Por Manuel E. Yepe*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Hasta que concluyó la Guerra Fría, las relaciones con Cuba eran consideradas en el Congreso de Estados Unidos como asuntos estratégicos (strategic issues), al igual que los temas relacionados con la Unión Soviética y demás países socialistas del Este de Europa.


Pero, desde el inicio de la década de los años 90 del pasado siglo, los temas relacionados con Cuba comenzaron a clasificarse en el Congreso estadounidense como asuntos de política nacional (domestic issues) del estado de la Florida. Por ello, según práctica congresional aceptada por todos, al votar sobre cualquier asunto referido a Cuba, todos los congresistas deben actuar como si se tratara de asuntos internos del estado de la Florida.

Según tal práctica congresional, en tales casos, no hay que guiarse por el interés nacional de Estados Unidos sino por los puntos de vista de los representantes de ese estado en el Senado o en la Cámara de Representantes, según dónde sea el debate.

El partido republicano aprovechó esta circunstancia mediante una política de captación de políticos de extrema derecha nativos de Cuba o descendientes de inmigrantes de la isla caribeña. Los estimuló y promovió sus carreras y, a resultas de la maniobra, al cabo de poco tiempo, en el congreso estadounidense, así como en el de la Florida, creció desproporcionadamente el número de personas de origen cubano elegidas en los órganos legislativos, con capacidad para influir en la política nacional de Estados Unidos.

Así, los “cubanos” en el parlamento nacional y en el estadual floridano llegaron a sobrepasar con creces a otras nacionalidades del continente, algunas de ellas con una proporción similar o superior de inmigrantes en Estados Unidos. Obviamente, como regla, estos cubanos son políticos de extrema derecha “desde la cuna”, votan con el partido republicano y sobresalen por su apoyo a las políticas de odio contra el gobierno de Cuba.

Todo esto se originó, fundamentalmente, porque las elites cubanas dominantes derrotadas en 1958 marcharon al exilio en Estados Unidos convencidas de que la superpotencia no toleraría la existencia de un "régimen comunista" en Cuba y que Estados Unidos procuraría su derrocamiento violento por cualesquiera vía.

La comunidad de emigrantes cubanos en la Florida devino, de hecho, apéndice de de las políticas doméstica y exterior de los Estados Unidos y de los dos partidos que se alternan en el poder en aquella nación, renunciando de antemano a cualquier posibilidad de independencia o reconocimiento propio.

Sus más influyentes figuras lo son por su involucramiento y compromiso con las maquinarias políticas y no por su dedicación a la lucha contra el "régimen comunista," de su país.

La población de emigrados, frustrada en sus aspiraciones previas en su país y conscientes de su condición de inmigrantes económicos, en su mayor parte se desentiende de cualquier activismo político aunque se manifiesta fuertemente en favor de relaciones e intercambios normales entre la población cubana en la isla y con sus familiares y amigos, con independencia de su frustración y su descontento crítico de la experiencia cubana alimentado por la incesante campaña de demonización del gobierno cubano.

Algunos hacen parte de maquinarias políticas y lobbies, como incómodos socios menores en la política exterior de Estados Unidos.

Ya hace años se han estado dando señales de que la emigración cubana en Estados Unidos, especialmente los más jóvenes que emigraron desde mediados de los noventa y los nacidos en Estados Unidos, se están distanciando crecientemente de la orientación de derecha que hasta hace poco se consideraba prevaleciente en la comunidad cubana en Norteamérica.

Recientemente, para sorpresa de casi todo el mundo, el magnate azucarero Alfonso Fanjul, que salió de Cuba cuando era un joven dejando tras de sí las mansiones y vastos latifundios de caña de su familia, nacionalizados por la revolución popular llegada al poder en 1959, se declaró dispuesto a invertir en Cuba y levantó con ello un huracán en las filas del decadente sector de extrema derecha de inmigrantes cubanos que durante décadas ha jugado un papel importante en la política de las relaciones EE.UU.-Cuba, especialmente en períodos de campañas presidenciales.

El gesto de Fanjul demuestra que hasta los más ultra derechistas de la emigración cubana pueden evolucionar facilitando el camino hacia una relación más lógica y natural de la emigración con su nación.

Mientras tanto, los políticos acostumbrados a abogar en favor del bloqueo a Cuba como forma de apelar al favor del electorado cubano de la Florida, comienzan a calibrar los riesgos y beneficios de tales posiciones, situando la política de odio cada vez más cuesta abajo.

*Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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