Damarys Benavides fue la única mujer que concursó en la final cubana de la Batalla de Gallos en 2019, una competencia de rap de estilo libre que consiste en cantar improvisando la letra sin perder el ritmo. Foto: Toamada del perfil en Facebook del Caimán Barbudo
Leyanis Infante Curbelo - Red Semlac.- Cuando Janet Irene Díaz (La Faraona) fundó en 1996 el grupo Instinto, el primer colectivo femenino de rap en Cuba, no imaginó que tres décadas después su historia sería un espejo de resistencia para nuevas generaciones.
Sin más recurso que la ilusión, ella y sus compañeras desafiaron un escenario dominado por voces masculinas, prejuicios y la incomprensión de un género entonces visto como «ajeno».
“Ensayábamos de lunes a viernes, encerradas en un cuarto. No teníamos casetes ni ropa, solo las ganas de demostrar que las mujeres también teníamos algo que decir», recuerda Díaz, hoy con 50 años de edad.
“Fuimos revolucionarias sin saberlo”, afirmó Díaz (izquierda) y sostuvo que Instinto “sigue siendo lo más significativo y hermoso que he hecho en mi vida. Foto: Tomada de Juventud Rebelde.
Su grupo, cuyas primeras letras fueron escritas por hombres, irrumpió con coreografías y mensajes de autoafirmación femenina que descolocaron a un público acostumbrado al rap «duro». «Nos preguntaban todo el tiempo: ‘¿Y ustedes hacen rap?’”, rememora la artista.
Cada vez que llegábamos a un lugar, teníamos que explicar qué era el rap. Pero, a pesar de nuestra juventud, siempre encontramos interés en que nos ayudaran a definir nuestro arte, relata Díaz, quien resalta a la par el apoyo que recibieron de instituciones culturales y sus familias.
“Fuimos revolucionarias sin saberlo”, asegura la artista, quien sostiene que Instinto (disuelto en 2001) “sigue siendo lo más significativo y hermoso que he hecho en mi vida. Me permitió ser yo misma y comenzar a conocerme”, apunta.
Como ella, muchas otras mujeres han sorteado las barreras que impone un escenario eminentemente machista que perdura hasta hoy, para convertir el rap en herramienta de transformación social desde su propia manera de decir y proyectarse.
Algunas de sus historias se escucharon durante el panel “Mujeres en la música Rap: reescribiendo sus historias”, realizado el 6 de marzo en el Instituto Juan Marinello, en la capital cubana, como parte del primer taller “Mujeres cubanas, música y poder: construyendo alternativas contra la desigualdad de género”.
Pioneras de este género en la nación caribeña —como Janet Irene Díaz (La Faraona), Magia López (dúo Obsesión), Irina Rodríguez (Las Positivas) y Damarys Benavides (co-directora de Fruta Bomba Estudios)—, tejen un relato común: el hip hop cubano, y dentro de este movimiento el rap hecho por mujeres, no solo es ritmo, sino también resistencia, educación y sororidad.
De derecha a izquierda Janet Irene Díaz, Irina Rodríguez, Damaryz Benavides y Magia López, exponentes del rap hecho por mujeres en Cuba. Foto: SEMlac Cuba
“Rapear” contra el machismo y los prejuicios
En la provincia de Santiago de Cuba, a 873 kilómetros de La Habana, Irina Rodríguez (Las Positivas) enfrentó un panorama aún más hostil.
A finales de la pasada década de los noventa, para muchos el rap era sinónimo de “delincuencia”. “Andábamos en gorros y pantalones anchos; nos tildaban de ‘marimachas’, u otros raperos hombres nos exigían que ‘moviéramos el cuerpo en el escenario, que para eso estábamos ahí’.
“Como mujer santiaguera, no podías subir a la tarima con pantalones anchos; se esperaba que llevaras un short corto y te movieras de cierta manera. Nosotras rompimos con eso y nuestro mayor público eran otras mujeres que se identificaban con letras sobre lo que vivíamos”, cuenta la artista.
Las Positivas, primer grupo femenino santiaguero de este género, usó el ragamuffin (fusión de reggae y rap) para criticar estereotipos.
Desde Santiago de Cuba, Las Positivas utilizaron el rap para criticar estereotipos. Foto: Tomada de IPS
“Adoptamos una imagen que obligara a escuchar nuestro discurso, no a mirar el cuerpo. Pero en las instituciones nos decían: ‘Suenan muy agresivas’. ¿Agresivo era hablar de lo que nos oprimía?”, cuestiona Rodríguez, quien actualmente lleva su carrera de forma independiente como Irina Positiva.
Magia López, referente del rap afrocubano con el dúo Obsesión, añade: “El hip hop nos salvó y nos brindó la oportunidad de encontrar un espacio para el auto-reconocimiento”, dijo.
“En los noventa, frente a la crisis y en un contexto de violencia, prostitución y drogas, encontrar un espacio como el hip-hop nos cambió y nos alejó de esos problemas. Nosotras elegimos denunciar las desigualdades, el racismo y la violencia de género y hacerlo mediante la música y el rap, reafirmando que el hip-hop no es solo entretenimiento, sino una plataforma de cambio y transformación” sostuvo.
El dúo Obsesión fue más allá con su rap underground, al apostar por abordar también también la racialidad como eje identitario. Foto: Tomada del sitio web de Obsesión
Junto a Alexey Rodríguez Mola, su compañero en la música por casi 30 años, López impulsó proyectos como La Fabrik —una iniciativa sociocultural que les conectó con muchos artistas y comunidades, incluido el trabajo en prisiones—; espacios como El Club del Espendrú, un proyecto que trabajó intensamente los temas raciales y educativos y talleres de género que cuestionaron letras machistas.
“Hasta los hombres raperos se dieron cuenta de su complicidad”, destacó López.
Pero Obsesión fue más allá con su rap underground, al apostar por abordar también la racialidad como eje identitario.
“Llevábamos ropas africanas, a menudo íbamos descalzos y con el pelo afro natural cuando no era ‘moda’. Era una forma de mostrar todo aquello que habíamos relegado y queríamos reivindicar: que ser personas negras no era un defecto”, sostuvo.
López enfatizó que, desde sus inicios, el rap fue un espacio dominado por hombres, donde la voz femenina era una excepción, a menudo vista como algo exótico.
“No solo necesitábamos talento; debíamos demostrarlo constantemente”, afirmó. “Podían surgir varios grupos de hombres, pero las mujeres siempre debíamos ser excepcionales para ganar espacio”.
En una de las peñas del dúo Obsesión, en el municipio capitalino de Regla, de izquierda a derecha Irina Rodríguez del grupo Las Positivas, Magia López, de Obsesión, y La Fina, directora del proyecto de Rap Femenino internacional Somos Mucho Más. Foto: Tomada de la página en Facebook Mujeres en el Rap Cubano
Su experiencia en Obsesión, un grupo mixto, le permitió recorrer un camino distinto, pues ella y Alexey compartían intereses comunes en ser diferentes. “El hip-hop es un espacio muy machista y hemos tenido que lidiar con eso”, enfatizó López al hacer referencia a las resistencias que enfrentó dentro del propio movimiento, cuando en 2007 asumió la dirección de la Agencia Cubana de Rap.
Redes que transforman
Para Damarys Benavides, rapera y cofundadora del proyecto sociocultural Fruta Bomba Estudios, el apoyo entre mujeres marcó la diferencia. «Conocí a Magia y Janet cuando hacía rap cristiano. Me abrieron espacios sin juzgarme. Entre nosotras no había rivalidad: nos prestábamos coros, nos guardábamos temas. Eso fue vitamina para seguir», asegura.
En su opinión, el mundo del rap femenino no tiene nada que ver con el estereotipo con que lo asocian personas ajenas a esta expresión. “A veces nos encierran en moldes, nos dicen que debemos discutir entre nosotras, y los mismos productores piden que nos tiremos entre sí”, dice.
Como mujeres en el hip-hop, tenemos la responsabilidad de romper barreras y hacer historia, enfatizó Benavides. Foto: SEMlac Cuba
“Yo les digo: ‘No, esa no soy yo. No quiero ese flow para rapear’. Puedo adoptar una actitud más agresiva o seria, pero no tengo que cantar como un hombre. Ese estereotipo que intentan imponerme no es el que yo quiero, y hemos logrado hacer valer nuestras propias reglas”, apunta.
Como mujeres en el hip-hop, Benavides siente la responsabilidad de romper barreras y hacer historia.
Sobre Fruta Bomba Estudios, una iniciativa que se enfoca en mujeres, infancias y adolescencias, y promueve el desarrollo cultural, explica que hace uso del rap como herramienta pedagógica. «Les decimos: ‘Expresen lo que sienten, pero con conciencia’. El rap salva vidas, como me salvó a mí», asegura.
https://www.instagram.com/reel/C6h37nxNSuH/?utm_source=ig_embed
Persisten las barreras: ¿dónde están las mujeres?
Aunque actualmente hay más espacios y mujeres que defienden el género, las raperas insisten en que el camino continúa cuesta arriba.
Las nuevas generaciones vienen más empoderadas, pero la educación machista persiste, señaló Janet Díaz. Foto: SEMlac Cuba
«Siguen esperando que enseñemos el cuerpo para darnos un lugar. Las nuevas generaciones vienen más empoderadas, pero la educación machista persiste”, señala Janet Díaz.
Ante esa realidad, especialistas consideran que es una responsabilidad social garantizar la promoción y visibilidad del rap hecho por mujeres.
“El problema radica en que existen muchos prejuicios y barreras, no solo por el rap en sí, sino también por el hecho de que lo hagan mujeres. Aquí entran en juego todas las resistencias patriarcales y los espacios hegemónicos de la cultura, que deben ser desafiados”, sostuvo la socióloga Clotilde Proveyer.
En su opinión, es necesario romper estas barreras no solo a través del trabajo de las artistas, sino también desde el Instituto de la Música, el Ministerio de Cultura, los medios de comunicación y todos aquellos sectores que tienen la responsabilidad de dar a conocer su trabajo.
De lo contrario, estas artistas seguirán enfrentándose a «molinos de viento» y luchando contra prejuicios, porque forman parte de grupos minoritarios, afirmó la experta.
Para Magia López, el trabajo de las mujeres cubanas en el movimiento de hip-hop, y específicamente el rap, tiene el valor de haber trascendido los escenarios. “Hemos desarrollado proyectos educativos y sociales, creado espacios de diálogo e intercambio de saberes. Defendemos la transformación social”, destacó.
«El rap es vida. Llevo 26 años y seguiré, porque debemos mantener el legado: decir lo que otros callan”, afirmó por su parte Irina Rodríguez, al resumir un sentir colectivo de mujeres que han apostado desde el arte por transgredir espacios y hacerse escuchar.