Por Manuel E. Yepe*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- “Nos encontramos en un punto en el que, por primera vez en la historia, el Congreso está dominado por una mayoría de millonarios que son, como promedio, 14 veces más ricos que el ciudadano estadounidense promedio. Cuando los legisladores debaten cuestiones que afectan a las personas con menos recursos, como prestaciones por desempleo, estampillas de comida, salario mínimo o la revisión del código tributario, los supuestos representantes del pueblo permanecen alejados de todo contacto con la lucha diaria de la mayoría de los estadounidenses que viven atrapados en una agotadora batalla por sobrevivir el día a día”.


Tal afirmación es sustentada por el jurista estadounidense John W. Whitehead, afamado defensor de las libertades civiles y los derechos humanos y fundador del Instituto Rutherford, en su ensayo “Gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos: Es hora para una resistencia militante no violenta” que reproduce el sitio digital Activist Post.

De hecho, aunque se supone que Estados Unidos sea una democracia representativa, muchos de los representantes del pueblo en el Congreso ganan salarios de seis cifras, habitan un mundo exento de multas y lleno de prerrogativas e inmunidades. Tienen poco en común con aquellos que los han elegido para representarles, consigna Whitehead.

Cifras recientes ponen de relieve una fuerte tendencia a la acumulación de riqueza en el Congreso, que está integrado mayoritariamente por millonarios y casi millonarios que poseen a menudo varias casas y muchos bienes fuera del alcance de la mayoría de los votantes que representan.

“Muchos de nuestros políticos viven como reyes. Pasean en grandes limusinas, vuelan en aviones privados y comen comidas gourmet, todo pagado por los contribuyentes estadounidenses. Están cada vez más lejos de aquellos que se supone deben representar. Su lujoso estilo de vida difícilmente puede identificarse con los del hombre común que vive de cheque a cheque y mantiene al país con su dinero ganado duramente con el sudor de su frente” precisa Whitehead.

El desafortunado hecho de que los ricos estén encumbrados en la cima del gobierno ha sido descrito por el reconocido economista estadounidense Joseph Stiglitz de esta manera:

“Prácticamente todos los senadores y la mayoría de los representantes a la Cámara del Congreso de Estados Unidos son miembros del uno por ciento de personas más ricas de la nación. Llegan siendo miembros del 1%, se mantienen en sus cargos por el dinero del 1%, y saben que si sirven bien al 1 % cuando dejen sus cargos serán bien recompensados por el 1%. Por lo general, las autoridades del poder ejecutivo que son claves en las políticas comercial y económica también integran el 1 %”.

Por eso, no es sorprendente que las compañías farmacéuticas reciban como regalo billones de dólares mediante la aprobación de una legislación que prohíbe que el gobierno -que es el mayor comprador de medicamentos- participe en la negociación de los precios de éstas. O que se reconozca y acepte que una legislación sobre impuestos deba incluir recortes de impuestos para los ricos para que pueda abrirse paso en el Congreso.

En el ciclo de las elecciones presidenciales del 2012, ambos partidos del sistema político estadounidense gastaron, cada uno, un billón de dólares en la competencia por obtener la elección de sus candidatos. Este dinero provino de ricos donantes y patrocinadores corporativos empeñados en conseguir situar a sus candidatos en cargos desde los cuales han prometido ayudar a sus mecenas.

Una vez electos, estos políticos ricos devienen acaudalados burócratas que incrementan sus vidas de privilegios, por desgracia a expensas de los contribuyentes estadounidenses. Como regla, no importa si son demócratas o republicanos, todos ellos aprovechan al máximo lo que un informe de prensa describe como "una montaña de ventajas con las que no podría rivalizar la mayoría de las compañías cuyas fortunas evalúa la revista Fortune".

Los consejeros más cercanos del Presidente Obama, incluidos los de su gabinete de quince miembros, son millonarios.

Y además están los cabilderos, que son los grupos de presión o “lobbys” que -en número de 26 como promedio- rodean a cada congresista tentándoles con prebendas a cada paso y constituyen la más extendida fuente de la corrupción generalizada en el legislativo.

Todo ello alentado por un estilo de vida en el Congreso que exige que los congresistas pasen la mayor parte de su tiempo recaudando dinero de los ricos y sus fondos de donantes para sus campañas, y menos atendiendo a las necesidades de sus electores o influyendo en favor de algún proyecto legislativo del que deriven beneficios para la población.

*Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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