Alina Martínez - trabajadores.cu.- El Generalísimo Máximo Gómez los puso en su lugar
No crea el lector que incurrimos en una falta de ortografía al escribir el título de este comentario sin hache. Se sabe que el hojalatero es la persona que tiene por oficio hacer o vender piezas de hojalata, pero no se trata de ellos, sino de cubanos que en plena guerra de independencia del siglo XIX esperaban todo del poderoso vecino del Norte y se pasaban la vida diciendo “¡Ojalá intervengan los yanquis y nos den la libertad!” Los patriotas, con ese ingenio que siempre ha caracterizado a nuestro pueblo llamaban despectivamente a tales personajes “ojalateros”.
Máximo Gómez los criticó muy duramente ya que siempre confió en la capacidad de los cubanos dignos de conquistar con sus propias fuerzas la independencia de su patria.
Hay una anécdota narrada por Fermín Valdés Domínguez sobre el Generalísimo que revela el modo en que él juzgaba la actitud de tales elementos.
Contó Valdés Domínguez que Gómez al hablar de las distintas fases que sufren las guerras de independencia señalaba sobre los que escogían el bando enemigo: “Hay dos clases de presentados; los que se van al campo español y los que moralmente ya lo están. Son estos los que sueñan con un reconocimiento y creen que el nuevo presidente de los EE.UU. nos dará la independencia. ¡Estos ojalateros son también presentados!”
¿Acaso no pueden llamarse también ojalateros los que hoy miran al Norte y hasta anhelan una intervención “humanitaria”, (léase militar) para “solucionar” los problemas de Cuba? Son, podríamos agregar como Martí, hombres de siete meses que no tienen fe en su tierra. Y agregaba el Apóstol: “Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás”.
De algo pueden estar seguros esos elementos neoanexionistas: a los patriotas de estos tiempos nos sobra coraje para seguir adelante.
