Raúl Antonio Capote - Original publicado en Granma


En una guerra que, por momentos, escala a límites jamás imaginados, cada línea roja cruzada conduce a la posibilidad de un conflicto mundial. Sin embargo, las potencias involucradas parecen competir entre ellas para ver cuál comete el «error» final.

Cada día, cuando suponemos que vamos a recibir la buena noticia del fin del conflicto, con un acuerdo justo de paz, el «gran hegemón» no deja de sorprender al mundo.

Resulta que, ahora, Estados Unidos, en contra de la opinión de la mayoría de sus aliados, enviará bombas de racimo a Ucrania, como parte de un paquete de ayuda militar de 800 millones de dólares.

Washington anunció la entrega de este tipo de armas «con el objetivo de que Kiev pueda atacar mejor las trincheras y las demás posiciones defensivas establecidas por Rusia en el sur y el oeste del país».

Las bombas de racimo o cluster bombs son un tipo de armamento que está prohibido por más de cien países, según la ONU. El problema con este tipo de armas es que puede impactar en una zona amplia, con un margen de error muy elevado, y causar un «daño colateral» alto. Su uso se considera un crimen de guerra.

Son también consideradas armas «tontas» porque, al no contar con mecanismos de guía muy precisos, pueden errar el blanco.

Si leemos correctamente lo de «daño colateral», en verdad están diciendo que provoca la muerte de personas inocentes, sobre todo de niños.

Aún se recuerdan las imágenes dantescas de la guerra de Vietnam, donde EE. UU. utilizó, de forma extensiva y sin miramientos, las bombas de racimo. Al menos 270 millones fueron arrojadas como parte de la campaña de bombardeos, de las cuales se estima que el 30 % no detonó.

Los clústeres se abren a unas decenas de metros del suelo, y esparcen su mortal carga. Las minibombas que contienen, unas con forma de naranja y otras de piña, no destruyen edificaciones, ni tanques, ni blindados, sino que están concebidas para matanzas masivas de personas.

Por su forma de rotación al caer, penetran con facilidad casas y refugios antiaéreos, y cuando estallan arrasan con todo ser vivo en el área.

Las bombas madres esparcen pequeñas granadas por una amplia zona. Muchas de ellas no explotan de inmediato, pueden permanecer en el suelo durante años y detonar más tarde, lo que significa que pueden matar y mutilar mucho tiempo después.

Numerosos países han prohibido su uso, sin embargo, Estados Unidos no es signatario de ninguna convención internacional que prohíba el despliegue de municiones en racimo, y las utilizó por última vez durante la invasión a Irak, en 2003.

Se cree que aún hay miles de cargas de este tipo esparcidas en Vietnam, Laos, Camboya, Kosovo, Afganistán e Irak. Al igual que las minas terrestres, como asesinos silenciosos y oportunistas, esperan por sus víctimas.

 

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