Francisco Rodríguez - Blog "Paquito el de Cuba".- Al menos una vez por semestre en Cuba recibimos una información relativamente amplia sobre la marcha de la implementación de los Lineamientos de la política económica y social que aprobó el VI Congreso del Partido Comunista. También cada mes el Consejo de Ministros pasa revista y decide sobre las políticas y principales medidas para actualizar el modelo económico. ¿Por qué no hay igual nivel de detalle sobre el cumplimiento de los objetivos de trabajo de la Primera Conferencia Nacional?


No puedo dejar de apuntar la preocupación que me causa la vaguedad en las referencias públicas al seguimiento de los 100 objetivos que aprobó esa instancia en enero del 2012, en particular la nula mención oficial en los principales órganos colectivos de decisión estatales o políticos, del número 57, que plantea “enfrentar los prejuicios y conductas discriminatorias por color de la piel, género, creencias religiosas, orientación sexual, origen territorial y otros que son contrarios a la Constitución y las leyes, atentan contra la unidad nacional y limitan el ejercicio de los derechos de las personas”.

O la ausencia de un análisis sobre el objetivo 69 —tan factible que sería—: “Reflejar a través de los medios audiovisuales, la prensa escrita y digital con profesionalidad y apego a las características de cada uno, la realidad cubana en toda su diversidad en cuanto a la situación económica, laboral y social, género, color de la piel, creencias religiosas, orientación sexual y origen territorial”.

El abordaje de todos los objetivos de trabajo de la Conferencia en el VII Pleno del Comité Central que acaba de sesionar, por ejemplo, lo resuelve el periódico Granma, órgano oficial del Partido, con dos párrafos que no dicen absolutamente nada:

“También al Segundo Secretario del Comité Central correspondió presentar un informe sobre el cumplimiento de los acuerdos de la Primera Conferencia Nacional del Partido.

Afirmó que se van sentando las bases para las transformaciones y el perfeccionamiento del trabajo del Partido, teniendo en cuenta los requerimientos de nuestro desarrollo económico, político y social”.

Y el resto de la nota es básicamente sobre las transformaciones económicas en proceso de aplicación, u otros temas como la renovación de miembros de ese órgano o la presentación de informes que luego discutirá el Parlamento.

Por desgracia, no es nuevo el empleo de ese tono generalizador en relación con los objetivos de trabajo, los cuales resumen los cambios no menos importantes que como sociedad deberíamos conseguir en el orden político, ideológico y social, para hacer sostenible el proyecto socialista.

Me tomé el trabajo de releer lo publicado sobre los demás plenos del Comité Central que ocurrieron luego de la Primera Conferencia Nacional del Partido.

En el VI Pleno, en febrero 2013, solo hubo una mención en relación con la llamada “política de cuadros”.

En diciembre del año pasado, del V Pleno solo trascendió la aprobación del proyecto de estatutos del Partido y otra mención que poco añade:

“Luego de aprobarse los Estatutos, Machado Ventura explicó el trabajo desarrollado por el Secretariado y la Estructura Auxiliar del Comité Central en el control de la implementación de los Lineamientos refrendados por el VI Congreso y los Objetivos de la Primera Conferencia del Partido, tarea que ha estado en el centro del trabajo durante todo el año”.

Y del IV Pleno, en julio del 2012, solo supimos lo siguiente:

“En cuanto al seguimiento de los Objetivos aprobados por la Primera Conferencia Nacional del Partido, se informó sobre el trabajo de actualización y reelaboración de los documentos rectores de la organización partidista y de la aplicación inmediata de un grupo de objetivos que no necesitan de otras medidas”.

¿Acaso no hay necesidad de sistematizar y debatir lo que avanzamos —o no— en los restantes objetivos de trabajo que no versan sobre el funcionamiento partidista y las cuestiones internas de su dirigencia?

¿No debiera cada propósito de la Primera Conferencia tener también —como los Lineamientos— un cronograma, criterios cuantitativos o cualitativos para medirlos, o al menos, instancias responsables de decir cómo marcha su aplicación y que ofrezcan una evaluación periódica de tales resultados para el conocimiento de toda la población?

Ni siquiera puedo afirmar, incluso, que no existan al menos algunas de esas definiciones. Hasta podría dar fe de no pocas acciones concretas que me parecen contribuciones nada despreciables para cumplimentar tales objetivos de trabajo. Entonces ¿por qué no sistematizar, chequear y hacer públicos tales empeños?

Lo alerto, porque sería fatal si un día descubriéramos que lo acordado fue —como criticó Raúl Castro en el 2010— “a dormir el sueño eterno de las gavetas”.

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