El reencuentro y la hermandad

Hoy se cumplen diez años del regreso a Cuba de Gerardo, Antonio y Ramón; muchas buenas personas lucharon en el mundo por la excarcelación de Los Cinco, entre ellos el actor estadounidense Danny Glover

Carmen Maturell Senon

Granma

 

De cómo la causa por la liberación de Cinco Héroes terminó en una amistad de seis. Danny Glover con René, Gerardo, Fernando, Ramón y Antonio. foto: Juvenal Balán

De cómo la causa por la liberación de Cinco Héroes terminó en una amistad de seis. Danny Glover con René, Gerardo, Fernando, Ramón y Antonio. Foto: Juvenal Balán

Miércoles, 11 de diciembre. Afuera, en la calle Paseo, la vida transcurre, bulliciosa, marcada por los aires del Festival de Cine. Dentro de la Casa de la Amistad, cinco hermanos de lucha se reúnen para darle la bienvenida a quien es, para ellos, un padre y un coterráneo más.

A quien mire desde el exterior le parecerá un reencuentro protocolar, mas la ocasión se reduce, en ese momento, a un simple pero cargado abrazo familiar. «Para mí eran un honor las visitas de Danny Glover a la prisión. Muchas veces se nos terminaba el tiempo, con largas horas de charla en las que él expresaba su admiración por Cuba y la Revolución», revela Gerardo.

Danny Glover: 78 años, reconocido actor estadounidense y activista político. Una vez más visita la Isla; en esta ocasión invitado de honor a la Conferencia Internacional Decenio de los Afrodescendientes. Siempre ha luchado por los afroamericanos, porque sabe que hay mucho que hacer por los derechos humanos. 

Para esta entrevista pone en pausa sus actividades pronosticadas en el día. Lamenta no hablar español, pero es consciente de que, para conversar sobre Cuba, Fidel y los Cinco Héroes, las barreras del idioma importan poco.

«Recuerdo muy bien el año 1959, cuando triunfó la Revolución Cubana», expresa, con una leve sonrisa en su rostro, y rememora cómo sus padres, quienes trabajaban en una oficina de correos en Estados Unidos, celebraron por Cuba, así como muchas personas afronorteamericanas.

Él, también simpatizante de la historia de la Revolución Haitiana y lector fiel de Carlos Marx, se involucró en 1968 en una huelga estudiantil de su universidad en San Francisco, luego en la lucha contra el apartheid, y en otras por los derechos civiles.

«Jamás me olvido de cuando el Comandante Fidel visitó Sudáfrica, le extendió la mano a Nelson Mandela y este enseguida lo abrazó y le dijo: “Sin usted, este momento no hubiera sido posible”».

Para Danny, la historia debe ponerse en perspectiva, «porque todas esas dinámicas que impactaron mi vida me convirtieron en la persona que soy actualmente».

LA LUCHA DE LOS CINCO, UNA LUCHA COLECTIVA

En un viaje a Brasil, junto al escritor, periodista y cineasta Saul Landau, quien fue, además, muy amigo de Cuba, Danny conoció la historia de Gerardo Hernández, Ramón Labañino, René González, Antonio Guerrero y Fernando González, los Cinco Héroes apresados en Estados Unidos por el único delito de combatir el terrorismo que se gestaba desde ese país contra la Isla.

Comenta que, desde ese instante, se compenetró con la causa por su liberación. Anteriormente, dice, había visitado a presos políticos, porque para él los principios son inquebrantables, y suya es también la lucha por la justicia.

Apenas llegaron a EE. UU., alega en el diálogo, quiso conocer la prisión en la cual se encontraba Gerardo. Voló a California. Condujo por las montañas, «camino extenuante para llegar a aquella cárcel». Una vez dentro, esperó en una franja, lo inspeccionaron. Al fin pudo ver a Gerardo.

«Saul y yo seguimos visitándolo y conversábamos durante largas horas sobre política, Cuba y la misión que ellos hacían», relata, e insiste en que no se arrepiente de haberse unido a las personas que lucharon por la libertad de los Cinco, que esos momentos fueron importantes en su vida y volvería a hacer todo nuevamente, si fuera preciso.

Para Danny Glover –que nunca pensó en convertirse en actor, sino en economista, como soñaba de niño– existe «un vínculo, una conexión» entre su carrera y sus ideales revolucionarios.

Aprovecha y narra la vez que renunció a un largometraje cuando le ofrecieron un papel en una película en la cual se distorsionaba la realidad cubana: «Me escandalicé, porque ese no era el país caribeño que yo conocía. Se mencionaban problemas sociales; sin embargo, pese a ser el personaje una persona negra que vivió en los años 60 en Estados Unidos, no había referencias a conflictos raciales».

La conversación se detiene por segundos, Danny sonríe. ¿La satisfacción de saberse en el lado correcto de la historia?

«A veces sucede que naces en el momento indicado para convertirte en un luchador por lo justo», declara, y da la impresión de estar protagonizando una película heroica; mientras, en el otro extremo de la mesa, los ojos de los cinco hombres con los cuales se cumplió la promesa de «Volverán», lo miran atentos. Transmiten agradecimiento y lealtad.

LAZOS DE HERMANDAD

Fue a Danny la primera llamada que realizó Gerardo cuando llegó a Cuba.

«Ya estoy en casa, tienes que visitarnos», le dijo. Quizá, si diez años atrás le hubieran dicho que tendría un vínculo estrecho con el reconocido actor estadounidense, hubiera tildado de absurda la idea.

«Confieso que la primera vez que me visitó pensé que era por cortesía, y que luego no lo vería más, pero no fue así. Al entrar Danny Glover a la prisión había una especie de conmoción entre los guardias y los presos, inexplicable. Al verlo a él sentado en una incómoda silla plástica y hablando tantas horas, a las personas les saltaba la interrogante de quién era yo, y por qué un actor visitaba a un cubano, calvo, blanco. Luego, en los recesos, yo aprovechaba y les explicaba a los presos en qué consistía mi caso, y el porqué de las visitas».

Una vez libres todos, Danny –orgulloso de su quehacer en la campaña de excarcelación– supo entonces que ese era el primer peldaño de una guerra más larga. Claro, nunca se desligó de los Cinco, con Gerardo mantuvo el vínculo fraterno innegable: al principio mediante cartas (la activista y coordinadora del Comité Internacional por la Libertad de los Cinco, Alicia Jrapko, sirvió de intermediaria); luego por medio del «hermano» James Courly, intelectual muy vinculado a la causa cubana.

Y luego Danny Glover visita Cuba, se reúne con los Cinco, y observa el fruto de su contribución. «Es solo una muestra de respeto por los hombres y mujeres que han hecho mucho por la humanidad», comenta.

Gerardo está a su lado, ahora le toca el hombro. Dicen que Danny se siente cansado, parece que la entrevista debe terminar y algunas preguntas quedarán en el tintero.

Gerardo añade rápido: «Para mí es un orgullo. No es simplemente el gesto que tuvo Danny en ir a visitarme, sino lo que eso significaba, un símbolo de esperanza y de haber hecho el bien».

Miércoles, 11 de diciembre. Afuera, en la calle Paseo, la vida transcurre, bulliciosa. Dentro de la Casa de la Amistad, ahora, seis hombres se abrazan.

 

Cuba-EEUU, una década después del regreso de los Cinco

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Washington, 17 dic (Prensa Latina) El 17 de diciembre del 2014 los presidentes Barack Obama y Raúl Castro anunciaron que Estados Unidos y Cuba retomarían los nexos diplomáticos, pero hoy, una década después, lejos de avances, hay retroceso.

“Hemos acordado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas”, expresó el mandatario cubano, mientras su homólogo dijo en la alocución simultánea que había instruido a su secretario de Estado, John Kerry, “para restablecer las relaciones diplomáticas que han estado interrumpidas (por decisión unilateral de Washington) desde enero de 1961”.

Aquel día se cumplió el vaticinio que hiciera el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, cuando afirmó: Los Cinco Volverán, en referencia a los antiterroristas cubanos que cumplieron largas e injustas condenas en cárceles federales.

Cuba recibió aquel 17 de diciembre a Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, quienes fueron liberados y retornaron a su país, donde ya se encontraban los otros dos compañeros de causa, Fernando González y René González.

Lo que quizás no pocos vieron con esperanzas en materia de un posible camino sin tensiones y hostilidad fue apenas un respiro momentáneo que de inmediato se encargó de revertir el republicano Donald Trump cuando asumió la presidencia de Estados Unidos en enero de 2017.

El magnate republicano ya lo había anticipado durante su campaña electoral en 2016: de llegar a la Casa Blanca eliminaría las “concesiones” hechas por Obama (2009-2017) hacia la nación caribeña.

Fue así como redujo las visitas de estadounidenses a Cuba, prohibió cruceros, los vuelos, viajes educativos y en febrero de 2017 la entonces nueva administración acusó sin evidencias a la isla sobre unos supuestos ataques acústicos contra sus diplomáticos en La Habana.

El pretexto le permitió adoptar en lo sucesivo hasta 243 medidas coercitivas que reforzaron el bloqueo económico, comercial y financiero que por más de seis décadas ha tratado de asfixiar al pueblo cubano.

En su alocución del 17 de diciembre, Raúl Castro advirtió que el principal obstáculo en los vínculos bilaterales entre Cuba y Estados Unidos es el bloqueo, que con toda intensidad aplicó Obama, redobló Trump y siguió al dedillo Joe Biden.

Hace poco el secretario de Estado Antony Blinken aseguró que no anticipaba cambio alguno en la política con Cuba antes de que el presidente Biden concluya su mandato.

“No anticipo ningún cambio en nuestra política hacia Cuba por parte de esta Administración”, apuntó el alto funcionario durante una comparecencia ante un comité del Congreso.

Repitió lo mismo cuando se le preguntó si el Gobierno de Biden estaría analizando la eventual retirada de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo. “Como he dicho, no anticipo ningún cambio”, subrayó.

En efecto, el 12 de diciembre un informe anual del Departamento de Estado mantuvo el criterio de Washington de que Cuba patrocina el terrorismo, una arbitraria designación aplicada por primera vez en 1982 durante el gobierno de Ronald Reagan hasta 2015 que Obama la eliminó.

Pero en enero de 2021, a pocos días de concluir su cuatrienio, Trump volvió a incluir a Cuba en esa lista, que, al parecer, Biden dejará intacta.

Durante su campaña electoral, el demócrata aseguró que daría marcha atrás a la política de máxima presión de Trump; sin embargo, a menos de un mes de abandonar la Casa Blanca su política hacia Cuba siguió conectada y en línea a la de su antecesor republicano, que, además, el próximo 20 de enero regresará a la residencia de la avenida Pensilvania.

 

Algunas notas a diez años de los anuncios del 17 de diciembre del 2014 en La Habana y Washington

Tenemos la obligación de explicar lo sucedido de manera reiterada...

José Ramón Cabañas Rodríguez

Cubahora

Desde horas tempranas del 17 de diciembre de 2014 se conocía que Los Cinco estaban de regreso en su patria.

Aquel 17 de diciembre cubanos, estadounidenses y ciudadanos de todo el mundo comenzamos el día conociendo noticias y rumores que adelantaban que sería una jornada singular. Se informaba que a media jornada tanto el General de Ejército Raúl Castro Ruz, como el Presidente Barack Obama harían anuncios públicos. Pero ya desde horas tempranas se conocía que Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar y Antonio Guerrero Rodríguez estaban de regreso en su patria y que habían sido entregados a las autoridades estadounidenses prisioneros que eran de su interés, por haber cumplido acciones contra la seguridad del estado cubano.

Gerardo, Ramón y Antonio junto a René González Sehwerert y Fernando González LLort en su conjunto fueron y son conocidos como Los Cinco Héroes Cubanos que habían cumplido largas condenas en Estados Unidos por supuestos delitos de espionaje, que nunca fueron probados. Su causa, como sucedió antes con el caso del niño Elián González, había conmovido a toda Cuba y a una buena parte de la sociedad estadounidense, que se movilizó de manera ininterrumpida ante un proceso penal que fue fabricado solo para satisfacer los intereses de un ghetto político en el Sur de la Florida.

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A los ojos de cualquier observador había sucedido un imposible, que estuvo precedido por un proceso de negociaciones secretas entre delegaciones de Cuba y EE.UU., en el que cada parte comprendió que era necesario resolver un contencioso que permitiría avanzar (o no) en asuntos que eran estratégicos entre ambas naciones.

Pero conocer que Los Cinco estaban con sus familiares y su pueblo, con sus convicciones incólumes, era solo parte de la alegría del día. A las pocas horas se conoció de la voluntad de ambos gobiernos de iniciar un proceso de negociaciones que eventualmente permitirían el restablecimiento de las relaciones diplomáticas bilaterales y acercar posiciones en una serie de temas de los intereses nacionales respectivos. Tanto en La Habana como en Washington tuvieron lugar reacciones populares que debemos recordar cada vez que hablemos de esos hechos.

Estudiantes de varias facultades de nivel superior en La Habana fueron a las calles e ingresaron a la Universidad de La Habana en modo de festejo. Una anciana cubana afro descendiente fue entrevistada por la televisión local a  la que respondió: “finalmente han reconocido que existimos”. Quizás esta señora sin saberlo sintetizaba la historia de sus antepasados que fueron divididos por los esclavistas entre La Habana y las Carolinas. Vecinos de la calle 16 en el corazón de Washington DC se acercaron al perímetro de la entonces Sección de Intereses de Cuba para decir simplemente “congratulations”.

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Hay que decir que casi tan importante como la decisión tomada desde el más alto cargo ejecutivo estadounidense lo fue el criterio sostenido durante muchos años por la mayoría de la opinión pública de aquel país, en el sentido de procurar un tipo de relación distinta con un país más pequeño y que no era apreciado como enemigo.

En particular, altos porcientos de cubanos residentes en Estados Unidos sintieron cierto alivio entonces y menos frustación en función de los llamados temas de la agenda familiar. Se preveía que en el futuro inmediato sería más fácil visitar y recibir a sus familiares, comunicarse con ellos, apoyarlos económicamente, o procurar el conocimiento directo de sus ancestros por parte de sus descendientes. No tendrían ya que matizar con consideraciones políticas su decisión de emigrar desde su país de origen para buscar empleo.

Los hechos en sí mismos, aquel 17 de diciembre del 2014, significaban al menos que existía una voluntad desde el lado estadounidense para gestionar sus relaciones con Cuba de otra manera, mientras que por la parte cubana se ratificaba la disposición y la preparación para conversar y llegar a acuerdos sobre una diversidad de temas de la relación bilateral.

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En Washington este nuevo desarrollo había sido precedido por multiplicidad de especulaciones y contradictorias filtraciones. En La Habana acababan de reunirse varios académicos en un encuentro anual sobre el estado de las relaciones bilaterales, quienes habían concluido que no debían esperarse cambios dramáticos en los últimos años del gobierno de Obama. En realidad muy pocos funcionarios conocían de cada parte la naturaleza del proceso que se gestaba y sus posibles consecuencias más inmediatas.

Aquellos anuncios abrieron las puertas para el inicio de rondas de negociaciones que comenzaron pocos días después con el nuevo año. Mucho tiempo se ahorró entonces cuando en su primer viaje a La Habana el equipo negociador estadounidense reconoció que comprendían que con Cuba solo podría tener resultados el ejercicio si se hacía desde posiciones de respeto común y con total apego a la reciprocidad.

Aquellas negociaciones que se extendieron por poco más de dos años fueron criticadas desde varios extremos: unos dicen que se logró poco, que se desperdició el tiempo y otros estiman que Cuba no debió adentrarse en tal proceso sin asegurar el levantamiento del bloqueo, o la devolución del territorio ocupado por la Base Naval de Guantánamo.

De lo que sí existen sobradas evidencias es de que Cuba fue consistente con su posición histórica respecto a la disposición a entablar una conversación con Washington, sin precondiciones, fuera tanto para analizar un aspecto específico de la relación, como todo el espectro en su conjunto.

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De hecho, varios contactos secretos y públicos sirvieron como antecedente, que se convocaron para analizar temas migratorios, de seguridad, incluso con la perspectiva más amplia de contar con otros canales de comunicación, como cuando fueron abiertas las llamadas secciones de intereses en 1977. Lo que cambiaría a partir del 2014 sería la diversidad de temas a abordar y la posibilidad real de llegar a acuerdos, como fue el caso de los 22 memorandos de entendimiento firmados.

Todo lo anterior en el marco de intercambios pueblo a pueblo que fueron incrementados y de una dimensión que en muchos casos fue difícil de calcular en su justa dimensión, no solo por la cantidad de participantes de cada lado, sino por el impacto de la contribución.

Otras críticas hechas más recientemente tienen que ver con la supuesta incapacidad de las partes por no hablar logrado que los cambios y los acuerdos fueran irreversibles. Una respuesta a ello puede ser que no se puede construir un edificio de viviendas y ocuparlo al mismo tiempo.

Obama gobernó sus últimos años con minoría en ambas cámaras del Congreso, por lo que al parecer no tenía sentido intentar que los cambios que se producían en la política desde el ejecutivo tuvieran un respaldo desde el legislativo. De hecho durante ese tiempo fue evidente la interpretación errónea de varios de sus asesores en cuanto a la capacidad del primer mandatario para decidir sobre temas de política exterior y, en particular, en cuanto a las recomendaciones recogidas en la llamada Ley Helms Burton, que tiene en su concepción varias contravenciones del derecho constitucional estadounidense.

Debe también recordarse en esta fecha que se “hizo camino al andar”, pues desde la altura de enero del 2015 era totalmente imposible prever sobre cuántos temas se conversaría y sobre cuántos se llegaría a acuerdo, a pesar de que estaba muy clara la lista de asuntos en los que las posiciones bilaterales eran muy distantes. De hecho, en abril de ese año cuando el gobierno de Obama anunció el llamado primer paquete de medidas que facilitaría el avance práctico de varias de sus propuestas, la declaración inicial de los funcionarios encargados fue que no había que suponer que se repetirían otras decisiones como esa. Al final fueron cinco los paquetes de medidas y se redactó una directiva presidencial sobre Cuba que contenía varios aspectos novedosos.

Debido a la forma muchas veces inconexa en que suceden ciertos acontecimientos, los mayores impactos de aquel anuncio y de los procesos subsiguientes en la relación bilateral no tuvieron lugar bajo el propio gobierno de Obama, sino durante el mandato de su sucesor. Hay varios ejemplos:

Cierto es que al mismo tiempo y, sobre todo entre el 2019 y el 2020 se tomaron las principales medidas de reforzamiento del bloqueo contra Cuba. Poco se ha hablado del inmenso esfuerzo y varias decisiones que se implantaron hacia el interior de la sociedad estadounidense buscando disminuir o eliminar cualquier tendencia, o punto de vista que apoyara un acercamiento hacia Cuba.

Muchos expertos, empresarios, músicos, funcionarios, intelectuales vieron reducidos sus horizontes profesionales y laborales después de recibir una visita de algún representante de agencias federales que los invitaba a dedicarse a otro tema. Varias ONGs percibieron cómo se reducían las contribuciones privadas  que recibían y por tanto sus presupuestos, a menos que no retiraran a Cuba de su menú de intereses y prioridades.

Consulte además: Bloqueo: Esa política que permanece y asfixia

Mucho se puede y se debe debatir sobre los anuncios de aquel 17 de diciembre, pero es posible definir al menos dos certezas:
Por primera vez la Casa Blanca tomaba decisiones en relación con Cuba que estaban respaldadas por la opinión de la mayoría de su población.

Las decisiones y los acuerdos en muchos temas fueron coherentes y estaban en línea con la visión de la mayoría de las agencias federales en cuanto a los llamados intereses nacionales de Estados Unidos.

Debemos admitir que la naturaleza de los acontecimientos cambia cuando un país de la magnitud de Estados Unidos, con un sistema político tan complejo, decide tomar sus principales decisiones de política exterior en función de emociones personales, agendas locales, con el apoyo de políticos corruptos, miedo a chantajes, o sin el sustrato del pensamiento académico más consensuado, ignorando el contenido de archivos y libros de historia. Esa tendencia cambió momentáneamente entre el 2015 y el 2016, pero regresó a sus orígenes en los últimos ocho años.

Han transcurrido diez años, lo cual significa que hay una nueva generación de jóvenes que no tuvieron aquellas vivencias, o la madurez debido a su edad temprana para comprenderlas en su justa medida. Tenemos la obligación de explicar lo sucedido de manera reiterada.

José Ramón Cabañas Rodríguez

Doctor en Ciencias (UH) y Profesor Titular (ISRI). Funcionario de 37 años de experiencia en el servicio diplomático cubano. Director del Centro de Investigaciones de Política Internacional.

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