Farruco Sesto
Correo del Orinoco
Inquieto como soy, que no puedo estar tranquilo ni un minuto, ahora mi cabeza le da vueltas al tema de las 7T, enunciadas por el Presidente Maduro, tratando de imaginar para nuestro país ese futuro posible que de ellas se deriva, en un plazo relativamente corto, a partir de su aplicación entusiasta, sistemática y constante.
Creo en ellas. Están muy bien planteadas. Y son consecuentes con lo que hemos vivido hasta aquí. Pienso que constituyen una guía inmejorable para la planificación de nuestros objetivos concretos y de nuestras acciones y programas en los próximos años. Y para la acción real. Vamos con ellas, pues. No las dejemos como un enunciado más. Que no sean materia de un discurso que se quede enseguida en el pasado como periódico de ayer. Hagámoslas nuestras. De verdad. Dediquémosle un tiempo cada uno de nosotros y nosotras a pensarlas y repensarlas para ponerlas en práctica. En nuestro campo de trabajo. En nuestro universo político. Incluso en los ámbitos de nuestra vida cotidiana.
Que sean fuerza que nos impulse. Que sean energía en movimiento. Siete transformaciones en actividad constante, como el martillo del herrero (¡Ah, que capacidad simbólica la de aquellos oficios de antes!) golpeando el hierro hasta que adquiere la forma que se desea. Esta sociedad está plenamente preparada para ello.
Ahora quisiera hacer un ejercicio de reflexión sobre esas siete transformaciones. No un resumen. Ni tampoco una explicación. Sino un pequeño y personal acento en alguno de sus aspectos.
1 Sobre la economía y la producción
Somos un pueblo inmensamente esforzado. Lo que pienso es que hay que canalizar esa capacidad de trabajo, para hacerlo más productivo. Convertir esa inquietud en una obsesión. E ir a por los resultado en términos de producción. No importa la tarea que sea. Al final deber haber un producto medible. Un aporte. Algo nuevo. Una idea, un objeto, un logro concreto. Tal como lo decía el comandante Chávez, recordando una fórmula de la física : “Mira, trabajo es igual a fuerza por distancia o desplazamiento también. (…) Por lo tanto, si a mí alguien me dice, no, que yo no he dormido tres días, mire, no hemos dormido este equipo y hemos trabajado muchísimo, yo le preguntaría, hay que preguntarse siempre, bueno ustedes aplicaron toda la fuerza, toda la capacidad, ¿cuál es el resultado en desplazamiento? (…) Como que tú te pongas a empujar esta pared cien años y te seques aquí, no la moviste, trabajaste cien años, no trabajaste nada”
Visto de esa perspectiva, la valoración de la producción es una cultura. Desde las instancias de gobierno nacional o local, desde cualquier institución pública, desde la FANB, desde la academia, incluyendo a la escuelita más pequeña, desde cualquier instancia del pueblo organizado, hay que ponerse a ello, y siempre inventando, revolucionando. ¿Con qué contamos? ¿Que podemos hacer? ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué necesitamos para hacer más? ¿Cómo lo conseguimos? Para lo cual hay que aprender a planificar también. De modo que la cultura de la planificación sea también el pan nuestro de cada día. Tomemos ejemplo de los países y sociedades que lo han logrado. Nosotros podemos hacerlo.
2 Sobre la Independencia plena, asumida en las distintas dimensiones
Eso significa, a mi juicio, alcanzar la madurez plena como sociedad y como país. Es decir, hacernos libres para siempre en todos los escenarios. Pues solo desde la plena independencia, podremos enfrentar nuestros problemas con las soluciones más adecuadas para nosotros y relacionarnos con los demás países en condiciones de igualdad.
En Venezuela, con la Revolución Bolivariana, hemos avanzado mil años en veinticinco, es bien cierto. Bueno, pues ahora tenemos que avanzar otros mil en solo siete años. En el conocimiento, en el entendimiento, en la interpretación de la realidad, en la capacidad de transformarla. No es poca cosa. Y hacerlo siempre en esa relación dialéctica que se desarrolla entre el plano personal y la organización colectiva, manteniendo viva la moral de combate en la construcción de la verdad y en la aplicación de la verdad,
3 Sobre la consolidación definitiva del modelo de seguridad interna, de paz y de integridad territorial, con base a la justicia e igualdad
Aquí quiero insistir de nuevo en que nuestros valores como pueblo, nuestras virtudes ciudadanas, (entre las cuales no está, por cierto, todavía, el respeto de los semáforos, lo digo con humor y cierto grado de complicidad, pero esa es la excepción que confirma la regla) ), nuestra vocación igualitaria, visión solidaria, pasión por el débil, y sentido de lo colectivo, así como nuestra creciente cultura política, dan la base para construir la más segura y amable de las sociedades. De verdad que es un orgullo saberse y sentirse venezolano.
Baste con eso, para avanzar a gran velocidad en el planteamiento de esta transformación. En todo nuestro territorio. Con el Estado cumpliendo su papel, desde luego, pero con la conciencia de que la seguridad y la paz se sostienen y, sobre todo, se amplían, desde la práctica de la organización popular para la calidad de la vida en común, del vivir bien. Con lo cual quiero reafirmar que no hay mejor instrumento para la seguridad que nosotros mismos. Y en esto tienen mucho que hacer las vanguardias sociales y los partidos, particularmente aquel en el cual orgullosamente milito, que es el PSUV.
4 Sobre la renovación total del modelo de protección humanista
A mi juicio, la transformación debe ir evolucionando desde la de un Estado que protege a los débiles (que, por supuesto, nunca debe dejar de hacerlo) hacia unas relaciones humanas donde entre todos nos cuidemos de todos. Porque una de las funciones más importantes del Estado es que haya cada vez menos sectores vulnerables, cada vez menos gente necesitada de una protección especial, hasta lograr la erradicación total de la pobreza. Le oí decir a Alfredo Maneiro en una ocasión, que el grado de avance de una sociedad se podría medir en la forma en que trata a sus niños y a sus ancianos. En eso estamos.
El modelo hacia el que debemos evolucionar lo más rápidamente posible, es el la igualdad establecida y practicada en todos los planos de la vida. Esto es la esencia de la revolución, ciertamente.
5 Sobre la repolitización para la consolidación de nuestra democracia
Aquí hay que recordar la recomendación permanente del Comandante Chávez, en relación al tema del poder: “nuestra tarea es entregarle el poder al pueblo”. Hay mucho todavía que transitar en ese sentido. Principalmente el poder político, sin límites, hasta donde sea posible, en el ejercicio de lo cotidiano, y a partir de allí todos los poderes, resaltando el poder económico, el poder cultural, el poder sobre nuestras maneras de organizarnos. Cuidando al mismo tiempo, de que no disminuya el poder nacional, que es el que nos mantiene a todos unidos. El poderío nacional, como alguna vez lo denominó Chávez. Creo que esa tensión permanente , y creadora, entre esos dos polos, el poder popular y el poder nacional, es la base de una democracia perfecta, de una democracia ilimitada.
6 La transformación para enfrentar la crisis climática
Venezuela es verdaderamente un paraíso en términos de la naturaleza donde nos hemos aposentado. Ya todos lo sabemos. Y por eso la responsabilidad de cuidarlo es más grande, si cabe, que la de los otros pueblos. El Caribe, el Amazonas, el Delta, la Gran Sabana, Los Andes, las grandes llanuras, las grandes selvas, los grandes ríos. Un paraíso. Pero al mismo tiempo nuestro ingresos principales provienen de la explotación de hidrocarburos, con todo el peso que ello tiene en el tema del clima y la contaminación. Espero que sepamos desarrollar la sabiduría necesaria para manejarnos en esa contradicción.
Pronto alcanzaremos la cantidad de cuarenta millones de habitantes. Y allí, alrededor de esa cifra, según se ha dicho, debemos estabilizar nuestra población de una manera natural.
Ello implica planificar nuestra ocupación del territorio de manera que sea verdaderamente ejemplar. Y en eso tenemos todavía mucho camino por recorrer. Me consta que el Comandante Chávez tenía esa preocupación.
7 La geopolítica, la derrota de la hegemonía imperial y la contribución a mundo pluripolar
Aquí es donde, en el ámbito de las relaciones entre los pueblos y las naciones del mundo, ejerceremos geopolíticamente nuestro antifascismo, nuestro anticolonialismo, nuestro antiimperialismo, para contribuir a la construcción de ese mundo mejor y más humano que surge en esta época de monstruos. (Lo digo por la conocida, y tan citada, frase de Gramsci: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos».)
Al respecto quiero decir que no me imagino hacerlo de una mejor manera que la que hemos venido desarrollando, ya desde los inicios de la revolución. ¿Puedo decirlo aquí? Nuestras políticas en el plano internacional son, tal vez, una de las cualidades más resaltantes de nuestro proceso y una de las que hay que sentirse más orgulloso.
No se me ocurre qué más podemos hacer con esto, sino seguir avanzando por ese camino, siempre desde la comprensión de la diversidad de los pueblos y sus culturas, la valoración de su dignidad, el respeto por la legalidad internacional, la solidaridad y la diplomacia de paz. Poniendo todo nuestro mejor esfuerzo para la construcción de ese mundo nuevo sin hegemonías.