Noel Manzanares Blanco - Cubainformación.- De cara a las últimas elecciones legislativas en Venezuela, aludí a Argentina a partir de la victoria de su presidente Mauricio Macri, quien ha sido catalogado como “protofascista con base socialdemócrata” y había proclamado a los cuatro vientos que pondría pie en tierra para excluir a Venezuela del MERCOSUR —luego lo retiró, tras la victoria de la derecha en el Parlamento de la Patria de Bolívar; al paso que resalté que José Manuel García-Margallo, ministro español de Asuntos Exteriores, en ocasión de su visita a Buenos Aires a la sazón, expresó: “Estamos aquí porque queremos mucho a Argentina, porque creemos mucho en las relaciones entre Argentina y España y queremos que se abren nuevas oportunidades para las empresas españolas (...) Las relaciones van a ser ahora espectaculares” —las negritas son mías.
En este minuto, medito sobre la base de que El Nuevo Herald acaba de publicar Macri arrancó muy bien y sus razones para tal afirmación. Al respecto, me llamó la atención la referencia que certifica que el mandatario argentino “ha dado un giro importante en política exterior, tomando distancia de Irán y Venezuela [cuyas Administraciones se empeñan en edificar una vida mejor para sus pueblos], y abogando por la defensa de los derechos humanos y la democracia a nivel mundial” a diferencia del “gobierno anterior [que] apoyaba casi automáticamente a dictadores y violadores de los derechos humanos en todo el mundo” —las negritas son mías.
También, que entre los argumentos que nos ofrece ese periódico para su alegría de turno aflore el que sigue: “En momentos en que Brasil está debilitado por una aguda crisis económica y política, el cambio en la política exterior argentina está empezando a empujar a Chile, Uruguay, Paraguay, Perú y otros países hacia posturas más cercanas a las de las democracias del mundo industrializado. Sin mucha alharaca, Macri se ha convertido en una figura clave en los temas regionales” —las negritas son mías.
Ante la naturaleza de lo expuesto por el Herald, me vino a la mente la certeza que tuvo Atilio Borón, Politólogo y coterráneo del susodicho, al afirmar “En términos internacionales Macri es Uribe y Aznar” y puntualizar a principios de Noviembre pasado:
“La dimensión internacional de una victoria de Mauricio Macri sería terriblemente preocupante para el futuro de nuestro pueblo. Por empezar, iríamos de cabeza hacia la Alianza del Pacífico, con todo lo que ello significa, el nuevo nombre del ALCA. En segundo lugar se acabaría el Mercosur como lo hemos conocido, con sus errores pero también con sus logros. También significaría el fin de la UNASUR porque Brasil está prácticamente con un gobierno que ha cedido ante la presión de sus adversarios, prácticamente le ha concedido todos los temas de la agenda. Sería un viraje catastrófico para la región” —incluido un golpe a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), agrego.
Por demás, deseo significarles a mis lectores/as que si El Nuevo Herald, el propio diario que presume de ser portavoz de ideas retrógradas, distingue en la administración de Macri un acercamiento a “las democracias del mundo industrializado” como una suerte de bendición —léase regocijo por el dictado de Washington y Bruselas, incluyendo el tema de los derechos humanos—, entonces ¿cómo queda la integración de Nuestra América? Y como respuesta, se me ocurre subrayar con la mirada ubicada en la actual dinámica gubernamental de Argentina: de cara a quién elogia, digo qué se trata de una especie de desmontaje del progreso para sus predios y para la Patria Grande.