Beatriz Yero Wilson - Revista Muchacha.- Corría la decimonovena semana del segundo embarazo de Yamile Castro cuando, el personal médico decidió, debido a su padecimiento de hipertensión y su edad de riesgo, ingresarla con premura.
«Yo creo que ese ingreso fue el desencadenante de todo lo que después sucedió. Ahí comencé a sentirme muy mal porque no estaba adaptada a estar lejos de mi hijo mayor, nunca me había separado de él. Hubo otros factores también, yo no estaba segura de querer el segundo embarazo, la relación con el papá del niño no era la ideal. Realmente, yo no quería tener hijos de nuevo, pero él, sí y eso desencadenó que estuviera en una situación que no deseaba».
En el hospital, el tiempo para Yamile se hizo muy largo. Las noches y los días se mezclaban y ella no lograba dormir. Solo podía caminar y sentirse muy triste por todo lo que acontecía.
«Cuando salí de ese ingreso tenía que darme fuerzas para poder seguir. Me repetía, para convencerme, lo bueno que era lo me estaba sucediendo (el embarazo) porque, en mi subconsciente, no lo era».
El embarazo se ha visto envuelto en tantos estereotipos que limitan la experiencia real de las mujeres; suele verse como un proceso hermoso, sin embargo, Yamile nos contó, en entrevista exclusiva para Muchacha, que vivió días amargos: «en todo el embarazo estuve muy triste».
La imagen idealizada de la maternidad, con mujeres radiantes y llenas de felicidad, oculta la realidad de las emociones complejas que muchas personas sienten, incluyendo la ansiedad, la incertidumbre y/o el dolor físico. Se espera que las futuras madres sean pacientes y comprensivas, minimizando el impacto de los cambios hormonales, la fatiga y el miedo a lo desconocido.
Finalmente llegó el día más esperado para Yamile, nació su bebé y, para su sorpresa, los síntomas de depresión y ansiedad no cesaron.
«El niño nació y estuve mal durante algunos meses: comía demasiado, siempre sentía la necesidad de estar en movimiento, la oscuridad me hacía sentir como si me estuviera ahogando. Una vez me paré en el balcón de la casa y me di cuenta de que había un auto que me impedía ver más allá de la acera, eso también provocaba una sensación de ahogo».
Yamile sabía que había algo no estaba bien, los sentimientos de tristeza profunda nunca desaparecieron. Concibió que necesitaba ayuda psicológica para poder seguir; no obstante, en la consulta nadie le dio mucha importancia a lo que ella expresaba. Volvía a casa sin que nada hubiese mejorado.
Al preguntar a Yamile si cree que esta situación afectó su relación con el niño, nos explicó, un poco decaída, que sí, «ese estado no me dejaba disfrutar plenamente la maternidad, es para mí muy triste no haber podido disfrutar esta etapa».
«En resumen, llegó un momento en que pensé que iba a enloquecer, que me tenían que ingresar en un hospital psiquiátrico, pero solo sufría en silencio pues como nadie le dio importancia, me sentía culpable de los síntomas, solo mi mamá sabía lo que me pasaba y no conocía cómo ayudarme».
La depresión posparto es un problema común, pero resulta importante recordar que los estereotipos en torno a la maternidad no solo generan presión en las mujeres, sino que dificultan la detección de la misma.
Más que un simple cansancio, es una condición compleja que se caracteriza por sentimientos de tristeza, desesperanza, ansiedad y cambios de humor extremos. Estos síntomas pueden interferir con la capacidad de la madre para cuidar de sí misma y de su bebé.
En próximos artículos estaremos profundizando sobre este fenómeno que puede darse sin importar la edad, el color de la piel, la territorialidad, las capacidades o el nivel adquisitivo de la madre o la familia.