"Cuba no importa en España, y el pueblo cubano menos aún. Solo interesa el negocio que allí puede hacerse", denuncia Antonio Maestre. Foto: Ricard García Vilanova.


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Antonio Maestre - La Marea

En octubre de 2019, el sector olivarero, representado por Asaja, COAG, UPA y Cooperativas Agroalimentarias, se manifestó en Madrid para denunciar la “crítica” situación que atravesaban las familias de productores jienenses por la imposición arancelaria de un 25% que impuso Donald Trump al aceite español. Un pequeño arancel hizo chirriar a todo un sector económico de uno de los países más importantes del mundo y puso en jaque la viabilidad de una región entera líder en la producción mundial de aceite. Una sola medida que dificultaba la importación. Ahora imaginen que en vez de una medida aislada son 270 medidas de sanción económica específica para ahogar la economía de uno de los países más pobres del mundo que incremente la presión impuesta por un bloqueo económico que dura ya más de 60 años. Cuba estuvo en Jaén

Eso hizo Donald Trump con Cuba. Asfixiar más aún a un país pobre añadiendo sufrimiento extra a los dolientes cubanos, a su pueblo, por el que dicen todos preocuparse pidiendo libertad cuando quieren decir negocio. En una vuelta de tuerca sádica, la Administración de EEUU utilizó el aniversario del intento de invasión de Bahía de Cochinos para que el consejero de Seguridad Nacional John Bolton se fuera a Miami a ganarse la foto de los expatriados cubanos en Florida y anunciar que apretaba las tuercas a quien tantos problemas de subsistencia tiene en Cuba. 

Algunas de esas medidas iban precisamente destinadas a hacer imposible la supervivencia de quien depende del exterior. Ponía nuevas restricciones a las remesas de dinero enviadas a la isla por cubanos que trabajan en el extranjero y limitaba los viajes no familiares, lo que ahogaba más aún el turismo y evitaba que La Habana buscara métodos para eludir las restricciones y acceder a divisas. La posición del Gobierno de España, mucho menos servil a EEUU de lo que suele ser habitual en política exterior, se entiende precisamente por una de las medidas que tomó Donald Trump y que implicaba directamente a los intereses de las empresas españolas que operan en Cuba. Se trataba de la derogación de la suspensión del título III de la ley Helms-Burton, que habilita la posibilidad de presentar demandas por parte de ciudadanos de origen cubano a empresas que operan en Cuba para reclamar posibles indemnizaciones por las expropiaciones llevadas a cabo tras la llegada al poder de Fidel Castro en 1959. Algo que ponía en serio riesgo a muchas empresas españolas como Meliá, Iberostar, Barceló o NH, con importantes propiedades en el país cubano. Cuba no importa en España, y el pueblo cubano menos aún. Solo interesa el negocio que allí puede hacerse. A quien menos importan de todos es a aquellos que fingen preocupación por el pueblo cubano mientras defienden la actitud de Estados Unidos manteniendo el bloqueo económico resiliente durante 60 años, pero balbucean cuando les preguntas qué es la ley Helms-Burton. Aquellos que braman llamando dictadura a todo aquello que no comprenden y que a pesar de que algunas veces, pocas, puedan acertar al definirlas, tienen serias dificultades para diferenciar democracia liberal de democracia participativa. 

La política internacional y la preocupación fingida por los derechos humanos son utilizados en el debate público como un asunto interno con el que desgastar al adversario progresista. La correlación de fuerzas mediáticas implica que la opinión publicada solo se fije en aquellos lugares que les interesan para hacer política y negocio. En esa dinámica, los gobiernos de izquierdas, o mejor dicho, contrarios al capitalismo que permite la libre explotación de su territorio por corporaciones extranjeras, son el objetivo de los emporios mediáticos y por elevación de los partidos que los representan. 

“Cuba es una dictadura” y “Marruecos es una monarquía”. Son palabras de Pablo Casado en una entrevista al ser preguntado por la incoherencia de ser tan claro al mostrar su opinión sobre Cuba y mostrarse tan timorato con el régimen alauí. Sirve como epitafio de la inanidad intelectual con el que nos aproximamos en España a las cuestiones sobre los DDHH en las relaciones internacionales. No es posible tener un debate serio sin añadir a la denominación que damos a la situación de las libertades en diferentes países cuáles son los intereses políticos y económicos que tiene el que expresa su posición. La verdad no es posible sin añadir esas variables a la ecuación. Para que un debate crítico sobre Cuba pueda darse en la izquierda es necesario marcar distancia con los marcos tramposos impuestos por la derecha, que pretende obviar los intereses de las oligarquías y el matón americano y circunscribirlo todo a una posición dilemática que permite expresar sin avergonzarse que Cuba es una dictadura y Arabia Saudí jamás lo será.

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Foto: Roberto Suárez. Fotos obtenidas de Juventud Rebelde....
Los congresistas anticubanos Mario Díaz Balart y María Elvira Salazar. Foto: Archivo / Tomada de transmisión en video....
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