Salvador Salazar Navarro - La Jiribilla.- Al caminar esta tarde por la avenida 23 del Vedado, lo primero que vino a mi mente fue una obra del pintor Ernesto Rancaño, cuyo título parafraseo en el presente texto: bajo un cielo pintorescamente encapotado bulle una ciudad donde todo es posible, hasta las históricas multiplicaciones cristianas. Esta vez no fue el pan, ni el vino, ni el pescado. Los libros, fuentes de toda luz, llegaron a las calles y fueron de mano en mano, del brazo de los habaneros, que festejaron así el inicio del verano.
Las fantasías de Rancaño, por cierto, embellecieron las veinte postales que fueron distribuidas a todo lo largo de la calle 23, recuerdo imperecedero de una fiesta que se propuso difundir la literatura en sus más diversas manifestaciones.
No deja nunca de causar asombro el poder de convocatoria que tiene la literatura en este país. Los narradores de otras latitudes que vienen cada año a nuestra Feria del Libro se sorprenden por la cantidad de público que se desplaza hasta el complejo Morro-Cabaña, sede del evento. Esta vez no ha sido una excepción. La efervescencia anual de la Feria se ha trasladado a las calles del Vedado. La batalla contra la ignorancia rinde sus frutos.
Bajo los arcos del Centro Cultural Fresa y Chocolate, en la esquina de 23 y 12, se dieron cita una veintena de narradores de todas las edades. Comenzó el Festival del Cuento.
La ocasión fue propicia para lanzar el más reciente número de la revista El cuentero, publicación del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Eduardo Heras León, director de dicha institución, se mostró muy satisfecho ya que “no sólo la novela y la poesía atraen multitudes, sino también el cuento”. El poeta y ensayista Norberto Codina tuvo a su cargo la presentación del número, dedicado esta vez al realismo sucio. El también director de La Gaceta de Cuba evocó en sus palabras al narrador Miguel Collazo, “escritor admirado, amigo recordado en el que encontramos la introspección y el soliloquio, y esa magia entre lo trascendente de las pequeñas historias y lo intrascendente de lo cotidiano”.
El cuentero incluye, entre otros, textos de Raymond Carver y Charles Bukowski, dos de los más importantes fundadores del realismo sucio norteamericano, así como también historias de jóvenes creadores de la Isla.
En la velada fue presentado también un libro de cuentos de María Elena Llanas, titulado Casi todo. Las narraciones de dicho volumen tienen como espacio dramático común a la familia cubana en las últimas cuatro décadas. Llanas abrió la noche de lectura con uno de los textos de esta obra.
Los narradores que participaron en el Festival dieron a conocer sus creaciones al público presente, en un encuentro que desdibujó las fronteras tradicionales entre narrador y oyente. Entre los asistentes se encontraron el Ministro de Cultura Abel Prieto, y el Secretario General de la UJC Julito Martínez, así como una nutrida representación de escritores cubanos.
Las horas demostraron la diversidad de temáticas abordadas, hecho que confirma la solidez de la narrativa contemporánea cubana, que encuentra en las nuevas generaciones un relevo de altura. Diferentes estilos convergieron, lográndose un diálogo coral que no hizo más que evidenciar la buena salud del género.
La lectura avanzó con la noche, y lentamente, en esta jornada donde todo es posible, las imágenes literarias se confundieron con los pobladores de esta urbe. La Habana, hasta que salga el sol, será una ciudad mágica.
