Como no nos parecemos a nadie, aquí, en medio de una ciudad de más de dos millones de habitantes, también hay a quien rendirle homenaje: aunque no son mujeres rurales en el concepto entendido hasta hoy, y algunas ni siquiera llevan sombrero, gracias a la agricultura urbana sí tenemos productoras agrícolas citadinas.
Las hay de todo tipo: unas son jóvenes como Erika Ferrer, presidenta de la Cooperativa de Créditos y Servicios Mariana Grajales, de Boyeros. Generalmente, dice, las mujeres cuidan y alimentan a los animales. Ellas también garantizan la comida del hombre que está trabajando en el campo y de la familia, además, de secundar a sus compañeros en tareas determinantes en el proceso productivo: la cosecha, la fertilización, la preparación y conservación de la semilla, pero, muchas veces estos aspectos no se les reconocen.
Otras como Isabel Hernández, productora de la cooperativa Luis Ruiz Pallarés, del Cotorro, ya peinan canas. Si uno se guía por su pequeña estatura, tal vez nunca llegue a entender de dónde saca la fuerza para peinar la tierra con su tractor, seguida de su cuadrilla de perros, siempre ataviada en su camisa de mangas largas y un fiel sombrero.
Unas trabajan en el sector cooperativo y otras lo hacen en el estatal. En una finca forestal integral, Nevys Terry Díaz hace de todo “sin parar”: ordeña las vacas, saca los animales, limpia la cochiquera, da de comer a las gallinas, maneja el tractor, sin dejar a un lado la lucha constante contra el marabú. Sus hijos –una doctora y dos estudiantes de Medicina–, le insisten que es un trabajo duro para ella, pero no desiste, aunque algunos no la creen capaz de atender su casa y su familia.
En el campo de la ciudad hay de todo: desde los roles asignados a ellas siglos atrás, cocineras, por ejemplo, hasta productoras, presidentas de cooperativas, técnicas e ingenieras. Según datos de la Delegación Provincial de la Agricultura, de las 35 mil personas que laboran en la agricultura urbana y suburbana, el 33 por ciento son mujeres. En tanto, en la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), aunque aún en minoría, representan cerca de 25 por ciento de las personas asociadas y están presentes en cargos de dirección a todos los niveles.
En su trabajo La revolución de las cubanas: 50 años de conquistas y luchas, Mayda Álvarez, directora del Centro de Estudios de la Mujer, de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), señala que los obstáculos fundamentales para el empoderamiento de la mujer rural siguen estando en la sobrecarga de responsabilidades domésticas. De ahí que se trabaje por incorporar a las mujeres a la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, para que puedan disfrutar de derechos ganados por méritos propios, aun antes de insertarse en la organización, pues desde siempre aportan su espíritu y sudor a algo tan importante como la lucha por la seguridad alimentaria.
Para Isabel Rusó Milet, jefa del Servicio Estatal Forestal en la ciudad, el sector agropecuario puede ser una gran fuente de empleo para las mujeres, quienes pueden crecerse en organopónicos, viveros, como productoras de plantas ornamentales, tractoristas o boyeras. A su juicio, “es precioso lo que se logra en el trabajo en la agricultura”. Con ella y su pasión, cualquiera se embulla.
15 de octubre: Día de la Mujer Rural
La promulgación de este día surgió en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, realizada por Naciones Unidas en Beijing, en septiembre de 1995. Organizaciones como la Federación Internacional de Productores Agrícolas, la Red de Asociaciones de Mujeres Campesinas Africanas y la Fundación de la Cumbre Mundial de Mujeres; alcanzaron un espacio para el reconocimiento de los múltiples roles que juegan las productoras, campesinas y obreras agrícolas en la economía y la sociedad. La jornada se desarrolla la víspera del Día Mundial de la Alimentación, el 16 de octubre.
Fuente: Tribuna de La Habana