Juan Carlos Camaño - Alai.- Bajo la dirección mediática del Pentágono y de una de las capillas de los dueños del dinero, se inicia, antes de la invasión a Irak, una extraordinaria campaña de acción sicológica por la “democracia” y la “libertad”. Y se utiliza, se invita, empuja u obliga a la “gran prensa” internacional, para santificar la vida de los iraquíes y de la humanidad toda, frente a un “demonio” llamado Sadan Hussain.
Y ahí, la “libertad de prensa” irrumpe en la escena a caballo de las fuerzas del bien, transformándose en parte primordial de un montaje, especialmente televisivo, decidido a transmitir y retransmitir la mentira: clave del pre estreno y posterior desarrollo de la mal llamada guerra de Irak.
Hoy, cuando ya se ha dicho hasta el hartazgo que no había armas químicas, la “libertad de prensa” que, con excepciones, convocó a aplaudir la invasión, urga en el detalle para develar cínicamente cómo se construyó aquella mentira. ¿Tarde?: No. En sintonía con el macabro juego de desclasificar, de tanto en tanto, documentos que explican –si es que no callan en sus tachaduras- la planificación del fuego y la sangre derramada.
Hoy, cuando hay más de un millón de muertos, desaparecidos, inválidos y enfermos derivados de una tierra en llamas, “la libertad de prensa” –con sus honrosas excepciones, vale reiterarlo- se disputa, mercantil, la primicia sobre las torturas y las misiones de la CIA, esparcidas sin límites a lo largo y ancho del mapa de la democracia.
Hoy, cuando no hay como ocultar que ayer EE.UU. se lanzaba a la caza del petróleo y de los territorios apetecidos en su gimnasia expansionista, la “libertad de prensa” inunda los medios de comunicación masiva cargando contra “el troglodita” George W. Bush. Contra lo evidente y lo indefendible; después que cientos de millones de personas han dicho en todo el mundo, durante años, no a la guerra, basta de torturas, fuera EE.UU., y sus aliados, de Irak.
Con este ejemplo –al que no vendría nada mal acompañar con periódicos, voces e imágenes de la época- no parece sencilla la encomienda de levantar la bandera de la “libertad de prensa”, sin preguntarse, como mínimo, ¿para quiénes?, ¿para qué?, ¿en nombre de cuáles intereses económicos, financieros, políticos, mediáticos?
Hace pocos días, en EE.UU., fue dejado en libertad el terrorista Luis Posada Carriles. Era previsible: los terroristas al servicio del imperialismo son apañados por el imperialismo. Obvio. Para la “gran prensa” –con sus excepciones, corresponde resaltarlo una vez más- Posada Carriles es un “anticastrista”, un “disidente”, un “destacado personaje vinculado a los sectores más radicalizados del exilio cubano en Miami”. Nunca un terrorista. Nunca lo que es.
Así, tal cual, la “libertad de prensa” no adquiere otra categoría que la de instrumento de los dueños del dinero. Mientras, la matanza de periodistas, como ocurre en México de manera dramática, goza de absoluta impunidad, y los poderes fácticos –los dueños del dinero en primer lugar- deciden quién vive y quién muere. Incluso, en nombre de la “libertad de prensa”. Oprobioso.Juan Carlos Camaño es Presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP)