Lari Perez Rodriguez - Revista Muchacha.- A pesar de los silencios que contiene la historiografía de Cuba respecto a las mujeres que han contribuido a la gesta de esta nación, podemos afirmar que nuestra lucha por alcanzar la igualdad política y social ha sido larga y rica en matices. No solo tuvimos que librar batallas contra quienes quisieron colonizarnos, sino que, debido a nuestro género, hubimos de enfrentarnos a padres, hermanos y esposos, para que se nos considerase iguales.


Ana Betancourt

El 14 de abril de 1868, dos días después de haber concluido la Asamblea Constituyente de Guáimaro, Ana Betancourt presentó una petición a la Cámara de Representantes. En ella solicitaba a los legisladores cubanos que, tan pronto estuviese establecida la República, nos concediesen a las mujeres los derechos que por justicia nos pertenecían. Como no tenía ciudadanía, esta demanda tuvo que ser leída por su amigo Ignacio Agramonte — quien posteriormente sería nombrado Mayor General del Ejército Libertador y jefe de la división de Camagüey. Más tarde, esa noche, Ana terminaría pronunciando enérgicamente, en un mitin, palabras que la consagran hoy como una precursora en la defensa de los derechos de la mujer:

«Ciudadanos, la mujer en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora hermosa en que una revolución nueva rompe su yugo y le desata las alas. Aquí todo era esclavo; la cuna, el color y el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo. Llegó el momento de liberar a la mujer».

Casi tres décadas más tarde, en Cienfuegos, las integrantes del club revolucionario «Esperanza del Valle» — fundado en 1896 y presidido por Edelmira Guerra — se convirtieron en las primeras cubanas, de acuerdo con el historiador Julio César González Pagés, en pedir el derecho al voto desde una organización femenina.

Edelmira Guerra

A pesar de que las Constituciones Independentistas de Guáimaro, Jimaguayú y La Yaya, así como las Bases del Partido Revolucionario Cubano (PRC) y el Manifiesto de Montecristi fueron faros de libertad y democracia, lo cierto es que, de forma arbitraria, excluyeron a las mujeres de su derecho a ser ciudadanas políticas. Reivindicaciones, como las planteadas por Ana Betancourt, Edelmira Guerra, Amelia de Mena, Carlota Hernández… fueron dadas de largo, argumentando que se retomarían cuando se lograra la independencia.

Con el nuevo siglo, y el establecimiento de la República, renace el debate acerca del papel de las mujeres en el (mal) llamado «sufragio universal». En una sesión nocturna de la Convención Constituyente, que tuvo lugar el 29 de enero de 1901, el delegado por La Habana, Miguel Gener, sorprendió a la audiencia al reclamar se le concediera a las mujeres el derecho al voto, admitiendo que, el sufragio universal al que se hacía referencia en la enmienda propuesta, equiparaba «universal» a «masculino»[i].

Su intervención fue rebatida por Manuel Sanguily, quien expuso:

«…el voto femenino no existe en todas partes, nace de las costumbres, de las circunstancias especiales de determinadas localidades, pero ya ha empezado a considerarse y aceptarse, lo que representa el primer paso que se da en una evolución que luego culminará, pero que no está maduro el pueblo cubano aún para aceptar esa forma de sufragio, este no es oportuno, no es momentáneo, no urge, no interesa en estos momentos. Mañana que haya un movimiento feminista, primero entrará la idea en las costumbres y así vendrá á las leyes, y más adelante a la Constitución[ii]».

La moción de «sufragio femenino» fue desaprobada en una votación de 9 a favor y 17 en contra[iii]. La nueva Constitución, impregnada del falocentrismo de quienes la redactaron, concedió el derecho electoral a todos los cubanos varones mayores de 21 años, exceptuando a los asilados, los pertenecientes a las fuerzas de mar y tierra, en activo servicio, y los inhabilitados judicialmente por causa de delito e incapacidad mental[iv].

Con la neo-colonia, Cuba dejó de mirarse en el espejo de la antigua metrópolis y se halló anhelando, fervientemente, la modernidad de los Estados Unidos. No en vano el primer mandato republicano estuvo centrado en la formación de ciudadanos-maestros. Los cimientos de este proyecto habían sido fomentados durante la primera intervención norteamericana, cuando 1256 maestros — de ellos, 601 mujeres — fueron enviados de manera gratuita a la Universidad de Harvard a pasar un curso de verano.

Durante los viajes, que buscaban «mejorar la cultura[v]», las cubanas pudieron conocer y comparar las formas de vida de sus vecinas anglosajonas. Allí, las mujeres gozaban de una independencia nunca antes vista y eran capaces de influir, no solo dentro del recinto doméstico, sino también en el orden social. Sin lugar a discusión, las visitas a los Estados Unidos fueron decisivas para la divulgación de las ideas feministas en la isla.

Sufragistas

Para finales de la primera década del nuevo siglo, las sufragistas ganaron terreno en Europa y Norteamérica. Su accionar organizado en pos de alcanzar la igualdad legal aterraba a hombres de todo el mundo. En Cuba, esta nueva corriente del feminismo tampoco fue recibida con beneplácito. Se les llamó «anti-feministas»; seres que buscaban destruir la delicadeza de las mujeres mediante la asimilación de formas negativas del comportamiento masculino.

Represión policial al movimiento sufragista

Propaganda antisufragista

No fue hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial en Europa, que muchos de los paradigmas que existían sobre las mujeres se modificaron. De la noche a la mañana, aparecieron campañas donde se las incentivaba a ocupar los puestos de trabajo que los hombres habían dejado vacíos. Igualmente, durante la contienda bélica, la labor solidaria de feministas y sufragistas las hizo ganar popularidad.

Mientras, en Cuba, estas ideas comenzaron a difundirse entre las mujeres, quienes llegaron a articularse para cuestionar el control hegemónico masculino.

El nacimiento de un movimiento sufragista nacional ya era inevitable.

[i] Biblioteca de la Universidad de La Habana. Fondo Raro. Diario de Sesiones de la Convención Constituyente de la Isla de Cuba. p. 283

[ii] Ibid., p. 284

[iii] Véase González, J. C. (2002). Buscando la ciudadanía política: mujeres cubanas en la República, 1902–1925. Op. Cit. Revista Del Centro De Investigaciones Históricas, (14), 283–302.

[iv] Biblioteca de la Universidad de La Habana. Fondo Raro. Diario de Sesiones de la Convención Constituyente de la Isla de Cuba. p. 286

[v] Véase La Escuela de Verano para los maestros cubanos. Private Cambridge, Mass. Cambridge, Mass, USA, Press of Eduard W. Wheeler, 1900, p. 57–58. BHA, Fondo Raro.

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