Paquita Armas Fonseca - CubAhora.- Cuando en 1998 la Asociación Profesional Española de Informadores de Prensa, Radio y TV concedió a Fidel Castro el Micrófono de Oro, no realizaba un acto formal. Estaba reconociendo al hombre que, por primera vez en la historia, usó a la televisión como vehículo propagandístico y con resultados admirables.

Con Fidel, los estudios televisivos a partir de 1959 devinieron centro proveedores de orientaciones e ideas, en un período de cambios trascendentes cuando se estaba destruyendo una forma gubernamental para dar pie a otra.


Claro, que el entonces joven líder de la Revolución y otros recién estrenados ministros o jefes militares pudieron usar aquel novedoso medio de comunicación porque Cuba fue, en ese sentido, una privilegiada: desde 1950 —sólo después de Estados Unidos en América Latina— supo lo que era la caja mágica que llevaba imagen y sonido a lugares distantes de donde se producían; primero a sitios públicos, y luego a los hogares de quienes podían pagar el servicio.

Así que en ese enero de victorias dibujado con barbas, trajes verde olivos y brazaletes rojinegros, junto a los raigales cambios que se acometían, también se iba modificando la televisión.

A pesar de que sus señales y las radiofónicas estaban en manos privadas, se desplegó una gran cobertura informativa, por más de 60 horas ininterrumpidas, desde el primero de Enero de 1959. El día 8, fecha de la entrada de los Rebeldes a la Habana, también hubo una amplia difusión.

Desde la ONU en tiempo real

Un hecho que marca aquellos años es que el 26 de septiembre de 1960, se trasmitió en tiempo real el discurso de Fidel  durante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Tamaña hazaña en aquel tiempo fue posible porque se empleó el Sistema "A través del Horizonte" —OTH, según las siglas en inglés—, que ya se había usado para la transmisión de espectáculos deportivos y programación de entretenimiento, de Estados Unidos a Cuba y viceversa.

Para la transmisión desde la ONU, la señal se trasladó entre las ciudades de New York-Estado de la Florida-Guanabo; de aquí al Edificio de la Gran Logia Masónica, en La Habana, y de ahí a Radiocentro, donde estaba el Canal 6, CMQ-TV, última estación antes de llegar a todo el país.

Diversas causas hicieron que la mayor parte de las transmisiones se realizaran desde el Canal 6, CMQ TV. Es por ello que la contrarrevolución vio el lugar como un buen sitio para un atentado.

Al amanecer del 15 de diciembre de 1960, el master de trasmisiones sufrió un sabotaje que desbarató la mayoría de los equipos. El fuego no caminó a otros lugares del edificio porque los trabajadores lucharon contra las llamas junto a los bomberos; luego, con muchas iniciativas ese colectivo pudo mantener la señal de TV en el aire.

Cuando Estados Unidos rompió relaciones con Cuba el 3 de enero de 1961 se restableció la Cadena de la Libertad, que había funcionado al triunfo de enero del 59. Se unieron todas las emisoras de radio y de TV para informar al pueblo de las maquinaciones imperialistas. La cadena volvió a utilizarse a raíz de la invasión de Playa Girón, entre el 15 y 19 de abril de 1961.

Hubo otros hechos memorables como el control remoto el 22 de diciembre de 1961, desde la Plaza de la Revolución, en el que Fidel declaró a Cuba, Territorio Libre de Analfabetismo.

Esos sucesos fueron marcando la transformación de una televisión que había sido comercial por excelencia y que respondía, en una buena parte, a los intereses de quienes en lanchas y aviones abandonaban el país hacia Estados Unidos.

La hora el cambio

Nacionalizar la TV fue un proceso singular en el que intervinieron no poca gente, entre ellas renombrados especialistas, que allí trabajaban en distintas áreas. También otras personas se fueron por el miedo al "peligro rojo" o porque perderían sus privilegios.

Lo cierto es que comenzó una etapa —que aún no termina— en la que empezó a construirse una televisión distinta a todas las existentes. La señal ya no era propiedad privada y, por tanto, impulsora de la publicidad; ni tampoco tenía que ver con las televisoras de los entonces países socialistas.

Y en ese afán de destruir lo obsoleto e inservible para construir lo nuevo y perdurable, como en todo proceso de ese tipo, hubo grandes aciertos y también errores.

Pronto y siguiendo la pauta de algunos programas trasmitidos en los años 50, hubo espacios para el Teatro, de Cuentos, que llegaban a una buena cantidad de personas; aunque todavía no como ahora, en que ya se cubre más del 90 por ciento del territorio nacional.

Si la primera difusión en vivo de un acontecimiento ocurrió casi por casualidad, con el béisbol como protagonista, paulatinamente la televisión se especializó en captar y hacer llegar a los hogares cada lance y decisión del juego que apasiona a los cubanos. Hoy son tan buenos nuestros técnicos y locutores de la pelota, que resultan contratados para cubrir eventos importantes como las Olimpiadas de Beijing y llevar ese deporte a millones de televisores del planeta.

Otro hito en la pequeña pantalla lo impuso Nitza Villapol, con su programa Cocina al minuto, que logró educar acerca de los mejores alimentos y cómo prepararlos en momentos en que no eran precisamente abundantes las especias y las carnes. Actualmente, son varios los espacios que contribuyen a que la cocina cubana sea cada vez mejor.

Junto a asuntos comunes a los ciudadanos de todas partes, como los espacios artísticos, deportivos y culinarios, fueron apareciendo nuevas temáticas, muchas de ellas relacionadas con quehaceres nacidos con la Revolución.

Así, la importancia de la defensa por cada ciudadano y no por el ejército, la igualdad entre hombres y mujeres, los planes de becas, carreras agropecuarias y oficios imprescindibles, tenían sus mensajes en dependencia de las necesidades del país. Por supuesto, los actos patrióticos, desfiles y discursos también ocupaban las frecuencias.

En ninguna nación, la televisión fue usada antes de manera tan sistemática como soporte de estrategias políticas masivas, que iban desde el enfrentamiento al imperialismo hasta la necesidad de preservar los bienes de las escuelas y centros de trabajo.

La televisión filmó y trasmitió imágenes tomadas en los intrincados parajes de la Sierra Maestra o del Escambray, sitios en los que adolescentes alfabetizaban a campesinos; estuvo con los milicianos en Girón o en la lucha contra banditos; en las zafras del pueblo, en la recogida de café, en los barcos pesqueros, en unidades de tanques, en la punta de Maisí, en el cabo de San Antonio o el sur de Isla de Pinos.

Nace el ICRT

Justo cuatro meses después de decretado el bloqueo norteamericano contra Cuba, nació el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT). Siete millones de pesos fue su presupuesto inicial.

Tuvo entre sus primeros directivos a reconocidos autores como el escritor, productor y Director de Radio y TV, José Antonio Caíñas Sierra, quien se encargaría de la radio; al periodista Gregorio Ortega Suárez, responsabilizado con el Sistema de Televisión; y el escritor de Radio y TV, Marcos Behmaras Suárez, para dirigir la Radiodifusión Internacional.

Toda la infraestructura televisiva procedía de Estados Unidos y con el bloqueo se imposibilitaba conseguir equipos incluso piezas. La tenaz inventiva de los técnicos cubanos y alguna ayuda del campo socialista, posibilitaron que nunca se dejara de trasmitir por una avería tecnológica.

Un cambio de equipos significaba una considerable inversión. A finales de los 60 comenzó el uso generalizado del video tape, preludio del cambio que se operaria entre 1976 y 1985, cuando se introdujo la TV a color de forma masiva.

En 1968, nació en Santiago de Cuba el primer telecentro provincial —Telerebelde—. Con el tiempo llegarían a 14, en todas las provincias; además de71 municipales. Hoy existe un canal internacional y cinco nacionales; aunque por unos cuantos lustros solo se pudo contar con dos.

La teleaudiencia de abonados a Cubavisión Internacional es de más de 18 millones, de varias partes del mundo. Desde el 2003 ese canal comenzó a transmitir 24 horas diarias con una programación variada. Cien televisoras de todo el mundo usan su señal de forma ocasional o permanentemente. Veinte países de nuestro continente reciben la frecuencia, mediante 299 sistemas de cable; y son empleados tres sistemas de distribución satelital, que abarcan toda Europa y Latinoamérica.

Pero si importantes son los avances en tecnología, mucho más lo es la dedicación de miles de hombres y mujeres, quienes han hecho posible que cada noche hasta hace un tiempo, y durante todo el día en la actualidad, llegue la señal con un programa que intenta cubrir las expectativas de los televidentes.

Sin escuelas como existen hoy, al principio los conocimientos se trasmitían en la propia televisión;, y de ella surgieron mitos como Erick Kaupp que con su aventura de Los vikingos demostró saber llegar al público; o Jesús Cabrera que paralizó al país con su el serial de contraespionaje En silencio ha tenido que ser; o Xiomara Blanco con la telenovela Tierra Brava.

Y Mario Rodríguez Alemán y Enrique Colina, que nos enseñaron a ver el cine como un arte, propósito muy privilegiado en la pequeña pantalla. Son ejemplos al vuelo; faltan muchísimos directores, guionistas, fotógrafos, luminotécnicos, choferes… que han hecho posible nuestra televisión.

En épocas recientes la implementación de teleclases, especialmente el espacio de Universidad para Todos, con un alto nivel en contenido y forma, han potenciado el valor de la pequeña pantalla como emisor de cultura.

Las personas que tienen la oportunidad de viajar por un tiempo a otros países, o aquellas europeas o latinoamericanas que nos visitan y comparan las televisiones de sus naciones con la nuestra, casi siempre dicen que la cubana es superior. Sobran las razones: no tiene publicidad, es variada, no está cubierta de enlatados y su factura es digna.

¿Todo bien?

¿Todos son motivos para sentirse satisfechos? No. Y menos hoy, cuando el plato fuerte de la programación: los dramatizados nacionales, apenas cubren un ínfimo por ciento del horario.

Un lustro atrás, los espacios unitarios se ganaron, por su calidad indiscutible, el aplauso de la crítica y la aceptación del público. Pero, ahora, cuando se retransmite la telenovela Las huérfanas de la Obrapía (¿no había otra, El año que viene, por ejemplo?), porque no hay ni habrá en un tiempo, una telenovela cubana de factura reciente, a una le asaltan miles de preguntas.

Las primeras tienen que ver con los recursos: ¿Alguien piensa que sin cámaras suficientes, transporte, y avituallamiento diverso se puede hacer televisión? Los equipos prometidos desde hace años brillan, desgraciadamente, por su ausencia.

A ello se añade que si en los años sesenta hubo que cambiar toda la tecnología norteamericana, ahora por inevitables implicaciones técnicas —como el anuncio del apagón analógico— se impone otro canje.

Es cierto que no vivimos en tiempos de bonanzas: los tres huracanes de gran intensidad que afectaron a toda la nación en el 2008, con un costo conservador de diez mil millones de dólares, han hecho que algunos planes tengan que postergarse. ¿Aguantarán el edificio central del ICRT, sus viejas instalaciones, los equipos súper explotados, mucho más tiempo sin colapsar?

Si a eso se añade que no se aprovecha lo poco existente, y que la disciplina no es lo que más abunda —dicho por los propios trabajadores del ICRT—, la esperanza no puede florecer.

Hoy son importantes los recursos, tanto para filmar como para que el hábitat de los técnicos en su centro laboral sea lo mejor posible. Pero también se impone por parte de los implicados —funcionarios y trabajadores—, rescatar formas de trabajo que se amasaron y dieron muy buenos resultados en los años de fundación y en los sesenta, cuando se removían todos los cimientos.

Un momento para nuevos cambios

Recobrar los programas en vivo, con una funcional e indispensable escenografía, con programas donde guión, conducción y dirección sean una santa trinidad, posibilitaría con pocos recursos, dotar a la pequeña pantalla de espacios amenos y buenos.

Mucho más se puede hacer: velar porque en busca del entretenimiento no se caiga en la frivolidad. Los espacios musicales se deben cuidar bastante de esa tendencia; y hasta, incluso, algunos informativos. Es tan banal una información mal dada, repetitiva, insustancial como la presentación altisonante de una infortunada canción.

Cuando un noticiero o una revista presentan una noticia que distorsiona la realidad, hace mucho más daño que si se omitiera el hecho. Al entrevistar a ejecutivos de diferentes rangos que sólo saben hablar a base de consignas o de las "frases aprobadas", lejos de esclarecer o educar, se logra exasperar al televidente, que por lo menos tiene noveno grado y no gusta del teque ni de las mediatintas.

El uso del español no siempre es el adecuado. Ya no digamos los significados incorrectos, sino hasta de la entonación o la forma burda en que se presentan los enunciados.

Duele ver algunos programas dramatizados o humorísticos que por su presentación aparentan ser viejos; y por la interpretación de destacados actores y actrices parecen haber trabajado a su aire, sin una mano que guiara sus pasos.

El privilegio de la reiteración debe ser concedido sólo cuando la calidad lo amerite; y no siempre es así: hay espacios que una ve repetidos y se pregunta la causa, mientras otros mejores sólo son transmitidos una vez.

Voy a dejar estas líneas aquí. Aún se puede ahondar en las deficiencias de nuestra televisión; y también en sus valores, pero el espacio se me acaba. Sí quiero reiterar el tributo que merecen centenares de hombres y mujeres; los que con un respetable sentido de pertenencia, han conseguido día a día que imagen y sonido nos visiten en nuestras casas.

Hacen una buena televisión, pero puede ser mucho mejor. Los más convencidos de tal aspiración son los directores, guionistas, actores, productores y otros especialistas que, conocedores de las potencialidades de la "gente de la televisión", saben que se puede llegar a cotas de calidad más elevadas.

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