada, Viviana Fojo Iglesias, con 21 años, y trabajadora social del Consejo Popular Vedado, apenas era una bebita. Pero, considera imprescindible su labor.

Gusta de narrar sus experiencias. Habla con amor de los días y noches dedicados a mejorar las condiciones de niños con bajo peso, orientar y hasta ayudar al joven desvinculado a reinsertarse a la sociedad; de la madre soltera que una vez perdió el rumbo pero lucha por reencontrarse. Cada una de esas historias tiene la impronta de alguien que ama a la humanidad y considera que con su labor puede mejorarla.

La imbricación lograda tras años de esfuerzo poco a poco da frutos. La sociedad vive momentos complejos, muchos de esos asociados a factores subjetivos, sustentados en buena medida, según Fojo Iglesias, por golpes burocráticos. Sin embargo considera que la unión de todos los factores, más temprano que tarde, logrará romper esas barreras. “Estamos obligados ha hacerlo, porque la población confía y espera mucho de nosotros”.  

Fuente: Tribuna de La Habana
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