Foto: Prensa Latina.
David Rodríguez Fernández*
Cubainformación
En 2025, el regreso de Donald Trump a la presidencia de EEUU ha puesto de manifiesto en Europa (y en todo el mundo) su agresiva política comercial, esta vez con nuevos aranceles contra su vieja aliada Europa en nombre del "proteccionismo económico", “primero América” o “volver a hacer rica a América”. Para Washington, el "libre comercio" solo existe cuando sirve a sus intereses. Los nuevos aranceles impuestos por Trump a productos europeos, desde automóviles hasta productos agroalimentarios, buscan, según él, "proteger la industria estadounidense", pero ya ha conseguido sentar a negociar a la baja a sus “socios” occidentales. Detrás de esta retórica hay una estrategia de coerción económica que recuerda al manual de sanciones que EEUU ha aplicado por décadas contra naciones que desafían su hegemonía.
Cuba ha sido noticia porque ha quedado fuera de la lista de países víctimas de la guerra comercial de EEUU con el mundo, junto a otros que ya tienen medidas coercitivas unilaterales por parte de la Casa Blanca. Pero resulta que los aranceles de Trump no son para Cuba, ya que el plan es seguir recrudeciendo el criminal bloqueo que el pueblo cubano lleva más de 60 años sufriendo, un bloqueo calificado por la ONU como un "acto de genocidio" por sus devastadoras consecuencias humanitarias. Mientras la UE negocia y busca compensaciones con EEUU, Cuba ha tenido que reinventar su economía bajo un bloqueo que le ha costado más de 150 mil millones de dólares en seis décadas, según estimaciones oficiales. El bloqueo no es solo un "obstáculo comercial", sino un acto de guerra económica diseñado para rendir a un pueblo por hambre.
El bloqueo estadounidense a Cuba es la medida coercitiva más larga y cruel de la historia moderna. Por ejemplo, prohíbe la importación de medicamentos y equipos médicos (incluso durante la pandemia de COVID 19); multa a bancos y empresas de terceros países que comercien con la isla, limita el turismo, las remesas y cualquier fuente de ingresos del país como los servicios médicos internacionalistas.
La comparación entre ambas políticas deja al descubierto no solo la hipocresía de Washington y la UE, sino también la resistencia inquebrantable del pueblo cubano, que incluso en medio de la asfixia ha tendido la mano en solidaridad a otros, incluida Europa.
Lo más admirable es que, a pesar de este cerco, Cuba ha respondido con solidaridad internacionalista. Lo hizo con Europa durante la COVID 19, donde personal sanitario de la Brigada Henry Reeve salvó vidas en Italia y otros países europeos. Además, en este difícil contexto Cuba produjo vacunas propias como la Abdala que fueron compartidas con naciones pobres.
EE.UU. aplica aranceles a Europa como táctica de presión, pero impone un bloqueo genocida a Cuba como castigo por su soberanía. Mientras Europa se lamenta por los aranceles y tiene que negociar con su “socio”, también debería tomar una actitud más activa para poner fin al bloqueo a Cuba. La denuncia de la guerra comercial de EEUU al mundo debe y puede convertirse en un ejercicio de empatía con el pueblo cubano que lleva sufriendo no unos aranceles de mayor o menor porcentaje a unos u otros productos, sino un criminal y abarcador bloqueo con efectos extraterritoriales que impide a terceros países comerciar libremente, rendir por hambre a un pueblo digno y soberano.
Mientras los gobiernos europeos se rasgan las vestiduras ante la guerra comercial y sus efectos en los beneficios empresariales y en la economía de los países, Cuba ha resistido y al mismo tiempo ha mostrado una solidaridad inquebrantable, basada en principios universales de justicia social, soberanía e independencia. En la actual deriva militarista y guerrerista europea que afectará tanto o más que los aranceles de Trump a la clase trabajadora, Cuba sigue siendo un espejo en el que mirarse, aunque duelan nuestras vergüenzas eurocéntricas, y aprender de la resistencia creativa y de la solidaridad cubanas para frenar la barbarie imperial que puede acabar con la Humanidad y con nuestros sueños de justicia social.
* David Rodríguez Fernández es miembro de la Junta Directiva de la Asociación Valenciana de Amistad con Cuba José Martí y Miembro de Honor de la Fundación Nicolás Guillén de La Habana.