Orlando Oramas León - Granma.- El presidente George W. Bush no llamó a ninguna de las madres o viudas de los más de 4 000 soldados norteamericanos muertos en las guerras de Iraq o Afganistán.


Pero se comunicó, en La Habana, con su Oficina de Intereses (SINA), estado mayor de la subversión, cubil de los quintacolumnas, a sueldo de la potencia que aplica al pueblo cubano el bloqueo más largo y cruel de la historia.

La fecha era señalada. El pasado 6 de mayo se cumplieron cuatro años de que, con bombo y platillo, fuera presentado el llamado Plan Bush para la transición en Cuba, que tiene un anexo secreto con sello de muerte. Por eso, a W. Bush le acompañaban en la Casa Blanca la secretaria de Estado Condoleezza Rice, y el cubanoamericano Carlos Gutiérrez, titular de Comercio, encargados de cumplir la orden presidencial.

Los despachos noticiosos no mencionan a Caleb McCarry, ejecutor del cronograma anexionista, quien realizó periplo casi secreto por Europa para enturbiar las relaciones de la Isla con el Viejo Continente.

ORDENE MISTER PRESIDENT

Del otro lado del teléfono estaban algunos mercenarios, huéspedes habituales del sargento imperial Michael Parmly y otros funcionarios de la diplomacia de la subversión.

Solícitos y pedigüeños acudieron a la videoconferencia quienes ni merecen que se mencionen sus nombres y que, como aves de rapiña, se disputan los fondos destinados por Washington para la agresión contra Cuba.

Se supone que W. Bush deba tener su agenda bien apretada ante los graves problemas que enfrenta el mundo, no pocos de ellos atizados por su desgobierno y las políticas de guerra y dominación, léase los altos precios de los combustibles y los alimentos, las secuelas del cambio climático; o la crisis hipotecaria, los desvaríos de la economía estadounidense y la debilidad del dólar, para sumar, entre otros, problemas globales y domésticos que le deben concernir y preocupar.

Pero como prueba de su obsesión, el más impopular de los presidentes de Estados Unidos dedicó 45 minutos para alentar a sus mercenarios en La Habana.

La conversación fue una palpable confirmación del servilismo congénito de la contrarrevolución. El propio emperador da las orientaciones a los representantes de los grupúsculos, les dice con puntos y comas cómo cumplir con sus obligaciones en el Plan Bush. Del otro lado, rinden parte, elogian la mano que les paga y... piden más plata.

Así lo cuenta Reuters: "Los cubanos presentes le dieron (a Bush) una explicación, con sus criterios, a título personal, con el enfoque de la situación política, económica y social del país", dijeron los mercenarios en un comunicado.

"Para nosotros fue muy buena esta conversación que tuvimos con el señor presidente Bush (...) Nos felicitó y nos dijo que somos muy valientes por conversar con él. Le agradecimos la ayuda que nos dan los exiliados cubanos, pero no nos alcanza", subrayó una de las llamadas "damas de blanco".

Rápido salió el tema dinero, sobre todo cuando los escándalos de corrupción que acompañan a los millonarios presupuestos de la guerra anticubana en Miami obligaron a reorientar los canales de financiamiento.

Ahí apareció el bocadillo en el guión teatral de una especialista en reclamar y recepcionar dólares, asalariada de la SINA que se la pasó demandando por su negocio, el mismo por el cual es cliente frecuente de hoteles, restaurantes, sesiones de gimnasio, supermercados y otros lujos que dan cuenta del "carácter patriótico" y "sacrificado" de su misión y que nuestro pueblo ha podido verla en los videos de la Mesa Redonda, cuando ha "ido de compras".

En ella se cumple al pie de la letra esa divisa que reza: el que reparte se lleva la mejor parte, y eso lo sabe más de uno que le ha seguido la pista y luego quedó en la estacada. Cuestión de competencia en la profesión de vendepatria.

La videoconferencia con la SINA, parecida a la que hace el presidente de vez en vez con los mandos militares en Bagdad, resultó un show para levantar un muerto que no tiene resurrección.

Se le acaba el tiempo a Bush, mientras Cuba se reafirma en el camino del socialismo, como se evidenció el Primero de Mayo pasado, cuando en las plazas de la Isla desfilaron millones junto a Fidel y Raúl.

Un colega no se cansa de repetir que en la política de Estados Unidos contra Cuba hay que seguirle la pista al dinero. Y esa es la ruta de la llamada de Bush a La Habana, y la razón principal del convite en la SINA. Sin dólares no hay contrarrevolución, y por eso los 80 millones que hoy se disputan en Miami, Praga y otros lugares, mientras del lado de acá los "voluntarios" de esta época le recuerdan a Bush, con todas sus letras, que el dinero no alcanza.

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