Visibilizar las violencias de género en niñas, adolescentes y mujeres con discapacidad auditiva requiere de una perspectiva interseccional e interdisciplinaria

Lucía de la C García Ajete. Doctora en Ciencias Pedagógicas. Especial para SEMlac / Foto: Shutterstock.com.- Las sociedades modernas cada vez son más presentadas al mundo sonoro, de las redes sociales, la televisión y todos aquellos dispositivos que favorecen el intercambio comunicativo con las personas. Sin embargo, las brechas digitales se acrecientan para poblaciones en situación o condición de discapacidades. Esta exclusión sonora la sufren niñas y mujeres con discapacidad auditiva (sordas o hipoacúsicas), dado la constante información que fluye a nivel social para comunicar no solo aspectos de la vida cotidiana, sino lo referente al desarrollo económico, orientaciones, aspectos culturales y programas de bien común. En este sentido, la comunidad sorda todavía no cuenta con espacios importantes, ni con la interpretación en su lengua natural, que es la lengua de señas.


El mundo oyente excluye a las personas con esta condición de discapacidad; tal es así, que cuando alguien no comprende un mensaje, se suele decir con carácter despectivo “¿estas sordo o qué?”, “¿te tengo que gritar para que escuches?”. Estas expresiones discriminatorias son manifestaciones de violencia ante esta condición de discapacidad.

Las violencias silenciadas de las mujeres y las niñas de la comunidad sorda transitan por la exposición constante a situaciones en el orden de las violencias psicológicas, económicas, sexuales y patrimoniales. El mundo oyente no suele comprender sus estados o las ignoran ante los reclamos de sus derechos. La comunidad no siempre está preparada para interpretar, comprender o colocarse en el lugar de esta comunidad que, por la falta de accesibilidad y recursos, no puede disfrutar de los beneficios que se ofrecen desde la orientación, educación, el trabajo y el disfrute del bienestar cultural, deportivo y otras acciones que garantizan un desarrollo humano pleno.

La Clasificación Internacional del Funcionamiento y la Discapacidad1, acordada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), describe la importancia de situar las discapacidades en la relación bio-psico-social, las limitaciones en la actividad y las restricciones en la participación. Las niñas y mujeres con discapacidad auditiva son restringidas en su participación y se limitan sus actividades, en tanto no se conciben acciones desde su lengua natural, la de señas, para acceder a los beneficios sociales.

“No me escuchas, no te escucho” es una realidad que invisibiliza la existencia de las problemáticas pertinentes a las violencias de género de esta población femenina, que “no se ve” representada con voz propia en los diferentes escenarios donde se plantean demandas asociadas con las garantías de sus derechos en general y de los sexuales y reproductivos como parte de estos.

Un análisis al respecto permite distinguir algunos indicadores vinculados con la violencia de género en las niñas y mujeres de la comunidad sorda, obtenidos a partir de la realización de talleres con adolescentes, mujeres adultas, jóvenes y trans de la comunidad sorda, para diagnosticar problemáticas silenciadas asociadas con este asunto.

Las participantes en esos espacios expresan que en el hogar les asignan mayor peso en la responsabilidad del cuidado, por ser “mujeres”, desde el mandato oficial de los roles asistenciales y la división sexual del trabajo. En ocasiones, son abandonadas por la pareja y las familias; o, al no encontrar trabajo y “ser mantenidas” por familiares o parejas, les sobre exigen la permanencia en el hogar para realizar las labores domésticas. La mayoría de las veces ellas no pueden expresar estos maltratos, por no contar con la accesibilidad en su exposición, sea por la falta de un intérprete de la lengua de señas o porque quienes les rodean no consideran estas acciones un problema o malestar a resolver.

Sin embargo, el entramado de exclusiones que viven y la vulnerabilidad de sus derechos se revelan en indicadores identificados como:

  • Maltrato infantil en todas sus manifestaciones y abuso sexual.
  • Golpizas o empujones, descalificaciones, retiro de la palabra, o cualquier forma de comunicación.
  • Trabajo doméstico no remunerado y en condiciones de precariedad (en el hogar, asumen todo el trabajo: lavar, cocinar, etcétera).
  • Las instituciones laborales les niegan el trabajo, pese a estar capacitadas, por no contar con orientaciones accesibles para la comprensión de sus deberes o reglas de trabajo.
  • Maltrato, falta de atención o respuesta aceptada en los sectores públicos de servicio, al no asistir con intérprete de lengua de señas y, por tanto, no ser comprendidas sus demandas por parte de los funcionarios.
  • Incomprensión de las autoridades, operadores del derecho o la policía de sus problemas, al no poder expresarse en el mundo sonoro.

La discriminación que acontece desde el mundo sonoro genera no poder exponer sus sentimientos o realizar la denuncia ante abusos diversos, lo que para ellas se convierte en un “doble silencio”.

“…Además de no escucharnos, no nos ven, solo se observa la voz de las que denuncian o exponen sus problemas” (mujer trans sorda).

“Las niñas, adolescentes y mujeres sordas somos silenciadas doblemente; … parece que la expresión de las necesidades, los malestares asociados a la influencia de las violencias, tienen que tener voz… nosotras solo tenemos gestos y estos no se ven. El mundo sonoro se centra en lo que se escucha, lo que se oye o lo que se dice” (directiva de la comunidad sorda).

Saber identificar cuándo ocurre violencia de género en las niñas y mujeres con discapacidad auditiva, desde una mirada de accesibilidad, implica reconocer algunas categorías más específicas:

  1. Violencia (sexual, económica física, psicológica entre otras) basada en género, por el hecho de ser niña o mujer sorda.
  1. Negación u omisión de expresarse en la lengua de señas y no permitir un intérprete para acceder a la comunicación.
  1. Exclusión de espacios de socialización por no comprender los mensajes.
  2. Violencia institucional, al no ofrecer acceso a la información con el uso de

interpretación o subtitulado para la comprensión de orientaciones generales.

Establecer una cultura comunicacional de acceso, como garante de la inclusión, para promover acciones que minimicen o eliminen las violencias de género hacia las niñas y mujeres con discapacidad auditiva puede tener sus retos en:

  • Educar y educarse en la comprensión de la importancia de “dar voz” con recursos pictográficos, imágenes, subtitulado o interpretación en lengua de señas, de mensajes para la identificación de malestares asociados a las diversas formas de manifestarse las violencias de género, así como su prevención.
  • Educar en la corresponsabilidad y apoyos diversos que incluyan herramientas de comunicación para el acceso a la comprensión y la inclusión social de calidad.

Visibilizar las violencias de género en niñas, adolescentes y mujeres con discapacidad auditiva requiere de una perspectiva interseccional e interdisciplinaria, con acceso desde su lengua natural, la de señas, no solo a los procesos de denuncia de los hechos que las atañen, sino también al proceso de prevención y educación. Demanda, además, colocar otras voces en un lenguaje de símbolos y significados comunicacionales con perspectiva de género, para lograr una verdadera inclusión y respeto a sus derechos.

1 (OMS/OPS, 2001-2018). Clasificación Internacional del Funcionamiento y la Discapacidad (CIF). PDF Consultado en febrero/2019. En: https://iris.who.int/bitstream/handle/10665/43360/9241545445_spa.pdf

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