Ana Álvarez Guerrero, Irene Pérez - Cubadebate.- Han transcurrido poco más de 500 días desde que a Alejandro César González Urquiza le cambió la vida. Era mayo de 2020 y en Cuba se vivían los primeros efectos de la pandemia de covid-19. Nació un proyecto. Desde esa fecha y hasta hoy lleva un ciclo constante: estudios, desvelos, horas extras de oficina.


Tiene apenas 30 años y es líder en uno de los emprendimientos tecnológicos más importantes que se desarrollan en Cuba: Combiovent, el primer ventilador pulmonar de altas prestaciones.

En el mundo, el precio de equipos similares, vitales en la atención de pacientes en estado crítico o grave, oscila entre los 25 000 y 60 000 dólares. Por cuestiones obvias, a nuestro país le resulta difícil importarlos. Crear uno propio es un desafío –necesario y oportuno– que exige horas de trabajo y marca la cotidianidad de un importante número de personas.

Entre ellas está Alejandro.

Llegó a la empresa Combiomed a principios de 2016. Se había graduado de Telecomunicaciones y Electrónica en la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría (Cujae). La experiencia que tiene hoy la debe, en buena medida, al proyecto del monitor multiparamédico Doctus VIII, otro de los equipos demandados durante la pandemia, imprescindible en las salas de terapia intensiva de hospitales cubanos.

Este ventilador pulmonar viene a ser su segundo gran reto.

“Es de una muy alta complejidad. Nosotros, con nuestra juventud, hemos tenido realmente que esforzarnos y estudiar para lograr el equipo que tenemos actualmente. Todavía debemos seguirlo haciendo para introducirlo en el sistema de salud cubano. Lo que más he disfrutado es ver cómo una idea, con el tiempo y sacrificio de todos, ha sido materializada. Ver realizado lo que soñamos y pensamos nos da una satisfacción muy grande”, comenta.

Su misión principal es programar uno de los microcontroladores del Combiovent, encargado de regular la ventilación.

“Desde el principio trabajo específicamente en la parte del firmware. Es una especie de programa –muy parecido a un software– que controla a bajo nivel todas las válvulas, la turbina y los sectores, y gestiona, además, todo el proceso de la ventilación para que pueda transcurrir eficientemente”, explica y reconoce que es esta una de las tareas que más lo apasionan.

Aunque enseguida aclara que en realidad está “enamorado de todo el ventilador”. Le duele lo mismo que “salga una etiqueta jorobada o que el programa salga mal”.

Algo así le sucede a Daniel.

Daniel Vega Fernández es ingeniero en Automática, aunque alguna vez quiso ser físico. Fue profesor en la Cujae hasta que decidió probar otro camino.

¿Por qué el desarrollo de equipos médicos?, le pregunto.

“Fue la opción que más me interesó cuando salí de la universidad. Además, como dicen los amigos que saben a lo que me dedico, diseñar equipos médicos hace la diferencia. Son cosas que al final van a incidir en la salud de las personas, en la mejoría de su estilo de vida o en su propia salvación”, responde.

Por eso lo emociona tanto este proyecto.

Cuenta que “cuando estábamos en los inicios, sabía que nos faltaba bastante. Llegó el pico pandémico y yo solo pensaba en lo bueno que sería que ya tuviéramos los ventiladores, en la cantidad de personas que se hubieran salvado. Eso me dolía mucho. Pensaba ‘ojalá pudiéramos ir más rápido’… Pero, en realidad, estábamos a full. Todavía lo estamos. Llegamos al trabajo y solo paramos para almorzar”.

Usando términos del mundo de los equipos electrónicos, nunca están en off, más bien, si acaso, en breves espacios de stand by. “En el periodo en que estuvimos por teletrabajo, nos manteníamos conectados todo el tiempo por la red. A veces nos cogían las doce de la noche. Estábamos muy preocupados. A veces te levantabas con una idea, un domingo a las siete de la mañana, y a la computadora a trabajar. Esto es sin horario”.

Lo que más disfruta Daniel es encontrar soluciones de programación y diseñar circuitos electrónicos.

“Justo lo que hago aquí. En realidad, de todos los proyectos en los que he participado, este es el más intenso, en el que más se ha trabajado en equipo. Todo el mundo interactúa como si fuera un gran mecanismo. Todos dependemos unos de otros. La mecánica depende del diseño, el diseño del software, el software del firmware... Eso es bien bonito. Cada cual se preocupa por que funcione lo de los demás”.

Luis José Pena Provedo es tecnólogo. Tiene poco más de dos años de graduado en la especialidad de Mecánica. Llegó a Combiomed como parte de su servicio social y se insertó en las dinámicas de producción. Hoy es miembro activo en el proceso de desarrollo de un equipo médico único de su tipo en el país.

Para él, ha sido una etapa de esfuerzo y aprendizaje.

“Para desarrollar estas piezas he tenido que familiarizarme con distintos programas de diseño, de los cuales no tenía mucho conocimiento. He tenido que estudiarlos y practicarlos. Ha sido muy interesante”.

En el proceso de desarrollo del ventilador pulmonar Combiovent, el trabajo de este grupo ha estado acompañado por la interacción con doctores de terapia intensiva, quienes conocen las prestaciones que debe ofrecer un equipo funcional y eficaz. Se prevé que permita dar soporte respiratorio a entre un 80 y 90% de los pacientes que necesitan ventilación.

El objetivo desde el inicio, nos explican, fue tratar de abarcar el mayor número de pacientes en un desarrollo que tomara el menor tiempo posible. Al menos, en un primer momento. No obstante, pretenden ampliar sus potencialidades, encauzarlas a niños y pacientes neonatos. Otro impulso de innovación.

El ventilador pulmonar está actualmente en la etapa de prototipo. No ha llegado a los hospitales cubanos, pero se proyecta que esto ocurra en el transcurso de 2022. Ya se planifican las pruebas en animales (cerdos), que se realizarán en los próximos días.

Seguirá luego el riguroso proceso de registro tras la evaluación del Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (Cecmed). Posteriormente, se fabricarán los primeros 25 equipos, que serán entregados al Ministerio de Salud Pública.

Contar con un ventilador pulmonar made in Cuba no solo permite al país ahorrar cifras millonarias a corto plazo. Con la tecnología diseñada nacionalmente, también se eliminan barreras para dar soporte y mantenimiento a los equipos.

En este empeño no solo están Alejandro, Daniel y Luis. El grupo cuenta con cerca de 20 ingenieros y especialistas médicos, muchachos que apenas llevan dos años de graduados y otros con 40 de experiencia. Esa es una de sus mayores fortalezas.

Breves consejos para jóvenes con aspiraciones de investigar:

Alejandro:

Persistencia, no darse por vencidos, insistir para lograr la perfección.

Estudio, mucho estudio.

Daniel:

Profesionalidad.

Rigor.

Confianza en sí mismos.

Luis:

 No se limiten. En Cuba existe tecnología y conocimiento, suficientes para prepararse y tener un desempeño laboral rico en nuestro país.

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