Por Ivana Belén Ruiz Estramil - Asociación Euskadi-Cuba / Cubainformación.- Ayití, Haití… ya te olvidan los grandes medios, otra vez


Algunas  lenguas dicen, que pesa una maldición sobre Haití, por osar rebelarse contra la ilustre Republica Francesa. Cómo iba una insignificante colonia, apenas poblada de negros y mulatos esclavos en su mayoría, desafiar a la majestuosa Francia de las libertades, que se alzaba ante el mundo como un referente de la igualdad. Y sin embargo lo hizo. Intrépida osadía, virtuosa victoria.

Liberté, égalité et fraternité, parece que no extendían su dominio a las colonias. La esclavitud, la tortura el tráfico humano, eran deleznables para sus ciudadanos, pero en el patio trasero, nadie oye, nadie ve…

Haiti, primer foco de independencia, mostraría el camino a las demás, pero el camino sabe ser largo y tortuoso…

 

Francia, la de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 que no pretendía que se tomaran en serio aquellas afirmaciones recogidas en la Declaración en un territorio del que solo pretendían sacar rédito económico. Ayití, quien se sacudió el yugo y mostró el camino para las futuras independencias Latinoamericanas.

Por estos días en los que el mundo se vuelve a acordar del pequeño Estado caribeño, como es habitual por algún desastre, ya sea un terremoto como en el 2010, o por un huracán, como el Matthew que promete mantenernos informados hasta que deje de ser noticia, hasta que deje de conmovernos las imágenes de tierras arrasadas por las fuerzas de la naturaleza. Pero no olvidemos que no han sido las fuerzas de la naturaleza las que aún no han cerrado las cicatrices del 2010, y no olvidemos tampoco, que de no ser por el huracán Matthew, muchos seguirían sin ubicar Haití en el mapa, y eso… no es por fuerzas de la naturaleza.

Hagamos un poco de historia para indagar de donde viene ese olvido, de la primera rebelde de América.

Haití y su lucha por la independencia marcará una peculiaridad respecto a América Latina, siendo ésta fruto de la propia composición de la colonia, así, se dice que: “Haití nunca formó parte de «América Latina» por completo. Los «latinos» no eran negros sino criollos blancos o, en el peor de los casos, mestizos o mulatos de sangre pero de mentalidad europea[1]. La cultura europea no había penetrado con tanta fuerza, quizás por la propia estrategia colonizadora francesa, los colonos se habían mantenido más alejados del resto de habitantes, considerando al mismo tiempo que el número de esclavos provenientes de África era inmensamente superior a la población aborígenes que podría quedar.

En el caso de Haití la relación con la metrópoli se reducía prácticamente a la extracción de productos y a la recepción de esclavos y ese era todo el papel del que los franceses en la isla pretendían sacar la máxima rentabilidad.

Desde los inicios de la colonización, con la mayoría de la población esclava, Haití se había convertido en la joya del imperio francés, los beneficios que le reportaban eran incalculables, se le llegó a llamar “La perla de las Antillas”, “producía ingresos superiores a los de las 13 colonias norteamericanas juntas, representaba el 40% del mercado exterior francés, y sus exportaciones de azúcar equivalían a las de Cuba, Jamaica y Brasil sumadas[2]

Tras su independencia, su devenir ha estado siempre fuertemente marcado por la dependencia del exterior, tras la retirada de los franceses, sufren un periodo de practico aislamiento internacional. El ejemplo de Haití no se podía tolerar y como medida de castigo las demás metrópolis no compraban productos provenientes de la isla. Pero el futuro marcaría el nacimiento de un nuevo tipo de organización mundial, era tiempo de reinventarse, pero en el fondo manteniendo las lógicas de dependencia-extracción. Haití reunía las condiciones perfectas, un pasado colonial, la práctica especialización en el cultivo de caña de azúcar y café, y la necesidad imperiosa de colocar sus productos en el mercado a cualquier coste, además sobre el papel, era un país independiente.

Neocolonialismo, como lo llaman algunos autores, perpetuación de la dependencia, como lo llamarán otros, la cuestión es que la independencia no va unida a la soberanía, con lo cual las relaciones exteriores, fundamentalmente de ámbito económico, no se producen en un escenario de igualdad de condiciones (recordemos aquí que el subdesarrollo planea como una de las formas hereditarias de la colonia).

Ayití, la que a una semana de que pasara un devastador huracán, con un número de muertos en el que ni siquiera las agencias informativas se ponen de acuerdo, ya está dejando de ser noticia, hasta nueva catástrofe “natural”. Pero afortunadamente no para todo el mundo, una pequeña isla vecina no la había olvidado, Cuba, quien ya estaba allí, también estaba allí en 2010 cuando tembló la tierra, y estaba allí simplemente, para lo que hiciera falta.

 


[1] “Discurso sobre el colonialismo” Aimé Cesaire, Ediciones Akal, 2006, p.109.

[2] “Silencios y ecos: La historia y el legado de la abolición de la esclavitud en Haití y Perú” Carlos Aguirre, A Contracorriente, non data, p.4.

 

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