Noel Manzanares Blanco - Cubainformación.- Tenía pendiente referirme a Un debate lejano sobre los gais en Cuba, responsabilidad de Pepe Gutiérrez-Álvarez, que tiene la siguiente inscripción: “La defensa de la revolución cubana es en estos tiempos una trinchera poco concurrida, y algunos de los que participan en ella le hacen un flaco favor cuando engloban su actitud con una apología del llamado 'campo socialis­ta'”.


Con tal presupuesto, encaré la lectura de la propuesta a debate “sobre los gais en Cuba” con una indisposición, toda vez que hallo poco tino tanto al decir que la defensa a nuestro proyecto revolucionario “es en estos tiempos una trinchera poco concurrida” como al sustentar de manera imprecisa que “algunos de los que participan en ella le hacen un flaco favor cuando engloban su actitud con una apología”: personalmente, me enmarco entre quienes les hacemos encomios a la Revolución Cubana —sin ser absoluto ni tener relación alguna con el planteo de Pepe acerca del “llamado 'campo socialis­ta'”.

Mas, de modo sosegado, percibí que en su artículo él se remonta a una intervención suya del año 1884 “sobre la situación de los homosexuales en Cuba” y adelanta que “le puede parecer interesante todavía al personal sensibilizado sobre una cuestión que hace mucho cambió a la que se le dió una considerable trascendencia por entonces” [sic].

A partir de allí, en una extensión de unas ocho páginas en letra Verdana 12/ Normal, Gutiérrez ocupa prácticamente la mitad de su escrito en un examen que no me permitió deducir si todavía acompaña las transformaciones iniciadas en 1959 o se ha sumado a intelectuales ex izquierdistas que dicen “que Castro es un 'Hermano Mayor' a lo Orwell, y que es una falacia hablar de las conquistas sociales de la revolución, La agresión norteamericana ha sido un pretexto que ha servido a Castro para crear las condiciones para el totalitarismo-” [sic], para apuntar acto seguido:

Completamente dependiente de la URSS, Cuba llega a servir de peón en las maniobras internaciona­les del 'imperialismo soviético'. Una recopilación de todas estas acusaciones han sido popularizadas en una película cubana de 1983, Conducta impropia, dirigida por Néstor Almendros y Orlando Jiménez […]. La película centra su acusación en el hecho más grave que hasta ahora se ha esgrimido contra el castrismo: el intento de acabar por me­dio de campos de concentración con el 'problema' de la homosexualidad” —las negritas son mías.

Las palabras que sitúo en negritas en las dos primeras líneas indican un lamentable desconocimiento de la Historia de Cuba en aquellos tiempos: al recordatorio de que asumimos la Crisis de Octubre en 1962 en franca dicotomía con el Kremlin, incorporo que en la década que va desde 1965 hasta corto lapso antes de 1975 fue testigo de no pocas discrepancias Moscú-La Habana que ahora no considero necesario entrar en su análisis, sin descartar que en Angola hubo serios desacuerdos acerca de cómo contribuir a garantizar la independencia e integridad territorial de la hermana nación; al tiempo que las que coloqué en negritas en las dos últimas líneas no me revelaron ignorancia, sino más bien una premisa para un enjuiciamiento cargado de achaque.

“Dentro de las actas de acusaciones contra el régimen de Castro [confieso que eso de régimen me sonó a El Nuevo Herald o El PAÍS, expresión que repite luego] hay que distinguir categorías muy diferentes” —redactó el publicista en cuestión, quizás en una suerte de piedad con nuestras pifias. Pero en otros párrafos, declara en reiteración:

“[… ] Un capítulo aparte es el 'problema' (para los homofóbicos) de los homosexuales»  No  se trata de gente que quiere salir de la isla atraída por ocupar el ultimo escalón en la escala del 'american waylife', de escritores disidentes o de turistas manipulados perversamente [sic].

“Se dice que 'desde 1972 el  gobierno castrista considera a los homosexuales  con enfermos, asociales,  proxenetas. A muchos se los destituye de  sus ocupaciones y a no pocos se  los priva de libertades. Pero la represión va mucho más allá. Se crean las Unidades Militares de Ayuda a la Producción   (UMAP), verdaderos campos de con­centración.  En estos establecimientos se confinan por tiempo indeterminado a muchas personas calificadas de homosexuales, vagos, aso­ciales' (ver Héctor Anafoitarte y Ricardo Lorenzo,  Homosexualidadi el asunto está caliente,  Ed   QueImada,  Madrid,   1975)”.

Hago un paréntesis para indicar que aquí salta a la vista una ¿incongruencia o manipulación?: eso de escribir que “desde 1972 el  gobierno castrista considera a los homosexuales  con enfermos, asociales,  proxenetas [más allá del 'castrisma']” constituye una falacia porque para entonces ya no existía las UMAP. Por tanto, de acuerdo con ese año seguir con que en “estos establecimientos se confinan” es un  error históricamente hablando.

No obstante, lo último citado inmediatamente halla complemento: “Estas medidas fueron acompañadas por leyes homofóbicas y planteamiento de fondo aberrante: solucionar el 'problema' de la ho­mosexualidad mediante la  represión”.

Es cierto que Gutiérrez-Álvarez escribió:

“No se trata, como ha denunciado muy bien Julio Cortázar de es­tablecer una valoración de  conjunto de la revolución por su punto más  flaco. Tampoco se trata de ampliar el drama fuera de su tiempo y lugar, ni de olvidar los acondicionamientos socioculturales que lo motivaron […].

“El hecho de que  haya una autocrítica implícita del régimen cuba­no [¿será que desconoce qué se ha expresado explícitamente?] y que se hayan dado pasos notables en una reconsideración sobre la cuestión homosexual [… —para indicar  de inmediato la esencia de su encomienda], todo ello no puede hacernos olvidar la tragedia de los años sesenta y todo lo que queda por hacer todavía en este terreno […]”.

Es en consonancia con esa última idea que el mensaje con el cual Pepe Gutiérrez cierra/hace una declaración de sus principios, me dejó un aliento desagradable. Fíjese usted:

“La defensa de la revolución cubana es en estos tiempos una trinchera poco concurrida, y algunos de los que participan en ella le hacen un flaco favor cuando engloban su actitud con una apología del llamado 'campo socialis­ta' […].

“Hemos de ser  consecuente  con la idea de que los verdaderos amigos son los  que critican a la cara y elogian por las espaldas y hemos de convencer de esto a los revolucionarios cubanos y a los que callan ante páginas que manchan su revolución”.

Como desde el mismo comienzo de mi trabajo le adelanté a mis lectores/as mi desacuerdo con el planteo presente en el primero de los dos último párrafos citados del título de marras, de momento declaro mi apego a la sentencia de José Martí según la cual con las mejores intenciones se cometen los más grandes errores —consciente que Pepe Gutiérrez-Álvarez clasifica como amigo de Cuba. No obstante, me siento en el deber de hacer otras anotaciones que despejen las dudas que ex profeso o no él colocó.

Seguramente, quien consultó Fidel Castro, las UMAP y perversos cubanólogos cuatro años atrás puede recordar que el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana había conversado ampliamente sobre homosexualidad en diferentes momentos con absoluta transparencia; al tiempo que ha evidenciado una evolución favorable de su discurso, al menos en los últimos veinte años.

Ahí está, por citar sólo algunos ejemplos, la entrevista publicada en el libro “Un Grano de Maíz” (1992) de Tomás Borges, el documental “Looking for Fidel” (2003) realizado por Oliver Stone y más recientemente en el libro “Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio Ramonet” (2006 y ediciones subsiguientes).

Por ende, cuando el compañero Fidel le dice a La Jornada, de México, “fueron momentos de una gran injusticia, ¡una gran injusticia! —repite enfático—, la haya hecho quien sea. Si la hicimos nosotros, nosotros… Estoy tratando de delimitar mi responsabilidad en todo eso porque, desde luego, personalmente, yo no tengo ese tipo de prejuicios”. “Si alguien es responsable, soy yo…”. “Nosotros no lo supimos valorar... sabotajes sistemáticos, ataques armados, se sucedían todo el tiempo: teníamos tantos y tan terribles problemas, problemas de vida o muerte, ¿sabes?, que no le prestamos suficiente atención”, para referirse a esta triste página de nuestro Socialismo (“Se sabe que entre sus mejores y más antiguos amigos hay homosexuales” —dice la Periodista que lo entrevista), dejaba en claro que no era la primera vez que abordaba este asunto con toda la responsabilidad que requería y sin el menor ánimo de justificación y sí con el propósito de situar los puntos sobre las íes.

Deseo complementar el párrafo anterior, aludiendo a lo publicado acerca de las UMAP en un Sitio de Internet vinculado al quehacer de la intelectualidad residente en la Mayor de las Antillas:

“Los cubanos entrevistados por el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal entre 1970 y 1971 en su caluroso libro, En Cuba (dedicado 'al pueblo cubano y a Fidel'), hablan libremente en oposición a la UMAP y algunos opinan sobre su abolición en 1967. Un joven poeta miliciano dijo a Cardenal: 'Yo estuve allí [en las UMAP]... no como preso sino como miliciano. Sí, carcelero digamos. Yo vi los malos tratos, pero solo hacíamos guardia. A Fidel le contaron lo que allí había. Una noche asaltó una posta de guardia y la capturó y se metió dentro, como que fuera preso, para ver qué trato les daban. Se acostó en una hamaca. Los presos dormían en hamacas. Los despertaban golpeándolos con sables; o si no, les cortaban las cuerdas de la hamaca. Cuando uno de los guardias levantó el sable se encontró con la cara de Fidel; casi se muere'. El joven describió otros abusos que Fidel observó. 'Esa es otra de las hazañas de Fidel', dijo, 'Fidel es el hombre de los asaltos [visitas inesperadas]'.

“Castro 'suprimió los campos, dijo el miliciano a Cardenal, pero 'nadie lo menciona'. Otro joven que trabajó en el campamento explica que a pesar de la experiencia 'nosotros, en el UMAP descubrimos que la Revolución y el UMAP eran separables. Y nos dijimos: no nos iremos de Cuba, para hacer que esto malo no sea malo... A los tres años terminó el UMAP con el discurso de Fidel'”.

Así, sugiero meditar a partir de estas preguntas:

¿Será mentira que para esa época la Medicina consideraba la homosexualidad como una dolencia y que, incluso en los tiempos que corren, son muchos/as quienes la consideran una aberración atentatoria contra la existencia humana? ¿Es incierto que en aquella altura se dieran la mano la ignorancia/intolerancia sobre este asunto y la raigal percepción de una diferencia manifiesta/deseada entre el Hombre y la Mujer?

¿Acaso deja de ser verdad que en el contexto de plaza sitiada, lo primerísimo en Cuba era defender lo alcanzado en medio del indispensable Servicio Militar Obligatorio que, sin embargo, estaba vedado para personas que ante el pulso popular no clasificaban como dignas integrantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias —so pena de no haber podido contar lo sucedido? ¿Quién con sensatez desacredita que lo ocurrido en torno a las UMAP ni fue obra intencional de la Dirección de nuestra Revolución ni estaba a tono con la naturaleza bienhechora que contra viento y marea construían la inmensa mayoría de cubanas y cubanos?

(A quien pueda interesar, mi percepción sobre la homofobia en Cuba está resumida en: “¡Abajo la heterosexualidad!”).

Entretanto, a mi mente llega el respaldo que desde diversas perspectivas ha recibido y recibe el Socialismo en el Caimán Verde. Por razones muy obvias, dejo de aludir al acompañamiento del pueblo cubano a su sistema ideo-político y económico-social. Pero sí debo aludir a algunos ejemplos de respaldo internacional.

Resalto cómo tres años atrás una parte significativa de la intelectualidad revolucionaria y Fidel Castro se fundieron en La Habana; y cómo en Noviembre pasado Cuba obtuvo otra victoria avisada al recibir el apoyo de la comunidad internacional en Naciones Unidas vs. el Bloqueo USA —amén del Reconocimiento en el Consejo de Derechos Humanos. Apenas agrego el respaldo de Cubainformacion.tv/, de Rebelion.org/ y de la mayoría de los trabajos en kaosenlared.net/. ¿Serán estas invenciones de acompañamiento a nuestra Revolución?

Entonces, una mirada a la Cuba que hemos edificado en los últimos 55 años debe enjuiciar en justa medida ¿su? homofobia. Por tanto, considero poco atinado calificar rotundamente a la Revolución por un episodio de este tipo; y menos, asegurar que su defensa “es en estos tiempos una trinchera poco concurrida”; al tiempo que se debe agradecer aquellas críticas que sean legítimas, constructivas y que escapen a la intención de focalizar nuestro desde las manchas de su Sol.

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