Elier Ramírez Cañedo - Caliban.- Al triunfar la Revolución Cubana el 1ro de enero de 1959, la administración republicana de Dwight D. Eisenhower, aunque reconoció a regañadientes el nuevo gobierno el 7 de enero de ese año, se lanzó a evitar la consolidación de la Revolución Cubana, tratando de evitar que los intereses estadounidenses en la Isla fueran lastimados.


En abril de 1959, el vicepresidente norteamericano Richard Nixon se entrevistó con Fidel Castro en Washington con el objetivo de informarse de los rumbos que seguiría Cuba bajo su liderazgo. Al concluir la entrevista, Nixon resumió sus impresiones en un memorándum, del cual envío copias a Eisenhower, al director de la CIA, Allen Dulles, al Secretario de Defensa, al Jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas yanquis y a otras figuras de los círculos de poder estadounidenses. En dicho documento, Nixon argumentó que el triunfo de la Revolución Cubana afectaría sustancialmente los intereses económicos y políticos de los Estados Unidos al sur del río Bravo y que el Jefe de la Revolución Cubana era, sin duda, un hombre influido por el comunismo internacional.[1]

Hay que destacar que el simbolismo que ejercía la Revolución Cubana, con todas sus medidas populares, para el resto de los países del hemisferio, incluso antes de ser declarado su carácter socialista, era incompatible con los intereses hegemónicos del gobierno norteamericano. De este modo, una vez que Cuba mostró su posibilidad de actuar como nación independiente tanto en el plano interno como en política exterior,[2] en una región que los Estados Unidos consideraban su traspatio seguro, la esencia del conflicto Cuba-Estados Unidos, incólume desde fines del siglo XVIII, llegó al pináculo de su expresión.[3]

Como ha dicho Noam Chomski:

La agresiva e intervencionista política exterior norteamericana de la posguerra, ha tenido mucho éxito en crear una economía global en la cual las corporaciones ubicadas en Estados Unidos pueden operar con amplia libertad y altos beneficios. Pero ha habido fracasos, por ejemplo, en Cuba e Indochina. Cuando algún país tiene éxito en desembarazarse del sistema global dominado por Estados Unidos, la respuesta inmediata ha sido (sin excluir el terror y el sabotaje), evitar lo que, algunas veces, ha sido llamado, en documentos internos, “éxitos ideológicos”…, el temor de los planificadores ha sido siempre que el éxito de la revolución o de la reforma social pueda influir en otros para seguir el mismo ejemplo.[4]

Por tales razones, no pasó mucho tiempo para que la administración Eisenhower desplegara un amplio espectro de políticas agresivas contra la Revolución Cubana como: las campañas difamatorias, los sabotajes a los bienes económicos de la Isla, los ataques piratas, el apoyo por medio de operaciones encubiertas de la CIA a la contrarrevolución interna en actos de sabotajes, la incitación y el apoyo a todo tipo de bandidismo, los intentos de asesinato contra los líderes de la Revolución, la utilización de la Organización de Estados Unidos (OEA) para condenar y aislar diplomáticamente a Cuba, entre otros actos de agresión. Sin embargo, muy pronto la CIA y el Presidente llegaron a la conclusión de que el único modo de “solucionar” el asunto de Cuba, era sobre la base de asesinar a Fidel Castro o invadir la Isla. De este modo, desde marzo de 1960 comenzaron la organización de un ejército de mercenarios cubanos, algunos de ellos criminales batistianos, para invadir Cuba. Al año siguiente, el 3 de enero de 1961, el gobierno norteamericano rompió las relaciones diplomáticas con Cuba. A esas alturas, el demócrata J.F.Kennedy había triunfado en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos.

A inicios de la administración J.F.Kennedy (1961-1963), lo que se vislumbraba era que nada cambiaría en la política hacia Cuba. Durante la campaña electoral, Kennedy había hecho alusión a los contrarrevolucionarios como “luchadores de la libertad”, pidiendo apoyo de ellos y asumiendo los planes de invasión heredados de Eisenhower. Kennedy aportó al diseño de política norteamericana hacia Cuba el llamado “libro blanco”, donde se situaba a Cuba como un satélite soviético y como una amenaza comunista para el hemisferio, continuando junto a ello la política de sabotajes, ataques piratas y planes de asesinatos de los líderes de la Revolución. [5]

La invasión a Cuba por Playa Girón en abril de 1961 fue un duro revés para Kennedy, quien comprendió hasta que punto había sido mal asesorado, e incluso engañado, por sus colaboradores más cercanos, sobre todo por la CIA.[6]

De la humillación se maquinó entonces el desquite. Este quedó comprendido en la “Operación Mangosta”, el plan subversivo más grande orquestado contra Cuba que debía culminar con la intervención en la Isla de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en octubre de 1962. Luego, la llamada “Crisis de los Misiles”, que puso al mundo al borde del holocausto nuclear, concluyó con un acuerdo entre los Estados Unidos y la URSS de retirar los cohetes nucleares soviéticos instalados en la Isla, sin que se tomara en cuenta los criterios de la máxima dirección de Cuba.[7] A cambio, Estados Unidos desmantelaría meses después los que tenían en Turquía y se comprometía a no invadir la Isla. Sin embargo, Cuba fue la más afectada con la solución de la crisis, pues la garantía de la palabra del presidente norteamericano tenía muy poco valor, como lo había demostrado la historia de los últimos años. Por eso, Fidel Castro planteó los conocidos “Cinco Puntos”.[8]

“La operación Mangosta” se disolvió inmediatamente después de la Crisis de Octubre y se creó un “Comité Cubano de Coordinación” dentro del Departamento de Estado de los Estados Unidos. En las reuniones de este comité participaban diversas agencias estadounidenses, con la responsabilidad de fomentar proposiciones de acciones clandestinas contra Cuba. Estas proposiciones eran analizadas y aprobadas o no por un Grupo Especial, presidido por el Asesor para Asuntos de Seguridad Nacional, McGeorge Bundy. También en el año 1963, la política hacia Cuba fue formulada por un Grupo Permanente del Consejo de Seguridad Nacional, integrado por: Robert Kennedy, Fiscal General, Robert McNamara, Secretario de Defensa, John McCone, Director de la CIA, Theodore Soresen, Ayudante del Presidente y McGeorge Bundy. Lo que estaba detrás de todos estos cambios en la estructura de la toma de decisiones en relación con Cuba, era que el presidente Kennedy quería que el control de la política hacia Cuba quedara en el ejecutivo y saliera un poco del marco de la CIA, pues esta durante mucho tiempo había actuado con demasiada autonomía en lo relacionado con Cuba, apoyándose en la contrarrevolución cubana. A partir de ese momento, las decisiones de la CIA en torno a Cuba quedaron subordinadas oficialmente al ejecutivo estadounidense, aunque por detrás de los bastidores continuó realizando acciones por su cuenta.

Sin embargo, después del fracaso de la invasión estadounidense por Playa Girón y de la terrible experiencia de la Crisis de Octubre de 1962, Kennedy, al parecer convencido de que no era inteligente a esas alturas utilizar la vía militar directa para derribar al gobierno revolucionario cubano, comenzó a pensar en un amplio espectro de tácticas donde quedaran por igual satisfechos los intereses de Estados Unidos. Entre ese amplio abanico de opciones, el presidente estadounidense aceptó explorar de manera pausada y discreta un posible modus vivendi con la Isla, pero antes, necesitaba saber que concesiones estaba dispuesta hacer Cuba a los Estados Unidos.

Ya desde el 11 de abril de 1963, Gordon Chase, quien se desempeñaba como ayudante de McGeorge Bundy, había señalado en memorándum enviado a este último, que todos estaban preocupados por solucionar el problema Cuba, pero que hasta ese momento Estados Unidos solo había tratado de resolver el problema a través de “maldades abiertas y encubiertas de diversa magnitud”, obviando la otra cara de la moneda: “atraer suavemente a Castro hacia nosotros”. Chase enfatizó en el documento que si la dulce aproximación a Cuba tenía resultado, los beneficio para los Estados Unidos serían sustanciales. “Probablemente –sostenía Chase- pudiéramos neutralizar a corto plazo por lo menos dos de nuestras principales preocupaciones en relación con Castro: la reintroducción de los misiles ofensivos y la subversión cubana. A largo plazo, podríamos trabajar en la eliminación de Castro a nuestra conveniencia y desde una posición de ventaja”.[9] Asimismo, Chase planteó a Bundy que los dos obstáculos que se divisaban frente a este posible giro político en relación a Cuba: el rechazo interno y la renuencia de Fidel a dejarse seducir, eran difíciles, pero no insuperables.

Lo que proponía Chase no era más que un cambio de presentar e implementar la política de Estados Unidos hacia Cuba a través de métodos más suaves y sutiles. Mas está claro, que la finalidad de dicha política permanecía inmutable: cercenar la postura soberana de Cuba en política exterior y destruir a largo plazo la Revolución Cubana, con lo que se satisfacían los intereses fundamentales de Washington. La historia posterior demostró que Kennedy estuvo de acuerdo con explorar esta posibilidad.

En septiembre de 1963, la periodista estadounidense de la ABC, Lisa Howard,[10] que había viajado a Cuba en abril, le expresó a William Attwood,[11] funcionario de la administración Kennedy, adscrito a la misión de Estados Unidos en las Naciones Unidas, que Fidel Castro, con el que se había reunido por varias horas durante su visita a La Habana, le había expresado su disposición a establecer algún tipo de comunicación con el gobierno de los Estados Unidos y explorar la posibilidad de un modus vivendi. Este criterio, Atwood lo había escuchado ya de boca del embajador de Guinea en La Habana, Seydon Diallo, y leído también en un artículo publicado por la propia periodista.

Attwood, entusiasmado con la idea de establecer algún tipo de acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, conversó el asunto en Washington el 12 de septiembre de 1963 con el subsecretario de Estado, Averell Harriman, quien le sugirió que escribiera un memorándum al respecto. Attwood no perdió tiempo alguno y seis días después tenía listo el documento. Este comenzaba diciendo:

Este memorándum propone un curso de acción que, de alcanzar resultados positivos, podría eliminar el tema de Cuba de la campaña (presidencial estadounidense) de 1964.

No propone ofrecer un “trato” a Castro –decía a continuación- , lo que desde un punto de vista político sería más peligroso que no hacer nada, pero sí una investigación discreta sobre la posibilidad de neutralizar a Cuba según nuestros propios intereses…

Ya que no pretendemos derribar el régimen de Castro por la fuerza militar, ¿hay algo que podamos hacer para promover los intereses estadounidenses sin que se nos acuse de contemporizar?

Según diplomáticos neutrales y otros con los que he hablado en las Naciones Unidas y Guinea, existen motivos para creer que a Castro no le agrada su actual dependencia del bloque soviético; que no le agrada ser en realidad un satélite; que el embargo comercial lo daña, aunque no lo suficiente como para hacer peligrar su posición; y que le gustaría tener algún contacto oficial con Estados Unidos y haría mucho por obtener una normalización de las relaciones con nosotros, aunque la mayoría de su séquito comunista a ultranza, como Che Guevara, no lo acogiera con beneplácito.

Todo esto puede no ser cierto, pero parecería que tenemos algo que ganar y nada que perder averiguando si en realidad Castro desea hablar y qué concesiones estaría dispuesto a hacer…

Por el momento, lo único que desearía es autoridad para hacer contacto con (Carlos) Lechuga (el jefe de la misión de Cuba en las Naciones Unidas). Veremos entonces que ocurre.[12]

Dudo mucho de que los líderes cubanos, de saber la malevolencia de las intenciones de Washington en cuanto a la exploración de un posible acomodo con Cuba, hubieran accedido a tener algún contacto con las autoridades de Estados Unidos, para explorar la posibilidad de normalizar las relaciones. La finalidad de los tenues acercamientos de Estados Unidos a Cuba, bajo la aprobación de Kennedy, quedó bien definida en el memorándum que elaboró Attwood: neutralizar a Cuba según los intereses de Estados Unidos, sacándole la mayor cantidad de concesiones posibles. Por supuesto, esas concesiones traían implícito que Cuba cediera parte de su soberanía en política exterior y renunciara a algunos de sus principios, sobre todo, en lo que respecta a sus relaciones con la Unión Soviética y el apoyo a los movimientos revolucionarios en América Latina. De no ser bajo esas condiciones, Estados Unidos no buscaría un modus vivendi con Cuba. Claro, los líderes cubanos no conocían –aunque podían imaginárselo como una posibilidad- cuales eran las intenciones de Estados Unidos, pues estas se manejaban muy secretamente y no asomarían hasta que no se concretara una agenda de conversación. Esta posición de Estados Unidos, en los pocos momentos en que ha existido intenciones de normalizar o restablecer las relaciones entre ambos países, ha sido una constante. Como también ha sido una constante la posición de Cuba de estar dispuesta a trabajar en pos de la normalización de las relaciones, en condiciones de igualdad y sin imposiciones y condicionamientos que impliquen la renuncia de Cuba a sus más sagrados principios y el menoscabo de su soberanía. La naturaleza del conflicto entre Estados Unidos-Cuba: hegemonía versus soberanía, ha sido un hueso duro de quebrar, pero lo cierto es que en ella, del lado de Cuba ha estado siempre la verdad y la razón.

Attwood mostró el propio 18 de septiembre el memorándum al entonces embajador de Estados Unidos ante la ONU, Adlai Stevenson, quien se comprometió a discutir el asunto con el presidente. Al día siguiente, se reunión de nuevo con Harriman en New York y le mostró el memorándum. El subsecretario de Estado, después de leer el memorándum, le sugirió a Attwood que lo discutiera también con el Fiscal General, Robert Kennedy. Mas ya al día siguiente de este encuentro, Stevenson había conseguido la aprobación del presidente para que Attwood realizara un discreto contacto con el embajador cubano en Naciones Unidas, Carlos Lechuga. Inmediatamente, Attwood habló con Lisa Haword para que preparara el contacto con Lechuga. El encuentro se produjo en la propia casa de la periodista el 23 de septiembre, de manera bastante informal –como lo había pedido el propio Atwood–, aprovechando una fiesta que la misma preparó y a la cual invitó a Lechuga. [13]

Después de establecido este primer contacto entre Atwood y Lechuga, le siguieron otros en el salón de delegados de las Naciones Unidas. En esa primera reunión, se valoró la posibilidad, a sugerencia de Lechuga, de que Atwood viajara a Cuba a conversar con Fidel. La respuesta llegó unos días después, cuando Atwood le trasmitió a Lechuga que el gobierno de Estados Unidos, después de evaluar la propuesta, había decidido que no era conveniente que él viajara a Cuba en esas circunstancias, debido al peligro de filtración que denotaba su “condición oficial”,[14] pero que su gobierno estaba en la mejor disposición de reunirse con Fidel o algún emisario suyo en Naciones Unidas. El 28 de octubre, Lechuga le comunicó a Attwood que La Habana no pensaba que enviar a alguien a las Naciones Unidas fuera de utilidad en ese momento, pero que esperaba que pudieran seguir los contactos entre ellos.[15] Desde la Casa Blanca, Gordon Chase, designado por Kennedy, controlaba y dirigía los nuevos pasos de Estados Unidos en relación con Cuba.

Posteriormente, a los contactos de Atwood con Lechuga se le unieron los que establecieron por vía telefónica la periodista estadounidense Lisa Howard y el ayudante de Fidel, René Vallejo. El 31 de octubre, en una llamada que Vallejo realizó a Lisa Howard, este le trasladó el mensaje de que Fidel estaba dispuesto a enviar un avión a México a recoger a un enviado de Washington y trasladarlo a un aeropuerto secreto cerca de Varadero, donde tendría una reunión a solas con el líder de la Revolución Cubana. Lisa Howard respondió que dudaba que eso fuera posible y que quizás era mejor que él (Vallejo), como vocero personal de Fidel, viajara a Naciones Unidas o a México a reunirse con un representante del gobierno de los Estados Unidos.

El 11 de noviembre, Vallejo se comunicó telefónicamente con Lisa Haword y le reiteró el interés de Fidel de reunirse con algún emisario de Estados Unidos y que, en ese caso, un avión cubano podía recoger a la persona designada por el gobierno de los Estados Unidos en Key West y trasladarlo a uno de los aeropuertos cercanos a La Habana donde participaría en una reunión con Fidel. Cuando Atwood comunicó esto a Bundy, la indicación fue que primero debía realizarse un contacto de él (Atwood) con Vallejo en Naciones Unidas, para saber que Fidel tenía en mente, particularmente si Fidel estaba interesado en conversar sobre los puntos señalados por Stevenson en su discurso en Naciones Unidas el día 7 de octubre, considerados inaceptables por Estados Unidos:[16] la “sumisión de Cuba a la influencia comunista externa”, “la campaña cubana dirigida a subvertir al resto del hemisferio” y “el no cumplimiento de las promesas de la Revolución en relación con los derechos constitucionales”.

Attwood trasmitió el mensaje a Vallejo por vía telefónica el 18 de noviembre, quien le contestó que no era posible que él viajara en ese momento a New York, pero que en cambio, se enviarían instrucciones a Lechuga para discutir con él (Attwood) una agenda con vistas a una posterior reunión con Fidel. Al día siguiente, Atwood reportó telefónicamente su conversación a Gordon Chase.[17] El ayudante del Asesor para Asuntos de Seguridad Nacional le indicó entonces a Atwood que, luego que recibiera la llamada de Lechuga para fijar una cita para el análisis de la agenda, se pusiera rápidamente en contacto con él.

Paralelamente, en esos días, Kennedy se enteró de que el periodista francés Jean Daniel, que se encontraba en Estados Unidos, iba camino a Cuba a entrevistarse con Fidel. Inmediatamente lo invitó a tener una reunión con él. En dicho encuentro, el presidente estadounidense le trasmitió un mensaje verbal a Jean Daniel, para que se lo trasladara a Fidel. Según relató posteriormente Jean Daniel, Kennedy le había dicho: “La continuación del bloqueo (económico) depende de la continuación de las actividades subversivas”.[18] (Se refiere a supuestas actividades subversivas de Cuba en América Latina).

Asimismo, el 18 de noviembre, en un discurso pronunciado en Miami, Kennedy envió a través de sus palabras un mensaje a Cuba. Una cuadrilla de conspiradores, dijo, había hecho de Cuba instrumento de un esfuerzo dirigido por potencias externas para subvertir el orden de las restantes Repúblicas americanas. “Esto y sólo esto nos divide. Mientras esto siga siendo así, nada es posible; sin ello, todo es posible. Una vez que se haya suprimido esta barrera, estaremos dispuestos a trabajar de todo corazón con el pueblo cubano para alcanzar esos objetivos de progreso, que hace muy pocos años despertaron las esperanzas y las simpatías del hemisferio”.[19]

Cuatro días después, el 22 de noviembre, se produjo el asesinato de Kennedy en Dallas, coincidentemente el mismo día que el periodista francés, Jean Daniel, bajo el encargo personal de Kennedy, conversaba con Fidel Castro sobre la posibilidad de un acomodo entre ambos países.

Si bien es cierto que Kennedy no soslayó la posibilidad de explorar un acomodo con Cuba -siempre y cuando en este quedaran cubiertos los intereses fundamentales de los Estados Unidos-, nunca renunció a la política agresiva contra Cuba. Aunque sabía que la invasión militar directa con tropas estadounidenses era poco recomendable en esos momentos, dado el compromiso estadounidense con la URSS de no invadir la Isla, se reservaba esa posibilidad como última opción. La estrategia de Kennedy en relación con Cuba estaba basada en ese entonces, en jugar todas las cartas posibles para lograr los objetivos estadounidenses en relación a la Isla socialista. El propio 12 de noviembre, Kennedy había aprobado un plan de la CIA para que “grupos anticastristas” operaran contra Cuba desde Nicaragua y Costa Rica y para “operaciones de destrucción…contra una gran refinería de petróleo e instalaciones de almacenaje, una gran planta eléctrica, refinerías de azúcar, puentes ferroviarios, instalaciones portuarias y la demolición submarina de muelles y naves”.[20] Asimismo, Kennedy continuó su política de aislamiento diplomático, de reforzamiento del bloqueo económico y de acciones encubiertas contra Cuba. Por su parte, la CIA tampoco renunció a su intención de atentar contra la vida de Fidel Castro. El propio Inspector General de la CIA durante la administración Kennedy, escribiría posteriormente: “Es muy probable que en el preciso momento en que se disparó contra el presidente Kennedy, un funcionario de la CIA estuviera reunido con un agente cubano en París dándole un dispositivo para asesinar a Castro”.[21]

Solo 3 días después del asesinato de Kennedy, Gordon Chase expresó en memorándum dirigido a Bundy sus dudas sobre la posibilidad de un acomodo con Cuba con Johnson al frente de la Casa Blanca:

En tanto que pienso que el Presidente Kennedy pudo haber llegado a un acuerdo con Castro y salirse con la suya con un mínimo de exaltación nacional, no estoy tan seguro con el Presidente Johnson. Existe un problema, un nuevo Presidente quien no tiene antecedentes de haber desafiado con éxito a Castro y a los comunistas (como por ejemplo, el Presidente Kennedy en octubre de 1962) probablemente correría mayor riesgo de ser acusado por el pueblo estadounidense de “blandenguería”. Además, el hecho de que Lee Oswald[22] ha sido anunciado como típico pro Castro pudiera hacer el reacercamiento a Cuba más difícil, si bien es difícil decir cuánto más difícil”. No obstante, Chase expresó su punto de vista de que una conversación preliminar entre Attwood y Lechuga valía la pena para tener “una valiosa lectura sobre lo que Castro considera negociable (por ejemplo, ¿los vínculos con los soviéticos?) y un indicio sobre cómo él contempla el efecto del 22 de noviembre en las relaciones cubano-estadounidenses.[23]

Chase no se equivocó en su premonición, pues Johnson no estuvo dispuesto a continuar los movimientos tenues dados durante la presidencia de Kennedy dirigidos a explorar un posible modus vivendi entre Estados Unidos y Cuba, todo lo contrario, su política buscaría apretar a la Isla en todos los órdenes con la intención de pulverizar la Revolución Cubana.

Sin embargo, desde la ribera opuesta, Fidel continuó dispuesto al diálogo. El 12 de febrero de 1964 el líder de la Revolución Cubana, le entregó a la periodista Lisa Howard un mensaje verbal para el nuevo presidente de los Estados Unidos que, entre otras cosas, señalaba:

Dígale al Presidente (y no puedo subrayar esto con demasiada fuerza) que espero seriamente que Cuba y los Estados Unidos puedan sentarse en su momento en una atmósfera de buena voluntad y de mutuo respeto a negociar nuestras diferencias. Creo que no existen áreas polémicas entre nosotros que no puedan discutirse y solucionarse en un ambiente de comprensión mutua. Pero primero, por supuesto, es necesario analizar nuestras diferencias. Ahora, considero que esta hostilidad entre Cuba y los Estados Unidos es tanto innatural como innecesaria y puede ser eliminada.

 

Dígale al Presidente que no debe interpretar mi actitud conciliadora, mi deseo de conversar como una señal de debilidad. Una interpretación así sería un grave error de cálculo.[24]

 

Johnson hizo caso omiso al mensaje de Fidel y continuó con la política hacia Cuba centrada en el aislamiento diplomático, el bloqueo económico, las acciones clandestinas y los planes de la CIA encaminados a realizar atentados contra los dirigentes de la Revolución.[25]

Decir que de no haber ocurrido el asesinato de Kennedy, se hubiera logrado un acomodo entre Cuba y Estados Unidos, sería realmente especular, pero hay algo que debe tenerse en cuenta, habían razones más profundas, más allá de las relaciones de Cuba con la Unión Soviética y el apoyo a los movimientos revolucionarios en América Latina, que no dejaban dormir a los círculos de poder estadounidenses y que los llevaba a pensar aferradamente en destruir el proyecto cubano; así lo ilustró claramente un documento del Departamento de Estado del 13 de febrero de 1964:

El hecho es que Castro representa un desafío exitoso a Estados Unidos, una negación de toda nuestra política hemisférica durante casi siglo y medio. Antes de Castro, ningún latinoamericano tuvo la certeza de que se saldría con la suya con una revolución de corte comunista y un vínculo con la Unión Soviética. Mientras Castro perdure, los comunistas de otros países latinoamericanos pueden, para emplear las palabras de Stalin, “luchar con la moral muy alta”.[26]

Notas

 

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[1] Lorenzo R. Menéndez, “Administración Eisenhower”, en: De Eisenhower a Reagan, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, pp. 24.

[2]  Cuba inauguró en el hemisferio occidental, una nueva era en las relaciones internacionales, a partir de que un pequeño país, subdesarrollado e históricamente bajo el área de influencia de la potencia imperialista más fuerte del mundo, pudiese tener una política exterior propia e independiente.

[3] Graciela Chailloux, “Las Relaciones Cubano-Norteamericanas: ¿Conflicto o Diferendo?”, en: El Conflicto Cuba-Estados Unidos, Editorial Félix Varela, La Habana, 1998, pp. 26.

[4]  Noam Chomski, Cuadernos Semestrales (CIDE) no 2-3, Estados Unidos, perspectiva latinoamericana, México, pp. 195.

[5]  Esteban Morales, “El Conflicto Cuba-Estados Unidos desde el Umbral del siglo XXI”, pp. 6, (Inédito).

[6]  Ibídem, pp. 7. (El director de la CIA, Allen Dulles y su vicedirector Richard Bisell, convencieron a Kennedy de que, una vez que los invasores tocaran tierra y establecieran una cabeza de playa en Bahía de Cochinos, una buena parte del pueblo cubano apoyaría la invasión y se lanzaría contra el poder revolucionario. Al mismo tiempo, en las reuniones donde se discutió el plan de invasión, Dulles y Bisell dieron garantías de que en caso de que el levantamiento detrás de las líneas no se produjera y de que la operación fracasara, los invasores tendrían el camino abierto hacia las montañas del Escambray, lo cual no era cierto, pues además de existir una gran distancia desde Bahía de Cochinos al Escambray, el camino estaba lleno de pantanos y zonas cenagosas, lo que hacía casi imposible que los mercenarios llegaran a las montañas. Kennedy, confiando en la amplísima experiencia de Dulles, aprobó finalmente el plan de invasión propuesto por la CIA, aunque en todo momento expresó su negativa a que las tropas estadounidenses participaran en la operación, insistiendo en que la mano de Estados Unidos detrás de la operación no debía aparecer por ningún lado).

[7]  Constituyó un error moral, ético y político estratégico de la Dirección Soviética, dejar a Cuba al margen de la negociación con Estados Unidos, para la retirada de los cohetes. De no haberlo hecho así, ello hubiera servido a la URSS para fortalecer su posición frente a Estados Unidos. Además de lograr quedar bien con su aliado estratégico, aunque fuera un País pequeño, tal y como correspondía a las relaciones entre Cuba y la URSS, y a la confianza que la dirección cubana había depositado en ellos. Como si fuera poco, habría sido posible vencer a Estados Unidos en la confrontación política producida por la crisis. Dado que tanto políticamente, como moralmente, Cuba tenía el pleno derecho a contar con las armas necesarias para su defensa, aunque se tratara de cohetes nucleares, y estuviesen a noventa millas del territorio de estados unidos.De haber prevalecido la concepción cubana, esgrimida desde el principio, por Fidel Castro, tanto respecto a la instalación de los cohetes, de no hacerlo en secreto, como sobre los términos y el momento en que debió negociarse su retirada, la conclusión de la crisis de octubre hubiese servido de base para resultados de fondo en el desenvolvimiento ulterior de la confrontación Cuba – Estados Unidos. Evitando así que Kennedy sacara el mayor provecho de esa confrontación. Para ampliar Ver: Esteban Morales, “Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre”, Revista Contracorriente No. 20, 2004, La Habana, Cuba, pp. 20-22.

[8]  Los cinco puntos planteados por Fidel fueron: Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presiones comerciales y económicas que ejercen los Estados Unidos en todas las partes del mundo contra Cuba, cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltración de espías y sabotajes, acciones todas que se llevan a cabo desde el territorio de los Estados Unidos y de algunos países cómplices, cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases existentes en los Estados Unidos y en Puerto Rico, cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos y retirada de la base naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por los Estados Unidos.

[9]  Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 11 de abril de 1963, documentos desclasificados, www.gwu.edu, (Internet), (traducción del ESTI) (Véase Anexo 1)

[10]  Lisa Howard fue una de las primeras mujeres en tener su propio programa de televisión en los Estados Unidos. Antes de incursionar en el periodismo había sido actriz. En 1960 realizó la primera gran entrevista Nikita Khruschev, que fue vista en los Estados Unidos. Posteriormente fue contratada por la televisora ABC.

[11]  Anterior a eso, Attwood fue editor de la revista Look y había realizado una entrevista a Fidel Castro en 1959.

[12]  Citado por Piero Gleijeses, en: Misiones en Conflicto. La Habana, Washington y África 1959-1976, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, pp. 42-43.

[13]  Memorándum de William Attwood a Gordon Chase, 8 de noviembre de 1963, www.gwu.edu, (Internet), (Traducción del ESTI) (Véase anexo 2)

[14]  Ibídem.

[15]  Ibídem.

[16]  Memorándum para dejar constancia de McGeorge Bundy, 12 de noviembre de 1963, www.gwu.edu, (Internet), (Traducción del ESTI). (Véase anexo 3)

[17]  Memorándum de William Attwood a Gordon Chase, 22 de noviembre de 1963, www.gwu.edu, (Internet) (Traducción del ESTI) (Véase anexo 4)

[18]  Citado por Arthur M. Schlesinger, en: Los mil días de Kennedy, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970, pp. 810.

[19]  Ibídem.

[20]  Citado por Piero Gleijeses en: Ob.Cit, pp. 44.

[21]  Citado por Ibídem, pp. 44-45. (El agente cubano era Rolando Cubelas o AM/LASCH, el cual había sido reclutado por la CIA. El mismo 22 de noviembre de 1963, el agente de la CIA que atendía a Cubelas, le ofreció una pluma que contenía dentro una aguja hipodérmica con veneno, con la intención de que Cubelas la utilizara para asesinar a Fidel Castro).

[22]  Acusado del asesinato de Kennedy.

[23]  Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 25 de noviembre de 1963, www.gwu.edu, (Internet), (Traducción del ESTI) (Véase anexo 5)

[24]  Del Primer Ministro Fidel Castro al Presidente Lyndon B. Johnson, Mensaje verbal entregado a la señorita Lisa Howard de la ABC News, el 12 de febrero de 1964, en La Habana, Cuba, www.gwu.edu, (Internet) (Traducción del ESTI)

[25] Los mayores esfuerzos por establecer una vía de comunicación entre Cuba y Estados Unidos durante la administración Johnson lo protagonizaron un pequeño grupo de industriales privados que consideraban errada la política estadounidense hacia la Isla, entre ellos se encontraban: Edgard Lamb y Cyrus Eaton. No obstante, debe destacarse que en el mes de julio del último año de mandato de Johnson, se produjo un intento por medio de la periodista Arlene Gould, quien trasladó a un funcionario cubano en New York el interés de William Bowler, en aquellos momentos asesor de Johnson para América Latina, de entrar en contacto con un representante de Cuba. De no ser con Bowler, ofreció que el contacto podía ser con Covey T. Oliver, subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, pero finalmente este intento no prosperó. Esta información se tomó de Nestor García Iturbe, Diplomacia Sin Sombra, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, pp. 9.

[26]  Citado por Piero Gleijeses, Ob.Cit, pp. 47.

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